Genoveva Casanova: "Hay un momento en el que se deshace lo que creías que era la felicidad"
Mexicana, del 76. Estuve casada con
Cayetano Martínez de Irujo. 'El llanto de los elefantes' (Espasa), mi
primera novela, transcurre en México, España y la India, y no es
autobiográfica...
XLSemanal. Confiese, ¿ha recurrido a la ayuda de un negro?
Genoveva Casanova. No, increíblemente la escribí yo [ríe].
XL. Algunos se sorprenderán...
G.C. Lo imagino. Muchos creen que porque soy joven, mexicana, rubita y me casé con alguien de la nobleza no sirvo para nada y no tengo contenido.
XL. ¿Su libro tapará muchas bocas?
G.C. No es mi intención.
XL. Hellena Torner, la prota del libro, llega a España desde México, se casa con un señor de clase alta del que se separa; viaja a la India, se enamora de un político... ¿Y no es autobiográfica?
G.C. Hay paralelismos, sí. Escribo sobre cosas de las que tengo referencias. Pero la protagonista de la novela no soy yo.
XL. Con su boda, Hellena se construyó un mundo de cristal, resquebrajado al ser maltratada, incluso violada por su marido, sometida durante siete años... ¿Algunos lo asociarán con Cayetano?
G.C. Con él no hay ningún paralelismo en ese sentido: no he vivido algo así ni de lejos. Al empezar el libro tenía una historia que contar, pero, según avanzaba, adquiría vida propia y crecía.
XL. ¿Cuántas veces ha ido a la India?
G.C. Como quince. Empecé a ir hace diez años. He visto cosas muy duras, como la esclavitud sexual de las niñas.
XL. ¿Regresa muy tocada?
G.C. Mucho, el primer viaje me cambió por completo y descubrí que el trabajo humanitario me hacía feliz. Todos tenemos un momento en nuestra vida en el que se deshace lo que creías que eran la felicidad y la vida perfecta.
XL. A Hellena la secuestran unos terroristas y, durante los meses de cautiverio, piensa en tantas cremas faciales que ha usado, blanqueamiento de dientes, cuidados capilares...
G.C. Allí te das cuenta de que Europa es solo una burbuja en el mundo. Nos educan para no mirar hacía allí, donde hay mucha pobreza y sufrimiento.
XL. Pero luego regresa a España y se convierte en imagen de marcas de lujo.
G.C. Fue contradictorio hasta para mí. Estudié Filosofía y jamás abría una revista de moda ni de sociedad; quizá hasta las despreciaba. Luego, la vida me colocó en ese sitio por necesidad: tenía que trabajar, muchas facturas que pagar, como cualquiera. Es un trabajo honrado que me ha ayudado a sacar adelante a mi familia cuando más lo he necesitado. Renegar de eso es muy feo.
XL. ¿Le ha gustado su libro a José María Michavila?
G.C. Eso me lo guardo para mí [sonríe].
Su desayuno: «Tostadas de pan integral con tomate, zumo de naranja y cada día un tipo de té diferente. A veces, si tengo tiempo, un bol de cereales con leche de soja».
La cena un filete de carne con patatas fritas, pan, beber agua, postre una pera,.
TÍTULO : VIAJANDO CON CHESTER, LA FELICIDAD EN MENOS DE 140 CARACTERES,.
VIAJANDO CON CHESTER, foto,.
Genoveva Casanova. No, increíblemente la escribí yo [ríe].
XL. Algunos se sorprenderán...
G.C. Lo imagino. Muchos creen que porque soy joven, mexicana, rubita y me casé con alguien de la nobleza no sirvo para nada y no tengo contenido.
XL. ¿Su libro tapará muchas bocas?
G.C. No es mi intención.
XL. Hellena Torner, la prota del libro, llega a España desde México, se casa con un señor de clase alta del que se separa; viaja a la India, se enamora de un político... ¿Y no es autobiográfica?
G.C. Hay paralelismos, sí. Escribo sobre cosas de las que tengo referencias. Pero la protagonista de la novela no soy yo.
XL. Con su boda, Hellena se construyó un mundo de cristal, resquebrajado al ser maltratada, incluso violada por su marido, sometida durante siete años... ¿Algunos lo asociarán con Cayetano?
G.C. Con él no hay ningún paralelismo en ese sentido: no he vivido algo así ni de lejos. Al empezar el libro tenía una historia que contar, pero, según avanzaba, adquiría vida propia y crecía.
XL. ¿Cuántas veces ha ido a la India?
G.C. Como quince. Empecé a ir hace diez años. He visto cosas muy duras, como la esclavitud sexual de las niñas.
