TITULO: El paisano - Viernes - 3 - Mayo - En Villanueva de Córdoba ha creado su propia ganadería de caballos frisones,.
Viernes - 3 - Mayo a las 22:10 horas en La 1 , foto,.
En Villanueva de Córdoba ha creado su propia ganadería de caballos frisones,.
Fernando (32 años) es natural de Villanueva de Córdoba.
Desde niño su gran pasión han sido los caballos, una afición heredada de su padre y que se ha convertido en su forma de vida. Tras nueve años viviendo en Córdoba y Málaga, donde trabajaba en el sector de la fontanería, decidió dejarlo todo y apostar por el emprendimiento en su pueblo natal.
Allí ha creado su propia ganadería para la cría de caballos frisones, una raza procedente de Frisia, región de los Países Bajos, que estuvo en peligro de extinción a principios del siglo XX.
TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Un país para leerlo - Irún,.
Un país para leerlo - Irún,.
foto / Un país para leerlo viaja a Irún, frontera en la geografía, la historia, la naturaleza y la cultura. La presentadora Carolina Alba entrevista a Fernando Aramburu, confirmado tras el éxito de Patria como uno de los autores europeos más relevantes. Además, charlamos con Eider Rodríguez, ganadora del Premio Euskadi de Plata. Amets Arzallus nos habla de pasar de la oralidad a crear un libro recomendado por el papa. Recorremos los escenarios de una ciudad impregnada por la literatura viva de estrofas de bertsolaris y conocemos un club de lectura que mira distinto los relojes.
TITULO: HOSPITAL - Salida de emergencia,.
Salida de emergencia,.
El primero de ellos se produjo en la N-625 por una colisión entre dos turismos, mientras que el segundo fue como consecuencia de la salida de vía,.
La provincia de León registró durante esta pasada noche y la madrugada del domingo dos accidentes de tráfico.
Los siniestros se produjeron en las localidades de Mansilla de las Mulas y Brazuelo, dejando un total de siete heridos que fueron trasladados al Complejo Asistencial de León.
El primero de ellos se registró a las 21.21 horas, en el kilómetro 21 de la carretera N-625 en Mansilla de las Mulas, donde se produjo un accidente entre dos turismos dejando heridas a una mujer de 44 años, un varón de 39 y una niña de cinco.
La sala de operaciones del 1-1-2 Castilla y León dio aviso a la Guardia Civil de Tráfico de León y al centro coordinador de urgencias de Emergencias Sanitarias - Sacyl, que envió una ambulancia de soporte vital básico y personal sanitario de Atención Primaria del centro de salud de Mansilla. Los tres heridos fueron trasladados al Complejo Asistencial Universitario de León.
En Brazuelo
En la madrugada de este sábado, concretamente a las 5.02 horas, la sala de operaciones del 1-1-2 Castilla y León recibió otra llamada alertando del segundo de los accidentes.
En esta ocasión fue en el kilómetro 332 de la autovía A-6, sentido Galicia, en Brazuelo, después de que un turismo sufriera una salida de vía hacia la mediana.
Sacyl, que envió una UVI móvil, una ambulancia de soporte vital básico y personal sanitario de Atención Primaria del centro de salud de Astorga, atendió en el lugar a cuatro personas heridas, dos varones de 23 y 20 años y dos mujeres de 20 y 19 años, a quienes se trasladó más tarde en la ambulancia de soporte vital básico al Hospital de León.
TITULO: VUELTA AL COLE - ¿Por qué entraron las tabletas en los colegios?,.
¿Por qué entraron las tabletas en los colegios?,.
Catherine L’Ecuyer, Autora de «conversaciones con mi maestra»,.
La cuestión no es si volver al papel. La cuestión es ¿por qué entraron las tabletas en los colegios sin un debate previo exhaustivo? Dando por supuesto que la educación es un ámbito serio y riguroso y que los métodos deben basarse en las evidencias y no en las ocurrencias, el peso de la prueba de la industria que desea comercializar esos dispositivos en el ámbito educativo debía ser doble: 1) demostrar que traen beneficios objetivos para la educación superiores a los que trae el papel y 2) probar que no conllevan perjuicios. La industria no cumplió con ese doble peso de la prueba, ni antes de introducir las tabletas, ni una década después. Entonces, ¿por qué entraron las tabletas en las aulas?
