martes, 31 de agosto de 2021

El paisano - Viernes -3- Septiembre- Un mirador con un acceso de vértigo ,. / VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Abuelos bajo el sol ,./ HOSPITAL - De la pantalla al quirófano ,. / VUELTA AL COLE - Julia Navarro - Escritora . / EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -8- Septiembre - Juan Manuel de Prada - La economía del deseo (I) ,. / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -10 -Septimbre - Isabel Coixet - Lotería,.

 

 TITULO: El paisano - Viernes  -3- Septiembre-Un mirador con un acceso de vértigo ,.

Viernes -3- Septiembre-  a las 22:10 horas en La 1 , foto,.

 Un mirador con un acceso de vértigo,.

 Se ve el cerro del Ceño, los meandros del río Hurdano o la sierra de la Corredera, entre otros parajes. / A. J. A.

Se ve el cerro del Ceño, los meandros del río Hurdano o la sierra de la Corredera, entre otros parajes. 

En Las Hurdes. Ofrece vistas de 360 grados y para llegar a él en coche hay que circular por una pista forestal preciosa, entre pinos, paredes de pizarra y barrancos de los que no se olvidan

A alguno le entrarán ganas de darse la vuelta al ver en Google Maps lo que le queda por delante. Muestra el navegador curvas y más curvas, una carretera que es un requiebro continuo. O mejor: una cadena de meandros, como los que hacen los ríos y riachuelos y arroyos que riegan y refrescan y decoran esta esquina del mapa extremeño que roza, etc,.

 

TITULO:   VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Abuelos bajo el sol ,.

Abuelos bajo el sol,.

 

foto / Bajo un sol que cae como plomo derretido, la fila de personas se mueve despacio. Una espera de veinte minutos como mínimo, calculas observándolos. En su mayor parte son gente mayor. Abuelos hechos polvo. Están allí a la solanera, sin sombra ni lugar donde sentarse, ante la única terminal de cajero automático de esa sucursal. De ese banco. Es agosto, la oficina está cerrada y la escena se sucede por todas partes. En toda España, o como se llame esto ahora. Personas que esperan para hacer un trámite bancario.

No es algo exclusivo de agosto, pues se repite todo el año aunque en estas fechas sea más frecuente; más desvergonzadamente habitual por parte de esos bancos que, cuando el pelotazo inmobiliario engordaba dividendos, sembraron las ciudades de oficinas que embaulaban sueldos y pensiones –colocando productos financieros que acabaron en auténticas estafas– y que ahora, con las vacas flacas, desaparecen y dejan tirada a la clientela. Tres mil de esas sucursales cerraron el año pasado y supongo que éste irá cerca. En cuanto a cajeros automáticos, 2020 liquidó un millar de terminales y veremos cómo acaba 2021. De momento, según el Banco de España, ya son 1.300.000 los españoles que viven sin bancos ni cajeros cerca. Y hay pueblos con muchos vecinos mayores de 60 tacos donde la distancia a la oficina bancaria más próxima es de 10 kilómetros.

Si sólo fuera eso, sería malo. Pero es que, para más vil recochineo, al hablar de oficinas bancarias imaginamos empleados que atienden, una persona que actúa como cajero –aunque sólo sea hasta las 11 de la mañana, que ya es disparate–, otra que resuelve dudas, y detalles así. Lo normal. Pero no. Entras en tu banco de toda la vida, y a veces lo único que hay es uno o dos cajeros automáticos, un jefe y único indio con una cola de gente esperando, y donde antes estaba la ventanilla, donde Manolo o Paco hasta le rellenaban al abuelo el impreso, ahora hay un cartel publicitario donde el BZGP (Banco Zutano y la Guarra que lo Parió) anima a los octogenarios a descargarse en el móvil una aplicación que, asegura, permite moverse con rapidez y eficacia por el simpático espacio de la banca cibernética. Eso, en un mundo en el que todos sabemos lo que es depender de Internet. Y en una España donde en algunas zonas rurales ni siquiera hay cobertura para el teléfono móvil.

