TÍTULO; EL CLUB DE LOS GATOS, Adriana Ugarte, el alma de «El tiempo entre costuras»
EL CLUB DE LOS GATOS,
Durante
siete meses, -foto-Adriana Ugarte, hilvanó con mimo el patrón de Sira Quiroga
para encajar en sus hechuras. Mucho más tiempo tardó María Dueñas en
confeccionar este personaje que es la columna vertebral de «El tiempo
entre costuras». Ambas, actriz y escritora, han visto cómo se han unido
sus destinos gracias a la adaptación televisiva del «best seller»
editado por Temas de Hoy. La ficción, producida por Boomerang TV, se
estrena mañana en Antena 3 a las 22:30.
Se podría decir que Sira Quiroga apareció en la vida de María Dueñas sin avisar. En principio iba a ser un personaje secundario dentro de una trama que se iba a ambientar en el protectorado español de Marruecos en ese momento histórico apasionante que se iba pespunteando entre fin de la contienda española y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. «A medida que escribía la novela Sira se me fue de las manos, me iba pidiendo más carrete, más libertad, más protagonismo...», explica Dueñas a LA RAZÓN. Y de pronto, la joven modista que vivía con su madre en la Plaza de la Paja de Madrid tomó el mando de la ficción para emprender un viaje interior y exterior que ha seducido a millones de lectores y ahora espera cautivar a la audiencia. Muchos califican a Sira como una heroína que cambia las coordenadas de su destino de humilde costurera en Madrid para, sin dejar su oficio, transitar por los enclaves coloniales del Norte de África, el Madrid pronazi de la postguerra y una Lisboa cosmopolita donde casi nadie es quien aparenta ser. Sira tampoco, ya que se ha convertido en espía. «Yo no tengo la percepción de que sea una heroína –explica Adriana Ugarte– más bien es una mujer que sabe cómo sacarse las castañas del fuego e intenta salir de las peores situaciones de la manera más digna».
La fuerza transformadora del amor, y del desamor, es la fuerza motriz del personaje. Se encarna en la figura de Ramiro. Por él se instala en Tánger y abandona a su madre y por su ausencia, dolorosa e inesperada, consigue hacerse una identidad llena de claroscuros. «Pasa de la reivindicación de la juventud a una toma de conciencia más adulta de lo que se va perdiendo en el camino y la nostalgia por la pérdida de la familia», afirma Ugarte para añadir después: «Sira se engancha de Ramiro, está obsesionada con él y tienen una relación muy enfermiza y tóxica. Es tan apasionada que pierde su identidad. Se entrega y se ciega». ¿Y cómo sale de ese torbellino de emociones? «Herida. Le endurece el carácter, le hace costra aunque, a cambio, es más astuta. Si yo tuviese la capacidad de cambiar algo en su vida, la posibilidad de que permaneciese en Madrid y no se fuese al Norte de África no lo haría», añade Ugarte. María Dueñas tampoco, por eso le hizo un traje a medida. En esos tiempos la mujer sólo tenía independencia si era autosuficiente económicamente. Y eso era un privilegio sólo reservado a unas pocas, ya que la mayoría tenían un papel limitado reducido al hogar. Por eso la escritora quiso que fuese modista, «que pudiera ganar dinero. Eso le podía dar movilidad y la posibilidad de ascender socialmente pasar de la plaza de la Paja al Ritz o al Palace», apunta Dueñas.
Lo de ser convertirse en espía no es una ambición de Sira, es una forma de servir a su país, un acto de patriotismo y, ¿por qué no? una manera de volver a España. Sin embargo, la vuelta será agridulce. Para Adriana Ugarte, su personaje «nunca tiene tiempo para estar consigo misma, para mimarse. Todo se lo da al amor. Sira tiene la autoestima muy baja. Es una persona que siempre está deshubicada. Cuando vive en la Plaza de la Paja es feliz, pero necesita más; en los ambientes sofisticados de Marruecos se pierde y el Madrid de la clase alta, también. Es una extranjera de sí misma».