Para entender bien lo que ocurrió, es preciso ubicarse en el contexto pedagógico que prevalecía en el momento del auge de las soluciones tecnológicas aplicadas a la educación. En la segunda década del siglo XXI, nos encontramos en plena reflexión respecto a un modelo educativo agotadísimo: el mecanicismo. Este modelo se apoya en tres pilares: la repetición y memorización mecánicas y sin sentido («la letra con la sangre entra»), así como la jerarquía como única fuente de conocimiento («es verdad porque lo digo yo»). Hay un malestar y un desencanto respecto a la educación pasiva y demasiado racional. Se considera que no contempla al niño como protagonista de su educación.
Recogiendo esta sensibilidad, los colegios empiezan a cambiar los métodos mecanicistas por otros de la llamada «educación nueva» (el trabajo cooperativo, el trabajo por proyectos, el enfoque competencial, el «aprender haciendo», etc.), haciendo suyas, sin indagar demasiado en ellas, las premisas de la tradición filosófica que las subyace: la corriente romántico-idealista.
Es en este preciso momento en el que el sector tecnológico contrae un matrimonio de conveniencia con la educación nueva. ¿Por qué esa unión? ¿Qué ganan ambas partes con ella y qué relación guarda con la introducción de las tabletas en las aulas?
Por un lado, si quiere prosperar, el novio necesita un barniz pedagógico. El sector tecnológico necesita contenidos y apariencia de saber educativo. Se sabe de sobra que no tiene ni los unos ni el otro. La necesidad de los colegios innovadores de renovarse continuamente encaja de maravilla con la mentalidad de la obsolescencia tecnológica que fundamenta el modelo de negocio de ese sector.
Por otro lado, la novia necesita un vestido de dignidad. La pedagogía inspirada en la tradición romántica-idealista nace con Rousseau y empieza a organizarse alrededor de un abanico de métodos que tienen más de cien años. A una corriente que lleva más de un siglo sobreviviendo a base de aborrecer lo antiguo, le conviene casarse con un sector que le dé aire de progreso y de modernidad.
El sector tecnológico necesitaba contenidos y apariencia de pedagogía y ésta un aire progresista
Así pues, la educación nueva defiende la idea de que el alumno construye su propio conocimiento en base a la representación que se hace de la realidad. Ya no hay vara de medir, ni tiene sentido transmitir conocimientos: el alumno lo construye. Lo importante es «aprender a aprender». Ahora bien, el alumno que no sabe, tampoco sabe lo que no sabe. Si lo desconoce, ¿cómo puede entonces saber lo que necesita saber? Para la educación romántico-idealista, el conocimiento es una semilla que se encuentra en el niño y que brota en él de forma autónoma. Si el alumno construye su propio conocimiento en base a su representación de la realidad, ¿qué mejor lugar para llevar a cabo esa construcción? «Todo está en Internet» ¡Eureka! Internet, un océano de información descontextualizada, es el lugar idóneo para las pedagogías constructivistas. Y las tabletas, su vehículo privilegiado. Paradójicamente, la mente que mejor se desenvuelve en Internet es la que aprendió en modo analógico; una mente preparada puede encontrar tesoros en este océano, sus conocimientos previos le permiten saber lo que busca, cómo y dónde buscarlo y distinguir lo falso de lo verdadero. En las mentes inmaduras y sin conocimiento previo, el mundo digital se convierte en un laberinto que lleva a la mente de un lado a otro, consumiendo su atención para entregarla a los que patrocinan sus contenidos. Lo que debía empoderar y convertir al alumno en protagonista, lo que debía suscitar en él actividad, acaba adormeciéndole. Su mente se vuelve pasiva y pierde interés en la lentitud de la realidad. El alumno recurre al cortar y pegar, sin el criterio previo que le permite juzgar y discernir.
La mente que mejor se maneja en internet es la que aprendió con el modo analógico
Así fue como la educación progresista, que siempre se caracterizó por sus votos de pobreza y por aborrecer al capitalismo salvaje, llegó a casarse por interés con uno de los novios más poderosos y ricos de nuestros tiempos. Así fue como la novia, a cambio del vestido de dignidad que le dio una década más de gloria, entregó a sus protegidos al verdugo con el que se casó.
La buena noticia es que los matrimonios de conveniencia no son para siempre. Duran lo que dura el interés de cada una de las partes. Durará el tiempo que tardemos en desvestir de dignidad a una, o en desnudar de su barniz al otro. Y ojalá entonces hagamos la promesa de nunca más dejar al que está al servicio de los intereses económicos cruzar la línea sagrada de lo que entra o no en el aula.
TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 1- Mayo - El contrato de pareja de Endrick y Gabriely Miranda: nada de vicios, cambios de personalidad,.
En la tuya o en la mía - Miercoles - 1- Mayo ,.
En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles- 1- Mayo , etc.El futbolista y la modelo siguen una serie de normas entre las que se encuentran el decir “te amo en cualquier situación”.
foto / Endrick vive sus últimos meses antes de vestir la camiseta del Real Madrid. Por el momento, sigue brillando sobre el césped de la mano del Palmeiras en su país natal, Brasil, donde está convirtiéndose en una de las grandes promesas del fútbol mundial con solo 17 años.
Ahora bien, además de dar que hablar por su labor en el mundo del fútbol, también lo ha hecho por otros temas personales, incluida su pareja, la joven modelo Gabriely Miranda, quien acompaña al futbolista en todo momento, y con quien comparte numerosas imágenes en sus redes sociales.
Con ella, además, mantiene un contrato que han dado a conocer ellos mismos a través del pódcast ‘Pos Delas’. Un contrato en el que ambos tienen que cumplir una serie de normas un tanto particulares con las que tratan de ayudar al funcionamiento de su relación.
Una serie de palabras prohibidas
Entre estas normas se encuentra la prohibición de ciertas palabras en sus conversaciones, como “ejem”, “um”, “belleza” y un simple “ok”. Todas ellas están completamente vetadas en su relación. Mientras, por el contrario, están obligados a decirse “te amo en cualquier situación”.
Además, en este contrato figuran otras obligaciones: “Está terminantemente prohibido adquirir cualquier tipo de vicios (...) Están prohibidos los cambios drásticos de personalidad y comportamiento, y que salgan siempre de la rutina y creen algo para hacer juntos durante la semana, los dos solos”.
Ahora bien, en caso de incumplir una de estas normas, aquel que lo haga deberá cumplir un castigo: “El que no cumple con esto tiene que darle a la otra persona lo que quiera a fin de mes”. De hecho, el propio Endrick ya sabe lo que es incumplir el contrato: “Este último tuve que pagar un teléfono de Apple”, añadió el futbolista brasileño.
Después, Endrick incidió en que ambos se toman “a broma” dicho contrato, pero aun así tratan de cumplir las normas a rajatabla.
TITULO :EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 3 - Mayo - Isabel Coixet - Del otro lado, la playa ,.
MI CASA ES LA TUYA - VIERNES - 3 - Mayo ,.
MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.
acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco a las 22:00, el viernes - 3 - Mayo ,etc.
EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 3 - Mayo -Isabel Coixet - Del otro lado, la playa ,.Entre las rústicas y familiares colinas del Piamonte y las ociosas playas de Liguria toman cuerpo en esta novela los temas más característicos de la narrativa de Pavese: la amistad, el apego a la tierra y el imperceptible pero aplastante peso de la existencia. Zenda reproduce el prólogo firmado por Luisgé Martín y las primeras páginas de esta edición de La playa, de Cesare Pavese, publicada por Altamarea.
Prólogo
Hace muchos años, en un texto sobre El camarada, escribí unas palabras que sirven para cualquier libro de Cesare Pavese. «La obra de algunos autores despierta admiración; la de otros despierta además afecto, que a la larga es un sentimiento mucho más perdurable. Resulta tristemente irónico que Pavese sea uno de estos últimos, pues al parecer toda su vida estuvo envenenada por la soledad y el desamparo. Se suicidó a causa de ello […], cuando su mejor madurez literaria estaba a punto. Su gran obra no llegó a escribirla nunca, y es quizá por eso por lo que resulta tan difícil escoger de entre sus libros solo uno».