Los defensores de todo este pasmo de cabronadas, que son muchos y no todos banqueros –no habría tanto verdugo sin víctimas sumisas–, argumentan que los tiempos cambian, que lo antiguo da paso a lo moderno, que el crecimiento de la banca online está en sintonía con las normas europeas –Bruselas es excusa perfecta para toda clase de tropelías– y hace innecesaria la atención cara al público. También dirán que el futuro pasa por Correos Cash, por el Nickel de BNP, por los estancos y administraciones de loterías o el lucero del alba. Yo qué coño sé. A lo mejor hasta es cierto, pero me da igual. Porque el cochino presente, por donde pasa es por miles de abuelos y no tan abuelos haciendo cola al sol, aturdidos e impotentes a la hora de cobrar sus pensiones, llevar dinero en el bolsillo, resolver problemas. Vivir con normalidad en vez de perder mañanas, días enteros, en gestiones absurdas e injustificables.

Pero es lo que hay, y lo que va a haber. Como en los casinos, la banca siempre gana. Pierden, y con ellos perdemos todos, esos abuelos al sol, desconcertados ante la gentuza infame que amparada por el Estado y sus instituciones, arrogante, impune, sin que nadie mueva un dedo para frenar sus abusos, acosa y desampara cada vez más a sus clientes desvalidos y humildes. Entre ellos, a esos jubilados a quienes no sólo no se permite retirar sus ingresos cuando y como quieran para dárselos al hijo o nieto que les apetezca; a quienes se fiscaliza cada euro como si fueran delincuentes pero tampoco se les deja tener dinero en casa sin que les caiga encima el Estado, sino que, además, los obligan a sufrir perplejos ante un teléfono móvil de última generación, descifrando aplicaciones y códigos endiablados que ni conocen ni comprenden. Obligándolos a buscar en su familia –quienes la tienen–, en los más jóvenes y acostumbrados a moverse por esos ámbitos incomprensibles, lo que los canallas que durante toda la vida se aprovecharon de sus modestos ahorros los obligan a encarar ahora con el cínico embuste de que así facilitan su vida. Los hijos de puta, ellos y quienes lo consienten. No me canso de repetirlo, oigan. Y seamos paritarios: los hijos e hijas de la grandísima puta.

 

TITULO: HOSPITAL -De la pantalla al quirófano ,.

 De la pantalla al quirófano ,. 

De la pantalla al quirófano - XL Semanal

foto / La preocupación por nuestra propia imagen proyectada en la pantalla tras el aumento de las videollamadas ha multiplicado las visitas a los centros de cirugía estética y ha provocado un fenómeno que ya se conoce como `dismorfia de Zoom´. Hablamos con los expertos.

Ni la crisis económica ni la gravedad de la situación sanitaria han conseguido paralizar el sector. A pesar del cierre de las clínicas durante los meses de confinamiento, la demanda de cirugía estética se mantuvo en España el pasado año con cerca de 400.000 intervenciones e incluso registró un aumento del 30 por ciento en algunos procedimientos como la blefaroplastia o cirugía de párpados., etc,.

 

TITULO: VUELTA AL COLE -  Julia Navarro - Escritora,.

 Julia Navarro - Escritora,.


Julia Navarro habla de su séptima novela: «No me gustan los héroes»,.

 La escritora Julia Navarro, durante un viaje a Egipto./Juan Fernández

«Debemos sentirnos orgullosos de la Transición», afirma la autora de 'Tú no matarás', un recorrido de la posguerra a la democracia que llega hoy a los lectores,.

De la posguerra a la Transición, Julia Navarro (Madrid, 1953) cuenta cómo hemos cambiado en 'Tú no matarás' (Plaza & Janés). Hoy llega al lector este novelón de mil páginas, un largo viaje de la grisura del Madrid de la posguerra al luminoso colorido de Alejandría y al esplendor de París con escalas en Lisboa, Praga, Boston o Santiago de Chile. La séptima de su cuenta es una declaración de amor a la literatura, al libro que Navarro quiso presentar en la ciudad de Alejandro Magno y de Kavafis, la que alberga la biblioteca más legendaria en la historia. Como el tapiz de Penélope, hubo de tejer y destejer esta gran aventura de perdedores resistentes tras extraviar el original con las correcciones.

