domingo, 17 de noviembre de 2013

A FONDO, La habitación de María. y su verdadera historia,./ PRIMER PLANO,.Una familia en el comedor social


  1. A día de hoy, maría vive en un centro de acogida en Atenas. está bien, dicen los responsables. Pero ¿hasta qué punto puede estarlo una niña ...
     
    A fondo

    -foto--La habitación de María... y su verdadera historia

    Una niña rubia de cuatro años es descubierta con una familia de gitanos en Grecia. Inmediatamente, autoridades y medios hablan de robo de niños. Muchas pistas apuntan en esa dirección, pero injustamente. En la vida de María, casi todo se hizo al margen de la ley, pero no fue para perjudicarla. Al contrario. Esta es la sorprendente historia de la gitana rubia. 


    A día de hoy, maría vive en un centro de acogida en Atenas. está bien, dicen los responsables. Pero ¿hasta qué punto puede estarlo una niña de cuatro años cuando las personas con las que hasta hace poco había jugado y reído desaparecen de su lado de repente? ¿Cuando su oso de peluche espera en una casa que ya nunca volverá a ser su hogar? ¿Cuando no entiende ni entenderá nada de lo que le digan porque no habla griego, solo el idioma de los gitanos?
    Ya ha pasado un mes desde la redada rutinaria llevada a cabo por la Policía en un asentamiento gitano de la localidad de Farsala. Los agentes llegaron al alba. Buscaban drogas y armas, pero lo que encontraron fue a la niña rubia. Vivía en la casa de Eleftheria Dimopoulou y Christos Salis, sus supuestos padres. Como ambos incurrieron en contradicciones sobre el origen de la niña, la Policía se llevó a los tres a comisaría. Las pruebas de ADN confirmaron poco después que no eran sus padres biológicos. Un escándalo, se aseguró. ¿Pero de verdad lo es?
    Las imágenes que empezaron a dar la vuelta al mundo encajaban perfectamente en esa interpretación de los hechos. En una de ellas se ve a la rubia y angelical María, con sus manos manchadas de pintura y sus coletas, mirando encogida a la cámara; en la otra posa flanqueada por una mujer de piel oscura y un tipo que parece un boxeador de feria alcoholizado. Ambos habrían secuestrado a María, se dijo, se dedicaban a la mendicidad y hacían bailar a la niña para sacar dinero. Su intención, además, era acabar vendiéndola a cambio de una generosa dote. ¡Hay que ver cómo son estos gitanos! ¡Menuda historia!
    En este relato solo había una pega: que no era cierta.Viajamos al lugar de los hechos. Amigos y conocidos de la pareja encarcelada se reúnen en uno de los muchos contenedores que forman el asentamiento gitano en el que viven. Fuman, discuten y beben café frappé. Empieza el telediario de la noche y todos guardan silencio. Las noticias dicen que la búlgara Sasha Ruseva es la madre biológica de María, que las pruebas de ADN lo han confirmado. Dos días después, Sasha y su marido, Atanas, conceden una entrevista a un canal búlgaro de televisión. Sasha dice, entre otras cosas: «Si de verdad hubiese vendido a María, ¡ahora tendría una bonita casa, colchones y edredones!». Los gitanos están furiosos; llevan repitiendo desde el principio que ellos ni secuestraron ni robaron a María. Su versión es que Sasha Ruseva entregó la niña a Eleftheria Dimopoulou y Christos Salis en 2009, cuando la pequeña solo tenía un par de semanas de vida, porque ellos no podían mantenerla. Exigen que dejen en libertad a sus amigos y que les permitan volver a Farsala con María.
    La ciudad se encuentra en la llanura de Tesalia, un bello paraje en el centro de Grecia. Aquí se cultivan algodón, frutas y hortalizas, y los gitanos llevan generaciones trabajando como mano de obra barata en los campos durante la época de cosecha. Los gitanos viven aquí en los márgenes de la sociedad, pero no están marginados. Casi 2000 gitanos viven en el asentamiento, formado por contenedores y chabolas. En cada hogar hay un televisor y un pequeño altar dedicado a la Virgen. Las paredes están adornadas con imágenes de las estrellas de los culebrones televisivos.
    El jefe del asentamiento, Babis Dimitrou, ha llevado hoy a sus hijos al colegio en el viejo Mercedes. Para él es un pequeño paréntesis, un cambio en la locura que ha reinado durante los últimos días. Dimitrou es un hombre corpulento, con el pelo canoso y rizado y una voz profunda que todo el planeta ha podido oír en los programas dedicados al caso de María, pero al que nadie ha querido prestar atención de verdad. A su vuelta al asentamiento se encuentra a otro periodista que ha venido a entrevistarlo. «Lo que tendríais que hacer ahora es disculparos con nosotros, siempre hemos dicho la verdad», afirma. Pero no hay disculpa que valga.
