martes, 4 de febrero de 2014

PROTAGONISTA,. ANNA GAVALDA,./ EN DIRECTO, MANUAL PARA ECOESCEPTICOS,.

TÍTULO: PROTAGONISTA,. ANNA GAVALDA,.

Quiero que mis libros se parezcan a mis sueños”. 

Anna Gavalda-foto

Anna Gavalda
Anna Gavalda 20100328 Salon du livre de Paris 1.jpg
Anna Gavalda
Nacimiento 9 de diciembre de 1970 (43 años)
Boulogne-Billancourt Flag of France.svg Francia
Nacionalidad francesa
Ocupación Periodista, novelista
Anna Gavalda (Boulogne-Billancourt, 9 de diciembre de 1970) es una escritora y periodista francesa.

Biografía

Señalada por la revista Voici como una descendiente lejana de Dorothy Parker, Anna Gavalda nació en un suburbio de clase alta de París.
En 1992 gana el Premio France Inter con La plus belle lettre d'amour (La carta de amor más hermosa). Mientras trabajaba como periodista, publicó una colección de relatos cortos en 1999 con el título de Je voudrais que quelqu'un m'attende quelque part (Quisiera que alguien me esperara en algún lugar), que tuvo un gran éxito de crítica y ventas. Vendió 700.000 ejemplares en Francia y ganó el Grand Prix RTL-Lire en el año 2000. El libro ha sido traducido a diecinueve idiomas.
Su novela Je l'aimais (La amaba) fue publicada en Francia en febrero del 2002, y la consagró a nivel internacional al ser un éxito de ventas en 21 países. Ese mismo año publicó la novela juvenil 35 kilos d'espoir (35 kilos de esperanza), que escribió para rendir tributo a aquellos de sus estudiantes que no rendían en la escuela y que sin embargo eran una gente fantástica.
Publicada en 2004, la novela Ensemble, c'est tout (Juntos, nada más) trata sobre las vidas de cuatro personas que viven en un apartamento: una joven artista que trabaja de limpiadora por la noche, un aristócrata peculiar y sociópata y un cocinero y su abuela. Fue otro éxito de ventas en Francia. Recientemente se ha realizado una película basada en la novela.
Divorciada y madre de dos hijos, Anna reside en la ciudad de Melun, Seine-et-Marne, a unos 50 km al sudeste de París. Además de escribir novelas, colabora en la revista Elle.

Obras

Libro de relatos

  • Quisiera que alguien me esperara en algún lugar (Je voudrais que quelqu'un m'attende quelque part, 1999), trad. de Isabel González-Gallarza, publicada por Espasa en 2001 y por Seix Barral en 2005.

Novelas

  • La sal de la vida (L'Échappée belle, 2001), trad. de Isabel González-Gallarza, publicada por Seix Barral en 2010.
  • La amaba (Je l'aimais, 2002), trad. de Isabel González-Gallarza, publicada por Seix Barral en 2004.
  • Juntos nada más (Ensemble, c'est tout, 2004), trad. de Isabel González-Gallarza, publicada por Seix Barral en 2004.
  • A sus buenos corazones (À leurs bons cœurs, 2005). No publicada en castellano.
  • El consuelo (La Consolante, 2008), trad. de Isabel González-Gallarza, publicada por Seix Barral en 2008.

Novela juvenil

  • 35 kilos de esperanza (35 kilos d'espoir, 2002), trad. de Isabel González-Gallarza, publicada por Alfaguara Juvenil en 2007.

Novelas cortas

  • Los que saben, entenderán (Ceux qui savent comprendront, 2000). No publicada en castellano.
  • Desorden y sentimientos (Désordre et sentiments, 2010). No publicada en castellano.
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  • TÍTULO: EN DIRECTO, MANUAL PARA ECOESCEPTICOS,.

    Manual para ecoescépticos |

     Si quieres, puedes. Aprende cómo contribuir a mejorar el medio ambiente y, de paso, tu calidad de vida. Pasear por un bosque entre árboles ...
     
