domingo, 22 de diciembre de 2019

El Telediario La 1 - Junqueras en Esparragalejo ,. / EL MAGO DEL TIEMPO - La previsión de lluvias obliga a suspender actividades navideñas en Zafra y Castuera,. / 'Volando voy - Jesús Calleja - José Luis Garci,.

TITULO: El Telediario La 1 - Junqueras en Esparragalejo ,.


Junqueras en Esparragalejo,.

Resultat d'imatges de junqueras en esparragalejoEl indiscutible líder del independentismo fija con firmeza su posición: o nos dejáis poner las urnas y preguntar a los catalanes si quieren la independencia, o no hay investidura de Pedro Sánchez,.


foto / Me gustaría ir a Esparragalejo, en Extremadura, y a Torre de Pedro Gil, en Jaén, donde nacieron mis bisabuelos, para hablar con la gente y explicarles lo que somos, porque sin diálogo es imposible entenderse». Así acaba la entrevista con Oriol Junqueras que publicó La Razón el pasado viernes.
No es la única apelación al entendimiento que hace Junqueras. Toda la entrevista está dedicada a pedir diálogo al Gobierno y a establecer las condiciones para que ERC permita la investidura de Pedro Sánchez: una mesa bilateral en el que se sienten cara a cara ambos gobiernos, el catalán y el español, y el derecho a hacer un referéndum de autodeterminación. Es decir, la mismas demandas que antes del 1-0. Más un plus, la amnistía para los condenados por el procés.
Junqueras, que es el indiscutible líder del independentismo, fija con firmeza su posición: o nos dejáis poner las urnas y preguntar a los catalanes si quieren la independencia, o no hay investidura de Pedro Sánchez con los votos de ERC.
Si alguien pensaba que dos años de cárcel iban a ablandar al líder se equivocaba. «La prioridad no es salir de la cárcel», dice en otro momento. «No me arrepiento de nada», añade para demostrar que no se ha movido ni un milímetro desde 2017. Ni medio. «Declarar la independencia y hacer un referéndum no es un delito», insiste.
Y si Junqueras y ERC parece que están clavados al suelo, ¿a quién le toca moverse para propiciar ese acuerdo que todos dicen ansiar? ¿Al PSOE?
No ha sido casual el momento de conceder la entrevista. Junqueras exhibe sus bazas en plena negociación para que ERC facilite la investidura de Sánchez; y, de paso, y aterroriza con sus exigencias a la mitad de los socialistas (especialmente a los históricos), que temen que las cesiones que se pacten sean insoportables. Ya lo dijo Rufián hace tres meses: después será más difícil el acuerdo. Los resultados electorales le han acabado dando la razón al colocar a los socialistas en el borde del precipicio. No pueden ir a unas terceras elecciones y no pueden saltarse la Constitución, como reclama ERC. Cabalga ese tigre, Pedro Sánchez, el tigre del independentismo irredento, y arriésgate a acabar devorado por él.
La entrevista a Junqueras (que les aconsejo que lean) ayuda a conocer a un político que tiene mucho de mesías. Está místicamente convencido de su misión, llevar a Cataluña a la tierra prometida de la independencia, y no le importan ni los costes sociales que acompañen ese camino ni los sacrificios personales, como su estancia en la cárcel.
Es cierto que envuelve toda su retórica con una constante apelación al diálogo, pero leyéndole una acaba convencida de que esa oferta para sentarse y hablar de todo tiene trampa, porque él no está dispuesto a moverse de su fe independentista. Son los demás quienes deben acercarse a sus postulados.
Una periodista catalana me decía hace unos días que los políticos de Madrid siempre se han equivocado con Junqueras. Todos confiaron en sus buenas palabras y se sintieron engañados cuando vieron que adoptó las posturas más radicales. Quienes le conocen no creen que haya cambiado, por más que apele al diálogo. Hablando se entiende la gente, recalca el expresidente de la Generalitat al anunciar su deseo de visitar los pueblos de sus bisabuelos.
Y es cierto, hay que hablar, pero surge la duda de si Oriol Junqueras no querrá venir a Esparragalejo como los misioneros iban hace siglos a tierras de conquista, no a comprender a sus habitantes, a los infieles, sino a convertirlos a la fe verdadera; a convencer a los vecinos del pueblo de origen de sus antepasados de que los catalanes tienen un derecho sagrado a formar un Estado, digan lo que digan las leyes.

     TITULO:  EL MAGO DEL TIEMPO - La previsión de lluvias obliga a suspender actividades navideñas en Zafra y Castuera,.