-Se mata bastante en la novela, a pesar del título.

-Un padre advierte a su hijo en plena guerra civil que nunca será el mismo hombre después matar a otro. Pero es cierto que la muerte está muy presente para los protagonistas que viven situaciones muy dramáticas desde la posguerra, en plena Segunda Guerra Mundial y hasta la Transición.

-Un trío de antihéroes que nunca se rinden a los golpes de la historia.

-Luchan por lo que creen en una doble huida: de una situación muy adversa y de sí mismos. Son perdedores que toman camino del exilio, que nadie elige, en una España no les deja otra opción. Son antihéroes porque me obsesiona que mis personajes resulten reales y no me creo una novela plagada de héroes. No digo que no existan, pero nadie sale de casa decidido a comportarse como un héroes. Las circunstancias te obligan a tomar actitudes que luego los demás califican de heroicas. De partida, no me gustan los héroes. Me gusta la gente con la todos podemos identificarnos. Seres cuya fortaleza surge de sus debilidades.

-¿Todos huimos de nosotros mismos?

-En algún momento a todos se nos pasa por la cabeza romper con uno mismo, con lo que nos rodea y empezar de cero.

-La venganza, la culpa y el peso de la conciencia ¿son los pilares de la novela?

-Lo son de casi todos mis libros, aunque esta vez es muy evidente el peso de la conciencia. A veces vivir con uno mismo es complicado. Un infierno. Es más fácil estar con los demás, aunque también los otros pueden ser el infierno.

-¿Qué hacer para que la culpan no nos aplaste?

-Leer. Hacerlo te permite dar esquinazo a la culpa. Te ayuda a sobrevivir, a sobrellevarla.

-¿Aún supuran las heridas de la guerra civil?

- Todavía existe la memoria la guerra civil. Pero no quería escribir sobre ella y cuando acabé la primera de las tres parte cerré la novela. Estuvo en un cajón de 2013 a 2016. Quería narrar el drama de unos hijos de su tiempo, no centrarme en la guerra civil. Pero era muy difícil distanciarme. Y eso que no creo que la sociedad española esté condicionada hoy por lo que sucedió entonces. Otra cosa es tener memoria, a la que no hay que renunciar nunca. Tenemos que saber de dónde venimos y porqué paso lo que pasó. Pero 80 años después no creo que los ecos de la guerra tengan un peso insoportable en la sociedad.

-Termina en la Transición, un período que ahora se demoniza.

-Soy hija de la Transición. Tuve la suerte de ser una jovencísima periodista que la contó, pero no comparto la intención de algunos políticos de cuestionar lo que se hizo de forma tan negativa. No hay obra política ni humana perfecta. Todo es mejorable y es fácil decirlo ahora. Pero se quiere distorsionar la Transición, que no fue la obra de cuatro políticos encerrados en un despacho. Fue una obra colectiva de la sociedad española que caminaba mayoritariamente en la dirección que quería. Sin ella habría sido imposible. Me apena que las nuevas generaciones crean que fue un contubernio de cuatro políticos al margen de la sociedad. Ni fue así ni habría sido posible. Debemos sentirnos absolutamente orgullosos. Fue una época dura, difícil. No un pacto rápido que satisficiera a todos.

-¿Los políticos de ahora tienen menos altura que los de entonces?

-Ni soy nostálgica ni pienso que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero es evidente que entonces confluyeron unos actores políticos capaces de dar lo mejor de sí. Muy conscientes de que si no lo hacían, todo se iba al garete, supieron estar a la altura de aquella circunstancia histórica.

-¿Habrían pilotado la Transición los políticos de hoy?

- Lo dudo. No estoy segura de que fuera posible ni con estos políticos, ni con los de la legislatura pasada, ni con los del anterior.

-¿Eran más carismáticos?

