jueves, 14 de noviembre de 2013

EL PAN, Hambre y miedo en el infierno de Tacloban, en Filipinas,./ LA BATA Y EL PIJAMA,.Y Libro El Niño con el Pijama de Rayas-, LOS DETENIDOS POR LA BOMBA DEL PILAR PREPARABAN OTRO ATENTADO,.



  1. Las heridas del tifón Haiyen siguen abiertas en la provincia de Leyre, donde miles de personas tratan de escapar del desastre, del pillaje y de ...foto, y el pan.

    Internacional / abc en la zona cero del tifón


    Hambre y miedo en el infierno de Tacloban, en Filipinas

    Las heridas del tifón Haiyen siguen abiertas en la provincia de Leyre, donde miles de personas tratan de escapar del desastre, del pillaje y de la violencia




    Un hombre improvisa un baño en una calle de Tacloban
    «Damas y caballeros, bienvenidos al aeropuerto Daniel Romuáldez de Tacloban». Hay hábitos que pueden con la realidad y matan la épica de un viaje a la devastación. Mientras el comandante del vuelo de Air Filipinas nos da su efusiva bienvenida a la «zona cero» del tifón Haiyan, la maltrecha torre de control muestra las cicatrices de la catástrofe, aún abiertas. Sin ventanas, reventadas por rachas de hasta 310 kilómetros por hora, es el único edificio del aeródromo que se mantiene en pie en medio de un paisaje desolador de montes pelados, campos anegados y casas sin techo.
    Entre sus ruinas, miles de damnificados por el tifón se agolpan ante las vencidas vallas de alambre del recinto para huir de Tacloban, la capital de la provincia de Leyte donde se calcula que han muerto 10.000 personas. «¡Atrás, busayo!», les grita un militar, fusil en mano, mezclando el tagalo con el castellano, que pervive todavía en bastantes palabras del lenguaje desde los tiempos en que Filipinas era colonia española. Pero ni por esas se retiran los damnificados, que suplican por agua y comida. Con los rostros desencajados, la mayoría de ellos lleva sin apenas probar bocado desde el viernes, cuando el tifón arrasó con todo a su paso por esta isla. Hasta ella llegó ayer ABC, testigo presencial de la devastación y la desesperación que ha traído el tifón Haiyan.

    Ni agua

    «Nos queremos ir porque estamos hambrientos y no hemos recibido ninguna ayuda humanitaria, ni siquiera agua», se queja, indignada, Anna Beth Ang, una vecina de Tacloban de 36 años que lleva ya cinco días en el aeropuerto, en cuya pista llegó a dormir una noche. Junto a su madre Elizabeth, de 60 años, y sus hijas Penélope y Ashley Nicole, de 11 y 4 respectivamente, aguarda ansiosa a embarcar en alguno de los 30 aviones que, entre vuelos de pasajeros y de transporte militar, llegaron ayer a Tacloban para traer ayuda humanitaria y evacuar a los supervivientes. Según las estimaciones de los controladores de la torre, más de 2.000 damnificados pudieron salir ayer de la ciudad, que sigue sin electricidad ni agua ni comida y con las comunicaciones cortadas.
    «A mi marido, que trabaja en Canadá, solo he podido enviarle un mensaje a través de la CNN para decirle que me encontraba bien», revela Anna Beth en medio de un ambiente de guerra. Entre el ruido ensordecedor de las hélices de los viejos Hércules C-130 de las Fuerzas Aéreas Filipinas y de los futuristas V-22 Osprey del Ejército estadounidense, que despegan y aterrizan verticalmente como si fueran helicópteros, los damnificados se mueven en fila por la pista acarreando sus escasas pertenencias y sin creerse aún que por fin van a ser evacuados. Heridos, algunos son trasladados en camilla y silla de ruedas y hasta con el suero puesto.
    «No tengo joyas, dinero ni nada de valor, pero me llevo las escrituras de mi casa porque no quiero que nadie me la quite», señala Jess Ortiz, quien a sus 60 años es funcionaria del Ministerio de Salud. Asustada por los violentos estallidos de pillaje que se han desatado tras el tifón, se plantó en el aeropuerto el martes por la mañana acompañada por 14 familiares y dos vecinos. Hastiada no sólo por la falta de comida y electricidad, insiste en que «ya no es seguro quedarse en Tacloban».

    EE.UU., al mando

    En las últimas horas, y azuzados también por el hambre, los guerrilleros del Nuevo Ejército Popular han salido de sus guaridas y están llevando a cabo incursiones en los pueblos para forzar las puertas de las casas y robar comida o lo que encuentren. A ellos se suman los 600 presos que, según distintas versiones, se han escapado de un penal cercano o han sido liberados por las autoridades porque no podían alimentarlos.
    «He oído que están violando a las mujeres», desvela Jess Ortiz, quien se alojará durante un tiempo en una pensión de Cebú mientras un pariente le cuida la casa para que no sea asaltada por los expoliadores o los rebeldes.
    «Son el enemigo, pero no se atreverán a atacar el aeropuerto porque saben que estamos nosotros para protegerlo. Solo están hambrientos, no buscan pelea», alardea Gary, un soldado de la capacidad del Ejército filipino cuando lo cierto es que la llegada de ayuda humanitaria y la evacuación de damnificados no ha empezado a agilizarse hasta que EE.UU. se ha puesto al mando. Incluso al caer la noche, cuando las tinieblas engullen el aeropuerto de Tacloban, los aviones militares americanos siguen trasladando supervivientes a la vecina isla de Cebú. En la torre de control, dos jóvenes oficiales supervisan la operación con gafas de visión infrarrojos y «walkie-talkies». Una hora después, les relevan los controladores filipinos en este éxodo continuo para ir mitigando el peor desastre natural que ha azotado al archipiélago en su historia reciente.

