- MITO 1Las manzanas ecológicas son más feas. La belleza no es importanteMuchos creen que en los productos bio no funcionan los ...
Consumo -foto.La cara oculta de los productos BIO
No todo lo etiquetado como "ecológico" es lo que parece. Tras el reclamo 'bio' en grandes letras verdes puede haber mucha letra pequeña. Tomates orgánicos, agricultura sin pesticidas, ropa de algodón ecológico... ¿Cuánto hay de cierto en todo esto? Conozca los principales mitos de los productos 'bio'. Los desmontamos.MITO 1
Las manzanas ecológicas son más feas. La belleza no es importante
Muchos creen que en los productos bio no funcionan los estándares de belleza. Sin embargo, claro que los hay. El mercado manda y parece que la manzana ecológica debe tener el mismo aspecto que la industrial: siempre igual de bonita, con las mejillas sonrosadas. Las manzanas que no son perfectas acaban convertidas en zumo o en compota... El consumidor rechaza, por ejemplo, las manzanas moteadas, y no las quiere muy pequeñas, por muy bio que sean. Por otro lado, pese a que la agricultura ecológica promueve las variedades locales, estas no siempre se adaptan al cultivo sin aditivos: suelen ser más susceptibles a enfermedades fúngicas como el oídio (que afecta mucho a la manzana y a la vid) o el moteado (muy presente en la pera y la manzana). El cultivo ecológico, como el normal, pone su acento en las especies que ya han dado buenos resultados, tanto por su productividad como por su buen sabor. Así, pese a existir miles de variedades de manzanas, siguen sonando las mismas (Golden, Reineta, Fuji, Royal Gala...), ya sea en la tienda bio o en la gran superficie. En España se están realizando estudios que buscan cómo mejorar la producción de la manzana bio. En Asturias son especialmente activos los estudios que buscan encontrar la biomanzana más adecuada para elaborar sidra ecológica.
MITO 2
Lo ecológico es más sano: Tiene más vitaminas y proteínas
Escépticos y creyentes tienen estudios científicos que avalan sus teorías. Hay que recurrir pues a estudios de mayor alcance: los metaanálisis que filtran los resultados de decenas, cientos de estudios publicados en años anteriores. En septiembre de 2012, un estudio de la Universidad de Stanford dio mucho que hablar: publicado en la revista Annals of Internal Medicine, se deducía de él que en los productos bio había menor presencia de pesticidas, pero no diferencias significativas en sus cualidades nutricionales, ni en la cantidad de vitamina C ni en proteínas o ácidos grasos. Sí hallaron en la leche bio mayores concentraciones de omega 3 y de fósforo (lo que no es ni bueno ni malo, pues son raros los casos de deficiencia de fósforo). En el debate que siguió a su publicación se llegó a acusar a los investigadores de trabajar al servicio de grandes productoras: ellos aclararon que no habían aceptado ninguna subvención y que el resultado les sorprendió: «Cuando empezamos con el proyecto dijo Dena Bravata, responsable del estudio, creíamos que hallaríamos evidencias de la superioridad de los productos bio». Por otro lado, la producción ecológica tiene riesgos asociados. El estiércol de las vacas, que se utiliza como fertilizante, contiene la bacteria Escherichia coli y hay estudios que demuestran que la probabilidad de infección por esta bacteria es ocho veces mayor en los productos ecológicos que en los convencionales.
MITO 3
La agricultura ecolóica no usa pesticidas
Los usa menos y de manera más controlada, como corroboran los estudios que muestran una menor presencia de pesticidas en los productos ecológicos. Este sigue siendo uno de los argumentos más convincentes a la hora de decantarse por este tipo de productos. Lo cual no quiere decir que las trazas presentes en alimentos convencionales sean perjudiciales para la salud: por eso se someten, igual que los bio, a estrictos controles sanitarios. En cualquier caso, el reglamento europeo permite el empleo de hasta 27 pesticidas de origen natural. Entre ellos figuran elementos inocuos, como el extracto de árbol de nim contra los pulgones, y otros potencialmente peligrosos, como la rotenona, un insecticida que se obtiene de la raíz de algunas leguminosas que es altamente venenoso para las abejas y que está relacionado con el desarrollo de la enfermedad de Parkinson. Se aplican tratamientos con azufre, sodio, jabón potásico... Pero el elemento más conflictivo en los campos ecológicos es el cobre: un fungicida natural tan efectivo como tóxico.