-Eran personalidades muy potentes. Carrillo, Simón Sánchez Montero, Marcelino Camacho, Solé Tura, Solé Barberá, Arzallus, Felipe González, Suárez, Pérez-Llorca, Miguel Roca. Sabían que no podían permitir que las cosas fueran mal; que o navegaban en una dirección o volvíamos a desperdiciar una oportunidad histórica que la sacaban adelante o traicionaban a la sociedad. Hicieron el esfuerzo de sobreponerse a su propia ideología e intereses partidistas para cerrar un período absolutamente negro de la historia de España y a apostar por el futuro. Dejemos la historia en manos de los historiadores, no de los políticos. Cada cual tiene su memoria, pero los historiadores deben contar qué paso y por qué desde la distancia que da un análisis objetivo.

-La novela es un homenaje a la literatura.

-Sí. A todos cuantos cuentan historias. A quienes las escuchan, las leen y las hacen llegar al lector. A los editores, a los libreros y a los actores del mundo de la edición. Me siento muy agradecida a los libreros y a los lectores que han sido muy generosos conmigo.

-¿De qué le ha salvado la literatura?

-De la realidad. Es la mejor puerta de escape. En una circunstancia difícil las páginas de un libro te abren otros mundos. Te permiten huir, estar con otra gente en otra realidad. La literatura tiene una importante dimensión terapéutica. Los libros aportan elementos para la reflexión. Nos ayudad a pensar, a plantearnos las preguntas que todos nos hacemos desde el principio de los tiempos.

-Es un viaje del gris al technicolor y a la luz de Alejandría y París.

-En la primera parte todo lo veía en blanco y negro. Los personajes estaban en una película de los años 40, en un Madrid gris, tenebroso. Alejandría fue la explosión de luz color, y París es la ciudad donde todo confluye.

-El Madrid de la novela es su barrio. ¿Hay memoria familiar?

-Sí. Las historias que escuchaba en casa; conversaciones de mi madre, de mis abuelos, de mis tíos que se te quedan grabadas de pequeña y afloran en los personajes. Homenajeo a los lugares donde crecí, jugué y fui al colegio. Se dice que la infancia es la patria del ser humano. Y ha sido encontrarme a mí misma.

-¿Cuántos miles de páginas lee para escribir mil páginas?

-No sé el número exacto. No me conformo con buscar un dato en un libro. Lo leo entero para entender el contexto. Si cuento qué pasó en una batalla, no me basta el dato frío sobre a qué hora fue y cuántos murieron. Necesito saber qué pasó antes después. Leo montañas libros por cada libro que escribo.

-¿La próxima sera novela será igual de extensa?

-Jamás me limito o me censuro. No me agobio pensando que debo escribir una historia más corta. Hasta hoy ni a mí, ni a la editorial ni a los lectores nos ha importado que sean libros tan voluminosos.

-¿Son fidelísimos sus lectores?

-Has de conquistarles con cada libro. No puedes dar nada por seguro. Si no les gusta te abandonan. No tengo sentimiento de propiedad con los lectores. Sé que con cada libro me los juego.

-¿Está preparada para el fracaso?

-Lo pienso cada día. En el periodismo he visto a tanta gente que hoy está en la cumbre y mañana abajo que sabes qué te puede ocurrir. Tantos años de profesión me ayudan a relativizar todo. y en especial, el éxito. Hoy estás en la cima y mañana nadie te saluda por la calle.

-¿Por qué libro daría un riñón?

-'La Odisea', 'El Quijote', casi todos los de Dostoievski y Tólstoi. No escribo novela histórica. Intento retratar la sociedad que les toca vivir a los personajes, como los grandes autores rusos.

TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles -8- Septiembre - Juan Manuel de Prada - La economía del deseo (I)   ,.

 

En la tuya o en la mía  - Miercoles -8-  Septiembre ,.


 En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles  -8- Septiembre  , etc.

 

EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - Juan Manuel de Prada - La economía del deseo (I)  ,.

 Juan Manuel de Prada - La economía del deseo (I) ,. 

