domingo, 24 de noviembre de 2013

REVISTA HOLA, REVISTA 10 MINUTOS, El largo silencio de Garzón,./ EL PARTIDO DE LA JORNADA, EL DERBI SEVILLANO,GOLEADA SEVILLA-4-BETIS-0-. 21:00 C+.


  1. El largo silencio de Garzón-foto-Francisco José Garzón jadeaba, retorcido de dolor por un golpe tremendo en las costillas. Estaba tirado en el suelo de su locomotora, que ...
    -foto. REVISTA HOLA, REVISTA 10 MINUTOS,

    SOCIEDAD

    El largo silencio de Garzón

    Al maquinista del Alvia, único imputado en el accidente en el que murieron 79 pasajeros, parece que se lo ha tragado la tierra. Vive escondido y bajo tratamiento psicológico



    Francisco José Garzón jadeaba, retorcido de dolor por un golpe tremendo en las costillas. Estaba tirado en el suelo de su locomotora, que permanecía volcada contra el terraplén como una nave espacial estrellada. Hablaba por teléfono con un compañero de la estación de Atocha (Madrid). «No encuentro las gafas. Tengo la cara ensangrentada». Atropellaba la voz desesperada, ahogada por el infierno que ya barruntaba detrás. En ese momento comprendió su tragedia: «Espero que no haya muertos porque caerán sobre mi conciencia». Fueron 79. Toda esa masa ingente de cuerpos, escombros de fibra de vidrio y metal, y de vidas rotas que se esparció a los pies del barrio de Angrois, en el accidente del Alvia el 24 de julio, le cayó encima como una losa infinita. Ahora, se ha quedado solo: es el único imputado en el proceso por el accidente del Alvia y maneja la presión desapareciendo, escoltado por una guardia pretoriana de amigos que lo esconden, nadie sabe hasta cuándo.
    La decisión del juez Luis Aláez de desimputar a los responsables de Adif ha puesto de nuevo a Garzón en el punto de mira. «Está mucho peor», aseguran sus cercanos. No acepta entrevistas, con o sin cámaras, ni cuestionarios. «No quiere decir nada, y aunque lo quisiera, yo no se lo iba a facilitar», dice el presidente de los maquinistas, Juan Jesús García Fraile. El sindicato se hace cargo de su defensa después de que cambiara dos veces de abogado. Ambos pertenecían al despacho Deach Beachcroft, que ha llevado la tragedia del 'Prestige' y el desastre de la balsa de Aznalcóllar.
    Alrededor de Garzón se ha tejido una telaraña de silencio imposible de atravesar. Hay sobre su paradero un rosario de teorías. Está en la Sierra de Madrid en casa de un amigo, vive con un primo, se esconde solo en una casa rural. En todas hay un denominador común: el maquinista continúa en tratamiento psicológico. Dicen que al margen de lo que ocurra en el juzgado -todo apunta a que será condenado-, ya está sufriendo el castigo de la sociedad. «Tiene que estar roto. A mí me gustaría saber cómo anda y se lo pregunto a sus compañeros, pero nunca me dicen nada». Habla Beatriz, del Bar Riosol, en la plaza de la Estación de Monforte de Lemos (Lugo), epicentro de las locomotoras en España, donde cuajaron los sueños de Paquito Garzón, el último de una estirpe de ferroviarios. En esa ciudad creció y regresó a casarse con Ana, su exmujer. Todos esperaban que regresara a lamerse las heridas del accidente, pero nadie le ha visto por el pueblo. «No sabemos nada de él», admite el alcalde, Severino Rodríguez. Tampoco da muchas señales en su casa del barrio de Os Mallos, en La Coruña, donde vivía con su madre, María del Carmen Amo. Ella descuelga el teléfono con la voz lejana y el habla agotada. «No viene mucho por aquí, pero yo no puedo decirle nada. Estoy mayor, pachucha y cansada». En el bar de abajo se extrañan de no habérselo cruzado.
    De vez en cuando se acerca a la base ferroviaria de La Coruña para ver a sus compañeros. Siempre en coche, para no llamar la atención. A la espera de la sentencia (se le imputan 79 homicidios imprudentes), permanece de baja laboral y percibe su sueldo sin que se le haya aplicado ningún tipo de sanción -los maquinistas del Alvia cobran unos 60.000 euros brutos al año, unos 3.000 netos al mes-. En ese ambiente, en el que ha crecido con fama de sensato, le han escuchado explicar que en el fondo echa de menos llevar un tren.
    «Ojalá te pudras»
    Su madre lo acompañó en los primeros momentos. Hasta que salió del hospital, camino de la comisaría, entre los insultos de los familiares de los heridos que se recuperaban en las habitaciones contiguas. «Ojalá te pudras en el infierno, perro». No ha vuelto a tropezarse con ellas. «Pobres viajeros», repetía Garzón en la conversación que mantuvo con la estación de Atocha tras el desastre. Un tiempo después, entre las víctimas se desataron todo tipo de sentimientos hacia él. El presidente de los afectados, Cristóbal González, admite que, como es lógico, no hay una postura unánime. Hubo quien intentó crear una asociación paralela para «ir a por él». No salió adelante. A González le gustaría encontrarse con el maquinista, aunque admite que no lo ha intentado. «Quizás fuera el comienzo de algo...».
    Nadie sabe a ciencia cierta si en algún momento Garzón ha regresado de nuevo a la curva del accidente, a la que llegó aquel tren enloquecido y chirriante a 190 kilómetros por hora. «Aquí intentamos seguir adelante con nuestra vida, pero algunos vienen de madrugada y se asoman cuando nadie les ve -explica el vecino Anxo Puga, uno de los que participó en el rescate-. Sabemos que es gente que iba en el tren y que algunos vienen de lejos. Otros acuden aquí a buscar a los que les ayudaron, a darles las gracias. De él no hemos sabido nada».