Se podría decir que Sira Quiroga apareció en la vida de María Dueñas sin avisar. En principio iba a ser un personaje secundario dentro de una trama que se iba a ambientar en el protectorado español de Marruecos en ese momento histórico apasionante que se iba pespunteando entre fin de la contienda española y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. «A medida que escribía la novela Sira se me fue de las manos, me iba pidiendo más carrete, más libertad, más protagonismo...», explica Dueñas a LA RAZÓN. Y de pronto, la joven modista que vivía con su madre en la Plaza de la Paja de Madrid tomó el mando de la ficción para emprender un viaje interior y exterior que ha seducido a millones de lectores y ahora espera cautivar a la audiencia. Muchos califican a Sira como una heroína que cambia las coordenadas de su destino de humilde costurera en Madrid para, sin dejar su oficio, transitar por los enclaves coloniales del Norte de África, el Madrid pronazi de la postguerra y una Lisboa cosmopolita donde casi nadie es quien aparenta ser. Sira tampoco, ya que se ha convertido en espía. «Yo no tengo la percepción de que sea una heroína –explica Adriana Ugarte– más bien es una mujer que sabe cómo sacarse las castañas del fuego e intenta salir de las peores situaciones de la manera más digna».
La fuerza transformadora del amor, y del desamor, es la fuerza motriz del personaje. Se encarna en la figura de Ramiro. Por él se instala en Tánger y abandona a su madre y por su ausencia, dolorosa e inesperada, consigue hacerse una identidad llena de claroscuros. «Pasa de la reivindicación de la juventud a una toma de conciencia más adulta de lo que se va perdiendo en el camino y la nostalgia por la pérdida de la familia», afirma Ugarte para añadir después: «Sira se engancha de Ramiro, está obsesionada con él y tienen una relación muy enfermiza y tóxica. Es tan apasionada que pierde su identidad. Se entrega y se ciega». ¿Y cómo sale de ese torbellino de emociones? «Herida. Le endurece el carácter, le hace costra aunque, a cambio, es más astuta. Si yo tuviese la capacidad de cambiar algo en su vida, la posibilidad de que permaneciese en Madrid y no se fuese al Norte de África no lo haría», añade Ugarte. María Dueñas tampoco, por eso le hizo un traje a medida. En esos tiempos la mujer sólo tenía independencia si era autosuficiente económicamente. Y eso era un privilegio sólo reservado a unas pocas, ya que la mayoría tenían un papel limitado reducido al hogar. Por eso la escritora quiso que fuese modista, «que pudiera ganar dinero. Eso le podía dar movilidad y la posibilidad de ascender socialmente pasar de la plaza de la Paja al Ritz o al Palace», apunta Dueñas.
Lo de ser convertirse en espía no es una ambición de Sira, es una forma de servir a su país, un acto de patriotismo y, ¿por qué no? una manera de volver a España. Sin embargo, la vuelta será agridulce. Para Adriana Ugarte, su personaje «nunca tiene tiempo para estar consigo misma, para mimarse. Todo se lo da al amor. Sira tiene la autoestima muy baja. Es una persona que siempre está deshubicada. Cuando vive en la Plaza de la Paja es feliz, pero necesita más; en los ambientes sofisticados de Marruecos se pierde y el Madrid de la clase alta, también. Es una extranjera de sí misma».
La
actriz todavía no se ha desprendido de Sira, nunca la juzgó, ni se
enfadó por algunos de sus comportamientos. «Sentí mucha compasión por
ella y, como actriz, le he entregué mi vida. Lo viví como si ella fuese
mi amor, aprendí de su dolor». María Dueñas, al transmitirle esas
palabras de Ugarte se conmueve: «Adriana le ha dado una gran carga de
humanidad a Sira. Además del talento, empatizó tanto con ella. Lo ha
interpretado con tanta intensidad, con tanta complicidad...». Dueñas y
Ugarte, se conocieron y se reconocieron durante el rodaje de la serie,
en Tánger. «Evidentemente, yo ya sabía que iba a interpretar al
personaje, pero cuando la vi allí, peinada, maquillada y moviéndose me
dije para mí: «Olé, ya está. Sira ya es suya y yo se la doy encantada».
Ahora
sólo queda esperar el veredicto de la audiencia. A Ugarte le perturba
lo justo. Dueñas espera que sea un éxito, no sólo por ser la autora de
la novela, también por cómo se ha mimado la producción. «Soy de la
generación que creció viendo ''Fortunata y Jacinta'', «Los gozos y las
sombras»... Creo que los espectadores echaban de menos series con esta
factura cinematográfica, con este empaque visual y esta riqueza
temática», afirma.TÍTULO; MAS QUE COCHES ,India Martínez: «Mi perro está aprendiendo a echarse solo de comer ...
- Dice que cuando era pequeña en casa la llamaban Pocahontas. Y no es raro porque sus rasgos recuerdan, si no a la aborigen original, ...
India Martínez-foto,. y perro un gran danes, mas que coches, foto,.
