TITULO:Están locos estos romanos,.
Texto Classic Motorcycles
Alumni Chapter
Fotografía Archivo CMAC
Todos los caminos llevan a Roma y cualquier
medio sirve de transporte. A pie, a caballo, en cuádriga o en carreta.
En bicicleta, coche, barco y tren. También en avión. Y por supuesto en
moto.
“Sono pazzi questi romani” (SPQR). “Están locos estos romanos”, decía el bonachón
Obélix en sus aventuras por el viejo Imperio.
Algo de esa locura se trasmite a los que visitan Roma, ciudad eterna y
caótica. En ocasiones, además, se vuelve de la capital italiana con la
locura inoculada. Eso ocurrió con un grupo de graduados cuando decidió
hacer el Camino de Santiago en moto… desde Roma.
Como otras muchas conspiraciones universitarias, todo comenzó en
Faustino, refugio de idealistas y escenario de amores. Por ejemplo, el
amor a las dos ruedas y el asfalto. “¿Por qué no vamos a Roma en moto?”,
interrogó un viejo ex-residente de Belagua, colegio mayor y sin embargo
amigo. “¿Roma? ¿A qué?”. “A hacer el Camino de Santiago. Nunca lo hemos
hecho desde allí”. Las caras de sorpresa pronto se convirtieron en
ideas absurdas y estas en planes fantásticos. Sé realista, vive lo
imposible.
Entonces surgieron las diferencias. Unos querían ir por la Costa
(Azul) y otros por los Alpes (verdes). Unos apostaban por dormir en
saco, otros con sábanas. Unos y otros, en fin, querían llegar a Roma,
aunque fuese en barco. ¿En barco? “Sí, hombre”. “Salimos de Barcelona y
desembarcamos en Civitavecchia, vamos a San Pedro y volvemos en moto”.
Los 2.400 kilómetros que separan El Vaticano de Pamplona resultaron
escasos. Así que al final decidieron ir a Roma en moto para tomar la
salida. Pura bilbainada aunque ninguno fuese de Bilbao.
Tras muchos preparativos (alforjas, ruedas nuevas, tiendas de
campaña, latas de atún y buen humor) todo comenzó el sábado 3 de agosto.
Poco a poco fueron llegando con sus monturas listas pero, la verdad,
aquello parecía el ejército de
Pancho Villa. Las
cilindradas iban de los 300 a los 1.200 cc. Las edades de los moteros de
los treinta y muchos a los cincuenta y pocos. Comenzaba una aventura
que terminaría nueve días más tarde.
1ª etapa. Pamplona-Andorra-Narbona
755 kilómetros
La primera etapa demostró que el himno de la expedición era
premonitorio: “E’ un mondo difficile / E vita intensa / Felicita’ a
momenti / E futuro incerto”. Así cantaba
Tonino Carotone su éxito (y eso que Tonino es de Barañáin) y así se oyó muchas veces durante aquellas etapas de sol a sol.
El caos circulatorio fue evidente desde el primer momento: siete samuráis son demasiados incluso para
Kurosawa.
En Sabiñánigo se perdieron varias unidades, felizmente recuperadas en
Boltaña, punto final de la escolta de moteros que no iban a Roma y que
despidieron a sus amigos con lágrimas en los ojos.
El primer “momentico” del viaje se vivió con la entrada en Andorra.
El asfalto ardía, pero no impidió que algunos hicieran compras y otros
buscaran un café, desesperados, misión imposible hasta llegar a la
cumbre de Envalira (2.409 metros). El descenso a Francia fue raudo y un
poco… digamos… intenso, mitigado en gran parte por la belleza de la
carretera a Merens.
Con más desconcierto que orden se llegó a Narbona de noche. Unos
durmieron, como habían amenazado, en tienda de campaña y otros, menos
románticos, en un Formula1 de un polígono industrial (es decir, en un
hotel de la cadena F1).
2ª etapa. Narbona-Mónaco-Génova.
620 kilómetros
La Costa Azul será muy bonita, que lo es, pero tiene unos atascos que
no se los salta un gitano. Además, empezó a apretar el calor y el grupo
(¿eran o no eran un grupo?) se perdió en la primera rotonda. Las motos
de menor cilindrada hacían la vida por su cuenta y se detenían en los
puestos de fruta, heladerías, cafés y otros establecimientos que solazan
el alma. De las gasolineras francesas menor no hablar. Son escasas,
automáticas y algunas están en venta.
Inesperadamente, el equipo se reencontró en la frontera
franco-italiana, justo antes de Ventimiglia. Pero fue una ilusión porque
en pocos kilómetros los bandidos de
Pancho Villa
hicieron honor a su nombre. Triturados pero contentos llegaron a Génova,
donde brindaron por algunos genoveses ilustres. Entre otros,
Colón,
Garibaldi y
Alberto Gilardino, que como todo el mundo sabe es un delantero del Genoa.
3ª etapa. Génova-Pisa-Roma.
531 kilómetros
El trasero humano es resistent y cualquier motero puede confirmarlo.
El tercer día de ruta desaparecen los dolores y una sensación de paz y
bienestar interior se adueña de los pilotos. Otra cosa es el infierno
mediterráneo. Horroroso es poco, más aún si circulas en medio de la peor
ola de calor del verano transalpino. Agosto de plomo con fuego del
cielo, apenas aliviado por la sombra en la visita a Pisa, con su
baptisterio y su torre-campanario. Inclinada pero menos.
Esta jornada sirvió para estrechar lazos con el Vespa Club Massa, uno
de los más famosos de Italia. Y si hablamos de españoles e italianos
todo hermanamiento se rubrica con una comida. El recibimiento a los
vespistas estuvo encabezado por el capo
Massimo Petracci y excedió la mera cortesía. Hasta el extremo que la visita se alargó cuatro horas.
