TITULO: Metrópolis - Soledades ,.
El lunes - 18 , 25 - Noviembre , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.
Soledades,.
Era una mujer que no pasaba desapercibida, pero no por su belleza, que es lo que suele invocarse cuando decimos eso. Era una mujer del barrio, de esas señoras que vienen de obra con los ladrillos de los edificios. Una anciana de las que llevas viendo toda la vida y que te da la impresión de que siempre ha tenido esa edad. Paseaba arriba y abajo por las calles y parques de la zona, tomando el brazo de una chica de unos cuarenta años con un síndrome de Down tan agudizado que apenas le permitía caminar, pero sí mantener con dificultad el cigarrillo entre los dedos. Siempre supuse que era su hija. A la madre le había dado un ictus cuando era joven —porque alguna vez sí fue joven— que le dejó la cara paralizada en un gesto grotesco: su lengua quedó congelada huyendo de la boca como si de una flecha se tratase, incapacitándola para comunicarse salvo con pequeños gruñidos guturales, ininteligibles, acompañados de un índice huesudo y blancuzco con el que señalaba lo que quería comprar. Cada pocos segundos sacaba un pañuelo y secaba la salivación de la lengua para que no gotease. Como digo, era una presencia bastante incómoda; parafraseando a Isaías era de esas personas ante las que giras la cara para no verlas. En el barrio nadie sabía cómo se llamaba, a pesar de los muchos años que llevábamos viéndola con su sempiterna y caricaturesca mueca en el semblante.
El caso es que esta mujer era una clienta habitual de mi casa. Cada semana venía, indicaba con un gruñido seguido de un bronco y dificultoso respirar lo que quería —un par de paquetes de Ducados para la supuesta hija—, pagaba y se marchaba hasta la siguiente semana. En silencio, sin más, semana tras semana, año tras año.
Pero aquel mediodía de diciembre de 2017 fue distinto. Entró más jadeante y abotargada que de costumbre, y con el gesto —si cabe— aún más trastornado, más deforme. Venía acompañada de una señora que la había encontrado caída en la calle a pocos metros de mi puerta. Había resbalado por culpa de la lluvia helada que barnizaba la acera. La anciana señaló con dificultad lo que quería y yo se lo serví, pero era evidente que algo no iba bien; empezó a llevarse la mano a la boca como queriendo vomitar; intentaba sacarse bruscamente la lengua a pesar de tener toda ella fuera, como si algo le obstruyera la garganta; intentaba toser y al mismo tiempo tragar aire. La buena samaritana que había decidido acompañarla no se separó de ella. Yo llamaba al 112 para pedir una ambulancia mientras intentaba ayudar a la pobre mujer a sostenerse en pie. Saqué mi taburete y tratamos de que se sentara en él pero era imposible, la anciana se desmayaba. Entonces la dejamos suavemente en el suelo.
—¿Qué hacemos? —dijo la samaritana alarmada.
Y entonces hice algo que aún hoy no sé cómo pude hacerlo. Me sentía fuera de mi cuerpo, sabía lo que tenía que hacer, lo había leído mil veces en los manuales de supervivencia como información necesaria para documentar novelas, pero nunca había imaginado que me tocase aplicar aquellos conocimientos; tomé una bolsa de plástico y me ceñí índice y corazón con ella para acto seguido introducirle los dedos por la boca intentando limpiar su garganta de cualquier objeto que la obstruyese. A continuación le desabroché los botones de su vieja y parda blusa, busqué su esternón, coloqué las manos en posición y comencé el tortuoso camino de un masaje cardiaco.
—Se va— dijo al filo del séptimo minuto la samaritana después de intentar tomarle el pulso en el cuello y no encontrárselo.
Pero yo seguí. Seguí presionando rítmicamente aquel tórax huesudo y a la vez blando. Y la miré a los ojos y vi que estos se quedaban vidriosos y estáticos, mirando al infinito. Sin dejar el masaje recé por ella a modo de extremaunción, con el anhelo de que ojalá aquella oración, si no le salvaba esta vida, al menos la reconfortaría en el tránsito hacia la otra.
Y así estuve durante los lentos ochos minutos que la ambulancia tardó en llegar en un día frío y plomizo en el que media Salamanca decidió, a la vez, coger el coche. Cuando vi entrar a los sanitarios me sentí aliviado, pero no pude evitar saludarlos con un destemplado “habéis tardado mucho”. Le cogieron una vía, oxígeno, electrodos… dos ampollas de adrenalina, barullo… felicitaciones del médico porque la mujer tiene pulso… y entonces sientes una alegría inmensa, pero sólo dura unos segundos: progresivamente el monitor empieza a marcar menos picos hasta estar completamente rectilíneo. Se para el masaje y llega el silencio. Médico y enfermeros se miran entre ellos para decirse mudamente que la batalla está perdida y que se rinden en el suelo de mi estanco. Tres minutos despiadados sentenciaron que ya no se podía hacer nada más. Y allí se quedó la mujer de gesto singular, tendida en el suelo, mirando la nada mientras delante de ella van desfilando los sanitarios, abatidos pese al callo de la experiencia, los monótonos policías y la forense, quien con total asepsia y frialdad dictamina la causa de la muerte. Los policías buscaron entre los enseres de la fallecida hasta encontrar un DNI.
Se llamaba Soledad.
Y viendo el cuerpo inerte de Soledad a mis pies, mientras los profesionales deambulaban atareados e indolentes a nuestro alrededor, recordé ese murmullo que en tantas ocasiones me acecha: esta vida es un mal paseo, corto y plagado de baches y cuestas, pero hay que disfrutar cada pequeño paso, porque al final también somos como ladrillos: perfectamente fungibles, perfectamente anónimos.
TITULO:
DIAS DE TOROS - Aluvión de festivales a beneficio de los damnificados por la DANA,.
Aluvión de festivales a beneficio de los damnificados por la DANA,.
El mundo del toro organiza festejos solidarios en distintas ciudades en apoyo a las comunidades afectadas,.
La solidaridad del sector taurino se ha movilizado en un esfuerzo sin precedentes tras los desastres provocados por la DANA, especialmente en Valencia y otras zonas gravemente afectadas. Tras el anuncio del festival benéfico que se celebrará en la plaza de toros de Valencia, en cuya organización participan activamente José María Manzanares y la empresa Espacios Nautalia 360, otras ciudades y figuras del mundo taurino se han sumado a la causa con la organización de festivales en beneficio de las víctimas de esta catástrofe. Este aluvión de festejos demuestra la implicación del sector en momentos de dificultad, reafirmando su compromiso social.
En Zaragoza, la Plaza de Toros de La Misericordia se unirá a la causa con el festival “Aragón x Levante”, en el que se programarán dos tardes benéficas. Una estará dedicada a un cartel de matadores de toros, mientras que la otra contará con un elenco íntegro de novilleros. Todos los actuantes serán aragoneses, en una muestra de orgullo regional y apoyo a la comunidad de Valencia. Este evento, respaldado por la Diputación de Zaragoza y la empresa de Carlos Zúñiga Manso, pretende recaudar fondos para ayudar a quienes han sufrido los estragos de la DANA en el Levante.
Albacete también se suma con un festival el próximo 23 de febrero, bajo el lema “¡Todos con Letur!”. La localidad albaceteña de Letur fue declarada zona catastrófica tras los daños de la tormenta, y el evento busca apoyar la recuperación del municipio. La empresa UTE Casas-Amador, junto con el Ayuntamiento de Albacete, organiza esta jornada en la que participarán destacadas figuras del toreo. Además, se habilitará una Fila 0 para quienes deseen colaborar con la causa, permitiendo que los fondos se destinen íntegramente a la reconstrucción y al apoyo de los damnificados de la región.