    Si quieres, puedes. Aprende cómo contribuir a mejorar el medio ambiente y, de paso, tu calidad de vida.
    Pasear por un bosque entre árboles centenarios, bañarnos en un río de aguas cristalinas o en un mar inmaculado aumenta nuestras endorfinas. Salvo a algunos frikis, incluso aunque uno sea un urbanita irredento, a la mayoría de nosotros nos gusta disfrutar de una naturaleza viva y tratamos de hacer lo posible para cuidarla o, al menos, para no agredirla. El problema es que el infierno está lleno de buenas intenciones, también en el mundo de la ecología, y, a veces, con nuestro afán conservacionista podemos causar un daño mayor que el que queremos evitar. 
    ¿Qué hacer, entonces? En principio, bastaría con aplicar el sentido común, pero ya nos advirtió Einstein de que “es el menos común de los sentidos”. Así que ahí van cinco consejos para no perder la cabeza mientras tratamos de salvar el planeta... y a nosotros mismos.


    1. ¡LLEGA EL COCHE ELÉCTRICO!
    Algunas personas concienciadas con el medio ambiente, pero incapaces de abandonar el vehículo privado, han visto en el coche eléctrico la solución a sus problemas de conciencia. Pueden moverse ilimitadamente sin contaminar. Sin contaminar... tanto, habría que decir para ser exactos, porque funcionan con una batería parecida a la de nuestros teléfonos móviles. Evidentemente, si su uso se extendiese, la calidad de vida en las ciudades aumentaría: habría menos ruido (los coches eléctricos son muy silenciosos) y menos polución (según la Unión Europea, el 90% de los habitantes de las ciudades europeas respira aire tóxico).
    Pero, aunque está claro que mejoraría los problemas ambientales, no los eliminaría por completo. Queda por ver con qué fuente se alimentaría esa batería (¿sería de origen nuclear, renovable o con petróleo?). Si la energía utilizada no fuese renovable, lo que estaríamos haciendo es solo trasladar el problema. Sin olvidar que la fabricación de un vehículo siempre supone un gasto energético y de materiales considerable. 
    2. ALEJEMOS LOS QUÍMICOS DE NUESTRA VIDA 
    La llamada “química tradicional” ha mejorado la vida de millones de personas en muchos aspectos. Gracias a ella tenemos desde latas de conserva a ordenadores, por no hablar de los progresos de la medicina. Sin embargo, un exceso, tal y como ocurre en la actualidad, puede tener efectos adversos para nuestra salud y para el medio ambiente. Así lo demuestran numerosos estudios. En Europa disponemos de un reglamento de control de estas sustancias que impide que se comercialice un producto químico si antes no se ha demostrado que no es nocivo.
    Pese a ello, todavía queda mucho camino por recorrer: aún existen productos de los que no conocemos sus efectos o que está costando más de la cuenta retirarlos del mercado. Un ejemplo claro sería el del bisfenol A, muy tóxico, y que hasta su prohibición se utilizaba en los biberones. Cuando estos se calientan, pueden liberar esta sustancia peligrosa. La pregunta que nos asalta inmediatamente es si estamos rodeados de muchas de estas sustancias o, peor aún, si ya están en nuestro organismo.
    ¿Qué hacer entonces? Joel Tickner, profesor del Lowell Institute (EE.UU.) y uno de los mayores expertos mundiales en contaminación química, apunta lo siguiente: “No es un problema individual, sino global, y debemos hacer lo que esté a nuestro alcance, sin volvernos locos: no utilizar plaguicidas en casa, comprar productos “bio” si podemos... Hay personas que están muy obsesionadas con la salud, con lo que compran, y estoy seguro de que el riesgo solo se puede reducir en un pequeño porcentaje”.
    3. MEJOR CUANTO MÁS CERCA 
    Un amigo ecologista y vegetariano contaba hace unos días una anécdota que ejemplifica a las claras la confusión en la que a veces nos movemos por ser políticamente correctos. Unos familiares suyos, gente culta, con un poder adquisitivo por encima de la media y con un toque “cool”, lo habían invitado a cenar a su casa. Conocedores de su sensibilidad por la naturaleza, y con el objeto de halagarlo –como buenos anfi triones que eran–, prepararon expresamente para ese día una comida vegetariana y, a su entender, ecológica, desde los primeros platos a los segundos, pasando por el postre y el vino. 
    Todo parecía perfecto, aunque un detalle llamó su atención: los productos, sin excepción, eran importados y algunos venían de muy lejos. El aceite procedía de Italia, el vino de Chile, la soja era argentina y la fruta, australiana. Si bien la salud de mi amigo agradeció el menú, no así el medio ambiente. Aunque fuese ecológico, su traslado en barco desde lugares que están a miles de kilómetros de nuestro país había supuesto un ingente consumo de combustible fósil (petróleo, carbón), algo que está causando un cambio climático irreversible.
    Por lo tanto, regla número uno para ser un ecologista sensato: cuanto más cerca, mejor. Desde el punto de vista ambiental, es más razonable comprar un producto de un huerto cercano, aunque no sea “eco,” que otro que sí lo sea pero que provenga de lugares lejanos.
    4. OBSESIÓN POR LA COMIDA SANA 
    Es lo que se conoce como ortorexia, término acuñado por Steven Bratman para describir el trastorno obsesivo compulsivo que consiste en intentar consumir solo comida sana. Las personas que lo padecen están tan pendientes de lo que ingieren (que esté libre de grasas, que no lleve conservantes ni colorantes, que sea natural...) que acaban enfermando. Esto no quiere decir que no haya que intentar comer de manera sana.
    Hay que hacerlo, pero sin que suponga un problema, porque las personas con tendencia a la obsesión pueden encontrar en la comida un campo abonado para desarrollar este trastorno. Una opción para las que están muy preocupadas por la alimentación es hacerse vegetarianas (no consumir productos de origen animal) y complementar la dieta con proteínas equivalentes a las que nos proporcionan los animales. Eso sí, hablamos exclusivamente de adultos, esto no es aplicable a los niños. Ellos necesitan las proteínas animales para su pleno desarrollo.
    5. MEJOR SIN ENVASES
    Fabricantes y consumidores somos cada vez más conscientes del exceso de “packaging” de los alimentos. La Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios (FACUA) alerta del potencial tóxico de aquellos que vienen envasados en bandejas de plástico, por no hablar de los daños ambientales derivados de su utilización indiscriminada. El plástico, un derivado del petróleo, es un compuesto sintético no biodegradable, cuya producción resulta muy contaminante.
    Además, su incineración genera sustancias altamente tóxicas que provocan graves problemas medioambientales (cambio climático, toxicidad de suelos y aguas...) y de salud (en determinadas circunstancias, pueden llegar a afectar al sistema hormonal). Para minimizar estos problemas, basta con optar preferiblemente por productos no envasados. Además, cada vez son más frecuentes las cooperativas de consumo que ofrecen alimentos naturales (ecológicos o no) y que, incluso, los llevan a casa, a un precio muy ajustado.

