TITULO: El
paisano - Viernes - 15 - Noviembre - En Montecorto desarrolla terapias con burros para ayudar a personas con problemas ,.
Viernes - 15 - Noviembre a las 22:10 horas en La 1 , foto,.
En Montecorto desarrolla terapias con burros para ayudar a personas con problemas,.
Verónica (49 años), es una psicóloga madrileña a la que un viaje a Etiopía le cambió la vida. Allí descubrió el trato vejatorio que ha recibido el burro por parte del hombre durante siglos de historia y se propuso resarcir ese daño, dedicando su vida a cuidar y proteger a estos animales a través de su profesión como psicóloga.
Así que, al regresar a Madrid, se compra 6 burros y se especializa en Terapia Asistida con Equinos. Pero la crianza de estos animales en la capital le resultó una misión imposible así que dejó su vida allí y encontró su paraíso y el de sus burritos en plena Serranía de Ronda, en la localidad de Montecorto.
Allí está desarrollando terapias con burros para ayudar a las personas a afrontar mejor los problemas de salud o simplemente relajarse en medio de la naturaleza. Para Verónica sin duda vivir en una zona rural, junto a sus burros, ha sido su mejor terapia.
TITULO: HOSPITAL - Salud - La farmacia del barrio ahora es un almacén de conservas: Valencia se convierte en un centro logístico gigante ,.
La farmacia del barrio ahora es un almacén de conservas: Valencia se convierte en un centro logístico gigante,.
Almacén de ayuda en Sedaví, Valencia,.
Estadios de fútbol, pequeños locales comerciales y hasta centros cívicos se llenan de voluntarios para gestionar las incesantes donaciones que llegan de todas partes de la ciudad,.
Una estrecha peluquería de barrio o el interior de un estadio de fútbol, cada metro de espacio cuenta para responder a la crisis humana provocada por la dana. Varias docenas de puntos de recogida de alimentos e insumos han surgido a lo largo y ancho de la ciudad de Valencia desde el día posterior a las inundaciones. Sin embargo, sin importar el tamaño del recinto, todas lidian con el mismo problema: organizar la llegada y salida de las incesantes donaciones que arriban de todos los puntos de la ciudad y de España.
TITULO:
VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Valencia, la mejor ciudad del mundo para vivir,.
Valencia, la mejor ciudad del mundo para vivir,.
En el corazón de la ciudad del Turia te esperan innumerables maravillas. Desde el majestuoso acuario de Oceanogràfic hasta la moderna Ciudad de las Artes y las Ciencias,.
Una ciudad que combina historia, cultura y modernidad es sin duda Valencia, que ofrece a sus visitantes una amplia variedad de lugares turísticos y numerosos atractivos que no te puedes perder.
En el corazón de la ciudad del Turia te esperan innumerables maravillas. Desde el majestuoso acuario de Oceanogràfic hasta la moderna Ciudad de las Artes y las Ciencias, cada rincón tiene algo especial que ofrecer.
Prepárate para sumergirte en la magia de la capital de la Comunidad Valenciana mientras descubres sus fascinantes atracciones, su patrimonio histórico, su cultura, su naturaleza y sus playas.
Bienvenidos a "la mejor ciudad del mundo para vivir", según la revista Forbes, y el destino con el índice de mejor calidad de vida, tal y como recoge InterNations.
Con un total de 36 habitaciones cuidadosamente diseñadas y a un paso del centro de Valencia emerge Saman Hotel Boutique, un nuevo alojamiento de 4 estrellas muy acogedor que fue inaugurado a primeros de agosto y está recibiendo muy buenas reseñas de los huéspedes que allí se alojan por su innovador diseño, su terraza de ambiente tropical, sus servicios y su gran trato al cliente.
Y es que Saman Hotel Boutique es un santuario donde la paz y el descanso se entrelazan perfectamente. Las habitaciones están meticulosamente decoradas para ofrecer al huésped un refugio de serenidad, equipadas con comodidades modernas y toques de distinción que le hacen sentir como en casa.