La previsión de lluvias obliga a suspender actividades navideñas en Zafra y Castuera,.

Resultat d'imatges de lluvias navideñas zafra y castuera
foto / Las condiciones meteorológicas y la previsión de fuertes lluvias han llevado al Ayuntamiento de Zafra a tomar la decisión de suspender dos actividades que estaban programadas para el próximo sábado 21 de diciembre: un concierto del grupo de rock Gatetemon en la plaza Grande y el Merkajoven en la Plaza de España.
La Concejalía de Participación Ciudadana y la Casa de la Juventud están buscando otra fecha para la celebración del concierto según la disponibilidad del grupo. Cuando se sepa el día y hora se anunciará a través de este Facebook y en la web municipal.
En lo que se refiere al Merkajoven ya tiene nueva fecha, y si el tiempo lo permite se celebrará el 28 de diciembre en el mismo lugar, la Plaza de España.

Mercado Navideño

También el Ayuntamiento de Castuera ha informado de la suspensión del Mercado Navideño que se iba a celebrar del 20 al 22 de diciembre en la plaza de España por las previsiones meteorológicas adversas de lluvia y viento para este próximo fin de semana.
Asimismo, por el mismo motivo se suspende también la representación de belén viviente que la Asociación de Personas con Discapacidad de La Serena Adiser-Horizontes tenía previsto realizar el viernes 20 de diciembre en la plaza de España.
Por otra parte, el festival 'Vive la Navidad', previsto para la tarde-noche de mañana viernes en la Plaza de España, se celebrará en el auditorio del Centro Cultural a partir de las 19.00 horas, con las actuaciones de los grupos: Angélica Zumba, Escuela de Baile 'Aire Flamenco', de Rosa Laura Izquierdo, e Inma Zumba.
Desde el Ayuntamiento y la concejalía de Festejos en particular, lamentan tomar esta decisión y pide disculpas por las molestias.

  TITULO:'Volando voy -Jesús Calleja - José Luis Garci,.

 Este domingo 22 de Diciembre , a las 21.30, Cuatro emite una nueva entrega de 'Volando voy',foto .


  José Luis Garci,.

José Luis Garci posando junto a la estatua de Benito Pérez Galdos del parque de El RetiroMi abuelo Benito

«Imaginé que Galdós era mi abuelo, un español sosegado que me permite contemplar nuestra historia reciente sin sectarismos, sin necesidad de juzgar»

(A Manuel Soriano)
Prácticamente, no conocí a mis abuelos paternos. Uno, José, trabajaba en las minas de plomo de El Centenillo (Jaén), y murió de silicosis en Madrid poco antes de terminar la guerra. Mi madre me dijo que era un minero flaco, moreno, aficionado al flamenco, muy divertido y al que nunca se le caía ni la risa ni el cigarro de la boca. Al otro abuelo, también José, apenas le recuerdo más que de una visita a Gijón. Me llevó mi padre cuando supo que había enfermado de gravedad. Invierno de 1948. Yo acababa de cumplir cuatro años. Hicimos el viaje en tren. Mi madre fue a despedirnos a la Estación del Norte. Viajamos toda la noche y llegamos a primera hora de la mañana. Naturalmente, diluviaba en la capital de la Costa Verde y toda la gente iba con paraguas. Mi abuelo estaba en la cama, que ocupaba el centro de una habitación grande que olía a cera y a manzanas y que tenía al fondo una especie de mirador que daba al Paseo de Begoña. Nada más entrar, mi abuelo me sonrió y me hizo un gesto para que me acercara. Él también olía como a frutas tempranas. Era rubio y tenía los ojos claros. Me besó. Luego, me cogió las manos y me las apretó. Llevaba jubilado muchos años. Había estado en muchas cosas pero al final terminó de guardia municipal. La mesilla de noche estaba llena de medicamentos, una jarra de cristal con agua, un vaso, y, nunca lo he olvidado, una biografía deNapoleón. Mi padre me contó que el suyo se había pasado media vida leyendo libros sobre Bonaparte, su personaje preferido desde jovencito. (Ahora pienso que tuvo que serlo para mucha gente de su generación.) Falleció un par de semanas después y mi padre volvió a Gijón, esta vez solo, para el entierro, un sábado, pero no en tren, porque no encontró billete, sino en autobús, el de una peña del Real Madrid que se enfrentaba el domingo al Sporting, aquel Sporting de Cholo Dindurra, Sánchez y Molinuco que, por cierto, bajó a Segunda esa temporada.
El caso es que por no haber conocido a mis abuelos, una tarde imaginé que aquel viejecito canario con bigote blanco y lentes, que aparecía en alguno de los libros que atesoraba mi padre en su pequeña biblioteca acristalada, era «el abuelo» Benito. Los hijos únicos siempre hemos sido muy imaginativos. (También tuve un «tío»Julio Verne).
Yo sentía a mi abuelo Benito como un hombre tranquilo y paciente, limpio, no muy hablador, humilde, con esa tranquilizadora mirada de los bedeles de instituto o de los jefes de claque; ya saben, una de esas personas que parece que a su lado siempre es verano. Y fueron pasando los años, y pude comprobar que ir de la mano de «mi» abuelo electo a cualquier parte, era como viajar en Clase Preferente.
Galdós es, para nuestro idioma, un refugio de montaña, ese holgado chaquetón de pana, como decía mi inolvidado Medardo Fraile, ese tabardo que todavía conserva el olor cálido y levemente dulce del establo; los abarquillados y cómodos zapatones de lluvia de la renovadora prosa española. El «abuelo» Benito es para mí la Plata indiscutible de nuestro medallero literario, tras el Oro de Cervantes y precediendo el Bronce de Baroja. Apuesto seis a uno que, tras «Don Quijote», «Fortunata y Jacinta (Dos historias de casadas)», es la mejor novela de nuestra lengua, un prodigio que tiene en su construcción tanta sabiduría y vigor como «David Copperfield». A continuación, yo incluiría «El árbol de la ciencia», de don Pío.