    Con todo, el caso de María también podría tener un lado positivo. Y es que todo este asunto ha servido para arrojar luz sobre las condiciones de vida de los millones de gitanos de Centroeuropa, a quienes la crisis económica está afectando más directamente que a los demás. Esos gitanos no viven en una sociedad paralela, como tanto se dice, sino más bien en los sistemas de cañerías y los desagües del mundo civilizado. Es el caso de la madre biológica de María, Sasha Ruseva, que sobrevive con su familia en la localidad búlgara de Nikolaevo bajo unas condiciones inhumanas. Los Ruseva viven en una cabaña con una sola estancia de unos 12 metros cuadrados. Como retrete tienen un agujero detrás de la casa. En la única habitación hay una cama y una estufa de leña, donde en invierno queman la madera recogida en el bosque. Esta chabola la comparten ocho personas.
    «La crisis es terrible para nosotros dice Apostolis Karakostas. Cuando a los de ahí arriba les va mal, a nosotros nos va mucho peor». Gana algo de dinero ocasionalmente recogiendo y revendiendo basura y chatarra, pero nunca es mucho. «Pasamos hambre», añade. Y no lo dice como forma de pedir limosna, sino porque es así. Hay que conocer la situación de precariedad en la que viven estos gitanos para entender por qué una madre puede llegar a entregar voluntariamente a su hija a otras personas o incluso a venderla. Y por qué algunos padres registran más hijos de los que de verdad tienen para sacarles unos euros extra a las instituciones. En Grecia es suficiente con que dos adultos declaren que son los padres de un niño para registrarlo como suyo. Eleftheria Dimopoulou y Christos Salis habrían registrado a 14 niños con su nombre y también con varios nombres falsos. Por cada niño habrían recibido unos 40 euros al mes, lo que hace unos 560 euros. Es una conducta poco ética, pero no es un delito.
    Pero también hay delitos en Grecia. De vez en cuando llegan a los tribunales casos de tráfico de niños o de adopciones ilegales. Mujeres embarazadas procedentes de países como Bulgaria vienen a Grecia para dar a luz a aquí y entregan a los recién nacidos en el mismo hospital. Hay dos formas de venta: o el comprador acompaña a la mujer a dar a luz al hospital y ambos aseguran que el hijo es de los dos, o los compradores se registran como padres de la criatura con posterioridad. La doctora jefe del Hospital Central de Lamia, donde María vino al mundo, ha afirmado en una entrevista que en 2009 en torno al diez por ciento de las mujeres que dieron a luz en su clínica procedían de Bulgaria. Entre 2007 y 2013 nacieron aquí 274 niños de madres búlgaras, 107 de los cuales fueron dados inmediatamente en adopción. La Policía ha abierto diligencias a raíz de estas declaraciones.
    Los gitanos cuentan que Sasha Ruseva trabajó en Tesalia en 2009 y que entregó a María a Eleftheria y Christos poco después de su nacimiento porque no podía mantenerla. La madre biológica presenta las cosas de otra forma. Dice que le entregó su hija a una «mujer mayor, rubia» porque no tenía los papeles para que la niña pudiese salir del país. Añade que no conoce a la nueva familia de María. No está claro cuál de las dos partes dice la verdad.
    Nadie entre los gitanos de Farsala discute que el pelo rubio de María resultaba bastante llamativo. Georgios Tsakaris, el secretario general, dice que la niña «embellecía» la comunidad. También cuenta que disfrutaba de algunos privilegios. Por ejemplo, María era la única de entre todos los niños que dormía en una cama para ella sola. Tenía juguetes, peluches y zapatos rosas. Y el 31 de enero, el día en que la recogieron en el hospital y en el que celebran su cumpleaños, siempre hay golosinas y globos de colores. ¿Volverá María con las personas que para ella son sus padres? ¿Será entregada a las personas que la concibieron? ¿Seguirá tutelada por el Estado o acabará con una familia de acogida? Su destino ahora es un asunto público. ¿Pero será mejor que el que le esperaba en Farsala?




    TÍTULO; PRIMER PLANO,.

    1. María Dolores Martínez (32 años) es madre. Madre con mayúsculas. Una mamá que solo piensa en sus hijos desde que los levanta para ir al ...
       
