jueves, 24 de octubre de 2013

Poca gente habla de frente porque endulzamos lo que decimos»/ Un Tour para funambulistas


En la vida real, -foto,.Steve Carell se parece poco a sus personajes. Y menos todavía en El camino de vuelta, la película que se estrena mañana, ..
«Poca gente habla de frente porque endulzamos lo que decimos» 
En la vida real, Steve Carell se parece poco a sus personajes. Y menos todavía en 'El camino de vuelta', la película que se estrena mañana, donde da vida a un padrastro bastante desagradable y muy alejado de los papeles cómicos habituales de su carrera, tanto en el cine como en la televisión. Carell y su familia se van de vacaciones a un pueblo de Massachusetts donde el introvertido Duncan (Liam James), comienza a abrirse al mundo gracias a Owen (Sam Rockwell) y un peculiar director de un parque acuático. Completan el reparto de esta cinta, que navega entre el drama y el romanticismo Toni Collette y Zoe Levin.
-¿Qué le llevo a interpretar este papel tan distinto a sus interpretaciones habituales, más enfocadas hacia la comedia?
-En mi adolescencia tuve muchos entrenadores parecidos a este tipo que represento. Fueron brutales conmigo, pero por su honestidad. Me ayudaron a madurar y a formarme como individuo. Así es como me he enfrentado a este papel, tratando de ser increíblemente honesto conmigo mismo. Hoy en día poca gente habla con tanta verdad, tan de frente. Endulzamos demasiado lo que decimos. Pero los adultos también nos equivocamos y ese es precisamente el tema central del filme.
-¿Alguna vez pasó un verano en una localidad parecida a la que se representa en la película?
-Rodamos toda la película en la ciudad donde mi mujer y yo pasamos los veranos de nuestra juventud. Es un pequeño pueblo de Massachusetts donde todos nos conocíamos. Lo que más me gusta de la historia es su temporalidad, esas semanas de verano infinitas cuando la gente se dedica a disfrutar y pasarlo bien sin pensar en nada más.
-¿Cómo es ser dirigido por dos directores?
-Me encanta. Es la tercera vez que hago una película con dos directores. Ya me ocurrió en 'Little Miss Sunshine' y 'Crazy Stupid Love'. Y en las tres ocasiones he sentido que el rodaje es más eficiente que con un solo director.
-¿Cuál es su secreto para parecer tan normal en un mundo tan extraño como Hollywood, donde muchos actores pierden el norte?
-He trabajado durante veinte años ganando lo justo, sin llegar a fin de mes. Antes era lo suficientemente productivo como para pagar mis deudas. Ahora he conseguido bastante dinero como para pagar en el futuro la universidad de mis hijos. Si el éxito me hubiera llegado hace veinte años tal vez me habría convertido en un imbécil. He podido mantenerme como actor desde entonces y no he llamado a mis padres en todo este tiempo para pedirles dinero. Aunque en ocasiones, me enviaban paquetes de galletas (risas).
-¿Ha ganado más dinero y prestigio de lo que había soñado?
-Mi vida no se parece en nada a lo que había imaginado. Cuando nació mi hija Annie algo cambio dentro de mí. En estos momentos, mi familia es la prioridad principal y el trabajo ha pasado a un segundo plano. Debo confesar que no estoy desesperado por conseguir un papel determinado, que prefiero quedarme en casa. Sentir así me libera. Mi familia me ha convertido en mejor actor porque he dejado a un lado esa terrible presión de competir con uno mismo.
-¿Suele leer sus críticas?
-Trato de no leerlas porque lo único que sueles recordar es lo malo de ellas. Puedes recibir cien alabanzas sobre tu interpretación pero cuando alguien dice «sus cejas son muy pobladas», corres al espejo a mirarte y te dices «vaya, es verdad».
-¿Es un acto de inseguridad no leerlas?
-No. Como cualquier otra persona trato de esconder mi propia inseguridad. ¿Quién puede decir que está completamente seguro en lo que hace? Si encuentras a alguien que lo diga, ten por seguro que está mintiendo.
-¿Es difícil encontrar hoy en día una comedia inteligente sin chistes de mal gusto?
-Esa es una de las razones porque las que quise hacer esta película. Me gusta interpretar comedias inteligentes, auténticas. Y en 'El camino de vuelta' no hay nada prefabricado. Lo realmente cómico de la película es la relación que tienen los protagonistas. Te puedo asegurar que si nos tocara vivir una situación similar, haríamos lo mismo. La comedia la real es mucho más divertida que la inventada y a mí los chistes escatológicos no me gustan nada.


  1. De Córcega en 2013 a Inglaterra en 2014. El Tour de Francia se mueve en función de las localidades que piden acoger la prueba y qué son ...
     