Entre las estancias, el hotel cuenta con 3 exclusivas suites con jacuzzi privado que destacan por su amplitud y elegancia y que son ideales una para una relajación total.
Además, disponen de habitaciones pensadas para familias de 3 y 4 personas, asegurando que cada miembro disfrute de su espacio.
Uno de los mayores atractivos del alojamiento son las habitaciones con acceso directo al jardín y a la piscina balinesa. Estos espacios ofrecen una conexión íntima con la naturaleza y permiten disfrutar de un entorno sereno y relajante.
Saman Hotel Boutique también destaca por ser un punto de referencia de una zona de Valencia muy cercana al puerto, un viejo barrio industrial que ahora se transforma, en pleno siglo XXI. Y es que el alojamiento ha recuperado uno de los espacios industriales de la antigua ciudad, una fábrica de clavos, ejemplo de la arquitectura racional de la primera mitad del siglo XX.
En esa arquitectura de superficies abiertas, a la sombra de una de las chimeneas fabriles que forman parte del patrimonio histórico valenciano, los diseñadores del hotel han evocado en su interior un aire retro y vintage con grandes ventanales que comunican el lobby y la cafetería con el patio.
Saman Hotel Boutique cuenta con una piscina que se abre en el patio central, rodeada de una vegetación con acentos tropicales, que constituye un espacio natural de relajación y descanso. El cuero, la madera y las plantas, son los tres elementos de una decoración que busca crear espacios de comodidad y calidez.
Anclado en la tradición y en la historia de Valencia, el alojamiento está presidido por un cocodrilo, gemelo del que se encuentra en el Real Colegio Seminario del Corpus Christi o del Patriarca, levantado a instancias del patriarca San Juan de Ribera, a finales del siglo XVI.
Los niños de Valencia han escuchado alguna vez la amenaza ancestral “si parleu, a la panxa vindreu”, que las madres repiten para pedir que los pequeños estén bien callados durante las celebraciones y los ritos.
El cocodrilo es el centro de una de las más antiguas leyendas de la ciudad y en Saman Hotel Boutique constituye una seña de identidad valenciana y un punto de referencia para todos los visitantes de la ciudad.
TITULO: VUELTA AL COLE - Información ,.
Información,.
foto / En un mundo saturado de imágenes fugaces y noticias que apenas duran en la memoria colectiva, las historias de aquellos que cruzan el Mediterráneo en busca de refugio tienden a diluirse rápidamente en el flujo constante de información. Memorias ahogadas, de Jairo Marcos y M.ª Ángeles Fernández (Editorial Pepitas de Calabaza), es una obra que nos obliga a detenernos, a escuchar con atención las voces que a menudo son silenciadas por la indiferencia o la sobreexposición mediática. Este libro no es solo un testimonio del drama migratorio, sino una exploración profunda de la humanidad compartida, la pérdida, la resiliencia y la memoria colectiva.
Desde las primeras páginas, se hace evidente que Memorias ahogadas es mucho más que una recopilación de relatos sobre el éxodo migratorio. Marcos y Fernández optan por una estructura que mezcla la narración en primera persona de los migrantes con un análisis contextual que ilumina las causas profundas de esta crisis, las redes de tráfico humano, las políticas fronterizas y la indiferencia institucional. Es un libro que, en su esencia, no busca tanto conmover como concienciar.
El Mediterráneo, protagonista silencioso de este libro, aparece tanto como escenario natural como figura simbólica. Un mar que tradicionalmente ha sido cuna de civilizaciones y culturas, pero que ahora se ha transformado en un espacio de muerte y esperanza rota. Marcos y Fernández construyen un relato donde las olas no solo se llevan cuerpos, sino también sueños, memorias y futuros que quedan suspendidos en el limbo del olvido. Sin embargo, lo que diferencia a Memorias ahogadas de otras obras sobre el tema es su insistencia en devolverle el rostro humano a quienes son a menudo reducidos a cifras y estadísticas.