XL. ¿Regresa muy tocada?
G.C. Mucho, el primer viaje me cambió por completo y descubrí que el trabajo humanitario me hacía feliz. Todos tenemos un momento en nuestra vida en el que se deshace lo que creías que eran la felicidad y la vida perfecta.
XL. A Hellena la secuestran unos terroristas y, durante los meses de cautiverio, piensa en tantas cremas faciales que ha usado, blanqueamiento de dientes, cuidados capilares...
G.C. Allí te das cuenta de que Europa es solo una burbuja en el mundo. Nos educan para no mirar hacía allí, donde hay mucha pobreza y sufrimiento.
XL. Pero luego regresa a España y se convierte en imagen de marcas de lujo.
G.C. Fue contradictorio hasta para mí. Estudié Filosofía y jamás abría una revista de moda ni de sociedad; quizá hasta las despreciaba. Luego, la vida me colocó en ese sitio por necesidad: tenía que trabajar, muchas facturas que pagar, como cualquiera. Es un trabajo honrado que me ha ayudado a sacar adelante a mi familia cuando más lo he necesitado. Renegar de eso es muy feo.
XL. ¿Le ha gustado su libro a José María Michavila?
G.C. Eso me lo guardo para mí [sonríe].
Su desayuno: «Tostadas de pan integral con tomate, zumo de naranja y cada día un tipo de té diferente. A veces, si tengo tiempo, un bol de cereales con leche de soja».
La cena un filete de carne con patatas fritas, pan, beber agua, postre una pera,.
TÍTULO : VIAJANDO CON CHESTER, LA FELICIDAD EN MENOS DE 140 CARACTERES,.
VIAJANDO CON CHESTER, foto,.
«Existe hoy en día el imperativo de ser feliz en
todas partes, todo el rato» -explica el filósofo Roger Pol Droit, autor
de lo que llama un libro de «fitness filosófico», que ha vendido ya más
de 100.000 ejemplares en Francia-. En él defiende que lo que
conduce a la sabiduría es la conciencia de lo que pasa a nuestro
alrededor. Según Droit, el problema es que hemos perdido tan elemental
facultad porque vamos tan deprisa, recibimos tantos estímulos e
imperativos bebe esto, compra lo otro, sé joven, guapo, enrollado,
sensacional que se nos olvida disfrutar de lo que ya tenemos y así, de
tanto anhelar nuevas fuentes de supuesta felicidad, solo logramos no
alcanzarla jamás. Los orientales describen la felicidad precisamente
así. Como la bella y esquiva sombra de uno mismo, esa que nunca se
alcanza porque, a medida que uno camina, se mueve más allá.
Existen, ya se sabe, multitud de libros emperrados en explicarnos cómo atraparla. Hablan y filosofan sobre ella los políticos, los psiquiatras, los sociólogos, se convocan simposios, estudios, y quien más quien menos dice haber encontrado su propia fórmula, solo para descubrir que cuando cree que la tiene, ella se escapa de nuevo. La felicidad -o mejor dicho el deseo de alcanzarla- es, junto con la precariedad y la necesidad, una de las fuerzas que mueven el mundo. Si no hubiera precariedad y necesidad nadie buscaría paliar dichas carencias y progresar, y sin esperanza -que es al fin y al cabo el más bello sinónimo de la palabra felicidad- tampoco haríamos esfuerzo alguno por avanzar. Obviamente las tres fuerzas son necesarias y han logrado que la humanidad alcance el grado de conocimiento, civilización y sofisticación actual. Pero también nos están jugando una mala pasada.
Y es que, si bien cuando pintan bastos la felicidad es la consecuencia de algo de tener un bocado que llevarse a la boca, de sentirse a cubierto y poder proteger a la prole, para aquellos que ya tienen estas necesidades más o menos cubiertas, se ha convertido en un deber. Y muchas veces un deber estúpido. Para ser feliz tengo que estar más delgado, cambiar de coche, verme más joven, epustuflar al vecino... La sociedad de consumo se ocupa de multiplicar estas carencias, las fomenta, las exacerba, y la crisis con su fea jeta no ha logrado hacernos volver a los parámetros razonables en lo que a anhelos se refiere. Al contrario, parece como si la felicidad fuera más que nunca una obligación, algo que se nos debe y que hay reclamar airadamente porque alguien -el Estado, la sociedad o el sursuncorda- nos la ha arrebatado. Otro error de bulto, por cierto, porque, como indican todos los filósofos desde que el mundo es mundo, si uno cree que su felicidad depende de los demás y no de sí mismo se hace aún más imposible atisbarla siquiera.
