Sufrida victoria del Castuera ante el Diter Zafra,./ foto,.
El Castuera logró una victoria vital en su pelea por la salvación. Los tres puntos suponen un balón de oxígeno para el conjunto turronero en sus aspiraciones por continuar en Tercera División. Aunque el partido estuvo muy igualado, los de 'Tato' hicieron un encuentro muy serio y fue el equipo local el que más ganas, intensidad y juego puso sobre el terreno de juego, y eso se vio recompensado con los tres puntos al final de los 90 minutos.
El conjunto local sabía que el choque sólo se podía ganar y desde el minuto uno buscaron con ahínco la meta rival, aunque sin encontrarla en muchas de sus ocasiones. Así fue la tónica en la primera media hora, en la que la primera ocasión clara fue de Paquito en el cinco, que tras librar a Borja chutó fuera. Tres minutos después, en una jugada de Dioni, el remate final de Gatillo lo detuvo un bien colocado Borja. La respuesta de los segedanos no se hizo esperar y a los diez minutos Uva solo ante Peters envió el cuero al lateral de la red.
También lo intentó Ruano con un disparo en el 22 antes de que Ismael estuviera a punto de batir la meta rival, pero su remate se topó con el travesaño. Fue el preludio del gol porque en una internada de Dioni por la derecha se internó en el área y colocó un preciso centro que no desaprovechó el '8' local para subir el gol que sería definitivo. A partir de ese momento el Castuera se mostró sólido y seguro en defensa.
En la segunda mitad se vivió un partido marcado por el derroche físico para disfrute de los aficionados. Aunque el peso del encuentro lo volvía a llevar el Castuera, los visitantes tenían las ideas muy claras y trataban de hacer daño con las rápidas subidas de Ruano. Jorge Mendoza en un rechace estrellaría el balón contra el poste derecho en lo que pudo ser el 2-0. Posteriormente los locales reclamarían un penalti a Javi Riaño, pero el marcador no se volvería a mover.
TÍTULO: EL GATO CON BOTAS,.
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El reparto de la herencia de un sencillo molinero no dejó a su hijo Benjamín más que el gato del granero. Decepcionado, el hijo consideró comérselo para no morir de hambre, pero el gato resultó estar lleno de recursos, y le dijo: «No debéis afligiros, mi señor, no tenéis más que proporcionarme una bolsa y un par de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no es tan pobre como pensáis». El hijo del molinero no pensó mucho en ello y decidió seguirle la corriente. El gato, galantemente calzado, con la bolsa atada al cuello, se encaminó inmediatamente a una conejera cercana y cazó un conejo. Así puso su gran plan en marcha, yendo al palacio y presentando su caza al rey:«He aquí, Majestad, un conejo de campo que el Señor Marqués de Carabás (que es el nombre que se le ocurrió dar a su amo) me ha encargado ofrecerle de su parte». Con el regalo de un par de perdices y otros obsequios, siempre de parte del Marqués de Carabás, el gato con botas estuvo pronto en disposición de saber cuándo el rey y su hermosa hija pasearían por la ribera del río:
Así siguió el famoso momento, el giro en la fábula, en la que el gato gritaba «¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Qué se ahoga el Marqués de Carabás!» De esta forma, el hijo del molinero, desnudo, fue envuelto en ropajes regios y subido al coche de caballos del propio rey, revelándose la fábula con el aplomo y divertido ingenio característicos de Perrault. El gato se adelantó entonces a la comitiva real y se dirigió a las tierras de un poderoso ogro.
A los campesinos que estaban trabajando en ellas les dijo: «Buena gente que estáis cosechando, si no decís que todos estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín». Cuando el carruaje del rey pasó junto a los campesinos y Su Majestad preguntó quién era el dueño de aquellas tierras, todos ellos respondieron: «Son del señor Marqués de Carabás».
Mientras tanto el gato llegó al palacio del ogro y pidió audiencia. Los guardias, desconcertados por la apariencia del gato parlante, abrieron la puerta inmediatamente y le llevaron ante su señor.
Cuando estuvieron sentados, el gato le dijo: «Me han asegurado que vos teníais el don de convertiros en cualquier clase de animal; que podíais, por ejemplo, transformaros en león, en elefante». Halagado, el ogro le dijo que era cierto, y se transformó en el acto en un rugiente león para demostrar sus habilidades. El gato le retó entonces a transformarse en un animal muy pequeño, «en un ratón, en una rata». Ansioso por impresionar a su invitado, el ogro respondió convirtiéndose en ratón, pero tan pronto como lo hizo el gato lo tomó por la cola y se lo tragó entero.
Entonces reclamó el palacio del ogro como hogar para el recién nombrado Marqués y recibió al rey con su hija. Al final el Marqués consigue a la princesa, y «el gato se convirtió en gran señor, y ya no corrió tras los ratones sino para divertirse».
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