El deseo de tener dinero | REVISTA GENTE LÍDER

foto / No me cansaré de recomendar La economía del deseo (publicado por la editorial Nuevo Inicio), un libro extraordinario, de una perspicacia y una clarividencia asombrosas. En sus páginas, el autor –el teólogo metodista Daniel M. Bell– nos propone una originalísima aproximación teológica al capitalismo, que considera una negación del Dios cristiano, por someter el deseo humano, deformarlo y desviarlo de su verdadero fin.

La economía del deseo está lleno de reflexiones tan perspicaces como perturbadoras. Bell no considera que el capitalismo sea una mera forma de producción, intercambio y distribución de bienes, sino una «economía del deseo» que pretende lograr la mercantilización completa de la vida. Y que, lejos de la caracterización mostrenca que sobre él comparten tanto partidarios como detractores, no sólo no es ‘antipolítico’, sino que promueve formas eficientes de política que hagan valer su fortaleza frente a cualquier enemigo. Pues el capitalismo global no se ocupa sólo de cosas puramente económicas, sino que es también ontológico; tiene una visión definida sobre el ser humano, cuya energía constitutiva –el deseo– se encarga de capturar y disciplinar, para someterla a sus leyes. Y, para probar este aserto, el teólogo Bell utiliza como hilo expositivo a lo largo de varios capítulos fascinantes el pensamiento de los filósofos marxistas posmodernos (precursores de lo que nosotros hemos denominado ‘izquierda caniche’) Deleuze y Foucault, que supieron captar el alma del capitalismo, pero no lograron adivinar su estación final.

Daniel M. Bell propone una originalísima aproximación teológica al capitalismo, que considera una negación del Dios cristiano

Frente a la visión clásica del cambio social, económico y político promovido desde el Estado o desde otras superestructuras equivalentes, Deleuze puso en circulación el concepto ‘micropolítica del deseo’, donde ‘micropolítica’ no debe entenderse como una cuestión de escala o tamaño, sino más bien una cuestión de estilo de organización. Si tratásemos de representar la ‘micropolítica’ mediante un símbolo recurriríamos a una tela de araña o a una red que puede ser al mismo tiempo global, transgrediendo fronteras nacionales, e íntima, trasgrediendo las barreras de la conciencia, hasta penetrar en el poder motriz que impulsa –según Deleuze– a los seres humanos: el deseo. Deleuze piensa que la realidad humana se entiende mejor en términos de una infinita multiplicidad de flujos de deseo que en términos de realidades estáticas que se resisten al cambio. Y considera ingenuamente que estos flujos de deseo pueden organizarse como redes de colaboración contra las formas rígidas y opresoras del poder, convirtiéndose en una nueva fuerza revolucionaria.

Foucault, por su parte, piensa que quienes deseen hacer frente a un orden opresor deben fijar su atención en otras instancias de poder que no son el Estado; pues, a su juicio, el Estado, aunque es un agente importante, no es hoy fuente ni centro del poder. Más bien se trataría de una especie de superestructura que alberga en su seno una serie de redes de poder presentes y activas en la sociedad, como la sexualidad, la familia, la tecnología, etcétera. Por eso, cuando Foucault habla de la ‘microfísica del poder’ está pensando en «su forma capilar de existencia, el punto en el que el poder penetra en el seno de los individuos, toca sus cuerpos y se inserta en sus actos y actitudes, en sus discursos, en sus procesos de aprendizaje y en sus vidas cotidianas», al modo de un organismo sináptico que no actúa desde arriba, sino desde dentro del cuerpo social.

Deleuze y Foucault tienen en común la visión de una realidad habitada por individuos que están constituidos por el deseo, una fuerza que consideran positiva, por ser muy difícilmente aprehensible por el Estado. De hecho, el Estado, consciente de que estos flujos de deseo podían agrietar su fortaleza y hegemonía, en lugar de esforzarse vanamente en reprimirlos, terminó conformándose con regularlos y conectarlos con unas personas y una tierra concretas, en un ejercicio de ‘territorialización’. El capitalismo ha sido capaz de organizar y someter estos flujos de un modo mucho más incisivo, demostrando que dispone de un poder mágico para disciplinar el deseo. Tan mágico que puede esclavizarnos de un modo tal que queramos o deseemos esa esclavitud, a la que absurdamente llegamos a llamar ‘libertad’.

