Inés Martín Rodrigo novela la peripecia vital de la primera reportera bélica española en 'Azules son las horas',.
La periodista que entrevistó a Trotski». Inés Martín Rodrigo (Madrid,
1983) supo enseguida que este titular encerraba una novela. Y la ha
escrito. 'Azules son las horas' (Espasa) recrea la pasión por la vida y
el periodismo de Sofía Casanova (La Coruña, 1861 - Poznan, 1958),
testigo directo de los horrores del siglo XX. Fue la primera reportera
de guerra española, y apretó en efecto las clavijas al líder
bolchevique. Pero también fue madre, poeta, novelista, traductora,
dramaturga, enfermera, sufragista, viajera e intelectual de curiosidad
indesmayable. Una mujer adelantada a su época «que jamás traicionó sus
ideales».
Su vida fue una peripecia que ha rastreado y novelado otra
periodista, Inés Martín, responsable de la información de libros de ABC,
el diario de Sofía Casanova. Ha rehecho los pasos de una mujer
indomable desde su Galicia natal hasta el Madrid de Alfonso XII, donde
recaló de niña, su paso por la Rusia revolucionaria, sus vivencias de la
I Guerra Mundial y de la segunda, que contó y padeció, y de la Guerra
Civil vivida en la distancia.
Los detalles de la apasionante vida de Sofía
Guadalupe Pérez Casanova estaban arrumbados en los recovecos de la
historia. «Fue olvidada por completo. Salvo algún homenaje en Galicia,
el tiempo la había sepultado», lamenta la autora de 'Azules son las
horas', que ha dedicado un año a desentrañar la azarosa aventura vital
de Casanova. Su vida «tenía todos los elementos de una novela», así que
Inés Martín declinó escribir su biografía. Su incisiva y modélica
entrevista a Trotski «era la punta del iceberg». «Tiré del hilo y
descubrí un personaje apasionante y un material fabuloso en los archivos
de ABC, que son una joya, con un material impagable», agradece.
Casanova se había casado en Madrid con el filósofo polaco Wicenty
Lutslawsky, un experto en Platón a quien conoció en una de las tertulias
que frecuentaba. A principios del siglo XX se va con él a Polonia, pero
lo que debía ser un cuento de hadas se torna en un infierno. «Se le va
la cabeza, es víctima de su propio y delirante genio; cree que ha de ser
el padre del libertador de Polonia. Sofía debería darle un hijo y solo
le da hijas y él, además de repudiarla, le es infiel». El matrimonio se
rompe y Sofía se casará de nuevo.
Casanova entró en el periodismo «de forma casual y porque debía
buscarse la vida», explica Martín Rodrigo, que ha disfrutado de sus
cientos de crónicas, de sus perfiles y entrevistas. Torcuato Luca de
Tena, a quien conoció en el café de Fornos, le invita a informar para su
diario de los avatares de la guerra en 1915. «No se le había pasado por
la cabeza ser periodista, pero llevaba escribiendo desde los diez años y
acabó siendo una gran profesional», asegura Martín Rodrigo.
«Era una cronista muy poco valorada si tenemos en cuenta su lucidez,
su arrojo, su tino periodístico y el alto valor literario humano de unas
crónicas que firma desde el frente oriental. Está en primera línea sin
amilanarse y habla con todo el mundo». No en vano fue enfermera de la
Cruz Roja ya en Varsovia, «donde miró a la muerte de cara y arriesgó su
vida muchas ocasiones», cuenta Inés Martín. «Si algo define a Sofía
Casanova es la fidelidad a unos ideales que nunca traiciona, y eso se
nota en unas crónicas que dan cuenta de la grandeza del oficio»,
destaca. Unos textos que publicó también en La Época, El Liberal, El
Imparcial, The New York Times y Gazeta Polska.
«Sabía que era mejor periodista que escritora», explica Inés Martín,
que lamenta que nadie haya publicado sus crónicas. «Sería fantástico que
alguien se animara a hacerlo; son fabulosas, muy literarias, poéticas a
veces, y merecen salir a la luz. Evidencian un valor humano del
periodismo que hoy quizá se ha perdido», asegura.
Intelectualidad
Tanto en Madrid como en Polonia y en sus viajes por el Este de
Europa, Casanova contactó con la flor y nata de la intelectualidad. «A
Alfonso XII le gustaba su poesía y le abrió camino en la corte. Trató a
Campoamor, a Manuel Machado, a Jacinto Benavente o a Emilia Pardo Bazán.
Fue la segunda mujer que estrenó el Teatro Español con el aval de
Benito Pérez Galdós. En Rusia conoció a Tolstói y en París a Dumas»,
explica Inés Martín.
La novela recrea su paso por Londres, donde se sumó a las
sufragistas. Por los cafés y salones de París y por la remota Kazán, en
Tartaristán, donde su marido dio clases a Lenin. También por Moscú y San
Petersburgo, donde vivió la revolución bolchevique y sufrió censura,
fue herida en una refriega, entrevistó a Trotski y narró la muerte de
Rasputín.
Cruciales son los años en Varsovia, de donde la expulsó la guerra, y
donde vería su casa reventada por un obús tras la invasión nazi. La
novela arranca en la ciudad polaca de Poznan, donde Casanova,
nonagenaria y casi ciega, atisba la muerte y repasa su vida. «Allí
reposan sus restos junto a Pepa López Calvo, un personaje maravilloso,
la fiel criada gallega que la acompaña toda su vida, de origen tan
humilde como ella y su guía en las sombras. Se sostuvieron mutuamente
durante años», cuenta la novelista.
«Si la novela sirve para poner el foco sobre Casanova, me doy por
satisfecha», dice Inés Martín, que se siente ahora «mejor periodista».
«Sé que se pueden hacer las cosas de otra manera gracias a la ficción»,
agrega. «La ficción te abre un nuevo universo de posibilidades que quizá
vuelva a explorar. Ahora veo que cualquier detalle puede encerrar una
gran historia», concluye.
TITULO: ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - El escritor y periodista, Marcos Ordóñez recuerda los ochenta sin nostalgia,.
-foto, Marcos Ordóñez recuerda los ochenta sin nostalgia,.
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