Clásico y moderno

En cuanto a «Los Episodios Nacionales», sobre todo la primera Serie, no carece de menos aliento épico ni energía que «Guerra y Paz», de Tolstói. Porque los «Episodios» son la formidable creación de un escritor luminoso, de un novelista a la vez clásico y moderno, es decir, eternamente actual (nada menos que el puente entre la narrativa del Siglo de Oro y la Generación del 98); los «Episodios», insisto, son mucho más que el análisis riguroso de un buen historiador: es la obra de un cronista ameno y objetivo, de un reportero frío y responsable, de un pionero del periodismo de investigación.
[Por cierto, que las Memorias de Baroja, a las que el escritor vasco tituló melancólicamente «Desde la última vuelta del camino», también son otros «Episodios», pues junto a los recuerdos de infancia, familiares, o los retratos de personajes a los que conoció, las ciudades que visitó, los libros que leyó, etcétera, lo que predomina en cada página es el testimonio de un tiempo, el espíritu de ese tiempo, la temperatura social, política y cultural de un país, el nuestro, que camina, sin ningún plan establecido, hacia atrás y hacia delante por la Historia. Sólo las de Chateaubriand, desde la ultratumba, pueden rivalizar en independencia, emoción y valentía, en honradez de pensamiento, con las evocaciones del autor de la trilogía de «La lucha por la vida», el más sincero entre los escritores que conozco.]
En mi primera lectura de los «Episodios», a los quince años, estudiando Preu (los mismos días que devoraba «Historia de la Filosofía», de Julián Marías); en aquellos tiempos que leía sin parar, digo, no advertí que en los «Episodios», bajo la escritura novelesca de «historia vivida», había un claro propósito de, digamos, «educación política» y que, tanto como los personajes, a Galdós le atraía lo que podríamos llamar la «realidad social» (fue diputado, como sabemos, aunque jamás abrió la boca en el Congreso, un caso similar al de Azorín).