MITO 4
Las camisetas Bio solo utilizan algodón ecológico
En España, según el Ministerio de Agricultura, había en 2011 solo una hectárea de producción ecológica destinada a las fibras textiles de origen vegetal. Y no se estaba cultivando. En el resto del mundo, las cosas son parecidas: en torno al uno por ciento del algodón cultivado responde a estándares ecológicos. Esto quiere decir que no se produce bastante algodón bio para que las camisetas y los pantalones que lucen el logo ecológico estén hechos, cine por cien, con este algodón. Pero sí contienen sustancias como el DDT, la aldrina, el coldrano... Las pruebas se realizan sobre el algodón en crudo, antes de cualquier tratamiento, pero hay veces en que no deben realizarse, como cuando más del 50 por ciento del algodón procede de cultivos certificados como ecológicos. Por último, la etiqueta ecológica no dice nada sobre las condiciones de los trabajadores. El silencio de algunos fabricantes es llamativo: cuando se les han pedido datos sobre esas condiciones en la India o Bangladesh, han rehusado responder.
MITO 5
Los cerdos de granja Bio son más felices
Habría que preguntárselo a ellos... En todo caso, en la ganadería bio se busca generar para el animal condiciones similares a las que tendría en estado salvaje. Las truchas nadan menos hacinadas en piscinas unas 25 por metro cuadrado, frente a las 40 del método convencional y los cerdos viven con entradas permanentes de aire fresco, con espacios donde moverse... El ideal es integrar las producciones agrícola y ganadera. Pero eso exige mucho terreno: más de dos hectáreas por cerda, que, cuando da de mamar, es la que necesita de mayor espacio vital: en torno a los 7,5 metros cuadrados. El destete bio se produce también más tarde que en la versión convencional, no antes de los 40 días de vida del lechón. Y los cuidados sanitarios se basan en la prevención, ya que todo lo anterior redunda en menos enfermedades. Pero también hay males asociados a la vida bio en la granja: mayor pérdida de peso de las cerdas durante la lactancia, mayor riesgo de mortalidad neonatal, infecciones en sistemas productivos con pasto...
MITO 6
En las cremas naturales no hay productos químicos
Probado que es totalmente falso. No existe todavía a nivel europeo una regulación lo suficientemente estricta y completa respecto a la cosmética natural o ecológica. A diferencia de lo que ocurre con otros productos, no hay un sello estandarizado europeo (como existe en la agricultura y ganadería, aunque estos conviven, todo sea dicho, con una amplia amalgama de sellos estatales y regionales; basta con fijarse en cualquier envase). En muchos casos, los fabricantes convencionales ofrecen una rama 'bio', 'ecológica' o 'natural' que, sin embargo, contiene muchos elementos químicos: silicona, grasas con bases derivadas del petróleo, colorantes y conservantes artificiales...
MITO 7
El tomate de agricultura ecológica sabe mejor
No necesaria-mente. Su sabor tiene más que ver con el momento de recogida del tomate que con su método de cultivo. Si se deja madurar en la mata, será más sabroso, proceda del cultivo ecológico, del convencional... ¡o incluso del transgénico! Otros factores que determinan el sabor son el terreno, las horas de sol que recibe... Además, ¿cómo se mide el sabor? Las personas que han crecido tomando sopas ricas en glutamato no disfrutarán mucho con un caldo casero, porque los productos ecológicos contienen menos aditivos (como los potenciadores de sabor) y pueden hasta resultar insípidos. De hecho, en las catas a ciegas no se aprecian diferencias importantes entre los alimentos convencionales y los ecológicos. Eso sí, ¡a ciegas! Somos muy sugestionables, y por el mero hecho de que nos digan que un tomate es de origen ecológico nos sabrá mejor. Consumir productos de temporada es la mejor manera de garantizar el sabor. Claro que esto puede implicar que el tomate haya recorrido largas distancias. España es un gran exportador de productos ecológicos, pero también los importa de Nueva Zelanda o América. Eso hace que el alimento pueda haber recorrido hasta 5000 kilómetros para llegar hasta nuestro plato. Esa huella poco bio sería menor si el plátano o la manzana o la lechuga fuese un producto más cercano y se evitase el viaje.
