TITULO : Noche de Cine - Alas,.
Alas,.
Desde que «Alas» lograra en 1928 la primera estatuilla a mejor película para el cine bélico, el género ha sido indisociable de Hollywood y estos galardones, que pueden premiar a «1917», de Sam Mendes, en la madrugada del lunes 10.
En el principio fue la guerra. De Caín y Abel a Aleppo, no hemos hecho otra cosa que andar a la gresca. En consecuencia (y eso es así desde Homero, es decir, desde los cimientos del arte de narrar), la guerra forma parte de ese puñado de temas universales que atraviesan la historia: vida, muerte, amor... Ya sea desde el elogio como desde la censura, es imposible contarnos a nosotros mismos sin tener en cuenta la sangre y el fuego. Y, como es obvio, el cine, que trajo un nuevo formato pero no nuevos temas, ha tenido a la guerra entre ceja y ceja desde su mismo arranque. Hasta este mes de febrero en que «1917», la película en plano secuencia de Sam Mendes, puede hacerse con el enésimo Oscar para una cinta de temática bélica, casi cien años después de que otra cinta basada en la Primera Guerra Mundial, «Alas», se hiciera con la primera estatuilla a mejor filme en la gala de 1928.
«El cine, en su corta existencia, ha sido capaz de plasmar en poco más de cien años de vida las guerras y conflictos que han sacudido el mundo desde la Antigüedad hasta bien entrado el siglo XXI. Un gran número de conflictos (aunque no todos) mundiales, civiles, coloniales o fronterizos han quedado inmortalizados en el celuloide como exponente de la condición humana», explica José Manuel Fernández López en «Con las botas puestas. La historia del soldado a través del cine» (Edaf), un ensayo que analiza desde el aspecto histórico, militar y cinematográfico un gran número de películas bélicas. Cintas tan variadas en lo temático y formal como, por ejemplo, «Gladiator», «Salvar al soldado Ryan», «55 días en Pekín», «Apocalypse Now»... Del Egipto de los faraones a las guerras del golfo pasando por el Imperio español, las conquistas napoleónicas y la colonización.
Las heridas de la Gran Guerra estaba aún en calientes cuando «Alas», dedicada «a los jóvenes guerreros del cielo, cuyas alas están plegadas sobre ellos para siempre», logró el primer Oscar de la historia. Fernández López, en su análisis, destaca la ambición de esta temprana cinta, proyectada en magnascope de pantalla grande, «sistema que consistía en ampliar el fotograma completo varias veces su tamaño original», y con escenas áreas que debían resultan tan inmersivas como hoy en día se destaca de «1917». Para la secuencia de la batalla de Saint Mihiel, explica el autor, «se escogió una localización de dos kilómetros de longitud y se consiguió que el ejército la bombardeara con piezas de artillería». Tal era el realismo de aquel entramado de trincheras que los aviadores contratados «se ponían nerviosos». Como si hubiesen regresado al campo de batalla. 3.500 soldados y 60 aviones participaron en este combate ficticio, lo que da una idea, en estos tiempos digitales, del enorme presupuesto invertido. William A. Wellman fue elegido para dirigir la cinta porque había sido piloto en la guerra. Curiosamente, esta cinta bélica con amores de trasfondo (un binomio tradicional: amor y guerra) es más recordada por su maravilloso «travelling» a través de las mesas del Café de París que por aquellas escenas ambiciosas de batalla.
Solo hubo de esperar dos años para que el género lograra otro Oscar, esta vez ya con el sonoro implantado. «Sin novedad en el frente» ofrece otra perspectiva de la Primera Guerra Mundial. Adaptación del libro homónimo de Erich María Remarque, se trata de un alegato antibelicista que alcanzó gran popularidad desde su publicación. El horror de la guerra en pantalla grande, en el mismo espacio donde en otras ocasiones se presentaban filmes que romantizaban el heroísmo. La propaganda siempre ha estado presente en el cine bélico: «Podemos presuponer que cada guerra del siglo XX ha tenido su ‘‘Casablanca’’, principalmente para acercar a la opinión pública y al público en general al objeto de conseguir el esfuerzo de todos para obtener la victoria», señala el autor. Cierto es que la cinta protagonizada por Humphrey Bogart, realizada en plena Segunda Guerra Mundial con el objetivo de ensalzar la resistencia francesa, excede la simple propaganda.
«Sin novedad en el frente» podría ser perfectamente el abuelo de «1917». El paralelismo entre ambos es evidente. Para empezar, por su toma de partido por la visión del soldado, la unidad mínima indivisible de ese vasto fenómeno llamado guerra. El director, Lewis Mileston, que ya había trabajo rodando las maniobras de soldados americanos, «hace suyo el espíritu de la novela original e introduce al espectador sin más dilación en la perspectiva del soldado que se va a enfrentar al enemigo». No es una contienda vista desde arriba, en plano general, sino una indagación íntima de los horrores. El realismo de aquella deshumanizadora vida de trincheras caló muy hondo en el público de la época: «Un crítico, después de verla dijo impresionado: ‘‘Esta es una película que debería verse en todos los idiomas y en cada nación año tras año, hasta que la palabra guerra desaparezca de los diccionarios’’», recuerda Fernández López.
La Primera Guerra Mundial, contienda en la que nos hemos centrado en este artículo dentro de la amplia variedad histórica del cine bélico, cuenta, además de con las cintas reseñadas, con clásicos tan indiscutibles como «Senderos de gloria» (1957), del maestro Kubrick, o el apasionante drama humano de Peter Weir entorno a la masacre de «Gallipoli» (1981), otra cinta que recuerda en varios aspectos narrativos a «1917». Si en «Gallipoli», la camaradería está en el alma del filme, en «Senderos de gloria» se diseccionan, señala el autor, «los sentimientos, las motivaciones y los principios morales que mueven a los oficiales protagonistas de la historia, mediante los parecidos y diferencias que se pueden establecer entre ellos y su relación con los soldados». Y es que la guerra es el escenario perfecto para dibujar la más pura condición humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario