domingo, 12 de abril de 2015

EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA, EL MARTILLO DE FELIPE VI,./ ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! PASEO POR "ACACIAS 38",.

TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA, EL MARTILLO DE FELIPE VI,.
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Nada más rentable para un artista o sucedáneo de ello que ver suspendida la exhibición de una de sus obras. Pasan de la oscuridad a la luz y consiguen el éxtasis de poder sentirse incomprendidos y difamados a partes iguales. Toda provocación, por deformada que sea, es rentable, ya que crea una víctima. Y nada más confortable para el creador de 'arte' que un lecho victimario.
El barcelonés Macba organizó una muestra de la creadora austriaca Ines Doujak, artista desconocida para los profanos inmensa mayoría de ciudadanos y que ha pasado al dominio público merced a una composición escultórica denominada La bestia y el soberano. En ella se observa a un perro sodomizando a una figura que pasa por ser la 'activista' Domitila Barrios, que, a su vez, sodomiza a otra que pasa por ser el Rey Juan Carlos, el cual vomita flores sobre unos cascos nazis. No me siento capacitado para comprender el sentido figurado del conjunto, ya que no nací con el cociente artístico suficiente como para entender representaciones alegóricas que me tienen que explicar más de una vez, pero, al parecer, es una denuncia de algo que no he sido capaz de retener. El director del museo, Bartomeu Marí, consideró primero, con buen criterio, inadecuada la obra y decidió prescindir de ella, lo que provocó airadas protestas de los comisarios de la exposición y de varios tontos indignados. Como era de prever, al tal Marí le cayó sobre la cabeza el peso de la acusación de censor y lindezas diversas muy del ámbito en el que se mueven este tipo de personajes. Hasta tal punto le pesó esa acusación que él mismo terminó creyéndosela. Y para escapar de la etiqueta de 'censor', reculó e inauguró al fin lo que había mandado cancelar a la vez que ponía su dimisión sobre la mesa. Doujak debió de pensar que para una vez que llega a Barcelona merecía la pena regurgitar ácidos fáciles. Pero se quedó corta, lo cual desdice su espíritu transgresor: realmente hubiera epatado mucho más si en lugar de representar al Rey emérito hubiera reproducido la figura de Artur Mas o de Jordi Pujol. Marí hubiera prescindido igual de la obra al menos en un primer momento, pero una corriente de indignación mucho mayor y de diferente sentido hubiese recorrido las mentes de los que hoy consideran improcedente la suspensión. Doujak tendría mucha más dosis de placer ante el hecho evidente de tener que esquivar los salivazos de la Cataluña oficial, que es casi toda.
La tontería del arte posmoderno alcanza cotas estratosféricas. Ya es sabido que en la reciente edición de ARCO, una galería exhibía un vaso con agua a media altura del artista cubano Wilfredo Prieto valorado en 20.000 euros. En realidad, lo que vendía el galerista no era el vaso todos tenemos esa obra de arte en algún rincón de casa, sino el certificado de autentificación del artista. Vende la firma, no el vaso. Dalí extendió unas sábanas en el suelo con dos tortugas con escobilla en la cola; la pintura que estas llevaban configuraron al cabo de las horas de lento movimiento un dibujo que todos los presentes afirmaron que nada valía. Hasta que Dalí se agachó y lo firmó. Entonces preguntó: «¿Y ahora?».Esas cosas que ya hizo antes Duchamp cuando colgó un inodoro de la pared vienen a demostrar que una serie de individuos han decidido que el arte es lo que un artista dice que es. Y mientras haya un sujeto que esté dispuesto a pagarlo, ese mercadeo llegará al ridículo. Hay siempre aficionados que les prestan permanente atención y los artistas o sucedáneos se ven obligados a retorcer la creación hasta la gilipollez. El esnobismo de unos cuantos hace, por demás, que consigan pingües beneficios incluso con obras que esconden siempre algún fracaso anterior.
Conocido es el múltiple anecdotario que atesoran los operarios de limpieza de varios museos que, en exceso de celo, se han llevado por delante lo que creían, en rigor, que era basura extendida, cuando eran provocaciones varias de excelsos especialistas en la tomadura de pelo. Las limpiadoras, como inocente brigada justiciera del arte, ponen sin saberlo las cosas en su sitio: dejan lo aparente y desechan los escombros.
 La posmodernidad, en pocas palabras, se agota. Y eso cuando apenas cree haber nacido.

TÍTULO:  ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! PASEO POR "ACACIAS 38",.

Recorremos los platós de la nueva serie de época de TVE que recrean al detalle un barrio aristocrático de 1899. Se estrena el miércoles y es la apuesta de La 1 para la sobremesa,.foto,.

