domingo, 14 de junio de 2015

Desayuno - Cena - Domingo - Martina Klein Modelo,./ LA MUSICA - EL VIEJO ROKERO,.

TÍTULO: Desayuno - Cena -  Domingo - Martina Klein Modelo,.

Martina Klein: "Yo también me puse chándal con tacones y me pareció superguay"

Buenos Aires, 1976. Vivo en España desde los 12 años. Soy modelo, actriz, presentadora, columnista... y, ahora, escritora de libros para niños. Acabo de publicar '¡Zasca!' (Editorial Penguin Random House).
XLSemanal. Se ha lanzado a la literatura infantil, ¿es una osada?
Martina Klein. Hacía tiempo que las editoriales me venían tirando la caña para que escribiera una novela o un libro de relatos. Esta me ha parecido la forma más humilde de saltar a la literatura.
XL. Usted es modelo y actriz y ¿le ofrecen escribir novela...? 
M.K. Sí. Los personajes venden y las editoriales buscan a los personajes para vender más, como todo el mundo.
XL. ¿Cualquier famoso puede escribir?
M.K. Sí, pero el reto es hacerlo bien. Siempre he abordado las cosas que me han ofrecido con profesionalidad.
XL. ¿Hay algo que se le dé mal?
M.K. Sí, centrarme en una sola cosa. No cierro ninguna etapa...
XL. ¿Sabe decir que no a algo?
M.K. ¡Claro! Mi carrera es el resultado de mucha criba y es bastante coherente.
XL. ¿Ha escuchado mucho eso de «modelo-rubia-tonta y operada»?
M.K. En 20 años de trabajo, ya me he acostumbrado a escuchar muchos de estos prejuicios. Hasta yo he contado chistes de modelos rubias tontas en la tele y la gente se reía mucho.
XL. Ahora toca: «Seguro que no lo ha escrito ella». 
M.K. Pues aún no lo he oído, aunque a lo mejor lo piensan. Me lo tomaré como un halago hacia mí y hacia el libro.
XL. Pero reconozca que ha tenido tres negros...
M.K. ¡No! Tengo tres bellas inspiraciones en casa y una mesa de ministros, que es diferente a tener tres negros. No hace falta ponerlos a trabajar: siendo como son, mis hijos ya me llenan de historias.
XL. La mesa de ministros la componen los supercinco: Alex Corretja, los tres niños y usted. Happy family!
M.K. Pues sí, el libro nos lo hemos trabajado mucho. ¡Zasca! es para mí un triunfo también por el esfuerzo que hemos hecho todos por aprender a convivir viniendo de diferentes sitios.
XL. Para terminar, dígame qué no habrá nunca en su armario.
M.K. Con la moda he aprendido a no decir de algo «nunca jamás», porque, aunque ahora suene horrible, yo también me puse chándal con tacones cuando estaba de moda y me pareció superguay.
XL. ¿Se lo pone todo?
M.K. ¡Vale! Nunca jamás me pondré esos pantalones superajustados y bajos que te dejan el tanga fuera. ¡Fatal, horrible! Se te puede ver el tanga por accidente, pero nunca será una cosa buscada.

Desayuno,.
La fiesta del crepe
«A diario: zumo de naranja, tostada con tomate y jamón, y café con leche. El finde hago una torre de crepes para todos, y cada uno se los rellena de lo que quiere».

La Cena - Un filete de carne con patatas fritas, pan, queso, lechuga - tomate, beber agua,.

TÍTULO: LA MUSICA - EL VIEJO ROKERO,.

foto,.
Resultat d'imatges de EL VIEJO ROKERO,.
El término viejo rockero es de circulación habitual en todos los ámbitos. Es verdad que el rock permanece inmune a esa pulsión efebocrática que pretende erradicar cuanto huela a antiguo, sobre todo desde que lo antiguo se convirtió en sinónimo de podrido, para suplantarlo por profetas puros y perfectos. En el rock eso no ha ocurrido, siguen dominando el cotarro las bandas de siempre, compuestas ahora por sexagenarios de los que uno teme que puedan sufrir una parada cardiorrespiratoria en pleno riff. El ejemplo supremo es AC/DC, que, cuarenta años después de su fundación, sigue dando el mejor y más divertido concierto de todos los posibles, concierto idéntico, por cierto, a los que daban hace cuarenta años. Eso no es una queja: los devotos no queremos que nos cambien ni un compás, queremos encontrar cada vez la misma tralla reconocible a través de los años.
A esta gira que en el último día de mayo trajo a la banda al estadio Vicente Calderón de Madrid, los AC/DC llegaron algo desgastados. El segundo guitarrista y alma discreta del grupo, Malcolm Young, faltó porque está ingresado con demencia senil. Demasiado tiempo transcurrido junto a un amplificador marca Marshall, supongo. A veces le ponen las nuevas canciones y en el rostro se le dibuja un rictus de aprobación. El batería habitual tampoco vino, pero el inconveniente que retuvo a este no fue un problema relacionado con la edad: al parecer, trató de contratar un asesinato, o algo así. Qué quieren, esto es rock, los rockeros no se ausentan porque se hayan hecho budistas.
Lo de viejo rockero iba en realidad por uno mismo y sus contemporáneos. Los veteranos de los grandes conciertos de los años ochenta, que fueron el escenario de nuestra juventud no tan arruinada como la de Malcolm, pero nos seguimos esforzando y para ello nos aplicamos aún decibelios, si no con los amplis de Marshall, sí al menos con sus auriculares. Veamos en qué consiste ser un viejo rockero y completar, como cada cierto tiempo a lo largo de toda una vida, la liturgia de asistir a un concierto de AC/DC. El primer obstáculo es encontrar la camiseta. No una camiseta de AC/DC despersonalizada, la que cualquiera puede encontrar en la FNAC o en un puesto junto al estadio. No, la camiseta fetén, la descolorida, la que ya usábamos en el rockódromo de la Casa de Campo y hasta manchas gloriosas tiene, evocadoras de una historia. La camiseta que determina una jerarquía y un pedigrí con sólo aparecer en el estadio con ella puesta. Otra cosa es que huela a humedad porque apareció por fin en el altillo del armario y que la talla no sea precisamente la adecuada.
El viejo rockero tratará de irse unas cuantas horas antes del concierto a hacer el precalentamiento cervecero en La Latina. Ya se siente rebelde y malote cuando su esposa le dice que de irse tan temprano ni hablar del peluquín, que ella no baña sola a los niños. Ahí tienen al viejo rockero pasando la esponja y preguntándose si en el resto de la tarde podrá remontar esta derrota que le ha sofocado la actitud ochentera justo cuando la prendía. «Hala, ya te puedes ir con tus amigotes». En La Latina, al viejo rockero lo emocionará la abundancia de camisetas, la muchedumbre, el ambiente de los conciertos de entonces. Sin embargo, lo que se preguntará es si habrá melenas flameando al viento con los golpes de cabeza guitarreros, porque los contemporáneos del viejo rockero, los que antaño llevaban el pelo por debajo de los hombros, se han quedado todos calvos. Bajando hacia el estadio, se preguntará desde cuándo los rockeros respetan los semáforos en rojo cuando se desplazan en horda. Empezado el concierto, se apiadará de ese otro viejo rockero que, al intentar levantar sobre los hombros a su esposa, como cuando eran novios, gritará de dolor: «Si ya te dijo el médico que no levantaras peso». Incluso después del trance, observará que los viejos rockeros se dispersan preocupados y apretando el paso porque tienen que madrugar. Nos hicimos viejos, troncos.

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