jueves, 19 de noviembre de 2015

REVISTA PANTALLA SEMANAL - Los periodistas somos unos inconscientes,./ TAPAS Y BARRAS - MORALEJA ES MULTICOPISTA,.

TÍTULO: REVISTA PANTALLA SEMANAL - Los periodistas somos unos inconscientes,.

REVISTA PANTALLA SEMANAL - Los periodistas somos unos inconscientes, fotos.

Javier Ruiz trabajaba de financiero en Nueva York cuando ocurrió el 11-S.Los periodistas somos unos inconscientes,.

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  • Javier Ruiz presenta 'Las mañanas de Cuatro', que acaba de ganar el Ondas al mejor espacio de actualidad. El 11-S le pilló de economista en Wall Street,.

     Lo que muchos no saben de Javier Ruiz (Valencia, 1973) es que fue discípulo de Iñaki Gabilondo; que en Nueva York aprendió de dos Nobel y que en el 11-S, trabajando en Wall Street, su vocación le hizo cambiar su traje de economista por el de periodista... Este año, la vida le ha recompensado con un Ondas al mejor programa de actualidad, por 'Las mañanas de Cuatro' (todos los días a las 12.30).

    ¿Cómo es Iñaki Gabilondo en el día a día?
    Iñaki es absolutamente despiadado con la exigencia. Una persona que está a la altura y exige que tú lo estés. Es el mejor entrevistador que hay. Me acuerdo que cuando hacía una entrevista la última pregunta era siempre:
    'Bueno, ¿y a ti qué te dicen en casa?'.
    Después incluso usted le sustituyó...
    Sí, pero él siempre será el maestro del periodismo. Ana Pastor y yo estuvimos en el mismo equipo y escuchábamos la misma lección. Bebíamos de su misma fuente.
    Tiene un currículum envidiable, hizo hasta un máster en Nueva York.
    Me dieron una beca para hacer un posgrado en Columbia, en Nueva York. Por eso soy muy defensor de lo público, aquello es educación de élite y nunca me lo hubiera podido permitir. Descubrí que lo que me gustaba era la economía por dos profesores premios Nobel que me trasmitieron su pasión. Después, estuve trabajando en Wall Street y me cogió el 11-S allí, así que la Cadena Ser se encontró un corresponsal gratis en las Torres Gemelas y de repente el periodismo y yo volvimos a encontrarnos.
    ¿Cómo se enteró del atentado?
    Tuve la suerte de que, aunque trabajaba en uno de los bancos que tenía oficina allí, no estaba en ese momento dentro. Murieron personas de hasta la propia empresa. Me llamó Antonio García Ferreras para que fuera corriendo a la zona. En aquel momento se me cayó el traje de financiero y me puse el de periodista. Fue un cambio de microsegundos.
    ¿Ha vivido alguna otra historia que le haya marcado tanto?
    Hay una historia que puede parecer menor, pero que me marcó más. Y es la del huracán Katrina. Fui solo con un técnico de la Ser y el Ejército nos recomendaba que robáramos las ruedas de otros coches. Porque si pinchábamos no iban a venir a ayudarnos. Era como el Apocalipsis. Y te das cuenta de que estás con el agua y el combustible justo y que como te quedes sin ello, no vuelves. La última noche allí, el técnico y yo comimos una lata de cacahuetes, en el coche, porque no teníamos ni qué comer ni dónde dormir. Todo estaba absolutamente volado por los aires.
    «Nos gusta meternos en líos»
    ¿Tuvo miedo de no volver?
    No, lo peor de estas cosas es que los periodistas somos unos inconscientes. Siempre corremos en la dirección contraria a la multitud, tenemos el problema mental de que nos gusta meternos en líos. Tuvimos que rotular el coche, poniendo TV en el capó, para que no nos dispararan.
    ¿No se ha planteado nunca tirar la toalla?
    Todos los días. No conozco un solo periodista que no diga: '¿Qué estoy haciendo con mi vida?'. Si no lo piensas es que no estás lo suficientemente metido. Esto te quita tu vida. Hoy vives la vida de los afectados de la talidomida, mañana estás cubriendo una guerra, después te vas al Katrina y la tuya queda en suspense. Pero la siguiente pregunta que me hago es: '¿Y qué haría si no?'.

    TÍTULO: TAPAS Y BARRAS - MORALEJA ES MULTICOPISTA,.

      TAPAS Y BARRAS - MORALEJA ES MULTICOPISTA,fotos.

