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No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.
TITULO: El cortacésped,.
Simonson es un grande. Tal vez no ese genio arrasador que marca la historia del medio pero sí un inquieto herrero del lenguaje, un artesano del ritmo, un forjador de relatos cautivadores. Entró en el mundo del cómic cuando la historieta norteamericana aventaba cambios, zarandeada entre la mordacidad de los creadores underground en propio suelo y las ensoñaciones líricas de la vieja Europa. Vivió -y contribuyó en- esas épocas de gloria que no nos cansamos de añorar, en la quinta de los Starlin o Chaykin, tan solo un poco después de los Adams y Sterankos.
A comienzos de los ’80 esa efervescencia continuaba. Simonson, tras foguearse en las independientes y en DC, empieza a trabajar para Marvel. Este es el período más conocido por el lector español, debido a la implantación que la ahora filial de Disney tiene entre nosotros: Hulk, Thor, 4 Fantásticos, Vengadores, Factor-X. Y aun así, hay anomalías, como el hecho de que algunas de sus páginas más vigorosas hayan pasado bastante desapercibidas incluso para el aficionado perspicaz. Tal es el caso de la adaptación que firmó en 1981 del relato de Stephen King El hombre de la cortadora de césped, incluida originalmente en la revista Bizarre Adventures #29.
Hablemos claro: a pesar de su popularidad (llegó a inspirar una producción cinematográfica protagonizada por Pierce Brosnan y Jeff Fahey en 1992), El hombre de la cortadora de césped, publicado en la antología El umbral de la noche (1978), es un cuento poco estimulante, lejos de las grandes obras del escritor de Maine. Menos de 15 páginas de mera anécdota, siguiendo el juego tan querido por King de transformar un objeto cotidiano (el cortacésped) en fuente de escalofríos, y cuyo exponente más logrado tal vez sea la novela Christine (1983), sobre un diabólico Plymouth Fury del ’58. El umbral de la noche contiene otros cuentos más valiosos, como Los chicos del maíz (en 1984 también llevado al cine).
En cambio, la ejecución de Simonson es modélica. Aunque reproduce la banalidad argumental -como es lógico, al seguir de cerca la trama del original literario-, la dinámica composición de las planchas nos engatusa. Las ilustraciones, más detalladas y “finas” de lo que es habitual en su autor, con unas tintas -dadas por él mismo- menos rectilíneas, cercanas al primer Sienkiewicz, introducen desde la primera viñeta una sensación ominosa. El hombre de la cortadora de césped gana una nueva dimensión en la versión en cómic, gracias a los continuos picados de la inquieta cámara de Simonson, que parece acorralar los gestos de los personajes, enfatizando los ojos desorbitados del protagonista o la sonrisa antinatural del chico de la cortadora. Con inteligencia, el dibujante dosifica los tiempos, barajando la proximidad o lejanía de los objetos, el tamaño de las viñetas o la distribución (por ejemplo, alternando paneles verticales y horizontales, como en pág.20). Simonson apura el blanco y negro de la publicación con trazos inusualmente gráciles y un acertado uso de los grises para dar volumen y separar entre términos.
Asimismo, sortea el error más frecuente en las adaptaciones demasiado fieles, esas que nos hacen cuestionar la adecuada traslación de los recursos propios de un medio a otro distinto. Simonson no siente un especial respeto o delicadeza por el material de partida: sabe moldearlo a sus intereses, escribir sus propias frases, efectuar disecciones técnicas, despreocupándose de si abandona mucho o poco de la prosa de King. Es muy fiel, ya se ha dicho, pero no a la letra del cuento, sino a las imágenes que conjuran sus palabras, vertidas de nuevo en papel primorosamente repartidas en secuencias.
Desgraciadamente, El hombre de la cortadora de césped versión Simonson es casi un desconocido en nuestro país. Sólo ha sido publicado una vez, a mediados de los ’90, en el volumen que Ediciones Forum dedicó a Simonson dentro de su sello Grandes Autores, tras los consagrados a Frank Miller y John Byrne. La recopilación, como todas las de esta naturaleza, era muy irregular, con números de Thor o Los 4 Fantásticos desubicados de sus sagas particulares, pero incluía esta pequeña joya que no se debe dejar pasar.
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