sábado, 29 de marzo de 2014

ENREDATE, ¿ COMIDA CONGNITIVA ? / EL PAPA DE TARZAN,.

La dieta cognitivaTÍTULO: ENREDATE, ¿ COMIDA CONGNITIVA ?,.

La dieta cognitiva

-foto
En la columna que escribí a principios de 2012 para la revista Stakeholders sobre responsabilidad social empresaria y uso de TIC utilicé la analogía entre los bit chatarra y la comida chatarra. Abordé esta analogía ya que en nuestras sociedades la comida chatarra es la opción alimenticia más accesible y económica (fast food, golosinas), aunque claramente es la opción menos saludable. El consumo masivo de esta clase de alimentos ha generado un aumento de los índices de obesidad, sobre todo en los sectores más vulnerables socioeconómicamente, según han alertado diferentes estudios médicos. Al igual que en el mundo presencial, en el mundo virtual los “bit chatarra” son aquellos que más abundan y son más fácilmente accesible en Internet, aunque claramente no son la opción más sana, saludable y adecuada para nuestra dieta cognitiva. Al igual que lo que sucede con la comida chatarra es necesario proponer diversas actividades para generar en la población patrones de consumo saludables.
Profundizando aún más esta analogía, en un artículo aparecido en al revista Forbes (sí, la mismísima Forbes del establishment económico) Jonathan Salem Baskin habla de los medios sociales como la comida chatarra. El artículo se llama: “Los medios sociales son la comida chatarra para el cerebro. ¿Por qué los nutricionistas están callados?” [http://www.forbes.com/sites/jonathansalembaskin/2013/02/06/social-media-are-junk-food-for-our-brains-why-are-the-nutritionists-silent/] y realiza un interesante análisis sobre el consumo de los medios sociales. Empieza llamando a la reflexión: "No requiere preparación, es fácil de consumir, rápido, satisfacción inmediata y te deja con ganas de más". Según el autor esto podría describir la sensación de comer una papa frita o de leer Twitter (o cualquier otro medio social). Entonces Baskin se pregunta –al igual que Gavriel Salomon ya lo había hecho al menos diez años atrás– si todo lo posible (tecnológicamente) es realmente deseable. El artículo no tiene desperdicio (como una bolsa de papas fritas), aunque, en ciertos momentos, partes del análisis rozan un razonamiento tecnodeterminista; por ejemplo, al mencionar la mala ortografía o la falta de concentración como un efecto de la tecnología.
Con esta metáfora en mente, pensemos sobre los programas de entrega masiva de dispositivos a niños y jóvenes. La idea de favorecer la inclusión digital, entendida como la posesión de las tecnologías, abre un nuevo escenario, en el que podemos preguntarnos si a esa inclusión llegan todos de la misma manera y con las mismas herramientas para poder usar los dispositivos y no terminar con una ingesta indiscriminada de bits tóxicos. ¿Los programas de entrega de dispositivos no estarían ampliando la brecha entre aquellos niños/jóvenes que pueden aumentar su creatividad y formas de expresión (consumir de forma saludable) y aquellos que quedan atrapados en usos triviales marcados fuertemente por el consumo y el marketing?
Mi pregunta es entonces: ¿cómo mejoramos la dieta cognitiva? ¿Cómo ayudamos, quién ayuda, dónde se ayuda a las personas (de todas las edades) a poder establecer una sana dieta digital, para generar patrones de uso y para tomar decisiones informadas y saludables? ¿Cómo hacemos para que la entrega masiva de dispositivos digitales no se convierta en una entrega masiva de bolsas de papa fritas, y vouchers para ilimitadas comidas en McDonalds?,.

TÍTULO:  EL PAPA DE TARZAN,.

  1. He pasado unos días en Centroamérica promocionando mi última novela, “Dispara, yo ya estoy muerto”, y como siempre el reencuentro con ...-foto
     
    He pasado unos días en Centroamérica promocionando mi última novela, “Dispara, yo ya estoy muerto”, y como siempre el reencuentro con mis amigas de aquella parte del mundo ha sido lo mejor. A lo largo de los años, he conocido estupendas periodistas, escritoras, editoras, lectoras, con las que he tejido lazos de amistad. Y sí, las cosas están cambiando en Latinoamérica, donde países que tenían graves problemas hoy ven cómo sus economías crecen a un ritmo que ya nos gustaría. Eso tiene una traslación en la vida cotidiana, en la que la mujer cada vez ocupa más espacio. Es alentador ver que empiezan a ser visibles. Lo que me asombra es que el sector masculino no ha cambiado demasiado y el machismo sigue imperando. Aún hay grandes diferencias respecto a Europa o Estados Unidos. Hoy, aquí, en el plano legislativo, la igualdad en una realidad aunque queden trechos por recorrer. 
    Pero vuelvo a Latinoamérica. Una querida colega me contó que se había separado. En realidad, su marido la había dejado por una chica joven. Ella, periodista de éxito, parecía sentirse perdida por la ausencia de ese marido que en un viaje anterior me pareció la quintaesencia del machista trasnochado. Me contó que él le dijo: “Me voy porque no eres tierna. Me llevas la contraria, me peleas y no te preocupas por mí. Estás demasiado pendiente de tu trabajo. Y has perdido la dulzura y la ternura”.
    Me dio un ataque de indignación porque su ex estaba manipulando el término. En vez de reprocharle falta de ternura, tendría que haberle dicho: “Te dejo porque no eres sumisa”. Porque en realidad no soporta que ella triunfe, que defienda su criterio en vez de bajar la cabeza asumiendo el de él. La verdad es que no me ha extrañado lo que le ha pasado. En mi último viaje, él dijo: “Las europeas habéis perdido feminidad, sois demasiado bruscas. Por eso nuestras mujeres gustan a los europeos, mientras que vosotras gustáis poco aquí”. Se le veía venir. 
    Hay hombres que necesitan que les hagan la ola 24 horas, que no les contradigan porque eso afecta a su pobre ego, que requieren admiración incondicional, que exigen que les valoren en lo que valen y en lo que no valen, que les digan que son como el papá de Tarzán. Hay hombres que prefieren mujeres que les halaguen, que les hagan sentirse los reyes del mundo, que les expresen admiración sin límites.
    Tienen un problema no resuelto, necesitan sentirse superiores. Muchos optan por dejar a sus parejas y creen enamorarse de mujeres más jóvenes porque en ellas encuentran admiración y la relación es asimétrica. Lo malo es que dejan hechas papilla a mujeres que valen más que ellos y que se preguntan qué han hecho mal. El caso de mi amiga es de manual. Me dio rabia verla sumida en el desconcierto y sufriendo por un cretino. Creo que no ha perdido nada, pero tiene que hacer el duelo para darse cuenta. En cuanto a esos hombres, lo más suave que se me ocurre decir es ¡pobrecillos! Más que nada para ahorrarles el sinfín de calificativos poco elegantes que me vienen a la cabeza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario