domingo, 23 de marzo de 2014

REVISTA XL SEMANAL , EN PORTADA, Venezuela. Los estudiantes contra maduro,./ EL BLOC DEL CARTERO, 'La justicia del rey'


Los hijos de la revoluciónVenezuela está en llamas. Es el fruto de 15 años de revolución bolivariana. En 1999, la llegada de Hugo Chávez al poder, con su aireada ...
 Muerto Hugo Chávez, su legado comienza a explotar en la cara de sus herederos. Inflación galopante, desigualdad creciente, criminalidad imparable... Las protestas de dos millones de estudiantes se han convertido en el símbolo del descontento. Estas son sus caras. Y sus voces.

  Venezuela está en llamas.
Es el fruto de 15 años de revolución bolivariana. En 1999, la llegada de Hugo Chávez al poder, con su aireada «revolución antiimperialista», generó no solo un seísmo político, sino una ruptura total de la sociedad. En tres lustros, la nación ha pasado a ser una de las más inseguras del mundo. Más de 200.000 personas han fallecido violentamente entre 1999 y 2013. La sociedad se debate entre los que están descontentos por la escasez de alimentos, la alta inflación y la inseguridad, y aquellos que siguen defendiendo el legado de un líder que ya no es terrenal y para quienes las manifestaciones son maniobras de la oposición.
La realidad del país se refleja en los números: la inflación ronda el 50 por ciento anual, la mayor del mundo; el desabastecimiento de bienes, según el Banco Central de Venezuela, ya alcanza el 21 por ciento; y los dólares escasean, a pesar de la riqueza petrolera. La empresa estatal Petróleos de Venezuela está altamente endeudada y sus exportaciones de crudo son cada vez menores. El modelo económico impuesto por Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, de regulación de los precios, control de cambio, expropiaciones, devaluaciones y crisis monetaria, está conduciendo al país al mismo esquema que vivió en el pasado reciente Zimbabue.
Los protagonistas de las protestas.
Desde el pasado 12 de febrero, Venezuela se encuentra bajo una miríada de protestas continuas contra el Gobierno. Primero fueron los universitarios. Luego se sumó la oposición. Todos reclaman soluciones. Los estudiantes, junto con los actores políticos de oposición, demandan la libertad y la amnistía de todos los detenidos en las protestas, incluida la excarcelación del dirigente opositor Leopoldo López. López fue recluido en una prisión militar el 18 de febrero acusado de varios delitos entre ellos, asociación para delinquir e instigación y es señalado por el Gobierno como el causante de la violencia que se generó al término de una marcha el pasado 12 de febrero.
También reclaman «una medida humanitaria y la libertad» del comisario Iván Simonovis, condenado a 30 años de cárcel por la muerte de 19 personas en las marchas callejeras durante el fallido intento de golpe en 2002 contra Hugo Chávez. Solicitan que «se acabe la persecución» a la disidencia que se mantiene en el 'exilio'. Demandan el desarme inmediato de los grupos armados paramilitares y que se conforme una comisión con diputados del partido de Gobierno y de la oposición para que «conjuntamente con la Fiscalía y los tribunales de la República haya justicia para todos los caídos y todos los que han sido brutalmente reprimidos».
La represión de los cuerpos de seguridad.
Las organizaciones de derechos humanos afirman que el Gobierno venezolano respondió a las movilizaciones pacíficas con prácticas sistemáticas de represión. El saldo: más de 2400 heridos y 1254 detenidos. El patrón de la represión se ha caracterizado por ataques a los manifestantes efectuados conjunta y organizadamente por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y colectivos armados; por el uso sistemático de sustancias tóxicas y armas de fuego; y por el trato cruel, inhumano o degradante a los concentrados. Además de por las fuerzas del Estado, los manifestantes fueron agredidos por colectivos grupos paramilitares de civiles armados pro-Gobierno que actúan con permisividad y complicidad de funcionarios del Estado. Incluso el presidente de la República, Nicolás Maduro, afirmó en una de sus alocuciones: «Hago un llamado a los consejos comunales, a las comunas, a los colectivos: candelita que se prenda, candelita que se apaga».