MITO 8
El pescado BIO siempre es ecológico
Caldo natural de pescado con verdura ecológica' o 'anchoas en aceite de oliva ecológico' reza en las etiquetas de ciertos productos españoles. ¿Respetan la legislación vigente? Sí. ¿Pero a qué alude el término 'ecológico'? A las verduras, al aceite de oliva... ¿y al pescado? Nada dice sobre el 32 por ciento de rape ni del 2 por ciento de bacalao que lleva el caldo. ¿De dónde provienen? Si no dice lo contrario, del mismo lugar que la versión sin reclamos ecológicos. Otros sí añaden más datos. Una conocida firma gallega de productos ecológicos habla de atún pescado con caña (no criado en piscifactoría), lo cual no es del todo un mérito: aún no se ha logrado un crecimiento correcto y rentable del atún en cautividad. La opción de la caña potencia, en cualquier caso, la sostenibilidad: evita las capturas involuntarias. La versión ecológica de la acuicultura también existe, aunque es una modalidad joven: hasta 2010 no hubo una normativa europea y coexistían diversas reglas locales y estatales... ¡Un estudio de la Universidad de Victoria (Canadá) localizó hasta 240 normativas en 29 países! En 2009 había inscritas, según el Ministerio de Medio Ambiente, dos explotaciones de acuicultura ecológica en nuestro país. Hoy son algunas más y España cuenta con algunos ejemplos pioneros, desde el mejillón en Galicia hasta la trucha, la dorada o la lubina producidas en Guadalajara, Andalucía o Murcia. Estos modelos sostenibles reducen las sustancias contaminantes presentes en estos pescados, lo que hace que entre sus clientes estén muchos afectados por hipersensibilidad química.
MITO 9
En la ganadería ecológica no se emplean medicamentos
Falso. Toda carne, provenga de la ganadería convencional o de la ecológica, necesita garantizar la prevención de enfermedades. En la cría ecológica, esta se basa según el reglamento europeo aprobado en junio de 2007 en la selección de razas apropiadas, el ejercicio físico del animal, los piensos de alta calidad y las condiciones higiénicas de la estabulación (el mantenimiento de los animales que se crían dentro de un lugar en el que están gran parte de su vida). Pero, llegado el caso de que el animal caiga enfermo, se permite y se exige un tratamiento inmediato. «Podrán utilizarse medicamentos veterinarios alopáticos de síntesis, incluidos los antibióticos, cuando sea necesario y bajo condiciones estrictas». La cita es textual, obtenida de la citada normativa. Siempre, eso sí, que el uso de productos fitoterapéuticos u homepáticos no haya resultado efectivo.
TÍTULO; Libros El misterio Voynich. El manuscrito que ni la Cia logra descifrar
Ni los más complejos ordenadores ni las agencias especializadas en descifrar códigos han podido desvelar el extraño lenguaje del manuscrito Voynich, del siglo XV. Cuando ya se empezaba a dudar de que tuviera sentido, unos investigadores han demostrado que no es un fraude. Es un idioma real y puede esconder mensajes secretos. Lea, lea.Los jesuitas de Villa Mondragone, un colegio de la Compañía de Jesús cerca de Roma, estaban al borde de la ruina. Era el año 1912. No les quedaba otra: tenían que vender su biblioteca.
Avisaron a un coleccionista, Wilfrid M. Voynich, de origen polaco. Voynich compró allí 30 manuscritos; entre ellos, uno que nadie ha podido leer hasta la fecha. Está escrito en una lengua misteriosa de la que no se ha descifrado ni una sola palabra. Y desde hace un siglo obsesiona a criptógrafos, historiadores, paleógrafos, lingüistas, filólogos, matemáticos, ingenieros e incluso astrónomos y botánicos, pues el libro está adornado con extrañas ilustraciones cosmológicas y plantas quiméricas que tampoco nadie ha podido identificar. Hasta la controvertida Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) intentó descifrar el código durante tres décadas. No pudo.
