El coro de la UEx celebró este fin de semana su 40 aniversario,.foto
¿Por qué es tan bueno el Coro de la Universidad de Extremadura? En 1975, año y medio después de crearse la UEx, una profesora de Derecho llamada Carmen Pérez-Coca habla con amigos y discípulos explicándoles su intención de formar un coro universitario en Cáceres. Encuentra receptividad y de ese empeño surge una formación musical que, los datos son incontestables, es uno de los mejores coros universitarios de Europa.Cinco discos grabados, galardones tan importantes como el Premio Nacional de Coros, conseguido en Cieza, y el Internacional, logrado en Nápoles, giras por Francia, Marruecos, República Checa, Italia y Países Bálticos y conciertos emblemáticos en la Basílica de San Pedro o en la iglesia parisina de La Madeleine.
¿Pero por qué es tan bueno el coro de la Universidad de Extremadura? Al escuchar la pregunta, Francisco Rodilla León, 50 años, natural de Torrejoncillo, profesor titular de la UEx en el área de Música y director del coro desde 1996... Al escuchar la pregunta, Fran Rodilla duda un momento, da un trago a su zumo de naranja y ha de recurrir a la respuesta que explica casi todo lo que funciona: «Trabajo... Mucho trabajo».
Y constancia. Porque no es fácil mantener el empeño de Carmen Pérez-Coca durante 40 años, una cifra redonda que ha reunido este fin de semana a los alumnos, profesores y funcionarios de la UEx que, desde 1975, han cantado el 'Gaudeamus igitur' y el 'Ya se van los quintos, madre'.
Carmen tiene 81 años y protagonizó el momento más emocionante del concierto conmemorativo celebrado en el auditorio de San Francisco el sábado pasado. Ella armonizó y dirigió estas dos piezas emblemáticas del coro de la Universidad de Extremadura, mientras gran parte de los más de 450 cantantes que han pasado por la formación desde 1975 entonaban ambas composiciones.
El zumo de naranja natural muy azucarado es bueno para la garganta. Y la perseverancia es fundamental para mantener cualquier iniciativa a caballo de dos siglos. Fran Rodilla lleva casi 20 años dirigiendo el coro de la UEx. Tres días a la semana, a eso de las ocho y media de la tarde-noche, monta en su utilitario en el residencial Ceres Golf de Cáceres y viaja hasta el campus universitario para ensayar durante una hora con el coro. Así, desde 1996, todas las semanas del curso académico.
«El coro ha pasado por algunos momentos difíciles, sobre todo cuando se producía un cambio de director. El empujón definitivo llegó al crearse la especialidad de Educación musical en la Facultad de Formación del profesorado. Muchos de sus alumnos entraron en el coro y mejoró la calidad», detalla Fran Rodilla.
La formación cuenta cada curso con unos 40 componentes. Desde 1975, han pasado por el coro entre 400 y 500 miembros de la UEx. Invitarlos a todos para que asistieran al encuentro conmemorativo del 40 aniversario no ha sido tarea sencilla. Se nota en las insistentes vibraciones del teléfono de Fran Rodilla, que tiene que atender su móvil mientras charlamos porque la solución de los problemas que hay detrás de cada SMS, de cada whatsapp, de cada llamada es inaplazable.
«Llevamos un año localizando a componentes del coro. Hemos conseguido llegar hasta 410. Nos han faltado unos 50», calcula Fran, que este fin de semana pudo dar un abrazo a Fernando Llorca, un mallorquín que formó parte del coro y con el que convivió en un piso durante su época de estudiante. No se veían desde hacía 25 años. Su caso no es único, sino que se ha multiplicado por 410 abrazos, por 410 voces que han dignificado la música coral universitaria extremeña.
TÍTULO: UN PAIS PARA COMERSELO, LA MUERTA QUE ABRE LOS GRIFOS,.
El agua es un bien fundamental en los pueblos extremeños,.foto
El otro día fui a comprar el pan en Ceclavín cargado de bolsas. Tenía varios encargos de mi madre y mis hermanas: cinco panes de caramelo, cinco bollos azucarados, 12 tocinillos de cielo, un paquete de mazapanes... Caramelo, cielo, azúcar, mazapán... ¿Pueden imaginarse una compra más dulce?Mientras llenaba las bolsas de golosinas, reparé en una hoja informativa colocada sobre el mostrador. Era más amarga que dulce: una plataforma de afectados por los precios del agua exigía rebajas en las facturas, rigor en los cálculos y mejora de calidad en el líquido. Se pedían firmas y me sorprendió comprobar que por allí estaba la rúbrica de mi padre.
Choni, la panadera, me informó de que estaban pasando cosas tan raras con el agua, como que a una señora ya fallecida le había llegado un recibo de 950 euros. Inmediatamente, la cola de compradoras se alborotó y empezaron a comentar que si la buena finada cogería agua desde el cementerio o si se levantaría por las noches para abrir los grifos de su casa. Aquello parecía ya más bien el plató de Cuarto Milenio que la panadería de Antonio, hasta que lo misterioso se convirtió en indignación y revolución.
«Hay quien propone que hagamos otro motín», expuso Choni, y en los ojos de la clientela creí entrever un brillo ilusionado que me asustó. Ya saben que los ceclavineros inventaron la Revolución Francesa, la Primavera de Praga y el 15M con años y siglos de antelación y que son muy dados a amotinarse contra la Hacienda Pública o a favor de los caciques electorales (para que les paguen por votar), a ellos les da lo mismo con tal de subvertir el orden establecido.
El agua en Ceclavín es un tema trascendental. A mitad del siglo pasado, la luz dependía del agua: si llovía mucho, se iba y si llovía poco o nada, también se iba. Las sequías veraniegas ponían el pueblo en estado de alerta y, aunque se levantó un embalse, que lleva el nombre genérico de Las Aguas y es lugar de peregrinación para los runners, los joggers, los treks y los hikings (en Ceclavín hay de todo), lo cierto es que no bastaba y tuvo que llegar un alcalde zahorí, Pedro Borrega, que rodeó el pueblo de pozos y acabó con la «pertinaz sequía».
Aquel alcalde, pocero en el mejor de los sentidos, fue una bendición acuática para Ceclavín, pero luego pasó lo que ha pasado en todos los pueblos, que llegaron las empresas privadas de gestión del agua y se aprovecharon de Las Aguas, de los pozos, de las fuentes y hasta de los pilones y ahora, ya ven, les cobran hasta a los muertos.
Hoy, Las Aguas, embalse que data de los 60, se han quedado como un pantano decorativo y el agua potable se trae del Alagón porque sale más barato depurarla que traerla de calidad desde la dehesa. Así que se paga cara un agua ruda y los ceclavineros andan preparando otro motín.
El otro tema de comentario en los comercios del pueblo son los bujíos. Se trata de unas cabañas de diseño, mitad chozo, mitad iglú, con un toque de estación astronómica (ya he dicho que en Ceclavín hay de todo) instaladas en un paraje singular de la dehesa, junto a una antigua escombrera sellada y convertida en mirador sobre encinares, sierras y tierras de España y Portugal.
Cuando fui a comprar el HOY, Juani, la alcaldesa, que es también librera y quiosquera de prensa, me dejó la llave de los bujíos, que los acaba de inaugurar Cristina Teniente y se alquilan como casa rural. Me acerqué a verlos y me dejaron impresionado: bonitos, curiosos, bien diseñados, con todos los servicios y dotados, cada uno de ellos, con un telescopio estupendo para ver por la noche las estrellas, en un cielo ceclavinero que no conoce la contaminación lumínica.
Y allí, en los bujíos astronómicos, reparé en el secreto del pueblo de mi madre y de mi madre misma: los ceclavineros, de tanto mirar el cielo, no se conforman con la tierra y, lógico, se amotinan.
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