La obra se centra en contar las historias individuales de personas que, en busca de una vida mejor, se ven arrastradas al límite de la resistencia humana. Con una gran capacidad para captar las emociones más íntimas, los autores nos presentan a hombres, mujeres y niños que han dejado atrás sus hogares, sus lenguas y sus raíces, en un viaje desesperado hacia un futuro incierto. En estos relatos, el dolor no es solo físico; es también el dolor de la pérdida de identidad, el desarraigo y la incertidumbre. Pero Memorias ahogadas también nos muestra la otra cara de esta tragedia: la valentía, la capacidad de soñar incluso cuando todo parece estar en contra, y la dignidad de quienes luchan por sobrevivir a pesar de haber sido condenados a la invisibilidad.
Uno de los aspectos más potentes del libro es su capacidad para conectar lo local con lo global. A medida que conocemos las historias de estos migrantes, Marcos y Fernández nos invitan a reflexionar sobre las estructuras económicas y políticas que alimentan este drama: la explotación de recursos en África, las guerras civiles, el neocolonialismo, la corrupción y las fallidas políticas migratorias de Europa. Los autores no se contentan con presentarnos un cuadro humanitario; nos llevan más allá, invitándonos a cuestionar el sistema global que perpetúa estas tragedias.
A nivel narrativo, Memorias ahogadas está compuesto por episodios de gran impacto emocional. La voz de los migrantes, muchas veces apagada por los discursos oficiales, emerge con fuerza a lo largo de la obra. Son testimonios que nos transportan a las costas del Mediterráneo, a los barcos hacinados, a los centros de detención, y a los espacios intermedios donde se desdibujan las fronteras entre el ser y el no ser. Pero estos relatos no son solo historias de muerte y desesperanza; son también relatos de resistencia, de fe en la vida y en el ser humano.
Los autores también dedican parte del libro a explorar el papel de las organizaciones humanitarias que, con recursos limitados y una burocracia en contra, luchan por salvar vidas en estas aguas traicioneras. La tensión entre la compasión individual y la indiferencia institucional es otro de los ejes que vertebra la obra. ¿Qué papel juega Europa en esta crisis? ¿Hasta qué punto somos responsables, como ciudadanos, de la suerte de quienes se lanzan al mar con la esperanza de un futuro mejor? Estas preguntas resuenan en cada capítulo, desafiando al lector a examinar su propia postura ante la migración y el sufrimiento ajeno.
Otro de los logros de Memorias ahogadas es su capacidad para fusionar lo periodístico con lo literario. La escritura, a menudo poética y evocadora, no pierde de vista la necesidad de contar la verdad de los hechos. Pero esta verdad no se presenta de manera fría o distanciada, sino a través de una narrativa que se adentra en lo más profundo de la experiencia humana. La empatía que despierta la obra no es gratuita ni manipuladora; está sustentada en el respeto por las vidas que retrata y en la búsqueda constante de justicia para aquellos que han sido condenados a desaparecer en las aguas del Mediterráneo.
Memorias ahogadas es una obra imprescindible para quienes buscan entender la complejidad de la crisis migratoria en el Mediterráneo, pero también para aquellos que desean reconectar con la dimensión humana de este fenómeno. Marcos y Fernández logran tejer una narrativa que, lejos de quedarse en la denuncia, nos invita a comprometernos, a ser testigos activos de estas historias y a recordar que detrás de cada cifra hay vidas que no debemos permitir que se pierdan en el olvido.
Al final del libro, lo que queda no es solo una sensación de dolor o impotencia. Hay, en sus páginas, una llamada a la acción, una urgencia por hacer visibles a quienes han sido invisibilizados. Porque Memorias ahogadas no es solo un testimonio del sufrimiento humano, sino también una celebración de la resiliencia y la dignidad de aquellos que, contra todo pronóstico, siguen luchando por un lugar en el mundo. Un libro necesario en estos tiempos de fronteras físicas y emocionales que, a través de sus memorias, nos recuerda que el ser humano sigue siendo, en el fondo, un ser migrante, siempre en busca de un hogar.
TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 20 - Noviembre - Juan Eslava Galán ,.
En la tuya o en la mía - Miercoles - 20 - Noviembre ,.
En la
tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores
el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante
aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer
mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el
miercoles - 20 - Noviembre , etc.
«En la Antigua Roma, hasta el concejal de barrio tenía que demostrar su valía. Hoy cualquier analfabeto acaba en el Congreso»,.
foto / Juan Eslava Galán,.
Roma alcanzó un poder sin parangón y fue superpotencia dominante durante más de un milenio. Ahora que Occidente camina hacia el declive, muchas voces reclaman una mirada nostálgica hacia aquel esplendor romano. Hablamos de ello con el escritor Juan Eslava Galán, que acaba de revisar esa civilización por completo en 'Historia de Roma contada para escépticos', su nuevo libro.
Juan Eslava Galán se ha empeñado en ayudarnos a entender la complejidad del mundo. Con su extensa colección de novelas y ensayos, en especial la saga de periodos históricos contados 'para escépticos', nos ha guiado por los episodios claves del pasado.
Juan Eslava Galán tiene una manera de contar la historia que no posee ningún otro. Lo hace con humor, quizá porque es la única manera de volver sobre algunos capítulos del pasado. Estos días ha publicado «La historia de Roma contada para escépticos» (Planeta). Una obra que nos obliga a mirar más de una vez sobre lo que nos está sucediendo hoy en día.
¿Tenemos mitificada Roma?
La tenemos idealizada, y eso tiene que ver mucho con el cine. La imagen que tenemos de Roma es cinematográfica, porque es el espectáculo de las masas. Una de las cosas más atractivas de los romanos es el espectáculo de gladiadores. La mitad de los filmes son de gladiadores. Para lo bueno o lo malo, somos un derivado de Roma. Aparte de eso, obviamente, tenemos idealizada a nivel más intelectual porque, al fin y al cabo, es la madre de nuestra cultura y el idioma en el que estamos hablando, que es una segregación del latín. Seguimos siendo Roma.
¿Es verdad toda esa leyenda de excesos: sexo, borracheras...? ¿Hasta qué punto nos equivocamos al centrarnos en eso?
Efectivamente, todo eso existió, pero ya en la decadencia. Roma abarca mil años de historia. Al principio, el romano se basa y enseña a sus hijos unas virtudes ciudadanas, que describo en el libro. Se basan en la austeridad y el trabajo. Ese es el romano de los primeros tiempos. A medida que conquistan espacio y se convierten en ricos, se corrompe la aristocracia y también el pueblo, con el pan y circo. Solo quiere diversión y espectáculo. En su historia, asistimos, al auge y la caída de una civilización. De hecho, si comparamos, encontramos un parecido peligroso entre su declinar y el nuestro. Es políticamente incorrecto decirlo, pero uno de los elementos que influyeron en ese declive de Roma fueron los pueblos de alrededor, que van penetrando, primero por las buenas y, luego, por las bravas. Esos pueblos son también parte de lo que sucedió. Nosotros, los europeos actuales hemos perdido la fuerza que una vez tuvimos y nos vemos asediados por pueblos que también quieren participar de nuestra prosperidad. Algo que es muy comprensible y que también es muy humano. Luego, y esto también es cierto, hemos entrado en el exceso en Occidente. Lo vemos en la tele, en el consumo. Y eso acompañó la decadencia de Roma.
Parte de la grandeza de Roma se basó en la desigualdad social y los esclavos.
Totalmente. La economía romana se basa en el trabajo esclavo y en la explotación de las tierras que va invadiendo y asimilando. Es cierto, que, en su favor, se puede decir que fue un imperialismo que no solo recibía, también daba. Llevaba una forma de vida que era más desarrollada que la que existía en su entorno. Eso hacía que dominara.
Están los populares y los optimates. Los que buscan la igualdad y los que defienden sus privilegios. Igual que ahora.