Andalucía no se queda atrás, y el empresario taurino Carmelo García ha convocado un festival solidario en una de las plazas que gestiona en esta comunidad. La fecha elegida es el 28 de febrero, coincidiendo con el Día de Andalucía, para maximizar el alcance del evento. García ha realizado un llamamiento a la colaboración de entidades del ámbito taurino, como la Junta de Andalucía, ANOET, la Fundación del Toro de Lidia y otros colectivos clave, con el objetivo de unir fuerzas y aportar en conjunto a los afectados por la DANA en Valencia. Este festival es una muestra más de cómo el sector taurino se organiza en torno a causas benéficas en tiempos de necesidad.
En cada uno de estos festejos se pondrá en marcha un dispositivo especial de ayuda, organizando recaudaciones y ofreciendo entradas de colaboración para quienes deseen sumarse a la causa. Las empresas y entidades implicadas han expresado su firme intención de asegurar que todos los beneficios vayan destinados a quienes realmente los necesitan, dejando claro que el mundo del toro, con su implicación social, va más allá del ruedo.
Estos festivales benéficos consolidan la imagen de un sector que, ante la adversidad, responde con actos solidarios y demuestra que la cultura taurina también puede ser un motor de apoyo a las comunidades. Con el esfuerzo conjunto de toreros, ganaderos, organizadores y aficionados, la tauromaquia demuestra una vez más su compromiso con la sociedad, trabajando en conjunto para ofrecer su ayuda en momentos críticos.
TITULO: Retratos con alma - Secretos y consejos de un fotógrafo para empezar a practicar con tu móvil,.
La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.
Secretos y consejos de un fotógrafo para empezar a practicar con tu móvil,.
Lunes - 18 , 25 - Noviembre - a las 22:40 horas en La 1 / fotos,.
Entrevistar a Steve McCurry es un rotundo privilegio. Llevo deseando acercarme a este formidable fotógrafo desde que me tropecé con la imagen de la niña afgana en un libro de la biblioteca de casa. Era un volumen de gran formato que se llamaba Pueblos del mundo, o algo parecido, y en mitad de sus páginas aparecía la famosa fotografía que a mí —que por aquel entonces tenía la misma edad que esa niña— me atemorizaba. En el pie de esa foto ponía El horror de la guerra. Sin yo saber aún nada, en aquel momento pensé: ¿De modo que así es la guerra? Esa mirada representaba exactamente eso.
Todas las cosas que nos influyen de un modo u otro determinan las decisiones y sendas que tomamos. En el eslabón inmenso de todas esas pequeñas y grandes influencias, en mí está, sin duda, esa fotografía, pues ya entonces sabía que había mucho más detrás de aquella imagen, de aquella niña que me miraba fijamente. Hoy me pregunto qué hay de todo eso en lo que yo busco ahora cuando escribo en este territorio zendiense, tratando de ir más allá de las palabras.
McCurry se convirtió en un contador de historias gracias a las lentes de los objetivos y cámaras que ha llevado en ristre por todos los rincones del planeta. Ese ha sido su pasaporte de viaje, y el fabuloso legado que nos deja —y sigue trabajando de forma incansable— es un regalo a los sentidos y un golpe para el alma. El valor de su obra es, simplemente, incalculable.
—Señor McCurry, cuando dispara fotografías ¿qué prioriza? ¿La estética, composición y armonía de la imagen, o la historia detrás de escena?
—Lo que busco primero es la historia. Luego intento crear una imagen a partir de ahí. Al componer la imagen me concentro en la armonía, el equilibrio y el ritmo.
—¿Cómo logra que aflore el alma de las personas que retrata? ¿Y cómo consigue crear esa conexión entre ellas y usted, para que se sientan cómodas y naturales?
—La mayoría de mis fotografías se centran en las personas. Busco ese fugaz momento en que pueda pasar desapercibido, y trato de transmitir una parte de lo que es ser esa persona, o en un sentido más amplio, relacionar su vida con la experiencia humana como un todo. Los humanos nos conectamos entre nosotros a través del contacto visual: hay un poder real en ese momento compartido de atención, cuando vislumbras lo que debe de ser estar en su piel. Creo que esta es una de las cosas más poderosas de la fotografía: relatar esa sensación. La mejor manera de capturar la esencia de una persona es tratarla con respeto. Establecer una sonrisa amistosa. A la mayoría de la gente le gusta ser fotografiada. Debes hacer que se sientan cómodos a tu alrededor, con humor.
