Si alguna vez nos presentan a un tal Nye Soledad lorio,
podremos decirle que lo conocemos como si lo hubiéramos parido. Y todo gracias
a su madre, Ruth, que decidió compartir la experiencia de su nacimiento con
todos los internautas.
A través de Twitter, Faacebook e instagram, esta escritora y guionista
británica afincada en Estados Unidos contó paso a paso el proceso:
contracciones, molestias y dolores, con gran profusión de fotos y monumentos TMI
( “ too much informatión” demasiada
información). El objetivo de lorio era transmitir en directo la verdad “hermosa
y sucia” de un parto en casa. La idea fue un éxito de público ( trending topic
durante 12 horas que duró). De crítica, no tanto: aunque muchos aplaudieron su
iniciativa, otros se sintieron molestos por su “ exhibicionismo” y por su falta
de honestidad” y que incluyeron transfusiones e ingreso hospitalario. Es
posible, digamos en su defensa, que en ese momento tuviera la cabeza en otro
sitio,.
Alba de Toro es ciega de nacimiento, pero viendo las metas
que ha alcanzado cualquiera lo diría. Gracias a su tesón y al apoyo de sus
padres, que se esforzaron para que llevara una vida lo más normal posible, ha
conseguido todo lo que se ha propuesto. Ha participado en unos juegos
paralímpicos de esquí, es intérprete y traductora, habla cinco idiomas y ha
viajado a la India para cooperar con la Fundación Vicente Ferrer. Esta
experiencia de dos años en Anantapur, enseñando a niños con su misma
discapacidad, la ha plasmado en el libro “ Los colores de un sueño” (
Plataforma Editorial ), que también ha servido de argumento para un documental.
A lo largo de sus páginas, la autora nos contagia su desbordante optimismo,
porque para ella la felicidad es una cuestión de actitud. Aunque no lo
pretenda, este libro tan inspirador es una lección de valor, bondad y
generosidad sin límites.
Para esta joven catalana de 25 años las barreras solo están
para superarlas y reconoce que su ceguera le ha dado fuerzas para luchar. En su
caso, lo ha tenido más fácil, porque sus padres le inculcaron una gran
confianza en sí misma y empeñaron en que fuera independiente. De muy niña le
enseñaron los colores de las cosas y tocarlo todo, desde el uniforme de un
guardia hasta el decorado de una función teatral, para conocer las formas y las
texturas. Al cumplir 18 años le regalaron un viaje a la India que cambiaría
para siempre su vida. Allí tuvo la oportunidad de conocer la impresionante
labor de Vicente Ferrer, que ha sacado de la pobreza a millones de intocables.
Alba era la primera persona ciega que los visitaba y, de inmediato, le
ofrecieron volver al año siguiente para enseñar informática a niños invidentes.
Fue el comienzo de una etapa difícil y llena de retos, porque los hindúes
consideran la ceguera un castigo de los dioses. La mayoría acaban marginados o
condenados a mendigar, porque sus familias no creen que puedan hacer nada por
sí mismos. Para poder cambiar esta mentalidad los ayudó a desenvolverse en su
vida cotidiana. Alba aprendió el dialecto local, el telugu, y los enseñó a
lavarse, peinarse, vestirse, cocinar y, sobre todo, a ir con la cabeza muy
alta. Un largo proceso en el que contó con la ayuda de su fiel Tory, su perra
guía. Con humor, recuerdo lo exótica que resultaba en la India una mujer
blanca, ciega y con un perro.
Alba, la joven que vemos en la foto envuelta en un sari
naranja, han conseguido llegar tan lejos porque nunca se ha sentido una
inválida. “Puedo hacer cualquier cosa que me proponga” es el lema que mueve su
vida. En la actualidad vive en Manchester, donde trabaja como intérprete, pero
su corazón está a miles kilómetros, en Anantapur.
A menudo llama por teléfono a los niños de la fundación y
les promete que muy pronto jugará con ellos bajo la lluvia y chapoteará en los
charcos.
Agradecida, dice que nunca podrá olvidar lo mucho que ellos
le han dado: “Me han enseñado a valorar que tengo y me han acercado más a mi
ceguera, ayudándome a aceptarla y a entenderla,.
No hay comentarios:
Publicar un comentario