Quiero pensar que en la vida todo pasa..
Quiero crecer si estas cerca de mi piel..
Quiero volver a vivir toda esa magia...
la que a veces nos abraza y nos hace sentir bien...
Quiero llegar a querer con todo el alma...
Quiero poder dar de mi lo que no ves...
Quiero perder todo el miedo que acompaña...
Que bloquea y que me engaña y que no me deja ser...
Y cuidaré todo lo que me regalas...
Y me dejaré cada día sorprender...
Y viviré cada instante con la calma,
Gracias Vida por tus armas,
y aprender a usarlas bien...
Quiero mirar que pasa todo en la mirada...
Te quiero tocar y ver respuesta de tu piel...
Quiero quitar la barrera que separa,
la verdad lo que hace falta,
lo que muere por tener...
Y cuidaré todo lo que me regalas.
Y me dejaré cada día sorprender.
Y viviré cada instante con la calma.
Gracias Vida por tus armas,
voy a aprender a usarlas bien...
Y yo cuidaré todo lo que me regalas.
Y me dejaré cada día sorprender.
Y viviré cada instante con la calma.
Gracias Vida por tus armas,
voy a aprender a usarlas bien...
Quiero pensar que en la vida todo cambia.
Quiero crecer y contigo saldrá bien.
Quiero llegar a sentir con todo el alma.
Gracias Vida por tus armas,
voy a aprender a usarlas bien...
TÍTULO: OTRA MOVIDA,.
No soy nada patriotera. Quizá por eso me gusta Madrid, esta ciudad que no pertenece a nadie porque es de todos. En Madrid, nadie te ..
No soy nada patriotera.
Quizá por eso me gusta Madrid, esta
ciudad que no pertenece a nadie
porque es de todos. En Madrid, nadie
te pregunta de dónde vienes ni si te
vas quedar. La ciudad te acoge y pasas
a formar parte de ella sin espavientos.
Dirán ustedes que a qué viene esta
loa: a lo mucho que me irritan
nuestros gobernantes locales, que no
son capaces de “vender” esta ciudad.
Las cifras hablan por sí solas: Madrid
está perdiendo visitantes, turistas,
negocio. De haber sido una de las
capitales más rompedoras y divertidas
de Europa, está a punto de convertirse
en irrelevante.
Hace años, cuando
el “viejo profesor” Tierno Galvan era alcalde, los
jóvenes europeos hacían lo imposible por recalar en
Madrid. La ciudad era transgresora, nunca dormía y
estaba en permanente ebullición cultural. La movida
puso a Madrid en el mapa de las principales ciudades
europeas. Nunca fue tan ella misma como durante
aquellos años. Y quienes la gobiernan tienen el reto de
hacer que vuelva a aflorar su verdadero espíritu.
No es que Madrid se nos haya
aburguesado, convirtiéndose en una señorona
insoportable. Continúa latiendo, pero es como si
viviera un periodo de introspección. Algunos dirán
que es por la crisis; otros, como yo, pondrán en el
punto de mira a los gobernantes. El caso es que
Madrid aparece desmejorada de cara al exterior.
Para convencer a los turistas de que vuelvan, solo
hay que recordarles cómo es la ciudad, cómo aquí se
sentirán como en casa, porque los madrileños son
de todas partes y este viejo pueblo manchego tiene
vocación universal. Para eso hay que devolverle el
lustre de antaño.
Nuestros gobernantes deberían darle a la imaginación y, por ejemplo, convertirla en una permanente capital cultural. Con museos como el Prado, el Thyssen o el Reina Sofía lo tienen fácil. Y no es tan difícil apostar por una buena oferta teatral, operística y musical. La ciudad también tiene que apostar por lo nuevo. Hay que hacer de ella un espacio donde la innovación y la transgresión sean permanentes. Claro que para eso hay que apostar de verdad por la cultura.
La crisis nos ha empobrecido pero, sobre todo, nos ha deprimido. Aun así, Madrid es una vieja resistente repleta de sorpresas. No es la ciudad la que se ha rendido: son quienes la gobiernan los que no aciertan a ponerla en valor. Y lo mejor de esta ciudad es su capacidad para seducir sin que el seducido se dé cuenta. Os lo digo yo, que me suelo sentir bien en casi todas partes, pero que siempre quiero regresar a Madrid, que se ensancha, abre los brazos y acoge a todo el que decide venir.
Necesitamos urgentemente una segunda movida –no una como la primera, nunca segundas partes fueron buenas–, que los de fuera se den cuenta de que las apariencias engañan y de que Madrid no es, como algunos han pretendido, ni repipi ni mojigata. Madrid tiene muchas caras: la canalla, la señorial, la burguesa, la cultural, la innovadora, la mágica... Se trata de que quienes nos gobiernan permitan que afloren todas. No es tan difícil, digo yo.
Nuestros gobernantes deberían darle a la imaginación y, por ejemplo, convertirla en una permanente capital cultural. Con museos como el Prado, el Thyssen o el Reina Sofía lo tienen fácil. Y no es tan difícil apostar por una buena oferta teatral, operística y musical. La ciudad también tiene que apostar por lo nuevo. Hay que hacer de ella un espacio donde la innovación y la transgresión sean permanentes. Claro que para eso hay que apostar de verdad por la cultura.
La crisis nos ha empobrecido pero, sobre todo, nos ha deprimido. Aun así, Madrid es una vieja resistente repleta de sorpresas. No es la ciudad la que se ha rendido: son quienes la gobiernan los que no aciertan a ponerla en valor. Y lo mejor de esta ciudad es su capacidad para seducir sin que el seducido se dé cuenta. Os lo digo yo, que me suelo sentir bien en casi todas partes, pero que siempre quiero regresar a Madrid, que se ensancha, abre los brazos y acoge a todo el que decide venir.
Necesitamos urgentemente una segunda movida –no una como la primera, nunca segundas partes fueron buenas–, que los de fuera se den cuenta de que las apariencias engañan y de que Madrid no es, como algunos han pretendido, ni repipi ni mojigata. Madrid tiene muchas caras: la canalla, la señorial, la burguesa, la cultural, la innovadora, la mágica... Se trata de que quienes nos gobiernan permitan que afloren todas. No es tan difícil, digo yo.
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