Tal vez su gran obra sean los diarios íntimos, que fueron publicados póstumamente, en 1952, con el título de El oficio de vivir. En ellos dejó recogidas anotaciones de vida que son muy útiles para interpretar su obra, aunque no haya demasiadas claves explícitas. De lo que sí queda constancia es de su carácter atormentado, de su inestabilidad emocional y de su pasión por encontrar en la literatura —en la norteamericana muy especialmente— la explicación de la vida. «Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más» es la célebre última anotación que hizo en esosdiarios. Nueve días después se suicidó en un hotel de Turín tomando somníferos. Allí, en ese hotel, se encontró un ejemplar de Diálogos con Leucò con una nota de despedida en la que perdonaba a todos y a todos pedía perdón. Según algunos testimonios, se encontró además el manuscrito del poema que da título a su último libro de versos, también póstumo: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Yo comencé a leer a Pavese, con devoción, a principios de los años 80, e incluso algunas de las novelas de mi prehistoria literaria estaban influenciadas por él, por su estilo sencillo de frases cortas y por su mirada de apariencia ingenua hacia el mundo. Me fascinaba Pavese porque compartía con él el desconsuelo de la vida, la insatisfacción de todo. Sus personajes eran perdedores casi nunca trágicos. No les acontecía ninguna catástrofe, simplemente se sentían aplastados por el peso de vivir. Por el oficio de vivir.
Cuando releí años después algunas novelas de Pavese, entre ellas El camarada y La playa, que ahora se reedita, tuve una idea extravagante que nunca he repudiado del todo: Pavese me fascinaba también por el homoerotismo que hay en sus historias. Un homoerotismo nunca cumplido ni nombrado como tal, pero que alumbra invisiblemente las relaciones humanas de los personajes.
En La playa, la pareja central no son el matrimonio formado por Doro y Clelia, sino Doro y el narrador sin nombre, que habían sido grandes amigos en la primera juventud, antes de que las mujeres irrumpieran en su trato íntimo masculino, lleno de camaradería, y la adolescencia les abriera las puertas a las luminosas excelencias de la sexualidad.
La sexualidad de Pavese estuvo mortificada por sus inseguridades, su timidez y sus problemas endémicos con las mujeres. Su fama de misógino no es infundada, queda rastro de ella en sus diarios y en toda su literatura. Una simple cita de La playa: «Pero es mala. Es como todas las mujeres, que se aprovechan del ridículo para avergonzar a los hombres».
No hay ninguna constatación biográfica de que Cesare Pavese haya tenido inclinaciones homosexuales, pero sus problemas con las mujeres —estos sí reales— le dan involuntariamente a su literatura un aire masculinizado y androcéntrico. La amistad entre hombres, la camaradería, se conforma como el sustento sentimental más importante de sus personajes. Las mujeres, cuando se presentan, son los obstáculos, la tentación, las brechas de ruptura.
La playa es una historia de estructura muy simple: el narrador sin nombre acude a una localidad costera a pasar el verano con un antiguo amigo de juventud al que ha seguido viendo esporádicamente después de que se casara y se marchara a vivir a Génova. Durante esos días veraniegos se reúne en aquella playa un puñado de personajes que escenifican la vida. Los sueños, las ambiciones, la desgana y, por supuesto, los amores.
Antes de llegar a la playa, hay una larga escena que a mi juicio es fundamental en la comprensión del libro: Doro, que lleva años viviendo lejos de Turín, casado con Clelia, aparentemente feliz, regresa en los primeros días del verano a la ciudad piamontesa para volver a hacer una excursión por las colinas de los alrededores, en las que había pasado su infancia. Su tierra, como él mismo la llama. La nostalgia es uno de los temas capitales de la narrativa de Pavese, que murió a los cuarenta y un años, a una edad en la que la nostalgia aún no suele haberse apoderado del temperamento humano. La playa se publicó en 1942, cuando el autor tenía apenas treinta y cuatro años.
Pero esa escena, que ocupa el capítulo ii de la novela, tiene un sentido restaurador que va más allá de lo nostálgico (o que es una expresión menos emocional de lo nostálgico): en Pavese siempre hay una obsesión por volver a la pureza que alguna vez se tuvo, por recomponer los sentimientos primigenios, por apartar todas aquellas cosas con las que el mundo ha ido manchando nuestra vida y apartándola de su inocencia original, y entre ellas se cuentan, sin duda, las mujeres.
Clelia, la mujer de Doro, es un personaje misterioso, dibujado solo en lo externo, en su faceta social. No se explica muy bien cuál es la naturaleza del amor que la une a Doro. O, dicho de otra forma, se duda en varios momentos de la naturaleza de ese amor, se envían pistas imprecisas, como si se pusiera en cuestión que el amor pueda ser simplemente amor.
La playa, como todas las novelas de Pavese que no tienen una impronta política mayor, habla únicamente de la confusión de las relaciones humanas. Ese grupo de veraneantes heterogéneo reunido en la playa se enreda en seducciones, amistades, amoríos, confidencias y pequeñas traiciones sin que pase nada importante en la superficie. Lo que pasa es la vida. La mediocridad insultante de la vida. La fugacidad de todo.
