domingo, 30 de marzo de 2014

LA HORA DEL PLANETA, JESUS CARRASCO ESCRITOR EXTREMEÑO,./ LA CHICA DEL DOMINGO,.ELENA GOROZHANKINA, .

TÍTULO: LA HORA DEL PLANETA, JESUS CARRASCO ESCRITOR EXTREMEÑO,.

-fotos--LA HORA DEL PLANETA, JESUS CARRASCO ESCRITOR EXTREMEÑO,.

Escrito por Jesús Carrasco-foto

Nació en Badajoz en 1972 y en 2005 se trasladó a Sevilla, donde reside en la actualidad. Desde 1996 trabaja como redactor publicitario, actividad que compagina con la escritura. Intemperie le ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes del panorama literario internacional. La novela, que ha tenido una entusiasta acogida en las mejores editoriales extranjeras antes incluso de su publicación en España, se editará en trece países.
La clave está en saber explotar el silencio,.
Ha pasado el fin de semana en Olivenza invitado por el club de lectura del pueblo donde nacio,.
Extremadura siempre ha exportado fuerza y talento,.
Intemperie es una de las suculentas apuestas nacionales para esta nueva temporada. Avalada por el éxito de su publicación por toda Europa antes de editarse siquiera, traslada al lector un sentido de responsabilidad grave. Que editores de trece países se unan para sacar a la luz simultáneamente esta obra, siendo una opera prima es algo que atrae ¿Realmente estará a la altura de estas expectativas? Sí, pero déjennos explicarnos.
Jesús Carrasco acaba de cumplir cuarenta años desde que naciera en Badajoz. Actualmente es redactor publicitario e Intemperie es su debut literario. La historia es sencilla. Hallamos a un chico, casi un niño agazapado en un encinar, semienterrado, mientras una partida compuesta por el alguacil, el maestro o otros hombres de la aldea le buscan. Nos hallamos en un espacio mesetario fácilmente identificable con la España central dentro una época que no nos interesa en absoluto pero que seguramente es el segundo cuarto del siglo pasado. Se ha escapado de la casa de su padre y su marcada obstinación por no ser descubierto presagia que su huida responde a algo peor que el castigo por ser encontrado.
Poco después se acerca a un cabrero, un pastor viejo, artrítico y solitario, quien sin ninguna muestra de cariño lo acoge durante unos días. Su huida se ve aderezada de la iniciación al pastoreo, búsqueda de agua y pastos, ordeño, caza menor para subsistencia. Todo ello como recuerda el titulo a la intemperie. El alguacil cada vez más va cerrando el cerco tras el chico en este paisaje seco y polvoriento.
El autor extremeño es capaz de dotar de protagonismo al paisaje rural, de ahí la comparación con Delibes. El aplastante peso de la supervivencia en este paisaje mortecino sirve para provocar la claustrofobia aún en espacios abiertos. El afán por omitir lugares, nombres y tiempo permite que nos centremos en los hechos no en lo accesorio. Todo lo que sucede está motivado por los protagonistas, no hay nada ajeno a ellos, por tanto Carrasco se olvida voluntariamente de lo que distraiga para centrarse en los graves hechos.
La novela es una obra lineal. No hay una sola regresión, todas las respuestas esperan adelante pese a que el lector intuya que el pasado es la clave. No ha sido fácil componer esta obra en recta sin necesidad de remembranzas, solo tenemos que acabarlo para hallar todas las respuestas.
Pese a ser lineal es un libro redondo, empieza y termina como debe hacerlo un clásico con todos los cabos cerrados y con un horizonte abierto.
Su vocabulario es extremo. Los términos poco habituales para el urbanita son muchos, poco a poco el lector va construyendo su corpus de términos propios de la trashumancia y la vida al aire libre, que quizás tarden en cuajar en su mente y darle significado. No obstante, no se regodea en frases innecesariamente largas ni altisonante. Mantiene los sentimientos a raya, pues en toda la obra únicamente siente el chico.
Aparte de Delibes y de la mayoría de los escritores españoles del nuevo realismo de posguerra hallamos los ecos de Hernan Rivera Letelier en el paisaje como protagonista, o de José Donoso en su intento de marcar la impresión de agobio que el pasado y el paisaje dibujan en los personajes.
Resumiendo, Intemperie es un clásico que se podrá leer durante mucho tiempo sin que nadie le ponga reparos. Una obra comprometida sin concesiones a la bajeza salvo la humana. En su debe marcamos una entrada en la historia titubeante que junto con la fama que le precede provoca cierta desconfianza. Por eso les aconsejamos que sigan adelante pues su lectura es exponencial, va ganando y multiplicándose página a página.

Un niño escapado de casa escucha, agazapado en el fondo de su escondrijo, los gritos de los hombres quelo buscan. Cuando la partida pasa, lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente de aquello que le ha hecho huir. Una noche, sus pasos se cruzan con los de un viejo cabrero y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos.
Intemperie narra la huida de un niño a través de un país castigado por la sequía y gobernado por la violencia. Un mundo cerrado, sin nombres ni fechas, en el que la moral ha escapado por el mismo sumidero por el que se ha ido el agua. En ese escenario, el niño, aún no del todo malogrado, tendrá la oportunidad de iniciarse en los dolorosos rudimentos del juicio o, por el contrario, de ejercer para siempre la violencia que ha mamado.
A través de arquetipos como el niño, el cabrero o el alguacil, Jesús Carrasco construye un relato duro, salpicado de momentos de gran lirismo. Una novela tallada palabra a palabra, donde la presencia de una naturaleza inclemente hilvana toda la historia hasta confundirse con la trama y en la que la dignidad del ser humano brota entre las grietas secas de la tierra con una fuerza inusitada.
«Ni de broma me vuelvo a Ucrania»
TÍTULO:  LA CHICA DEL DOMINGO,. ELENA GOROZHANKINA, .