—¿Es consciente de cuándo ha capturado el momento preciso?
—La observación es fundamental para la fotografía. Creo que para ser un buen fotógrafo debes tener una mente inquisitiva y ser curioso. Cuando estás paseando mientras fotografías debes estar presente en el momento. Yo miro a mi alrededor y veo lo que es único en ese lugar. Puede ser una grieta en la acera o un animal jugando. Es el aprecio por ese momento en el tiempo y el aprecio por el planeta. Nunca se sabe cuándo se revelará el mejor momento. Disparas y hay un momento que crees que es interesante, sigues trabajando y nunca sabes exactamente cuándo lo tienes, cuándo lo has conseguido. Es un proceso misterioso.
—¿Qué fue lo que le cautivó tanto de Sharbat Gula, la muchacha afgana, en 1984?
—Tenía una mirada intensa y angustiada, una mirada penetrante. Fue uno de esos casos en los que instantáneamente supe que era un rostro poderoso. Muy pocas veces he visto a una persona con una expresión tan intensa.
—¿Cómo se sintió cuando se reencontró con ella en 2002?
—Encontrarme de nuevo con Sharbat Gula después de tantos años fue una experiencia increíble. Sus ojos han conservado su fuego e intensidad. Creo que todavía es bastante hermosa a pesar de todas las dificultades que la gente tiene que soportar allí. Claramente, ha llevado una vida difícil, pero a pesar de ello tiene una familia saludable y con fortaleza, y han logrado prosperar y mejorar la vida de sus hijos. Poder encontrarla y ayudarla a ella y a sus hijos después de todos los años transcurridos fue una de las experiencias más increíbles y gratificantes de mi propia vida.
—Usted ha estado trabajando en Afganistán durante más de treinta años. Conoce profundamente ese país. ¿Cómo lo define, y a su gente y su futuro?
—Afganistán ocupa un lugar especial en mi corazón desde mi primera visita en 1979. He tenido la oportunidad y el privilegio de conocer a muchos afganos a lo largo de los años, y es un lugar que siempre consideraré muy especial. Los afganos son bien conocidos por su hospitalidad, y cada vez que visito ese país siento que nunca me he ido. Para mí el corazón de Afganistán está en las aldeas y en el campo, lugares que realmente no han cambiado. Si vas al centro de Afganistán compruebas que están viviendo de la misma manera que han estado viviendo durante cientos de años. Sin embargo, el país está pasando por un momento muy difícil, política y culturalmente. La situación se complica por tanta interferencia de muchas potencias extranjeras.
—En su magnífico libro Afganistán usted retrata a menudo momentos de normalidad en medio de la destrucción y el caos, como si quisiera contar que sencillamente la vida continúa, a pesar de todo…
—Estoy interesado en los puntos en común entre las personas de todo el mundo. No importa que vivan en China, Afganistán o Estados Unidos: nuestras vidas son más o menos las mismas. Sí, hay conflictos y algunas diferencias, pero más allá de eso todos trabajamos, todos tenemos amigos y familias, compartimos comidas… Después de haber viajado a tantos rincones del mundo y haber conocido a tantas personas diversas y únicas con las que me he topado en el camino puedo decir, realmente, que he encontrado un terreno común que nos unifica, por encima de las diferencias que nos separan.
—Animales, su último libro, es una maravillosa e increíble recopilación de escenas entre humanos y animales y su conexión. ¿Qué significa este libro para usted?
—La idea de fotografiar animales y personas se fraguó en mi mente desde que comencé como joven fotógrafo. Mi hermana me regaló mi primer libro de fotos, Son of Bitch, una colección de imágenes de perros y sus dueños, del gran fotógrafo y amigo Elliott Erwitt. Era la primera vez que veía un libro sobre animales hecho con humor, pathos y narraciones maravillosas. Espero que las personas vean a los animales como seres inteligentes que merecen nuestro amor y respeto. En la mayoría de los casos nuestras mascotas dependen totalmente de nosotros para su supervivencia y seguridad. Es nuestro deber protegerlos como a nuestros propios hijos. Puesto que a menudo creamos un vínculo especial con ciertos animales, desearía que las personas les tratasen con el cuidado y el respeto que merecen.