Resulta significativo que el narrador sin nombre sea el único personaje que ni tiene amor ni lo busca. No quiero abundar en la lectura homoerótica, que es sin duda estrafalaria, pero sí creo conveniente poner cierto énfasis en esa carencia, que emparenta bien con el descreimiento de Pavese en los afectos. Ese descreimiento que lo llevó al suicidio. La amistad del protagonista narrador con Doro —prolongada de alguna manera vicaria en su relación con Clelia— es el núcleo de la novela, pero incluso esa amistad pertenece a un tiempo narrativo anterior: en el tiempo de ese verano, todo es líquido, velado, brumoso. La pureza ha desaparecido. Las conversaciones están interrumpidas, llenas de sobreentendidos o de incapacidades. Pavese también es un autor de silencios, como todos los grandes. Los espacios opacos de la novela, los paisajes fuera de cuadro o desenfocados, tienen en realidad más importancia que lo que se nos muestra. ¿Quién es Berti, ese estudiante algo bobo y engreído? ¿Cuál es la vida no estival de Guido, por qué trata con la prostituta que finge no serlo? ¿Se siguen amando realmente Doro y Clelia? ¿Qué espera el narrador sin nombre de ese verano plomizo y lleno de hastío?
Casi nada se dice en voz alta. En Pavese la sugerencia, la insinuación o la deducción son cimientos narrativos. Los personajes hablan, se buscan, comparten bebidas o fiestas, pero sabemos que nada de eso es lo que los mueve o lo que los ilumina. Lo verdadero queda detrás, en la penumbra de la trastienda.
También escribí de El camarada: «Eso es lo que Pavese salva, la vida más primaria, la de la epidermis, la que los sentidos entienden y descifran: un vino tomado en una taberna de Roma, un paseo por calles solitarias, la tibieza del aire o la llegada a una ciudad extraña de noche se convierten en la médula. Incluso a veces parece que esos placeres insignificantes que se obtienen casi de baratillo compensan la persecución, el desamor y la desesperanza que reinan sin competencia».
Cada una de estas palabras sirve igual para La playa, aunque ahora tengo dudas de que Pavese llegara a creer nunca que ese júbilo de los actos pequeños compensara de los males de la vida (su suicidio parece probar que siempre tuvo claro que no era así). Hay en esta novela una exploración de lo sensual, comenzando por la elección del título: la playa tiene un protagonismo residual en la novela, pero simboliza justamente esa indolencia de la vida detenida, de la despreocupación, del sol suave que anestesia los sentidos.
«No recordamos días, recordamos momentos», dijo al parecer Pavese. La playa es una sucesión de momentos, de impresiones vagas que caminan hacia ninguna parte, como la propia vida. Quiero insistir en la advertencia al lector de novelas de trama: La playa le decepcionará, porque tiene un trazo impresionista, porque no hay grandes giros narrativos ni anécdotas sobresalientes. Aunque contiene escenas inolvidables, como la de la serenata nocturna a Rosina en el pueblo de infancia de Doro, su aliento es el de la evocación, el de la sombra.
Impresiones vagas que caminan hacia ninguna parte, como la vida. El final de la novela, a pesar de su rotundidad, abunda en ese desvalimiento. Todo parece cerrarse, pero en realidad nada se cierra. Las grandes dudas —las de los sentimientos de los personajes— se redoblan. Todo queda resuelto por la providencia, por la biología. Incluso hay una cierta alegría en Doro por no tener que decidir: seguir viviendo como la propia vida manda que se haga.
En ese final, del que nada quiero anticipar a los lectores desprevenidos, está también el sello inconfundible de Pavese: el destino, la fuerza de la gravedad, la perplejidad del mundo. El 24 de mayo de 1938, años antes de escribir La playa, anotaba en su diario: «Es bello cuando un joven —dieciocho, veinte años— se para a contemplar su propio tumulto y trata de captar la realidad y aprieta los puños. Pero menos bello es hacerlo a los treinta como si nada hubiera sucedido. ¿Y no te da frío pensar que lo harás a los cuarenta, y todavía después?» Los personajes de Pavese siempre tienen una juventud detenida, siempre contemplan su propio tumulto, siempre se sienten aturdidos ante él, siempre hacen el ademán de negar el desengaño. El narrador sin nombre y Doro, en La playa, también.
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