¿Esconde un tesoro? ¿La resolución de un crimen? ¿Conocimientos secretos que cambiarían la historia de la ciencia? ¿Acaso una profecía? La frustración es tal que desde 2004 la teoría más extendida sobre el manuscrito Voynich es que se trata de un fraude: no se puede descifrar porque no hay nada que descifrar; es un galimatías, una broma. Pero un reciente estudio de la Universidad de Mánchester (Reino Unido) demuestra que no es así. El texto está escrito en una lengua auténtica y puede contener mensajes cifrados. ¿Qué lengua es y qué mensajes oculta? No se sabe. Los investigadores, dirigidos por el físico Marcelo Montemurro, analizaron la frecuencia de las palabras en el manuscrito y las compararon con textos de similar extensión en inglés, chino, latín, un lenguaje informático y fragmentos del código del ADN. Los textos analizados entre ellos, Las confesiones de san Agustín y El origen de las especies, de Charles Darwin tienen entre 500 y 700 palabras claves, mientras que el sistema de programación ronda las 300, y el genoma, las diez. El voynichés, como se conoce el presunto idioma del manuscrito, tiene 800. «Su estructura es compatible con la de una lengua humana», afirma Montemurro.
Además, en el voynichés, la distribución estadística de las letras y palabras es cualquier cosa menos aleatoria. Por ejemplo, cumple a rajatabla la ley de Zipf, que establece que en todas las lenguas humanas la palabra más frecuente en un texto extenso aparece el doble de veces que la segunda más frecuente, el triple que la tercera, etcétera. Lenguajes artificiales como los élficos de Tolkien o el klingon de Star Trek no cumplen esta regla. Poco se sabe con certeza del manuscrito, un pergamino de 240 páginas. La Universidad de Arizona demostró mediante la prueba del carbono 14 que podía datarse entre 1404 y 1438. Su autor es anónimo. El emperador Rodolfo II de Bohemia está acreditado como el primer propietario conocido del manuscrito, por el que pagó 600 ducados de oro, unos 70.000 euros. Rodolfo II, sobrino de Felipe II, fue un monarca excéntrico aficionado a las ciencias ocultas. Coleccionaba juguetes mecánicos, autómatas, recetarios de magia y manuales de alquimia.
El manuscrito lo heredó su farmacéutico, Jacobus Sinapius, favorito del emperador, al que curó presuntamente de una grave enfermedad con un elixir de su invención. La panacea tuvo una enorme demanda y Sinapius ganó una fortuna. Fue el primero que intentó descifrarlo.En la larga lista de traductores frustrados sobresalen dos: uno es William Newbold, profesor de Filosofía en Pensilvania a principios del siglo XX y condecorado por descifrar mensajes de los espías alemanes durante la Primera Guerra Mundial. Dedicó los últimos años de su vida a examinar el manuscrito, hasta que perdió la noción de la realidad. Murió loco. el otro es william friedman, considerado el mejor criptógrafo de la era moderna y uno de los fundadores de la NSA. Friedman descifró el Código Púrpura que protegía las comunicaciones navales japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. Pero no pudo con el manuscrito Voynich, aunque su hipótesis de trabajo se considera plausible. No se trataría de un idioma inventado, sino de una lengua probablemente europea 'oscurecida' mediante un algoritmo que desplaza letras individuales.
Con la potencia de los ordenadores actuales desentrañarlo debería ser cosa de niños. Pero no es así. Se han hecho pruebas con el hebreo; también con un cóctel políglota de lenguas orientales (chino, tibetano, vietnamita...); con escritura esteganográfica (textos que carecen de significado en su mayor parte, pero que contienen la información oculta en detalles arbitrarios y discretos). Todo, en vano.El propósito del libro también intriga a los estudiosos. Teorías recientes lo relacionan con secretos de los gremios de artesanos de Milán que incluyen la elaboración de venenos y la producción de vidrio, cuya transmisión a potencias extranjeras estaba sujeta a la pena de muerte. Y hay incluso quien lo relaciona con conocimientos pioneros en la energía atómica. Pero llega un punto en que se mezclan la leyenda y los pocos datos fehacientes. No es extraño que se hayan escrito unas treinta novelas sobre el manuscrito. Como escribe Reed Johnson, de la Universidad de Virginia: «Tanta gente ha dedicado tanto tiempo a intentar descifrarlo que si fuera un fraude sería trágico. Nos impulsa el afán de descubrir algún significado trascendente. Por lo menos, que no sea una lista de la compra o un catálogo de chistes verdes de los monjes del siglo XV».