Atrapado

Aquella mi primera vez, curso 1959-60 en el Instituto Cervantes, me dejé arrastrar por los protagonistas y sus lances, no, no, me arrastraron; me arrebató aquel reflejar tan minuciosamente la época y la fabulosa «ambientación»: las calles, la gente (los «extras»), lo que hacían y decían, lo que comían y bebían, sus ilusiones y sinsabores, en fin, me atrapó la «atmósfera». Nadie ha retratado como Galdós los «planos generales», lo que entendemos como «el ambiente». Aunque ya conocía bastante su obra, Doña Perfecta, «Fortunata», «Ángel Guerra», todavía no «El abuelo», pero sí «Misericordia» y «La Fontana de Oro» (que es como el ensayo general de los «Episodios», y para algunos especialistas, como el filósofo Agapito Maestre, el primero de ellos), a pesar, como ven, de ser un chaval bastante galdosiano, jamás he olvidado la sacudida que recibí al sumergirme en aquel mundo tan de verdad, tan lleno de brío, tan español, que fui descubriendo de la mano de Gabriel Araceli. (En Simenon, años más tarde, me encontré con parecida fuerza descriptiva). Me faltaba tiempo en aquellas aulas de la calle Monte Esquinza para asimilar el dibujo tan certero de las clases medias, posaderos, cómicos, diletantes, modistillas, mendigos, frailes, aguadoras, prestamistas, plateros, talabarteros, todas y todos desbordados por el atroz final de una era. Desde entonces, con los «Episodios» me ocurre como con algunos poemas de Lorca, los Machado o Manolo Alcántara: por más que los lees, parecen recién escritos. Dicho en castellano neto: Galdós te rejuvenece.
Portada de ABC con la muerte de Galdós
Portada de ABC con la muerte de Galdós
«El abuelo» Benito, además, meditaba en cada párrafo de su monumental hazaña –nueva «Comedia humana» para otra Restauración–, sobre el fracaso de un pueblo y de un reino, sobre la tragedia inextinguible de España; y lo hacía con una responsabilidad ética inusual para entonces: logrando que «el conocimiento» prevaleciera sobre «la opinión». Cada vez que releo partes de esa proeza literaria, tengo la impresión de meterme en la máquina del tiempo, la auténtica, no la de Rod Taylor ni la de Guy Pearce. Sentado en ella, asisto boquiabierto a las andanzas de un pueblo atolondrado, el mío. Es como si la luz convaleciente de «Las Meninas» –Velázquez, otro español sosegado e igualmente de mirada «neutral»– se desdoblara en cientos de imágenes en movimiento y, a través de ellas, contempláramos nuestra Historia reciente. Sin sectarismos, sin la tentación de «juzgar» (como escribe Cervantes, como mira Vermeer), sin «compromiso», con piedad de la buena, con talento, apenas «anunciándonos» lo complicada que es la vida, y más en España.
Siempre he creído –y no tiene nada que ver que «seamos familia»– que Galdós era buena gente, además de un madrileño ejemplar. Adoraba Madrid, darse una vuelta por la Puerta del Sol, y mezclarse con las floristas, los vendedores del Calendario Zaragozano, de «Don Nicanor tocando el tambor» o «Toribio saca la lengua», juguetes apreciados por los chiquillos de entonces; observar a los gandules y maleantes, a los cesantes que rondaban los cafés, a los mozos de cuerda y a las meretrices, y también a los ricachones que paseaban con sombrero de copa y bastón. Igualmente, le gustaba asomarse a la calle Mayor, y a las de Carretas, Arenal o la Carrera de San Jerónimo. Justo en San Jerónimo se hallaba la legendaria librería Fe, a la que don Benito acudía un día sí y otro también. Allí solía charlar con otro «madrileño» ilustre: Baroja.
Don Pío y don Benito retrataron los Madriles con un amor y una precisión conmovedoras, imbatibles, yo diría que hasta Umbral. En la librería Fe, Galdós y Baroja hablaban de literatura, de los escritores ingleses, de libros viejos y de raras ediciones. La librería Fe era para ellos como uno de los bouquins que rodeaban las orillas del Sena. Dickens seguía siendo el gigante, el número uno de la época. Es curioso, pero ni Baroja ni Galdós sabían entonces que los dos, los tres, si incluimos a Azorín, estaban jugando en la misma liga de Dickens, Tolstói, Wilkie Collins o Dostoievski. En «Desde la última vuelta del camino» Baroja nos cuenta algo sorprendente: que Galdós se refería al autor de «Great Expectations» diciendo que era «muy salao». Asimismo, don Pío nos revela que su amigo es una persona de gran corazón, el único que trataba con generosidad a los sablistas, aun sabiendo que nunca le iban a devolver el dinero. Esta actitud de Galdós lograba que a Baroja se le llevaran los demonios, más aun cuando el pedigüeño era el salmantino Modesto Pérez, al que Baroja no podía ni ver, autor de una biografía de Unamuno, y que sableaba a Galdós sin piedad. De la misma manera, Don Benito sentía un cariño muy sincero por Baroja, al que admiraba de verdad. Cada vez que el descubridor de Aviraneta viajaba a París, don Benito siempre le entregaba cartas para que se las llevara a su paisano y amigo León y Castillo, un grancanario que era entonces el embajador de España en Francia.