      En primer plano

      Una familia en el comedor social

      Uno de cada cuatro niños menores de 16 años no tiene cubiertas sus necesidades básicas de alimentación. Hablamos de España, donde tres millones de personas viven con menos de 300 euros al mes, según el último informe de Cáritas. Acompañamos a María Dolores y sus cuatro hijos, una de las muchas familias españolas que logra sobrevivir gracias a un comedor social.
    María Dolores Martínez (32 años) es madre. Madre con mayúsculas. Una mamá que solo piensa en sus hijos desde que los levanta para ir al colegio hasta que los acuesta.
    Una madre joven, española, que los ayuda CON los deberes, que lleva meses ahorrando para que todos tengan su regalo de Reyes, que el verano pasado los llevó a un campamento para que estuviesen «ocupados y activos». Supermami de familia numerosa. Cuatro hijos a su cargo: de 9, 7, 6 y 3 años (el mayor, de 16, vive en casa de su exmarido). Madre sola. Cabeza de familia. María Dolores está desempleada. Antes de la crisis trabajó de cocinera y en una empresa de limpieza. Entonces, María Dolores formaba parte de la clase media. Hoy, sus únicos ingresos son los 426 euros del subsidio a los parados de larga duración que han agotado la prestación por desempleo. ¿Hacemos cuentas?
    María Dolores y sus cuatro hijos viven de alquiler (300 euros) en Los Barreros, un barrio obrero de Cartagena (Murcia). Los gastos de agua, gas, electricidad, ropa, calzado y material escolar suman unos 100 euros mensuales. A María Dolores le vienen quedando unos 26 euros para comprar comida. Son cinco bocas que alimentar. ¿Dividimos? Es fácil. Tocan a cinco euros y veinte céntimos al mes. ¿Nos hemos equivocado de país? No, es España. De verdad de la buena. ¿Nos hemos equivocado de época? No, no es la posguerra... Estamos en el siglo XXI. «No me puedo venir abajo. No me lo puedo permitir porque mis hijos solo me tienen a mí. Pero me angustia que esta situación se alargue mucho más. No sé cuánto tiempo podremos aguantar así», dice María Dolores.
    De momento han ido aguantando gracias a los familiares. Pero la situación se ha 'cronificado', una palabra que ni siquiera venía en el diccionario, pero que la Real Academia ha tenido que aceptar para su próxima edición porque, en fin, la pobreza ha adquirido la mala costumbre de cronificarse en España. María Dolores es una ciudadana de un país que se está quedando en los huesos. Literalmente. Un país donde tres millones de personas viven con menos de 300 euros al mes según el último informe de Cáritas. Un país donde las familias en situación de pobreza extrema se han duplicado desde que empezó la crisis en 2008. Un país donde, mucha atención, uno de cada cuatro menores de 16 años no tiene cubiertas sus necesidades básicas de alimentación. En otras palabras, un país donde el 27 por ciento de los niños se van a la cama con hambre.
    ¡Perdón! ¿He escrito 'hambre'? ¿He escrito 'niños con hambre'? ¿En España? ¡Tabú! El Síndic de Greuges de Cataluña, el defensor del pueblo catalán, Rafael Ribó, alertó en agosto en un informe oficial de que 50.000 niños catalanes pasan hambre y 750 están desnutridos. Los políticos casi se lo comen. Le dijeron de todo en el Parlament, desde «poco patriota» a «demagogo». Y el asunto se diluyó hasta convertirse en una cuestión semántica. De matices. No hay que confundir malnutrición (comer mal; para entendernos, muchos fritos y poca verdura) con desnutrición (no ingerir suficientes alimentos). Tampoco hay que confundir el riesgo (potencial) con la realidad (actual). Y los parlamentarios dieron por zanjado el asunto, que era la hora de almorzar y rugían los estómagos. Ribó sigue en sus trece y afirma que es «casi diabólico» negar el problema. ¿Casi?
    Lo de reducir la desnutrición/malnutrición infantil a un debate a medio camino entre la honrilla patriótica y el eufemismo lingüístico (¿por qué decir 'hambre' cuando se puede decir 'privaciones alimentarias', que suena menos dramático?) no es exclusivo de Cataluña. No solo Cáritas y el defensor del pueblo catalán han puesto el dedo en la llaga del problema y en el ojo de los gobernantes. Unicef, Cruz Roja, Save the Children y varias ONG señalan el deterioro de la situación en España desde 2010. Los profesores ven que muchos niños ya no se comen el bocata en el recreo. No por falta de ganas, sino por falta de bocata... Y sospechan que otros muchos llegan a clase sin haber desayunado. Y los pediatras advierten de que una manera barata de saciar el estómago es inflarse a chuches, gusanitos... Calorías de baja calidad y perjudiciales para la salud. Ya se habla incluso de que los percentiles de crecimiento de las generaciones que han nacido desde la crisis podrían ser más bajos que los de las precedentes.