El modo en que el capitalismo logra someter los flujos de deseo de forma mucho más eficaz que el Estado lo describiremos en un artículo próximo. 

 

 TITULO: . EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -10 -Septimbre -   Isabel Coixet -  Lotería ,.  

 

MI CASA ES LA TUYA - VIERNES --10 -Septimbre ,.

 MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne, 

acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco  a las 22:00, el viernes -10 -Septimbre  ,etc.

 EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 10 -Septimbre -   Isabel Coixet -  Lotería,. 

  Isabel Coixet -  Lotería,. 

 
Isabel Coixet, Premio Nacional de CInematografía 2020 l RTVE

foto / Nunca me han gustado los juegos de azar. Poseo una mentalidad pseudocalvinista: hay que ganarse las cosas con trabajo y esfuerzo, lo demás no tiene valor; sangre, sudor y lágrimas, etc., etc. Loterías, bonolotos, cupones, tómbolas o peregrinas inversiones en criptomonedas se me antojan maneras obscenas de ganar dinero.

No entiendo el atractivo del bingo o del casino. Nada me parece más aburrido que la bolita que salta por los números de una ruleta hasta el punto de que una vez que se me ocurrió acompañar a un amigo jugador a Montecarlo, creyendo que sería un lugar mítico en el que contemplar a gusto la gran comedia humana, y me quedé dormida en un sillón, cerca de la mesa de blackjack. Tuvieron que llamarme la atención mientras mi amigo perdía la camisa (que afortunadamente no era la única que tenía).

Cuando en Navidad alguien me ofrece un billete o décimo, lo compro y luego me olvido, hasta que caduca y lo encuentro arrugado y con los colores desvaídos en el fondo de un bolso

Cuando llega la Navidad y alguien me ofrece un billete o décimo, lo compro y luego me olvido, hasta que caduca y lo encuentro arrugado y con los colores desvaídos en el fondo de un bolso. ¿Quizás inconscientemente pienso que, de recibir inopinadamente una desorbitada cantidad de dinero, me iba a perjudicar? ¿Me pongo el esparadrapo antes de la herida? Nunca lo sabré.

Sin embargo, hay dos grandes relatos sobre la lotería en los que pienso a menudo. Uno es La lotería, de la gran Shirley Jackson. En un pequeño pueblo de un lugar de América, cada año sus 300 habitantes celebran una tradición: se reúnen todos en la plaza, como hicieron desde tiempos inmemoriales sus antecesores, alrededor de una caja negra que el alcalde ha colocado en un taburete. Cuando empieza la lotería, los jefes de cada familia se acercan para sacar un papel de la caja. Mientras tanto, una mujer protesta porque no le han dejado bastante tiempo a su marido para escoger el papel, y el lector va dándose cuenta de que el objetivo de la lotería es mucho más siniestro que el sorteo de un lote de alimentos o una vaca.

Cuando el relato se publicó en The New Yorker, en junio de 1948, provocó una ola de indignación y muchos suscriptores abandonaron la revista. Hoy está considerado como uno de los grandes relatos de la literatura norteamericana y las preocupaciones de Shirley Jackson sobre el antisemitismo latente que pueden sacarse del relato han sido objeto de incontables estudios.

Otro relato, este real, aparece en el libro póstumo de Marceline Loridan-Ivens C'était génial de vivre, alguien a quien admiro profundamente y de la que ya he hablado en otras ocasiones. Cuenta la autora, superviviente del campo de concentración de Birkenau, donde falleció su padre, que en unas vacaciones en Nápoles en los años sesenta empezó a hablar con un grupo de chavales. Uno de ellos le preguntó por el número que llevaba tatuado en el brazo, Marceline le respondió que era el número que le habían tatuado los oficiales nazis cuando entró en Birkenau junto con miles de prisioneros judíos más. El chaval, ni corto ni perezoso, sacó un bolígrafo y apuntó el número en un papel. «Para la lotería nacional –dijo–, a ver si me da suerte.