  1. «Ni de broma me vuelvo a Ucrania», reconoce Elena desde la vida apacible que le sirve en bandeja la ciudad extremeña. Si lo hiciera, si ...
     Elena Gorozhankina, en la Plaza Mayor de Cáceres, con un gorro típico de su país en la rodilla.-foto
    No hace falta pedirle a Elena que jure que nació en Ucrania. Es rubia, tiene los ojos azules y se apellida Gorozhankina. Y cuando empieza a hablar, acaba de delatarle el acento, rico en matices, con las 'k' duras propias de alguien de Europa del Este y la música entre palabras del español de Argentina, donde vivió durante doce años. O sea, casi la mitad de su vida. Ahora tiene 25 y reside en Cáceres, a más de 4.300 kilómetros del lugar hacia el que miran a diario los gerifaltes de media Europa porque no hay un sitio más caliente en el continente en estos momentos.
    «Ni de broma me vuelvo a Ucrania», reconoce Elena desde la vida apacible que le sirve en bandeja la ciudad extremeña. Si lo hiciera, si volviese al lugar en el que nació, la joven rubia y de ojos azules quizás se cruzaría en el viaje con algún convoy de militares vestidos con uniformes sin banderas, que van o vuelven de Crimea, la península ucraniana que la Rusia de Vladimir Putin ha decidido anexionarse.
    A 180 kilómetros de Crimea
    El norte de Crimea está a unos 180 kilómetros de Nikolaev, la ciudad de Elena Gorozhankina, en la que nació y a la que volvió hace un año para enseñársela a Luis, su pareja, un cacereño al que conoció en Fuengirola (Málaga), el primer sitio en el que ella vivió al llegar a España, en octubre del año 2006. «Lo que está pasando ahora en Ucrania -apunta la joven- no me sorprende porque en aquel viaje, hace un año, ya se hablaba de que algo así podía ocurrir». «Lo que la gente comentaba entonces allí -continúa- es que la parte de Ucrania que es prorrusa, iba a pasar a ser una región más de Rusia, y que la parte del país que es propiamente ucraniana, pasaría a integrarse en la Unión Europea».
    Ella pone el acento en una particularidad que ayuda a comprender lo que está ocurriendo en esta parte del Viejo Continente. «Ucrania -explica Elena- tiene dos partes bien diferenciadas: una que mayoritariamente se considera rusa y otra que quiere ser de Ucrania y formar parte de la Unión Europea».
    La ciudad en la que ella nació está en la parte más afín a Rusia. Y de hecho, ella es abiertamente prorrusa. A la pregunta de qué habría votado en el referéndum -ilegal, según las autoridades ucranianas- celebrado en Crimea para preguntar a la población si quería mantener su estatus actual o preferían integrarse en Rusia, ella tiene clara la respuesta. No duda. Habría votado sí al cambio, como hicieron más del noventa por ciento de los que acudieron a las urnas. «En Nikolaev -explica Elena-, casi toda la gente habla ruso, las costumbres son rusas, y de hecho, yo a veces, cuando me preguntan, digo que soy rusa». «Los que somos partidarios de que Ucrania pase a formar parte de Rusia no nos llevamos bien con los partidarios de la independencia de Ucrania, ellos consideran que la gente que piensa como yo somos unos traidores».
    No es lo único que, si pudiera, mejoraría de su país natal. «En la visita de hace un año, me encontré un país que parece tercermundista», resume antes de dar detalles. «Estuvimos en Kiev (la capital ucraniana) y nos encontramos con avenidas sin luz, y en el centro mismo de Kiev hay calles destrozadas, se ve mucha pobreza».
    Una realidad muy distinta a la que Elena palpa a diario en Cáceres. Por ella, no se movería de la ciudad extremeña, desde donde sigue con cierta distancia todo lo que está sucediendo en torno a Crimea. «De vez en cuando leo algún periódico en ruso, más que nada por no perder el idioma, o me pongo una película mientras estoy planchando». Pero ningún recurso que utilice más que el Odnoklassniki, «el Facebook de los rusos», según su propia definición. Nació como un punto de encuentro para antiguos compañeros de clase, y hoy es una red social muy popular entre los paisanos de Elena Gorozhankina, que se sirve de esta web para contactar con sus abuelos, tíos, primos y amigos. «No hablamos mucho sobre lo que está pasando allí», admite la joven, que cree que «Rusia no se conformará con Crimea».
    «No creo que la situación vaya a empeorar mucho ni que se vaya a producir una guerra -intuye-; quizás sí es posible que salten chispas, que haya amenazas de unos a otros, pero eso no es muy raro allí». Pese a los años que lleva viviendo fuera, mantiene el contacto con la familia y conserva los recuerdos de los paisajes de su infancia. «Íbamos a Crimea cuando era pequeña -rememora-, es un sitio muy bonito, con sus castillos, y con el Mar Negro al lado, no se parece ni a Rusia ni a Ucrania». No como ella, que es ucraniana y lo parece. Aunque viva en Extremadura, a más de 4.300 kilómetros del lugar en el que nació, una zona que ahora sale a diario en los periódicos pero a la que ella, por lejos que esté, nunca le perdió la pista.

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