    CICLISMO | TOUR DE FRANCIA

    Un Tour para funambulistas

    Chris Froome encabeza el grupo en una etapa de montaña. / Jacky Naegelan (REUTERS)
    De Córcega en 2013 a Inglaterra en 2014. El Tour de Francia se mueve en función de las localidades que piden acoger la prueba y qué son capaces de hacer frente a los costos económicos que supone poder presenciar en vivo el tercer evento mundial a nivel deportivo. Si el Giro de Italia saldrá de Dublín, el Tour lo hará de Inglaterra, donde ya estuvo en 2007, poco antes de que se iniciase el despegue del ciclismo británico a todos los niveles. Desde entonces han ganado en dos ocasiones la prueba, con Bradley Wiggins y Chris Froome, además de lograr el maillot verde y 25 etapas con Mark Cavendish, que también fue campeón del mundo.
    El Sky es ahora una de las referencias del ciclismo mundial. El Tour que se puso de largo este miércoles en París es una carrera en la que lo que más llama la atención, más incluso que una etapa concreta en los Alpes o los Pirineos, son los detalles adyacentes, es decir, la falta de un prólogo, de una crono inicial, de una contrarreloj por equipos, de una cronoescalada o de las bonificaciones.
    También la presencia del pavés, con 15 kilómetros distribuidos en nueve tramos, que siempre resultarán comprometidos. O la decisión de incluir una sola contrarreloj individual, de 54 kilómetros, del mismo modo que se echa en falta una de esas etapas demoledoras de montaña.
    Lo que siempre se ha llamado una etapa ‘modelo Tour’ podría ser la decimocuarta, que finaliza en Risoul, en la que se subirán tres puertos, dos de ellos a más de 2.000 metros, Lautaret e Izoard, además del final, situado a 1.855 metros. En total, 65 kilómetros de subidas y muchos de bajada.
    Alpes más ‘cómodos’
    Los Alpes parecen más ‘cómodos’ que los Pirineos, donde la decimoséptima etapa en la que se subirán el Portillon, Peyresourde, Val Louron y el final en Pla d’ Adet también tiene su peligro, sobre todo porque serán sólo 125 kilómetros. Muchos puertos y poco kilometraje, riesgo asegurado. Fieles a la tradición, los organizadores han colocado dos etapas ‘serias’ en Alpes y Pirineos.
    Igual la carrera tiene más peligro en los Vosgos, con tres etapas en un terreno muy complicado, que en Alpes o Pirineos. Está la llegada al muro de Gerardmer, que tiene cierto parecido con el muro de Huy en la Flecha Valona. Luego habrá una etapa de cierta tranquilidad antes de llegar al final, el 14 de julio, a La Planche des Belles Filles, donde por cierto ganó, hace un año y medio, Chris Froome. La primera meta en alto aparecerá después de nueve etapas disputadas.
    Dos de esas llegadas, las de Gérardmer, en la octava etapa, y La Planche des Belles Filles, en la décima, en los Vosgos, son más explosivas que las otras cuatro, en Pirineos y Alpes, mucho más tendidas.
    Tenemos por delante un Tour para funambulistas, es decir, para buscar un equilibrio, de forma que ya no tiene que resultar exhaustivo al inicio de la prueba porque en las primeras etapas hubiese colocada alguna contrarreloj más o menos larga. Los corredores tendrán nueve etapas para ir haciendo kilómetros y evitar riesgos antes de los momentos claves que estarán en la segunda parte de la carrera.
    Y para terminar, esa crono de Bergerac, donde Miguel Induráin le metió dos minutos a Tony Rominger en 1994, en un día con calor sofocante, cerca de 40 grados, en los que barrió al suizo. La distancia es de las que le gustaría al navarro y dejaría hundidos en la miseria a sus rivales sólo con verla.
    Froome, favorito
    En esta ocasión no se puede decir que el Tour haya estado diseñado para ningún corredor en especial. Con seis llegadas en alto y una contrarreloj de 54 kilómetros, si hay que dar un nombre como gran favorito, ese es el de Chris Froome, al menos el del Froome que hemos visto durante los dos últimos años.
    El resto de aspirantes, al menos alguno de ellos, esperará a conocer el trazado de la Vuelta a España, como puede ser el caso de Alejandro Valverde y Purito Rodríguez.
    Alberto Contador está condenado a correr el Tour, y luego la Vuelta, si todo discurre con normalidad. A Nairo Quintana le han chafado con esa contrarreloj de 54 kilómetros y los 15 kilómetros de pavés, pero no será fácil para Eusebio Unzue dejarle fuera del Tour. Algo parecido vale para Purito Rodríguez.
    Bradley Wiggins, a día de hoy, es una incógnita y, además de su rendimiento, el tener que compartir equipo con Froome, que se ha ganado sus galones, no le beneficia.
    Nos queda Vincenzo Nibali. El ganador del Giro aspira a un podio en el que no habrá plazas para todos los que puedan buscarlo, si es que los nombres que hemos citado acuden a Francia. Un Giro en el que no esté Nibali resulta atractivo para corredores como Purito Rodríguez o Nairo Quintana.
    Los demás nombres que se podrían añadir a esa lista no dejan de ser aspirantes para un Tour que es cierto que favorece a los escaladores, pero que también, dentro de ellos, gravita demasiado sobre las posibilidades de Froome, que es muy superior a todos los demás. Salir para hacer segundo no es algo que les seduzca a los ciclistas con vitola de líderes

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