Toda la historia de Roma es un pulso entre los que tienen privilegios y los que aspiran a tener algunos de ellos. En la época de los Gracos era más visible. Pero eso lo vemos a lo largo de toda la historia de esta ciudad. Por eso es tan directo su mensaje y nos atrae, porque reconocemos esas mismas tensiones.
La desigualdad social, los ricos, los impuestos escasos y la imposibilidad del Estado de mantener el precio del imperio fue lo que acabó con Roma. ¿También hay que extraer similitudes?
Estamos viviendo el mismo proceso que ellos. Estoy convencido de que Europa, y con Europa me refiero a lo que ha sido a lo largo de todo el siglo XIX y hasta el XXI, será poca cosa en el futuro. La fuerza económica y geopolítica va a estar en Brasil, la India y China. Con Roma pasó igual. Constantinopla pervivió hasta que la tomaron los turcos, pero la Roma occidental, cayó y surgieron otras potencias. Las civilizaciones son como las familias. Los abuelos hacen las fortunas, los padres las mantienen y los nietos las dilapidan. Roma, ya lo he comentado, somos nosotros, con sus defectos y virtudes. Lo que vemos en su decadencia es nuestra decadencia. No se puede remediar y conviene asistir a ella de manera consciente.
A César se le llama genocida, pero usted menciona también sus reformas sociales. ¿Por qué lo mataron?
Lo matan por intereses de clase. Es muy fácil hoy acusar de genocida, pero el concepto no existía en ese momento. César era un hombre de su época y no debemos juzgar a nadie con la mentalidad de nuestra época. Cuando llega al imperio, es evidente que no se podía mantener con el sistema político que había y se reclama que haya un órgano rector, pero la palabra «rey» es tabú en Roma. No se puede ser «rex». Por eso se emplea la palabra «césar». La realidad es que el imperio demandaba otra organización política. La genialidad política de césar está cómo en dar el paso, pero como lo asesinan, esa obra la culmina augusto.
TITULO : EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA
SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 15 - Noviembre - Isabel Coixet - 'My brother Ali' ,.
MI CASA ES LA TUYA - VIERNES - 15 - Noviembre ,.
MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.
acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco a las 22:00, el viernes -15 - Noviembre ,etc.
EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 15 - Noviembre - Isabel Coixet - 'My brother Ali' ,.Hay dos personas que en lo profesional y en lo personal me han hecho como soy: mi Maestro y mi Magister Raimundo, los dos ya muertos. El segundo me contagió su amor por Grecia y Roma y me instruyó en cuanto de latín puedo saber. Mi Maestro me enseñó, primero en la aldea de Peñarrubia y, posteriormente en Elche de la Sierra, a amar los libros, a bucear en la historia para comprender el presente, a sentirme orgulloso o avergonzado de nuestros ancestros, a respetar y valorar nuestro patrimonio, a mirar la naturaleza y sus manifestaciones con ojos maravillados e intentar protegerla. Él me animó a presentarme con nueve años a un concurso de redacciones, en el que resulté premiado. Desde entonces la escritura se ha convertido en algo inherente a mí. Por ello, mi agradecimiento y mi deuda no saben de límites. Lo tuve como mi segundo padre.
Cuando recuperamos el trato habitual llevaba viudo dos lustros. Vivía solo. Se me partía el alma si lo llamaba por teléfono y me decía que se alegraba de hablar conmigo: hacía un par de días que no conversaba con nadie, a excepción de con sus flores. Buscaba refugio a su soledad frecuentando el mismo bar, en el cual encontraba unas migajas de humanidad y compañía.
Allí acudía a visitarlo, al declinar la tarde. Lo encontraba, siempre, en la misma mesa esquinera, entre jamones y cajas de vino. Si ante él tenía un “mortero” de morapio, había tenido un buen día. En cambio, si bebía una manzanilla o un café con leche, había pasado mala jornada, bien por algún problemilla físico, bien porque la tristeza anidaba en su alma.