    Francisco José Garzón jadeaba, retorcido de dolor por un golpe tremendo en las costillas. Estaba tirado en el suelo de su locomotora, que permanecía volcada contra el terraplén como una nave espacial estrellada. Hablaba por teléfono con un compañero de la estación de Atocha (Madrid). «No encuentro las gafas. Tengo la cara ensangrentada». Atropellaba la voz desesperada, ahogada por el infierno que ya barruntaba detrás. En ese momento comprendió su tragedia: «Espero que no haya muertos porque caerán sobre mi conciencia». Fueron 79. Toda esa masa ingente de cuerpos, escombros de fibra de vidrio y metal, y de vidas rotas que se esparció a los pies del barrio de Angrois, en el accidente del Alvia el 24 de julio, le cayó encima como una losa infinita. Ahora, se ha quedado solo: es el único imputado en el proceso por el accidente del Alvia y maneja la presión desapareciendo, escoltado por una guardia pretoriana de amigos que lo esconden, nadie sabe hasta cuándo.
    La decisión del juez Luis Aláez de desimputar a los responsables de Adif ha puesto de nuevo a Garzón en el punto de mira. «Está mucho peor», aseguran sus cercanos. No acepta entrevistas, con o sin cámaras, ni cuestionarios. «No quiere decir nada, y aunque lo quisiera, yo no se lo iba a facilitar», dice el presidente de los maquinistas, Juan Jesús García Fraile. El sindicato se hace cargo de su defensa después de que cambiara dos veces de abogado. Ambos pertenecían al despacho Deach Beachcroft, que ha llevado la tragedia del 'Prestige' y el desastre de la balsa de Aznalcóllar.
    Alrededor de Garzón se ha tejido una telaraña de silencio imposible de atravesar. Hay sobre su paradero un rosario de teorías. Está en la Sierra de Madrid en casa de un amigo, vive con un primo, se esconde solo en una casa rural. En todas hay un denominador común: el maquinista continúa en tratamiento psicológico. Dicen que al margen de lo que ocurra en el juzgado -todo apunta a que será condenado-, ya está sufriendo el castigo de la sociedad. «Tiene que estar roto. A mí me gustaría saber cómo anda y se lo pregunto a sus compañeros, pero nunca me dicen nada». Habla Beatriz, del Bar Riosol, en la plaza de la Estación de Monforte de Lemos (Lugo), epicentro de las locomotoras en España, donde cuajaron los sueños de Paquito Garzón, el último de una estirpe de ferroviarios. En esa ciudad creció y regresó a casarse con Ana, su exmujer. Todos esperaban que regresara a lamerse las heridas del accidente, pero nadie le ha visto por el pueblo. «No sabemos nada de él», admite el alcalde, Severino Rodríguez. Tampoco da muchas señales en su casa del barrio de Os Mallos, en La Coruña, donde vivía con su madre, María del Carmen Amo. Ella descuelga el teléfono con la voz lejana y el habla agotada. «No viene mucho por aquí, pero yo no puedo decirle nada. Estoy mayor, pachucha y cansada». En el bar de abajo se extrañan de no habérselo cruzado.
    De vez en cuando se acerca a la base ferroviaria de La Coruña para ver a sus compañeros. Siempre en coche, para no llamar la atención. A la espera de la sentencia (se le imputan 79 homicidios imprudentes), permanece de baja laboral y percibe su sueldo sin que se le haya aplicado ningún tipo de sanción -los maquinistas del Alvia cobran unos 60.000 euros brutos al año, unos 3.000 netos al mes-. En ese ambiente, en el que ha crecido con fama de sensato, le han escuchado explicar que en el fondo echa de menos llevar un tren.
    «Ojalá te pudras»
    Su madre lo acompañó en los primeros momentos. Hasta que salió del hospital, camino de la comisaría, entre los insultos de los familiares de los heridos que se recuperaban en las habitaciones contiguas. «Ojalá te pudras en el infierno, perro». No ha vuelto a tropezarse con ellas. «Pobres viajeros», repetía Garzón en la conversación que mantuvo con la estación de Atocha tras el desastre. Un tiempo después, entre las víctimas se desataron todo tipo de sentimientos hacia él. El presidente de los afectados, Cristóbal González, admite que, como es lógico, no hay una postura unánime. Hubo quien intentó crear una asociación paralela para «ir a por él». No salió adelante. A González le gustaría encontrarse con el maquinista, aunque admite que no lo ha intentado. «Quizás fuera el comienzo de algo...».
    Nadie sabe a ciencia cierta si en algún momento Garzón ha regresado de nuevo a la curva del accidente, a la que llegó aquel tren enloquecido y chirriante a 190 kilómetros por hora. «Aquí intentamos seguir adelante con nuestra vida, pero algunos vienen de madrugada y se asoman cuando nadie les ve -explica el vecino Anxo Puga, uno de los que participó en el rescate-. Sabemos que es gente que iba en el tren y que algunos vienen de lejos. Otros acuden aquí a buscar a los que les ayudaron, a darles las gracias. De él no hemos sabido nada». 