—En este mismo libro hay una fotografía abrumadora de un grupo de camellos atrapados en el fuego cruzado durante la primera Guerra del Golfo. ¿Qué recuerda de este momento?
—Trabajar en Kuwait después de la primera Guerra del Golfo fue una experiencia surrealista e inolvidable. Estaba conduciendo a través de los campos de petróleo en llamas, siguiendo a estos camellos que buscaban una salida del fuego y el humo. Sin que lo supiéramos, nos encontramos en un campo minado. Había seiscientos campos petrolíferos ardiendo, animales aterrorizados y hambrientos deambulando a nuestro alrededor, y el paisaje estaba salpicado de soldados iraquíes muertos. Fue desgarrador ver a estos animales, a los que se supone que debíamos proteger. Los animales que escaparon de la matanza fueron abandonados para deambular por las calles en busca de comida y refugio.
—En su obra On Reading hay dos fotografías que me resultan fascinantes: la de un hombre leyendo en Sana’a (Yemen) y una anciana leyendo en Uglich (Rusia). Hay algo de luz en esos lectores, en perfecta sincronía con la soledad.
—La mujer estaba leyendo en un monasterio en Rusia. Estaba sentada en una cocina tranquila y cálida después de terminar su almuerzo. La imagen del anciano que leía el Corán en Yemen fue tomada mientras esperaba que llegaran clientes a su pequeño rincón de un mercado en Sana’a. Hay algo en su serenidad en ese momento, absorto en palabras que probablemente había leído cientos de veces. Esa imagen me habló. En medio de la ferviente actividad del mercado, él había escapado totalmente dentro del contenido de ese pequeño libro.
—Sobre los paisajes de la India tiene fotografías maravillosas. Recuerdo una de una mujer y su hijo bajo la lluvia en Mumbai. ¿Puede describir aquel momento?
—Recuerdo que estábamos detenidos en un semáforo durante la temporada del monzón en Mumbai. Una joven madre que sostenía a su hijo se asomó por la ventanilla trasera y miró dentro del automóvil. Rápidamente pude tomar mi cámara y hacer dos exposiciones antes de que la luz cambiara y el conductor se alejara. Fue la reunión de dos mundos diferentes: una madre y un niño atrapados bajo la lluvia, mientras yo estaba en una burbuja de aire acondicionado.
—¿Qué país o países han sido los más inspiradores para su trabajo y por qué?
—Los países budistas, como Laos, Birmania, Tíbet, Tailandia y Camboya, son lugares en los que me gusta pasar el tiempo, además para hacer fotografías. Me gusta que el budismo no sea una religión dogmática. Hay un énfasis en la compasión del uno hacia el otro y hacia todos los seres vivos, y en tratar de mejorar uno mismo. Hay una serenidad en todo ello.
—¿De qué artista ha aprendido más?
—De Henri Cartier-Bresson. Sus imágenes tenían una visión maravillosa de las personas y las situaciones. Había emoción y un sentido del momento decisivo. Sus imágenes son periodísticas, pero trascienden el periodismo para mí, y funcionan en muchos niveles diferentes. Son eternas.
—¿Cuál sería su mejor consejo para aquellos que desean dedicarse a este oficio?
—El éxito en fotografía consiste en llenar tu espíritu de curiosidad, explorar temas que te despierten gran interés, y que pueden estar en cualquier lugar. Concentrarse en lo que a uno le interesa e inspira y en la historia que desea contar. Y aprender del trabajo de otros buenos fotógrafos.
—¿Qué es una buena fotografía?
Una que suscita una emoción y provoca una reacción. Una que me hace querer aprender algo de eso. Una buena imagen es memorable: se queda contigo, te conmueve y, en última instancia, te cambia de alguna manera.
—¿Se imagina otra forma de vida?
—Solo si yo fuera cineasta.
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