El ritual de mi visita era el mismo: al inicio, me limitaba a saludarlo y me sentaba frente a él. Apenas charlábamos. Toda su atención estaba puesta en la mesa de al lado, donde se aposentaban dos amigas, también viudas, poco más jóvenes que él. Los tres constituían un club para combatir el desamparo. Mi Maestro, a sus 77, seguía siendo un pícaro tenorio. Les lanzaba salpimentados requiebros a sus contertulias, a los que éstas respondían con picardía. Si no estaba de ánimo y no les cantaba ninguna coplilla, ellas lo azuzaban hasta que se animaba. Sus piropos y galanterías eran canela fina.
Las viudas se marchaban a eso de las siete para atender a su familia. Mi Maestro, al que nadie esperaba en casa, las miraba partir con una pizca de nostalgia. Pegaba un golpe suave en la mesa, lanzaba su característico “echa vino, caporal” y le servían un palmero con el que disipar la tristeza. Volvía entonces toda su atención a mi persona.
Empezaba contándome cosas de su vida cotidiana, de las andanzas de sus hijos y, sobre todo, de sus nietos. Si éstos aparecían a visitarlo, se le iluminaban las pupilas: la Soledad, su sola compañera, había sido derrotada por esa noche. Les pedía un plato de jamón y unas empanadillas rellenas de ensaladilla y volvía a celebrar la vida con ellos. Su “caporal” llamando al camarero para reavituallarse eran frecuentes y coreado por sus descendientes.
Gustaba de narrar episodios de su mocedad y de sus vivencias como maestro rural. Argumentaba que sus hijos ya estaban cansados de sus historias, que a sus nietos les resultaban muy ajenas, dado que la escarpada vida de posguerra que él hubo de encarar estaba a años luz de lo que vivían éstos. Me martilleaba con que yo había de recopilar un compendio de sus narraciones. “Quiero vivir a través de ti cuando ya me haya muerto. No pueden consumirse conmigo tantas caras amigas, tantas penurias y sencillas alegrías. Son un trozo, pequeño, pero no despreciable, de nuestra historia. Me acongojo cuando voy al cementerio a hablar con mi mujer: tengo más amigos allí que entre los vivos. No se merecen morir dos veces. Usted —nos daba este tratamiento en clase— era bueno con la pluma, Mínguez: haga honor a su Maestro”.
Intentaba defenderme de su asedio argumentando mi congénita pereza, mi torpeza con las letras, mi natural caótico, mi visceral indisciplina. Le decía que era, más bien, tarea de sus hijos o de sus nietos. Era su memoria más íntima y no quería inmiscuir mi pico de harpía en sus recuerdos familiares.
No desistía. Me conocía demasiado bien. Sabía que me gusta atesorar las lecciones de mis mayores, que insistía a mi padre para que me contase sus experiencias, muy semejantes a las de mi Maestro: eran coetáneos. Ambos murieron a la par.
Agarraba su vaso de vino, siempre de tubo, pero de los cortos, y daba un pequeño sorbo, paladeando aquellos tintos de su juventud, que sólo podía recobrar ya, según él, con el que atesoraba la Machacanta en los centenarios toneles de su ventorrillo, a orillas del Reguerón, un afluente del Segura. Empezaba a desgranar sus memorias.
Me hablaba de cómo, con poco más de diez años, debía pedalear en su Lola hasta el instituto, en la ciudad. Centro en el que presto ahora servicio: una institución centenaria. Ser consciente de que de allí salió mi Maestro para ejercer su magisterio es algo que imprime carácter.
Me contaba cómo debía regresar a su pueblo a tiempo para coger el hatillo en el que iba la tartera que llevaba la comida para su tío, boticario en una población no muy cercana. De cómo comía con él y había de volver al instituto, haciendo más de treinta kilómetros al día en aquellos caminos, muchas veces impracticables, sobre todo en épocas de lluvias.
En el pueblo donde tenía la botica su tío conoció a su mujer. Tenían catorce años y juntos anduvieron cincuenta más, hasta que el cáncer sajó su coexistir. Este pueblo y en el que me dio clase son sus escenarios preferidos.