    Antonio Martín, este sábado en su bar 'Primero y último'. :: E.R.Moraleja es multicopista,.

    • Antonio Martín, filósofo de lo cotidiano en su bar 'Primero y último',.

       Antonio ha cumplido 62 años, tiene un bar en Moraleja que se llama 'Primero y último' y pone a sus parroquianos brócoli de pincho. ¿A qué hostelero extremeño se le puede ocurrir servir brócoli con el vino de pitarra?,.

      Resultat d'imatges de tapas y barrasAntonio Martín Cepeda es un señor alto y fuerte, de tez curtida, pero agradable. Habla sin necesidad de que se le pregunte y tiene una voz grave, fuerte, radiofónica. Entramos en su bar, alejado del centro, al final o al principio de esta avenida que conduce de Moraleja a Zarza la Mayor y Portugal, y reparamos en que Antonio ofrece wifi gratis y regenta una armería vecina. «La abrí cuando los hijos empezaron a estudiar», explica.
      Nos sentamos y nos riñe por pedir agua. Él se sirve un chato y hace un canto al vino de pitarra. «En Gata se servían millones de litros de vino de pitarra, pero cuando entraron en danza los veterinarios con sus controles, se perdió su gracia ecológica y su sentido. Antes, cada tinaja tenía un sabor diferente, era una sorpresa. Con los controles, ya no es igual, todo el vino sabe de la misma manera. En este bar servíamos un cántaro diario de 16.5 litros. La sierra vivía de esto. Ya no», se lamenta.
      Nos da a probar tres tortillas, de patatas, de pimientos y de níscalos, y repasa los hitos de su biografía: nació en la Casa de la Madre de Cáceres; sus padres provenían de la Vera, pero eran jornaleros itinerantes: hoy recogían tomates en las Vegas Bajas y mañana, tabaco en Moraleja; estudió en el seminario de los Paúles en Salamanca, aunque no quiso ser cura y fue albañil y agricultor, siempre a destajo. «Mi padre decía que hay tres formas de arruinarse la vida: las mujeres, el juego y, la más rápida, la agricultura: una tormenta te destroza en un minuto el trabajo de todo el año», sentencia.
      A los 43, los médicos comunicaron a Antonio que se moría, pero resucitó y construyó con sus manos la casa donde tiene el bar y la armería. Estudió tres años de Derecho, se maneja en inglés, portugués, francés y latín, tiene 3.000 libros y los ha leído y ha sido muchos años militante de Izquierda Unida hasta que se desencantó y lo dejó.
      «Siempre tuve claro que lo principal era darle una cultura a mis hijos. Cuando todo era bonanza y los muchachos se colocaban y ganaban 3.000 euros, mis amigos se reían de mí por enviar a los míos a estudiar a Salamanca. Ahora, la juventud está parada, sin saber qué hacer, pero mi hija es odontóloga, tras formarse en Cuba y Estados Unidos, y mi hijo es informático, está acabando Ingeniería Aeronáutica, ha estado en Chad, Afganistán, Irak, etcétera y es alférez del ejército del aire», presume de la mayor satisfacción de su vida.
      Resume después Moraleja: «Es un pueblo con tremendos recursos, pero es multicopista: si abro una zapatería y me va bien, abren tres a mi vera. Para que a mí me vaya bien, tienen que cerrar el negocio del vecino. Nos enorgullecía una ganadería selecta municipal que se vendió, no se aprovecha bien la dehesa comunal de más de mil hectáreas y en los dos polígonos hay muchas naves cerradas».
      En su momento, quiso unir los 60 bares de Moraleja en la segunda asociación del ramo en España tras la de Logroño. Lucharían juntos contra la SGAE con un abogado contratado por todos, harían compras unidos, organizarían sus descansos semanales... No salió. Hoy quedan 40 bares.
      Antonio prefiere su época de juventud y lo razona. «Yo trabajé de joven para mis padres y de mayor para mis hijos, pero siempre había una luz, una esperanza: hoy llevaba una camisa con tres remiendos, pero sabía que mañana llevaría una sin remiendos. Ahora no hay luz ni esperanza para los jóvenes. Yo ya no tengo ilusiones, las mías están caducadas, ¿pero y las de ellos?», se pregunta, se sirve otro vino, me invita a seguirlo: «Ande, deje el agua, tómese un pitarra... Si a su edad ya no le van a quitar el carné».

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