    Además, esto sucede en un contexto donde las ayudas y los presupuestos de los servicios públicos que atienden a las familias se reducen de un año para otro, aunque algunas comunidades hayan comenzado a dar el desayuno o la merienda a los alumnos más desfavorecidos. O incluso tres comidas, como en Andalucía. «Una bolsa con un bollo, un embutido, una magdalena y un zumo. Si a eso usted lo llama 'tres comidas', yo no», criticó la consejera catalana de Enseñanza, Irene Rigau. Un portavoz del PP, Rafael Hernando, llegó a decir que los casos «puntuales» de desnutrición son «una responsabilidad que corresponde a los padres», aunque luego matizó sus palabras.
    Mientras los políticos se atizan y matizan unos a otros, María Dolores tiene algo bastante más importante y urgente de lo que ocuparse: alimentar a sus hijos. En su colegio no hay comedor. Y aunque lo hubiera, no podría pagarlo. El menú escolar cuesta cuatro euros de media en España. La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos ha denunciado ante la ONU que las becas de comedor se han reducido drásticamente, entre un 30 y un 50 por ciento, precisamente cuando cada vez son más las familias que las necesitan.
    Así que a María Dolores no le queda otra que hacer algo que nunca imaginó: acudir a un comedor social. «Por mis hijos haré lo que sea. Mientras yo esté viva, no dejaré que pasen hambre», se juramenta. Esta madre acude cada día al Hogar del Buen Samaritano, en la barriada de Las Seiscientas. Los días laborables va sola. Un ratito, a pie y otro, caminando. Cinco kilómetros entre ida y vuelta empujando un carricoche donde transportará una olla con algún guiso caliente, fruta, verduras, pan, arroz, pasta... Los fines de semana va con los niños, desafiando al tráfico y al cansancio: el más pequeño acaba de salir de una operación pulmonar.
    Fernando Prieto, uno de los responsables el comedor, que se fundó en 1998, cuenta que en los últimos años ha cambiado el perfil de los usuarios. «Ya no son indigentes únicamente, personas que viven solas, inmigrantes... Ahora vienen muchas familias jóvenes con hijos pequeños. Servimos diariamente 450 comidas. Muchos prefieren llevársela a casa. Para algunos resulta un trauma comer aquí». Es una cuestión de orgullo. En la cola que se forma en la puerta a las 12,30, esperando con las bolsas a que abra el comedor, se ven abuelas bien vestidas que van a llevarse la comida para los nietos, parados de 40 años con la mirada perdida... Caras de incredulidad, de vergüenza.
    María Dolores tiene palabras de ánimo y sonrisas para todos. Habla con orgullo de las buenas notas de sus hijos, de cómo se ayudan unos a otros, de cómo los dos mayores «han madurado muchísimo y cuidan de la niña y del pequeño; siempre están pendientes». Aunque a veces también la inunda el desánimo. «Necesito trabajar, pero no sale nada. Es desesperante. He perdido nueve kilos», se sincera. Pero enseguida se rehace; se obliga a sí misma a ser optimista. «Voy a la iglesia y le rezo a Dios para encontrar trabajo y para que España salga de una vez de la crisis y podamos tener unas vidas mejores. Quiero que mis hijos tengan un futuro. Quiero que tengan una oportunidad».
    EFECTOS DE LA DESNUTRICIÓN EN LOS NIÑOS
    -Falta de atención y concentración en clase. Los niños se cansan enseguida.
    -Secuelas en la capacidad intelectual. Problemas de aprendizaje. Retraso escolar
    -Niños más enfermizos. Problemas de corazón y vías respiratorias. Muchos resfriados
    -Pelo quebradizo. Palidez. Debilidad. Desmotivación. Inapetencia
    -La falta de proteínas dificulta la maduración del hígado, del sistema nervioso.
    -Niños más bajos. Primero enflaquecen; luego dejan de crecer
    -Problemas de anemia y descalificación de los huesos.
    -Riesgo de obesidad adulta por la ingesta de calorías de baja calidad.
    -Más infecciónes. Dificultad para que las heridas cicatricen.


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