Dice que cuando era pequeña en casa la llamaban
Pocahontas. Y no es raro porque sus rasgos recuerdan, si no a la
aborigen original, al menos sí a la de la película de Walt Disney: pelo
largo y brillante, ojos oscuros y rasgados, piel canela... Claro que
muy pronto sus vecinos también la apodaron «La niña del puerto» «porque
andaba por las peñas que estaban junto al puerto de Roquetas de Mar».
Sin embargo, no fueron ninguno de los dos motes de niñez los que le
arrebataron sus dos nombres reales (Jennifer Jessica), sino un sencillo
«India» que a ella le encanta. «Me lo puso mi primer mánager
precisamente por mis rasgos. Pensó que necesitaba un nombre que me
identificase, que sonase bonito y racial; y creo que acertó. A mí me
gusta mucho porque es exótico y no te encasilla en ningún registro
musical». Más allá del nombre, a India Martínez es difícil encasillarla.
Sobre todo, porque ha ido evolucionando no sólo en el cantar, sino
también en la forma de ser y de comportarse y se ha convertido en una
mujer moderna, capaz de combinar un escote y una cazadora de cuero, sin
perder la dulzura de su sonrisa. «Me interesa mucho la moda –confiesa–. Y
más aún vestirme como a mí me gusta. Por ejemplo, colocarme un
vestidito medio elegante y entubado y darle luego un toque roquerillo».
Tenía
que ir cambiando poco a poco, porque empezó a cantar de muy niña. Con
doce añitos. Aunque su primer disco, «Azulejos de lunares», salió en
2004. Ahora acaba de sacar el quinto, «Camino de la buena suerte», y
parece que si de algo puede presumir es de una afortunada carrera. «Voy
proponiéndome metas constantemente y gracias a Dios, poquito a poco se
van cumpliendo, aunque con mucho esfuerzo. Y de ahí viene lo del nombre
de "Camino de la buena suerte" ¿no? De que la suerte no sólo se busca,
sino que se lucha también y hay que cuidarla mucho. Yo creo que las
cosas se consiguen a base de esfuerzo y de tesón. Y también viéndolas de
un modo positivo. Si eres pesimista, al final no consigues lo que
quieres». Le digo que ella no tiene mérito en eso de ser positiva,
porque no sólo le encanta cantar y vive de la música, sino que la crisis
de su sector prácticamente ni la ha rozado. Pero ella me cuenta, sin
decir las razones, que ha vivido algún momento de crisis personal, de
esos en los que crecen las ganas de tirar la toalla: «Precisamente
después de un momento que viví así, digamos que un poco más decaído,
vino el disco "Trece verdades" con la canción de "Vencer al amor" que
tenía muchísima verdad dentro y muchos sentimientos guardados, que yo
creo que llegaron a la gente».
India no
cambiaría su mundo y su trabajo por nada, porque le apasiona, pero sabe
que con él es difícil tener una estabilidad sentimental, porque obliga a
pasar mucho tiempo fuera de la familia y de la gente que se quiere.
«Otra gente tiene otros trabajos más estables y entonces todo es más
llevadero. Aquí nunca sabes lo que va a pasar... Pero en el fondo me
gusta, ¿eh? Soy bastante aventurera en ese aspecto». Aventuras a este
lado del charco y al otro, porque India, nominada a los Grammy en dos
ocasiones (artista revelación y mejor álbum pop tradicional), llega
mucho en Latinoamérica. «No se a qué se debe. Yo creo que ellos y
nosotros tenemos siempre cierto vínculo; pero no sé, quizá el último
disco que hemos hecho de "Otras verdades" con temas más latinos,
aflamencados a mi forma, me ha acercado más a ellos». Habla de flamenco y
es como si cantara. El flamenco es parte de su vida. Lo necesita en la
voz y en el alma. «Creo que siempre va a estar muy presente. Y es normal
porque es lo que empecé a cantar de pequeña. Primero cantaba flamenco
clásico y me aprendía letras, canciones, cantes... Iba a peñas
flamencas, a festivales, a concursos..., de todo un poco. Amaba el
flamenco entonces y lo sigo amando. Lo que pasa es que después he ido
escuchando otras músicas que también me han gustado. Aunque es verdad
que siempre parto del flamenco y es lo que me ayuda a entenderlas. Y
siempre está ahí y hay días en los que me apetece cantar un fandango,
una soleá, una seguiriya ...¡Quién sabe si dentro de un tiempo vuelvo a
mis raíces de verdad discográficamente!».
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