Página de ABC en el tercer aniversario de la muerte de Galdós
Página de ABC en el tercer aniversario de la muerte de Galdós
Por el contrario, los viajes que hizo Galdós con su amadísima Emilia Pardo Bazán apenas los conoció nadie. La aventura sentimental entre los dos geniales escritores, nunca he dudado que daría para una película extraordinaria, muy Edith Wharton. Galdós, tranquilo, tímido; doña Emilia, tremenda, una mujer de armas tomar, arrolladora. Benito la quería y la valoraba como lo que era, una literata sin par, una escritora portentosa. Se escribían cartas continuamente. Durante un tiempo, intenté filmar esa Love Story. Le di varias vueltas en los años noventa, después de «Canción de cuna». Emilia y Benito paseando por aquel París impresionista de cielos grises, viviendo en el mismo hotel aunque en habitaciones separadas, dos soñadores acudiendo al Louvre, a la Closerie des Lilas, al Boul’Mich, a los cabarets de Montmartre… Entre Max Ophüls y Douglas Sirk. Pero…
A finales de 2005, la Comunidad de Madrid (que ya manejaba numerosos proyectos para conmemorar el Bicentenario del 2 de mayo de 1808) me ofreció la posibilidad de enfrentarme cinematográficamente a tan poliédrico hecho: la insurrección que desencadenaría un vacío poder, primero, y enseguida la Guerra de la Independencia. Pensé en «mi» abuelo. Diez años atrás había filmado, ¡qué casualidad!, «El abuelo», con Fernán Gómez, tomándome las mayores licencias con la obra de teatro (o novela dialogada) de don Benito. En «Sangre de mayo», y también con la confianza que da, insisto, «ser de la familia», volví a modificar buena parte de los renglones de los episodios «La Corte de Carlos IV» y «El 19 de marzo y el 2 de mayo». Aún más: mi amigo Horacio Valcárcel y yo inventamos personajes, situaciones, diálogos e incluso un nuevo final.
En cuanto a mí como director, y a pesar de haberme movido –fue mi bautismo– entre batallas, cañonazos, cargas de caballería, decorados enormes que reproducían calles y plazas de aquel Madrid de principios del XIX, y cientos de figurantes que se agitaban por mercados, figones, lavaderos del Manzanares o vitoreaban a Fernando VII (en mala hora) alrededor de la Puerta del Sol; a pesar de todo ello, repito, creo que traté de respetar al máximo la esencia del pensamiento y el «tono» de don Benito, ese «ventilar» la Historia que tanto le obsesionaba. De ahí que pueda jurar por el Napoleón de Abel Gance que fui a filmar cada mañana y cada noche con la misma alegría e ilusión con que iba al cine y al fútbol de pequeño.
Jamás se lo agradeceré suficientemente a Esperanza Aguirre. Ella no supo que me obsequió, a la par, con un regalo que recibí de chiquillo y con otro que me quedé con las ganas. «Sangre de mayo» fue para mí aquel Fort Comanche de madera, con media docena de soldados y pieles rojas de goma que sí me echaron los Reyes Magos las Navidades de 1953; pero también la bicicleta Dal Orbea, de manillar curvo, de «ciclista», que nunca pudieron ayudarme mis padres. (Cierro los ojos y aún veo la bici, azul y plata, en El Caballo de Acero, una tienda que todavía resiste, en la calle O’Donnell frente al Retiro). Así que, mira por donde, con «Sangre de mayo» aprobé una de mis más antiguas asignaturas pendientes.

Fascinación por la imagen

Quisiera agregar, por último, que Galdós andaba fascinado con las imágenes, que era un firme partidario de ilustrar lo novelado. El mismo fue un gran dibujante. En el «Prólogo al lector» de la primera edición de los «Episodios» (1882), con algunos grabados suyos, confiesa que «… el texto gráfico es, a mi juicio, condición casi intrínseca de “Los Episodios Nacionales”». Os prometo que mi «ilustración» de «Sangre de mayo» intentó recordar un poco aquellas de los Lizcano, Mélida, Ferriz y Pellicer.
De haber vivido algo más, y con la vista en condiciones, creo que Benito Pérez Galdós hubiera sido tan cinéfilo como Azorín. Cuando murió, en 1920, el cine ya había dado, entre otras, películas tan maravillosas como «Le voyage dans la Lune» (Mèliés, 1902), «The Great Train Robbery» (Porter, 1903), «El nacimiento de una nación» (Griffith, 1914), «Los vampiros» (Feuillade, 1915), «Lirios rotos» (Griffith, 1919) o «Ana Bolena» (Lubitsch, 1920).
¡Lo que me habría gustado charlar de cine con mi «abuelo» Benito!,.





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