La siguiente parada fue en el Museo Piaggio, en Pontedera. Allí se
conserva la mejor colección de vespas del mundo, incluida “Dulcinea”,
una 150 que dio la vuelta al mundo en 1962 con dos albaceteños como
pilotos y decoración de
Salvador Dalí.
Dirección sur y dejando los Apeninos a la izquierda les esperaba Roma.
4ª etapa. Roma-Roma.
El ecuador de la romería amaneció en Villa Fátima, residencia en Vía
Aurelia de unas religiosas Oblatas, amables y hospitalarias tal y como
pide el Camino de Santiago. Después de las peripecias por
campings
y pensiones, llegar a esta casa fue providencial, sensación confirmada
por dos moteros muniqueses, ingenieros de BMW, que se unieron a la
expedición.
Algunos aventureros no conocían Roma, por lo que el impacto fue
notable. La primera visita, obligada, a San Pedro, punto de partida de
la ruta jacobea que comenzaría en veinticuatro horas.
La siguiente parada fue en Villa Tevere, sede central del Opus Dei. En la Iglesia de Santa María de la Paz están los restos de
San Josemaría y en una cripta anexa los de su sucesor, monseñor
Álvaro del Portillo, que será beatificado en 2014.
El día pasaba y había que caminar por la vieja Roma. Entre otros
destinos Piazza Navona, la Fontana di Trevi, el Panteón y el Foro. Al
anochecer, todos se encontraron de nuevo, incluso los espíritus libres
que habían abandonado el grupo para visitar Florencia. Era el final del
principio.
5ª etapa. Roma-San Marino-Módena.
548 kilómetros
Tras un desayuno frugal comenzó la preparación de la primera etapa
con rumbo norte. Algún previsor ya había revisado y limpiado su moto la
noche anterior, así que el resto hizo los deberes por la mañana: aceite,
neumáticos, batería del teléfono y
GPS…
La reparación de una de las motos permitió a algunos conocer el
famoso concesionario de Vespa-Moto Guzzi “Chè Roma”. Entre tanto, otros
visitaban la iglesia del Gesù y callejeaban por el centro romano.
Pese a las buenas intenciones el grupo salió a horas distintas, de
nuevo con mucho calor. Dos destinos marcaban la jornada, Asís y San
Marino, ya que Bolonia se cayó del programa a favor de la siempre
avinagrada Módena.
6ª etapa. Módena-Paso del Stelvio-Como.
543 kilómetros
Por fin había llegado la primera de las dos etapas alpinas, momento cumbre para cualquier motero que se precie.
La salida de Módena fue brumosa, pero en Verona se olvidó todo. Breve
descanso para visitar la ciudad, que estaba llena de romeos de medio
mundo fotografiando a sus julietas. Trento pasó raudo mientras el lago
de Garda se adivinaba a los lejos. La última parada antes de afrontar el
famoso Stelvio fue en Merano: cielo gris y algunas vueltas hasta
encontrar dónde comer y repostar.
No sin temor (y alguna deserción de última hora), los valientes se
encaminaron a una de las cimas moteras más legendarias del mundo: el
Paso del Stelvio. La temperatura era buena (32 ºC) y la carretera estaba
bien asfaltada, pero el desnivel hasta la cumbre es de 2.200 metros en
veinticuatro kilómetros.
Y si encima llueve a mares no es extraño
que se sufra algún percance o que en el Stelvio solo hiciera 2ºC. El
descenso se hizo sin problemas y el grupo llegó a Como según lo
previsto. La siguiente jornada era la entrada en Suiza.
7ª etapa. Como-Chamonix-Albertville.
431 kilómetros
Amaneció soleado en el lago Como. La ruta era la más esperada porque
suponía cruzar los Alpes para entrar en Suiza. El maravilloso valle de
Aosta les recibió con una mañana óptima para conducir. Sin embargo, el
ascenso al Gran San Bernardo (2.473 metros) amenazaba lluvia, que pronto
se convirtió en una espesa niebla. La carretera, construida en 1905, no
permitía alegrías, de modo que llegar a la cumbre supuso un alivio,
jaleado por unos moteros centroeuropeos que no daban crédito a que tres
scooters estuvieran en aquellas alturas.
Tras el descenso a la suiza Martigny la comitiva circuló a los pies
del Mont Blanc. La comida fue inolvidable, en especial para los
inocentes que pagaron cincuenta euros por barba por un caldo y una
hamburguesa (“La mejor del mundo”, aseguraron). Superado Chamonix, un
grupo siguió hasta la olímpica Albertville y el otro prefirió pernoctar
de camino.
8ª etapa. Albertville-Carcasona.
548 kilómetros
Etapa de transición recorrida por autopista, donde el atasco fue
monumental, y el arcén la única escapatoria. Por una vez, eso sí, se
llegó a media tarde, lo que permitió visitar la Cité de Carcasona,
magnífica fortaleza llena hoy de hoteles, tiendas y restaurantes. Ya de
noche se unió un pequeño grupo de moteros procedente de Pamplona, que al
día siguiente acompañarían a los agotados romeros.
9ª etapa. Carcasona-Pamplona.
463 kilómetros
Última etapa. Enormes deseos de llegar a casa. Trayecto recorrido a
gran velocidad por la carretera paralela a los Pirineos. La entrada en
España se hizo por Roncesvalles, como todo Camino de Santiago
reglamentario. Y la tarde del domingo 11 de agosto concluyó la primera
parte del viaje, pendiente aún de llegar a la tumba de Santiago el
Mayor. Sin duda el Apóstol protegió esta expedición de “locos”, que
llegaron incólumes a Pamplona.