¿Quiénes son los estudiantes?
Son los hijos de esta revolución. Es lo único que conocen. Apenas eran unos niños cuando Hugo Chávez llegó al poder el dos de febrero de 1999. Representan la radiografía social de los venezolanos, provienen de distintos estratos y cada uno de ellos tiene un sueño y una visión sobre lo que desean que sea su país. No tienen ninguna intención de dar un paso atrás, a pesar de la represión a la que han sido sometidos por parte de los organismos de seguridad del Estado.Niegan con rotundidad ser parte de un libreto o una agenda conspiradora de la oposición. Aceptan que existen opiniones distintas dentro del movimiento. Su organización la manejan ellos mismos. En las movilizaciones participan estudiantes de cinco universidades públicas y autónomas, 17 experimentales y 14 privadas de todo el país. En total, son más de dos millones de universitarios. Debido a la censura del Gobierno en los medios de comunicación nacional, se han apoyado en soportes no tradicionales como Twitter, correos electrónicos o WhatsApp. Es a través de estas redes como llevan la cuenta del número de detenidos y de las denuncias de torturas, con la ayuda de las ONG que trabajan en favor de los derechos humanos.
Los protagonistas de las revueltas
"Los motorizados disparaban. Podría haber muerto"
Soy Ana Karina Cabrera Santti. Estudio Educación en la Universidad Central de Venezuela (UCV). 24 años.
-Yo estaba en la calle el famoso 12-F, el día en el que la pólvora desató el caos y muertes injustificadas. Nunca nos imaginamos que acabaría así. Estaba en el centro de la ciudad, oí disparos y la gente comenzó a asustarse. Tuve que correr para salvar mi vida. Motorizados armados nos persiguieron hasta que logramos refugiarnos en un centro comercial. Al llegar a mi casa, me enteré de que habían muerto estudiantes. Podría haber sido yo. El 12-F nos dio conciencia de nuestros derechos. Lucho por la libertad de los jóvenes que han sido detenidos, pero también por la reivindicación de los torturados. Tengo fe en que haya cambios con todo lo ocurrido. Cada venezolano se siente esperanzado con las marchas de los jóvenes, con su lucha sin miedo».
"No podemos dialogar con quienes nos están matando"
Soy Jormir Gutiérrez. Estudio ingeniería en la Universidad Alejandro Humboldt, 23 años
-Llevo el tricolor nacional en el pecho. Vivo en la costa mirandina, donde gobierna el líder opositor Henrique Capriles. Se puede decir que en mi familia somos activistas políticos a tiempo completo y yo lo llevo en la sangre. Después de estos días de conflicto tenemos la obligación moral de defender nuestra dignidad, y por eso es legítima nuestra presencia en la calle. Si el régimen no pide permiso para agredir a nuestras familias ni para asesinar a nuestros compañeros, nosotros no pediremos permiso para evitar la destrucción del país. Voy a seguir peleando por la libertad de nuestros detenidos, el regreso de los exiliados y por que haya justicia para los caídos. No hay condiciones para el diálogo».
"No somos golpistas. No estamos armado"
Soy Emerson Cabañas, presidente adjunto de la Federación de centros de universitarios de la Universidad central de Venezuela, 22 años