Hasta aquí lo que dicen otros, ahora les voy a contar mi teoría. Yo creo que la gran confusión a este respecto viene, por un lado, de un error de planteamiento y, por otro, de una pérdida de perspectiva. El error de planteamiento es que, si la felicidad es en efecto inalcanzable, intentar atraparla es ya de por sí una fuente inagotable de frustración y por tanto de infelicidad. La felicidad no es un fin, sino una consecuencia. Del trabajo bien hecho, de dar, de amar, de compartir, también de otros sentimientos mucho menos nobles y altruistas, es cierto, pero siempre una consecuencia de algo, nunca un fin. La pérdida de perspectiva la descubrí hace poco oyendo en la radio a una chica que en el 11-M perdió las dos piernas. Le preguntaron cómo había cambiado su vida después de la tragedia y, ante el estupor de todos, incluido el mío, respondió: «Es muy simple, antes solía pensar en todo lo que me faltaba, ahora pienso solo en lo mucho que tengo». ¿No les parece la mejor definición? La felicidad en menos de 140 caracteres. Ni el señor Pol Droit ni toda la pléyade de filósofos en el mundo podrían haberlo dicho mejor y en menos palabras.
TÍTULO: DOMINGO CINE - Spider-Man 3 (Spiderman 3),.
Existen, ya se sabe, multitud de libros emperrados en explicarnos cómo atraparla. Hablan y filosofan sobre ella los políticos, los psiquiatras, los sociólogos, se convocan simposios, estudios, y quien más quien menos dice haber encontrado su propia fórmula, solo para descubrir que cuando cree que la tiene, ella se escapa de nuevo. La felicidad -o mejor dicho el deseo de alcanzarla- es, junto con la precariedad y la necesidad, una de las fuerzas que mueven el mundo. Si no hubiera precariedad y necesidad nadie buscaría paliar dichas carencias y progresar, y sin esperanza -que es al fin y al cabo el más bello sinónimo de la palabra felicidad- tampoco haríamos esfuerzo alguno por avanzar. Obviamente las tres fuerzas son necesarias y han logrado que la humanidad alcance el grado de conocimiento, civilización y sofisticación actual. Pero también nos están jugando una mala pasada.
Y es que, si bien cuando pintan bastos la felicidad es la consecuencia de algo de tener un bocado que llevarse a la boca, de sentirse a cubierto y poder proteger a la prole, para aquellos que ya tienen estas necesidades más o menos cubiertas, se ha convertido en un deber. Y muchas veces un deber estúpido. Para ser feliz tengo que estar más delgado, cambiar de coche, verme más joven, epustuflar al vecino... La sociedad de consumo se ocupa de multiplicar estas carencias, las fomenta, las exacerba, y la crisis con su fea jeta no ha logrado hacernos volver a los parámetros razonables en lo que a anhelos se refiere. Al contrario, parece como si la felicidad fuera más que nunca una obligación, algo que se nos debe y que hay reclamar airadamente porque alguien -el Estado, la sociedad o el sursuncorda- nos la ha arrebatado. Otro error de bulto, por cierto, porque, como indican todos los filósofos desde que el mundo es mundo, si uno cree que su felicidad depende de los demás y no de sí mismo se hace aún más imposible atisbarla siquiera.
Hasta aquí lo que dicen otros, ahora les voy a contar mi teoría. Yo creo que la gran confusión a este respecto viene, por un lado, de un error de planteamiento y, por otro, de una pérdida de perspectiva. El error de planteamiento es que, si la felicidad es en efecto inalcanzable, intentar atraparla es ya de por sí una fuente inagotable de frustración y por tanto de infelicidad. La felicidad no es un fin, sino una consecuencia. Del trabajo bien hecho, de dar, de amar, de compartir, también de otros sentimientos mucho menos nobles y altruistas, es cierto, pero siempre una consecuencia de algo, nunca un fin. La pérdida de perspectiva la descubrí hace poco oyendo en la radio a una chica que en el 11-M perdió las dos piernas. Le preguntaron cómo había cambiado su vida después de la tragedia y, ante el estupor de todos, incluido el mío, respondió: «Es muy simple, antes solía pensar en todo lo que me faltaba, ahora pienso solo en lo mucho que tengo». ¿No les parece la mejor definición? La felicidad en menos de 140 caracteres. Ni el señor Pol Droit ni toda la pléyade de filósofos en el mundo podrían haberlo dicho mejor y en menos palabras.
TÍTULO: DOMINGO CINE - Spider-Man 3 (Spiderman 3),.
- Reparto
- Tobey Maguire, Kirsten Dunst, James Franco, Thomas Haden Church, Topher Grace, James Cromwell, Bryce Dallas Howard, Rosemary Harris, J.K. Simmons, Theresa Russell, Cliff Robertson, Bruce Campbell, Dylan Baker, Bill Nunn, Lucy Gordon, Elizabeth Banks, Stan Lee,.
No hay comentarios:
Publicar un comentario