Del primero le agradaba contarme de sus gentes sencillas, huertanos de raíz, que debían deslomarse para sacar un exiguo sustento. Que, al finalizar su jornada, se juntaban en algún ventorrillo para despedir el día. Que compartían un porrón de vino y un puñado de garbanzos torrados. Que festejaban si alguno se ponía rumboso y aportaba un par de huevos cocidos, una raspa de bacalao o un puñado de naranjas.
Uno de sus compañeros de francachelas, un sujeto delgado y duro como la rogalicia, acudía también a lomos de su bicicleta. El ventorro de la Javiela estaba al borde de una de las acequias, que, a modo de venas, distribuía el agua del Segura por aquellas huertas sedientas ya desde época árabe. El parroquiano dejaba su bici aparcada con el manillar mirando hacia su casa. Solía acabar las veladas bastante beneficiado por el trasiego de tinto. La bicicleta se sabía de memoria el camino de regreso. Nunca le había fallado ni lo había tirado a la “cieca”.
Cierto día se le olvidó darle la vuelta a la “becicleta” y aparcarla con el manillar encarado hacia su barraca. Esa noche fue extraordinaria: un contertulio había cerrado un trato muy beneficioso y, a modo de alboroque, convidó a varias rondas a sus amigos. Hasta mi Maestro, que sólo podía pagarse un par de chatos y un puñado de cascaruja, pudo beber hasta hartarse.
Al acabar el convite, toda la cuadrilla se encontraba en estado de comunión con Baco, en especial el paisano de la bicicleta, que había trasegado por sí solo un porrón y medio. Salieron a la calle alborozados, compitiendo con mochuelos y cucos en sus cantos y espantando a las brujas con sus chanzas.
El susodicho decidió regresar a sus lares y se dirigió a su vehículo. Olvidándose de que no lo había aparcado como de costumbre, quiso montarse mirando a casa. No encontraba el manillar, sino que, en su lugar, sólo el sillín. Los pedales tampoco rulaban como siempre. Parecían correr al revés. Se mesó la escasa cabellera. Buscó y rebuscó el manillar. Mentó a todos los muertos de la “becicleta” sin olvidar parentela alguna. Escudriñó el armatoste en torno a la morera bajo la que había aparcado: el jodío no aparecía, aunque lo estuviera esperando a sus espaldas, mirando en dirección contraria a su casa.
Sus compinches hacían titánicos esfuerzos para no rebuznar entre carcajadas y advertirlo de su confusión. Tras subirse en el sillín al revés e intentar hallar el volante donde estaba la rueda trasera, el hortelano, harto de la chufla de sus amigotes, que decían que eso era cosa de brujas y que alguna le había robado el artilugio, agarró el biciclo y lo arrojó a la acequia, gritando. “¡Al pijo, becicleta! Me voy andando. Ahí te quedas. Que te den por donde amargan los pepinos, esjraciá”. Y se marchó trastabillando, escoltado por las risotadas de su auditorio.
Cada vez que le escuchaba a mi Maestro esta anécdota, que supongo aderezada por su imaginación tras más de sesenta años, me era imposible contener la risa. Mi mentor me sabía hacer respirar el perfume a dama de noche y a jazmín, escuchar el rumor de las aguas corriendo por la acequia cercana, saborear el recio vino gorgoteando desde el porrón.
Cuando me quería aleccionar sobre que no merecía la pena darse golpes contra la misma piedra, una y otra vez, sin darte cuenta de que no es lógico insistir en una cosa sin solución y que lo mejor es desistir y buscar otra senda, me decía: “Si ves que algo no puede ser, entonces, al pijo, becicleta, y te vas andando”.
Sigo yendo al bar donde nos encontrábamos. Me siento en una mesa frente a la suya, queriendo entreverlo a la sombra de los jamones y el botellero. Después de pagar la cuenta, Manolo, el camarero, me pone un chato de vino y un pedazo de pan con sobrasada: “vamos a echar la arrancaera, como le gustaba a tu Maestro”. Yo, imitándolo a él, doy una palmada en la barra y le respondo “echa vino, caporal”.
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