    CÓMO SER UN CONSUMIDOR RESPONSABLE 
    (Y AHORRAR DINERO) 
    Intentar serlo puede llevarnos a veces a confusiones y paradojas. Para evitarlas, infórmate, lee y utiliza el sentido común. Piensa en la Tierra como si fuera tu casa. De hecho lo es. Tratarla bien será bueno para ti y para tu bolsillo.
    -Racionaliza el uso del coche. Siempre que puedas, muévete a pie, en bici o en transporte público. Para trayectos nacionales intenta usar el tren. Evita el avión.
    -Utiliza electrodomésticos y bombillas de bajo consumo, ahorrarás hasta un 80% de la energía. Apaga los aparatos electrónicos cuando no los uses, no los dejes en “stand by”, puedes ahorrar hasta un 10% de energía.
    -Mantén la calefacción y el aire acondicionado en torno a los 20°C, cada grado extra supone un 5% más de consumo.
    -Reduce, reutiliza y recicla. Separa los residuos en casa. Todo lo que no sea materia orgánica, papel, vidrio o envases puedes llevarlo al punto limpio.
    -Cuando vayas a la compra llévate una bolsa reutilizable. 
    -Comprueba el etiquetado de lo que compras. 
    -Ahorra agua. Una ducha de cinco minutos necesita 100 litros y en un baño se consumen hasta 250. Cierra el grifo mientras te cepillas los dientes. Usa reductores de caudal, podrás ahorrar hasta un 40% de consumo. Arregla las fugas: un grifo que gotea puede derrochar hasta 30 litros al día.


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