El dueño del documento
Wilfrid Voynich (1865-1930) fue un bibliófilo y coleccionista polaco. Graduado en Química y Farmacia, destacó por ser un revolucionario antizarista (una parte de Polonia pertenecía al Imperio ruso), lo que lo llevó a ser encarcelado en Siberia. Logró escapar vía Manchuria y China. Acabó regentando una librería en Londres junto con su mujer, Ethel Boole, novelista de éxito. En 1914, a punto de comenzar la guerra, se mudó a Nueva York con parte de su colección de libros entre ellos, el manuscrito, que había comprado en 1912 y continuó con su oficio de librero especializado en textos raros. A su muerte, su viuda vendió el manuscrito a un marchante, que no pudo encontrar comprador y lo legó en 1969 a la Universidad de Yale, donde continúa hoy.
Así es el manuscrito Voynich
-El manuscrito. El texto está escrito en un pergamino de 240 páginas, redactado e ilustrado en el siglo XV con pluma de ave.
-Ni una palabra. Está escrito en una lengua misteriosa de la que no se ha logrado descifrar ni una sola palabra.
-Impecable. Todo el texto está escrito de izquierda a derecha de manera fluida y no contiene ni un solo tachón.
-Una clave secreta. El voynichés, como se conoce el presunto idioma en el que está escrito, no sería una lengua desconocida, inventada o artificial, sino una lengua probablemente europea (o varias lenguas combinadas) 'oscurecida' mediante un algoritmo que desplaza letras individuales. Un método similar fue usado por la cancillería de Milán en el siglo XV.
-¿Más de un autor? Se aprecian al menos dos caligrafías, como si fuese obra de dos escribanos.
-Dibujos por secciones. Las ilustraciones lo dividen en seis secciones. La primera es un herbario con dibujos de plantas. La segunda está relacionada con la astrología, con símbolos zodiacales y mujeres desnudas que sostienen estrellas. La tercera aludiría a la biología; la cuarta, a la cosmología; la quinta, a la farmacia; y la sexta serían unas recetas alquímicas.
-Previendo el futuro. En la sección cosmológica se aprecian tránsitos de cuerpos celestes, dibujos de galaxias y quizá prototipos de instrumentos ópticos.
-Texto corrido. El voynichés tiene entre 20 y 30 letras (los expertos no se ponen de acuerdo). El texto tiene 170.000 caracteres agrupados en 35.000 palabras. No hay palabras de más de diez letras ni signos de puntuación.
-Tinta datada. La tinta está datada entre 1404 y 1438, lo que certifica que el manuscrito es medieval.
¿QUIÉN LO ESCRIBIÓ?
-El manuscrito Voynich se atribuyó primero al fraile franciscano Roger Bacon, pero esta teoría ha sido descartada. También se dijo que lo escribió John Dee (abajo), matemático y astrólogo de la corte de Isabel I de Inglaterra. O su ayudante, Edward Kelly, un alquimista que aseguraba que era capaz de conversar con los ángeles. Se ha sugerido que Kelly inventó ese idioma para engañar a Dee, que a su vez lo utilizó para estafar al emperador Rodolfo II de Bohemia. Hoy parecen descartadas todas estas teorías. La única pista realmente fiable es el lugar donde se escribió: el norte de Italia. Según la Universidad de Arizona, en una ilustración se ve una ciudad amurallada con almenas en forma de cola de golondrina, un estilo que durante el Renacimiento se acabó popularizando en toda Europa, pero que en la época de la redacción del manuscrito solo se empleó en las zonas de influencia de Venecia y Milán.
domingo, 10 de noviembre de 2013
SALUD, CONOCER, CONSUMO, La cara oculta de los productos BIO / Libros El misterio VoynichEl misterio Voynich. El manuscrito que ni la Cia logra descifrar
TÍTULO; SALUD, CONOCER, CONSUMO,.
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