 Paseo por 'Acacias 38'«Quiero un sol de las dos de la tarde. ¡No! Mejor uno tirando más al atardecer», ordena Luis Santamaría, productor ejecutivo de 'Acacias 38', a los técnicos de iluminación. Da igual que fuera esté diluviando porque dentro del plató de 2.600 metros cuadrados se ha instalado eternamente la primavera, la de 1899 concretamente. Todo está listo ya para que la nueva serie de época de TVE se estrene este miércoles a las 22.30 horas en La 1, aunque a partir del día siguiente pasará a la sobremesa (de lunes a viernes a partir de las 16.30 horas).
La serie muestra las vidas cruzadas de cuatro familias burguesas y las de sus criadas en un edificio señorial de una gran ciudad de finales del siglo XIX, que está situado en el número 38 de la calle Acacias. Los habitantes de este peculiar ecosistema serán Sheyla Fariña, que interpreta a Manuela, una joven que huye de su pasado y se ve obligada a servir en una casa adinerada; Roger Berruezo (Germán), un médico burgués solidario con los desfavorecidos; y Sara Miquel (Cayetana), mujer de este y que, al preguntarle, ya se define como «la mala de este cuento». Pero el reparto es muy coral y está formado por 22 personajes recurrentes. Aunque para que ellos se luzcan es necesario el trabajo de otras 120 personas que forman el equipo completo de rodaje.
Y se han encargado con esmero de que no haya trampa ni cartón en los decorados. Hasta el último detalle esta estudiado «pese a ser una serie diaria y contar con un presupuesto reducido», que es la frase más repetida por directores de vestuario, guionistas o decoradores en nuestra visita a 'Acacias 38'. Por poner un ejemplo: en la calle que da nombre a la ficción, hay una chocolatería en cuyo interior no falta un detalle. Hay repostería recién hecha, un periódico de finales del siglo XIX, mesas de mármol y una caja registradora que podría ser el producto estrella de cualquier anticuario.
«Descartamos dos cajas registradoras hasta que dimos con una que nos trajeron de Pamplona y nos pareció la más adecuada. Hemos sufrido mucho para montar todo esto y se nos ha ido el presupuesto entero porque hemos llegado a restaurar muebles antiguos y a calcar la decoración, incluyendo azulejos y parqué, de casas antiguas. Si pretendo que el público se lo crea, primero me lo tengo que creer yo», explica Santamaría.
Seguimos andando por la calle Acacias y la misma impresión nos produce la sastrería situada en el número 37 y el kiosko de flores que se encuentra más abajo. En los platós es habitual abrir una puerta y no encontrar nada al otro lado, pero en este caso es diferente: aquí se puede entrar hasta la cocina literalmente.
«Queríamos que se distinguieran perfectamente esos dos mundos, el de las criadas y el de los señores. Lo más fácil hubiera sido grabar en dos ambientes distintos pero hemos seguido a los personajes por los pasillos y, gracias al decorado, podemos grabarlos desde el salón, con su rica decoración, hasta las cocinas, donde trabajan las criadas. Parece una tontería, pero es un lujo», comenta Josep Cister, otro de los productores.
Palabras en desuso
Detalles que pueden pasar desapercibidos como el vestuario, sobre todo para un público que ya está acostumbrado a ver otras series de época, se han perfeccionado hasta el extremo. «Los personajes femeninos van vestidos con colores acorde a su personalidad. Por ejemplo Ofelia y María Luisa, que son las más ñoñas, visten siempre de color pastel, o Cayetana, que es la mala, que va con tonos fuertes. Trini es mucho más arriesgada y le ponemos colores más alegres. Tenemos vestidos originales de esa época y réplicas. También nuestros sastres confeccionan vestidos basándose en una guía de vestuario original de 1910», nos desvela Tania Álvarez, jefa de estilismo, que no ha librado del incómodo corsé al reparto femenino: «Aunque les resulte muy incómodo, da aplomo a la hora de actuar. A las señoras tardamos una hora y media en vestirlas. Con las criadas tardamos menos».
Claro que tanto esfuerzo por parte de decoradores y estilistas podría verse emborronado si no existiera un guión sólido y creíble detrás. «Para recrear los diálogos de época, hemos leído mucho a Benito Pérez Galdós y a Clarín. Pero más que el lenguaje exacto de finales de siglo XIX preferimos uno que tenga sonoridad, con expresiones que podrían decir nuestros abuelos. Buceamos en palabras en desuso que ni siquiera están en el diccionario de la RAE», afirma Aurora Guerra, coordinadora del equipo de guión.

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