    TÍTULO; EL PARTIDO DE LA JORNADA, EL DERBI SEVILLANO, GOLEADA, SEVILLA-4-.BETIS-0- 21:00 C+.
    Euforia total tras el gol de Rakitic 
    JORNADA 14 | SEVILLA -4- BETIS-0-resultado final goleada,.

    Sevilla y Betis se enfrentan en el derbi de las urgencias


    Partido de máxima necesidad el que vivirán Sevilla y Betis sobre el césped del Sánchez Pizjuán. Nervionenses y verdiblancos se juegan el todo por el todo en un duelo que puede dejar más que tocado al que caiga derrotado. El derbi de la capital de Andalucía busca dueño.

    El derbi sevillano volverá a llenar de pasión y de intensidad las gradas del Sánchez Pizjuán. Sevilla y Betis se enfrentarán en duelo singular en un encuentro que puede dejar muy tocados al equipo que termine hincando la rodilla sobre el césped. Emery y Mel se juegan el futuro y la afición el orgullo de pintar la ciudad del cuadro que salga  triunfador tras los 90 minutos.
    Ninguno de los dos parte con clara ventaja. Ninguno parece ser favorito claro para llevarse uno de los partidos con más sabor de nuestra Liga. El Sevilla juega de local sí, pero el Sevilla no es ni mucho menos el cuadro más sólido y fiable de Primera y tan pronto se lucen como se estrellan. Con derrota, ante el Celta, se saldó su último envite en su estadio. Con victoria el encuentro ante el Espanyol ante el Pizjuán.
    Un Sevilla irregularPero en todo lo que llevamos de competición no ha logrado el cuadro de Emery poder sumar dos triunfos consecutivos que les permitieran auparse a la zona noble de la tabla y pelear por unos puestos europeos que con este rumbo son más una utopía que un objetivo. Las ausencias de Negredo, de Navas y de Medel están siendo una pesada losa para un equipo en reconstrucción.
    Las buenas noticias para los hispalenses es que Gameiro y M'Bia estarán disponibles. El delantero galo deberá dar un paso hacia adelante para llevar el peso goleador y más en un año de Mundial. Lejos quedan las cifras anotadoras que consiguió en el Lorient francés, pero el pequeño punta puede traer de cabeza a la ya de por sí frágil defensa bética.
    Molina y Castro son dudaY si la zaga verdiblanca falla... el Betis puede tener un grave problema. Porque Jorge Molina y Rubén Castro, dos de los máximos responsables de la espectacular temporada pasada que hicieron los de Mel, están entre algodones. El primero no puede con todo él solo. El segundo no está. Directamente no ha estado. Una lesión de larga duración tiene al canario en el dique seco y a su equipo echándole mucho de menos.
    Tanto que son colistas. Tanto que sólo han podido anotar doce tantos en los trece partidos de Liga que se llevan jugados. La tensión se siente en el seno del Betis y en una afición que más no puede hacer. Una afición que a pesar de los pesares y penurias que viven los suyos no deja de aplaudir y que están siendo más que el llamado 'jugador número 12'.
    Mucho se juegan ambos conjuntos en un partido único en Primera. En uno de esos partidos que todo el mundo espera ver y que no entiende de colores y sí de pasiones. El Sevilla recibe al Betis en el Sánchez Pizjuán en un duelo que puede marcar el futuro del equipo que caiga derrotado.

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