TITULO: VIAJANDO CON CHESTER - EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - LA EMPANADA DE LA HABANA,.
VIAJANDO CON CHESTER,.
Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género
periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - LA EMPANADA DE LA HABANA,.
LA EMPANADA DE LA HABANA, foto.
No hay nada más ridículo que afirmar, con mohín de desagrado: «Pedí
una paella en Nairobi y estaba regular». A los platos emblemáticos de la
cocina española, cuando son ingeridos en el exterior, hay que
aplicarles el factor corrector de la distancia. A Nairobi probablemente
no llega el mismo producto, y las manos de quien los confecciona no
están suficientemente experimentadas como las de cualquier valenciano o
alicantino. Si uno se arriesga a comer un arroz español en Kenia, debe
entender que jamás estará como el de Pinoso, por ejemplo. Pasa mucho
cuando algunos hispanos viajan a Cuba, sin ir más lejos. Los suministros
en La Habana están muy limitados por circunstancias que no se nos
escapan y, sin entrar en otro tipo de consideraciones, bastante hacen
algunos trabajando con soltura algunos platos. El nuevo Centro Asturiano
es una muestra excelente de ello o el famoso paladar La Guarida es otra
muestra de que, si se tienen ganas y medios, se puede cocinar con
agrado. Descubrí merced a los buenos oficios de Eduardo Pellicer,
delegado del BBVA en la capital cubana, un lugar incomparable en
Baracoa, a pocos kilómetros de la capital. La Casa de Julio. Una humilde
casa sobre el mar, cuatro mesas, una deliciosa familia, buen producto y
manos hábiles para confeccionar ceviches, tartares, pescados guisados y
unos espaguetis con langosta absolutamente magníficos. Y unos precios
razonables para lo que se ha convertido en una ciudad muy cara. Además
de la compañía del gran Reinaldo Taladrid, periodista cubano de
referencia. La Habana cobra a precio de oro lo que da en categoría de
bronce. una habitación de hotel, aproximadamente, 400 euros por noche;
una botella de vino, 70 euros; un mojito con prisas y aglomeración, 6
euros. El turismo es una de las patas en las que se apoya la débil
economía cubana (las otras dos son la externalización de servicios, es
decir, los médicos y maestros que se envían a Venezuela o Brasil a
precio de oro, y las remesas de cubanos en el exterior), y puede morir
de éxito si no cuidan algo más el servicio que se ofrece a cambio de
esos precios excesivos. Parece como si quisieran compensar la caída del
PIB del año pasado con el jugo de exprimir a los turistas. Con todo,
habrá que hablar en próximas semanas de algunos pasos dados por el
régimen cubano que han cambiado mínimamente el panorama de algunos
ciudadanos, por ejemplo los trabajadores por cuenta propia,
recientemente autorizados a existir. Es poco, pero es algo.
Pero me estaba yendo y quería volver al principio. No es tan fácil
comer una buena empanada gallega. Lo peor que sucede con ellas es que
están elaboradas con la urgencia de la comida de relleno, cuando es un
bocado que, debidamente tratado, resulta exquisito. En no pocas
ocasiones, las empanadas con gentilicio gallego son engrudos o mazacotes
en el que difícilmente se aprecia el contenido merced a lo contundente
del continente. Pues, como la paella de Nairobi, creí que cuando mi buen
amigo Víctor Moro me invitó a su casa a comer empanada gallega en
Miramar me iba a soltar un mazacote de maíz con cosas ante las que
tendría que poner buena cara y mejor mandíbula. Me equivoqué. En La
Habana, Cuba, puedo decir que he comido la mejor empanada gallega de mi
vida (de bacalao, de vieiras, de calamares en su tinta, de atún), de
hojaldre fino, delgadísimo, sabroso y cocinado con un mimo inusitado.
¿Qué gallego traído de ultramar ha hecho esto?, pregunté: ninguno, lo ha
hecho una cubana septuagenaria llamada Juanita que trabaja desde hace
años en casa de Víctor, presidente de los empresarios españoles en aquel
país, importador de alimentos para la hostelería cubana, fabricante del
kétchup que come media América… No puede ser, Víctor, me estás
engañando. De eso nada, querido amigo.
Con paciencia y buenas lecciones le dieron las claves a la cocinera y
esta elaboró una excelencia inusitada, muy por encima de lo que he
comido en cualquier rincón gallego y que, desgraciadamente, tiene usted
que ser amigo de Víctor para probarlo. Del mismo modo que la famosa
tortilla de Flanigan, en Portals, Mallorca, la hace un ciudadano de
Ghana, la empanada de La Habana, la mejor del mundo, la hace una mulata
cubana ante la que me inclino respetuosamente. Cosas de la vida…
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