    Amontonados

    En medio de la oscuridad de la noche, solo rota por los grupos halógenos de los equipos de emergencia que descargan la ayuda humanitaria, los supervivientes se amontonan a la intemperie dormitando en el suelo y temiendo nuevas lluvias. Entre sombras, iluminados solo por unas velas, matan el tiempo jugando a las cartas entre los escombros y evitando pensar en el hambre que les corroe el estómago.
    Custodiadas por soldados armados hasta los dientes, en el puesto de mando se refugian las esposas y familiares de los oficiales, a salvo de la «plebe» sin contactos que las observa con envidia desde el otro lado de la valla. Inquietos, los niños lloran en una clínica improvisada que no da abasto a atender a los heridos mientras unos perros famélicos merodean en la penumbra a la búsqueda de unas sobras que no hay. En cuclillas, los más afortunados escriben sus nombres en cartones para entrar en la lista de espera de la evacuación y siguen esperando el avión que hoy, o quizás mañana, les saque de las tinieblas de Tacloban,.

    TÍTULO: LA BATA Y EL PIJAMA,Y Libro El Niño con el  Pijama de Rayas-. LOS DETENIDOS POR LA BOMBA DEL PILAR PREPARABAN OTRO ATENTADO,.
    Los detenidos por la bomba del Pilar preparaban otro atentado

    LOS DETENIDOS POR LA BOMBA DEL PILAR PREPARABAN OTRO ATENTADO,. -foto y el pijama, la bata, .
     La Policía Nacional detuvo ayer en Barcelona a los cinco miembros de un comando anarquista a quienes le atribuye la colocación, el pasado ...
     
    Libro El Niño con el  Pijama de Rayas-foto,.

    ESPAÑA


    Los detenidos por la bomba del Pilar preparaban otro atentado


    Los dos principales sospechosos son chilenos y cuentan con antecedentes por delitos terroristas en su país


    La Policía Nacional detuvo ayer en Barcelona a los cinco miembros de un comando anarquista a quienes le atribuye la colocación, el pasado 2 de octubre, de la bomba casera que estalló en el altar mayor de la basílica del Pilar de Zaragoza, atentado con un herido leve y destrozos materiales que fue reivindicado por el denominado Comando Insurreccional Mateo Morral. Mañana serán interrogados por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco por un delito de estragos terroristas.
    La organización, que también se responsabilizó de la colocación en febrero de una bomba en la catedral de la Almudena de Madrid que, por contra, no llegó a explotar, estaba preparando un nuevo atentado terrorista, según relataron fuentes policiales, que les intervinieron el plano de otro templo. La Policía Nacional estima que los autores materiales del atentado en Zaragoza fueron los chilenos Francisco Javier Solar Domínguez y Mónica Andrea Caballero Sepúlveda, de 34 y 25 años. Ambos fueron procesados en su país natal junto a otros diez activistas como integrantes de una organización terrorista y responsables de la colocación de más de treinta artefactos entre el 2006 y el 2009.
    «Muy peligrosos»
    El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, dijo que el grupo al que pertenecen los detenidos es «extremadamente peligroso», muy organizado y con «importantes conexiones internacionales». Además de la pareja chilena, los agentes arrestaron a la ciudadana italiana Valeria Giacomoni y a dos personas más, un argentino y otra chilena, que se encontraban en el piso donde se realizaron las detenciones y que también fueron trasladados a las dependencias de la Jefatura Superior de Barcelona. La Policía sospecha que España, y más en concreto Barcelona, donde se han registrado en los últimos años altercados provocados por grupos antisistema, se están convirtiendo en refugio de radicales del anarquismo internacional. Fuentes policiales señalaron que los dos principales acusados del atentado se trasladaron a España, tras un proceso penal en el que fueron absueltos por un error formal, y fijaron su residencia en la Ciudad Condal.
    La Policía pudo identificar a los dos principales sospechosos gracias a las imágenes grabadas el mismo día de la explosión en los aledaños de la plaza del Pilar. El pasado 2 de octubre, los dos chilenos arrestados ahora se dirigieron a Zaragoza en transporte público. Llevaron consigo en una bolsa el artefacto explosivo que luego colocaron en el templo y que estaba fabricado con una bombona de camping. La bomba casera provocó una fuerte detonación en el pasillo central de la iglesia, causando daños materiales en los bancos y desprendimientos de escayola del techo. La detonación solo provocó lesiones leves en los tímpanos a un anciana.
    El comando advirtió en un comunicado de reivindicación de que «estandartes fascistas como este no son y jamás serán lugares seguros».

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