Mi puesto es uno de los más odiados por quienes se oponen a nosotros: los colectivos armados. Soy el segundo al frente de la Federación de Centros Universitarios de la primera casa de estudios del país. Hace poco me atacaron entre varios, me golpearon con tubos y me amenazaron con armas de fuego. Lo denuncié a las autoridades, pero todo quedó ahí. Las instituciones están secuestradas. Deseo que el Gobierno de Nicolás Maduro reconozca el derecho que tenemos los ciudadanos a disentir. Deseo una salida constitucional, democrática. No somos golpistas y no estamos armados. Continuaré protestando y no pienso dejar solos a quienes vienen protestando por los problemas sociales que afronta el país».
"Yo solo he vivido bajo la revolución bolivariana"
Soy Javier González, estudio geografía en la Universidad central de Venezuela, 23 años
Mis padres, como tantos venezolanos, están enfrentados. Papá sigue a Maduro; escucha mis críticas, pero también calla porque sabe que el país no está bien. Mi madre está alineada con la oposición. Vivo en el barrio Veintitrés de Enero, bastión del chavismo. Allí se vive con miedo. Los colectivos armados por el Gobierno se meten en las casas de los opositores a imponer su ley con las armas».
"Los que realizan actos vandálicos son infiltrados del Gobierno"
Soy Moisés Gnzález. ESduio sociología en la UNiversidad Central de Venezuela. 23 años
Ni yo ni ninguno de los estudiantes somos borregos llevados a un circo como carne de cañón. Nuestra lucha es pacífica, pero contundente. Los que realizan los actos vandálicos son infiltrados que juegan el juego del Gobierno. El movimiento estudiantil lo que quiere es reconstruir el país. Cuanto más traten de reprimirnos, más nos alzaremos».
"Estamos en la calle para exigir mayor seguridad"
Soy Francisco "Pancho" Márquez. Stduio comunicación social en el universidad católica Andrés Bello (UCAB). 21 años
Todos me llaman Pancho. Soy consejero universitario y he participado en el cierre de algunas calles de Caracas para impedir el acceso a la autopista y exigirle al ministro de Interior, Justicia y Paz más seguridad. Esa es la mayor preocupación de los venezolanos y el gran fracaso del Gobierno».
"Los estudiantes debemos remover la conciencia de los venezolanos"
Soy Ana Karina Gacía, Martínez. Estudio derecho en la Universidad católica And´res Bello (UCAB)
El año 2002 fue de una gran turbulencia política. Nadie tenía claro lo que iba a pasar. Yo solo tenía dos años. Y mi madre, hija de españoles, decidió adquirir la nacionalidad española para salir un tiempo del país. Luego regresamos.Aquí se habla mucho de 'oligarcas' y 'burgueses', pero es un error. El Gobierno siempre ha querido que exista separación de clases. Soy una chica que vive en una de las urbanizaciones de clase alta, pero eso es algo que debo al esfuerzo y al emprendimiento de mis padres. Mi papá creció en una barriada popular, pero quiso estudiar, se superó y se licenció como ingeniero químico en una universidad pública. Nunca pudo costearse estudios privados. No todo el pasado era malo».
"El presidente debe gobernar desde Venezuela, no desde Cuba"
Soy Roderick Navarro. Estudio CC. Políticas en la Universidad Central de Venezuela. 22 años
Muchos me conocen en el movimiento estudiantil por haber liderado una protesta contra la Embajada de Cuba, en Caracas. Exigíamos que el presidente Hugo Chávez gobernara desde Venezuela y no desde La Habana. Por entonces, Chávez ya estaba mal de salud. Nos encadenamos. Primero éramos unos pocos, pero al cabo de algunas horas sumábamos más de dos docenas de universitarios. Hicimos que el Gobierno reaccionara. Solo pedíamos respeto a nuestra soberanía. Este hecho ha marcado mi vida. Después de aquel día llegaron las amenazas. Hasta el punto de que mi familia decidió salir del país. Pero yo no, yo decidí quedarme para luchar. En esta generación saldrán los futuros presidentes».

TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, 'La justicia del rey',.



  1. Me hacía yo estas reflexiones leyendo un delicioso opúsculo de Gonzalo Santonja titulado La justicia del rey (Unión de Bibliófilos Taurinos, ...
     
    Dos cosas necesitan los pueblos para sobrevivir a sus enemigos (aparte de ayuda divina): amor a sus tradiciones y gobernantes que los defiendan frente a los poderosos del mundo. Estas cosas son las que España no tiene; y así nos luce el pelo: desarraigados de nuestras tradiciones, nos hemos convertido en gente alienada (¡oiga, no se pase, que somos 'ciudadanía'!), desvertebrada, delicuescente, infestada por un enjambre de modas foráneas que nos obligan a vestir como si fuésemos mendigos yanquis, a desempeñarnos en la vida como si fuésemos finlandeses estreñidos y a alimentar nuestro espíritu con la alfalfa que nos enchufan desde una pantalla, para exterminio de nuestras neuronas; y, en cuanto a nuestros gobernantes, son solo lacayos de poderes supranacionales que les dictan todo lo que tienen que hacer, para beneficio de la plutocracia y escarnio del pueblo sometido a exacciones indecentes, apaleado por legislaciones laborales que dejan su trabajo reducido a cagarruta, convertido en piara que hociquea gustosa en la cochiquera, a cambio de subvenciones menguantes y entretenimientos sórdidos. Pero estas dos asistencias terrenas que ayudan a los pueblos a defenderse vienen de la mano; y cuando el pueblo desatiende o traiciona sus tradiciones, es justo castigo a sus pecados que sufra gobernantes que lo dejen desasistido.
    Me hacía yo estas reflexiones leyendo un delicioso opúsculo de Gonzalo Santonja titulado La justicia del rey (Unión de Bibliófilos Taurinos, 2013), en el que se desempolva un episodio menor y anecdótico de nuestra historia; pero, como ocurre con las buenas historias, aquí la anécdota sirve para explicar cuestiones muy hondas. Como bien se sabe, san Pío V evacuó en 1567 una bula prohibiendo los espectáculos taurinos y amenazando con excomunión a los eclesiásticos que en ellos participasen, siquiera como espectadores. Felipe II hizo caso omiso de tal bula, sabiendo que sus súbditos se pirraban por los toros (y también sus curas, pues hasta había curas toreros en la época, según el propio Santonja nos revelase en algún libro anterior), y jamás permitió que rigiera en tierras españolas, por considerarla lesiva de sus tradiciones; en lo que dio un ejemplo de gobernante defensor acérrimo de su pueblo y también ejemplo de lo que un monarca católico debe ser, sumiso al Papa y paladín de la fe, pero enemigo de las injerencias pontificias en cuestiones que no son de su incumbencia (ya podían aprender los papólatras necios de hogaño).
    Además de enfrentarse a san Pío V, Felipe II requirió a sus sucesores Gregorio XIII y Sixto V para que dejaran sin efectos la malhadada bula, que debió de inspirar algún malandrín de los muchos que pululaban (y pululan) por la curia vaticana; y los españoles siguieron corriendo y alanceando toros, como habían hecho desde muchos siglos atrás. Pero hete aquí que el obispo de El Burgo de Osma (que era señor del lugar y, además, hombre bragado, a juzgar por la etopeya que de él nos traza Santonja), harto de que sus fieles se solazaran corriendo a los toros en la plaza de la villa, prohibió las fiestas taurinas, en aplicación de la bula pontificia. El concejo entonces reclamó justicia al rey; y Felipe II se la concedió, contrariando la bula pontificia y la prohibición episcopal. Gonzalo Santonja nos narra toda esta accidentada peripecia con una escritura chispeante de erudición y socarronería, ingenio y donaire, que refresca el magisterio de nuestro Siglo de Oro, hasta completar un libro sabrosísimo que muy encarecidamente les recomiendo.
    No hace falta añadir que contrariar la voluntad de un papa era entonces mucho más osado que contrariar hoy los mandatos de la Unión Europea, Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional juntos (y aun revueltos); no hace falta añadir que obligar a envainársela a un obispo con título de señor era mucho más intrépido que obligar hoy a envainársela al banquero más poderoso. Pero para eso fueron elegidos los reyes: para proteger a sus vasallos frente al capricho o el interés de los poderosos; claro que aquellos vasallos estaban dispuestos a defender hasta la muerte sus tradiciones.
    Ahora no somos vasallos amantes de nuestras tradiciones y gustosamente sometidos a un rey que nos protege, sino ciudadanía huérfana de tradiciones, embaucada con la alfalfa de los derechos y libertades, que es el placebo con el que la plutocracia nos mantiene entretenidos mientras se dedica a chuparnos hasta la última gota de sangre, y nuestros gobernantes laissent faire, como muy liberales lacayos, esperando que luego los recompensen con un puestecillo en algún consejo de administración o una sinecura en alguna institución supranacional. Y la ciudadanía que se coma los mocos.

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