TÍTULO: EL DESAYUNO DEL LUNES, Extremoduro 1989 .
EL DESAYUNO DEL LUNES, Extremoduro 1989 .-foto,.
En el año 1989, Extremoduro inventó el crowdfunding y dio el primer concierto. Vendieron 250 papeletas a mil pesetas para financiar ...
En el año 1989, Extremoduro inventó el crowdfunding y dio el primer
concierto. Vendieron 250 papeletas a mil pesetas para financiar
colectivamente su primera maqueta y tocaron por primera vez en el pub
Por Ejemplo de Cáceres. Aquel primer concierto en la historia de
Extremoduro se celebró el jueves 23 de febrero y los empresarios los
contrataron sin haberlos escuchado.
Los dueños del Por Ejemplo eran Isidro y Valentín Timón y Nemesio Vivas. «Nos habían hablado de que Robe y Fanta habían montado un grupo y los contratamos para un ciclo de conciertos de rock que habíamos montado durante el mes de febrero. El pub se llenó con 500 personas», recuerda Isidro Timón aquel momento histórico mientas muestra por primera vez el cartel que lo certifica y que Robe Iniesta ha pedido en alguna ocasión. «Se lo quise dar tras el concierto de Cáceres de 2012, pero no me dejaron entrar los de seguridad y me lo llevé», cuenta Timón.
25 años después de aquel bautismo rockero, Extremoduro volvió el sábado a Cáceres. Y los cambios eran sustanciales: el concierto no era en un sencillo pub de La Madrila, sino en un estadio. No escuchaban 500, sino 15.800, pero sí rondaba el medio millar el personal que rodeaba a la banda: 60 camareros en la barra de Tribuna, 40 en la de Preferencia y 20 entre el público, una decena de vendedores de merchandising, medio centenar de policías y otro medio centenar de vigilantes y porteros más el personal técnico y de montaje y diferentes coordinadores.
Lo primero que llamaba la atención era que, celebrándose el concierto en un estadio, el público no pudiera ocupar los 8.000 asientos de la grada. Para pasar al graderío de Tribuna, había que ser allegado al grupo o conmover a Bibi, la mujer de Robe. Así que cuatro horas antes de que empezara el concierto, dos chicas y un servidor alegamos, ante el manager y la esposa, ellas, padecer una enfermedad terminal y estar embarazada, servidor, tener una discapacidad. A ellas las creyeron inmediatamente, a pesar de no presentar pruebas, de mí dudaron a pesar de las evidencias, pero acabé conmoviendo y pude sentarme.
Desde lo alto de la grada asistías a la entrada triunfal en el estadio del ilustre Chinato, poeta y letrista de Extremoduro. Te sorprendías de que no hubieran protegido el césped, aunque aquello era más bien pasto seco. Y entendías por qué no dejaban ocupar las gradas. Se debía a la disposición de las barras, parte económica fundamental del evento, colocadas al pie de Tribuna y Preferencia.
A un concierto de rock no se va a mear ni a ver un partido de fútbol ni a sentarse. Debajo del marcador, había 50 letrinas de campaña, pero en ninguna había papel: las chicas lo pasaban mal y los mozos acabaron orinando al aire libre, en un meódromo improvisado junto a la valla del fondo norte. Lo de la Champions fue un poco accidentado. Las pantallas gigantes eran más bien medianas, no funcionaron hasta el minuto cinco y no se escuchó el sonido hasta el 44, pero cumplieron. Y lo de sentarse, ya digo: o eras pariente o conmovías o te quedabas siete horas de pie.
A un concierto de rock se va a escuchar música en compañía, y eso se pudo hacer bien, y a beber con los colegas, y bebida no faltaba. Desde la grada, asistías a cuatro espectáculos: el gentío, el fútbol, el rock y el movimiento en las barras. En Tribuna, los camareros despachaban sin parar mientras cuatro chicas y un muchacho de confianza controlaban las cajas (de cartón) donde se guardaba el dinero. Resultaba curioso comprobar cómo miraban al trasluz cada billete para detectar falsedades. A las 22.15 horas, en lo más álgido del partido, había 270 personas pidiendo en la barra de Tribuna. A las 00.15, en lo más álgido del concierto, 160.
Y a las 23.45, se apagó la luz, sonó música solemne, descendió majestuoso un contenedor, aterrizó con estrépito y dejó sobre el escenario a los músicos. Extremoduro regresaba, 25 años después, al lugar donde todo comenzó.
TÍTULO: LA CENA DEL LUNES, PEDRO NO TIENE VUELTAS SE LE VE VENIR A KILOMETROS,.
LA CENA DEL LUNES, PEDRO NO TIENE VUELTAS SE LE VE VENIR A KILOMETROS,.-fotos
«Pedro no tiene vueltas, se le ve venir a kilómetros». Adrián Lastra compagina la serie 'Velvet' con el musical 'Hoy no me puedo levantar'.
Los dueños del Por Ejemplo eran Isidro y Valentín Timón y Nemesio Vivas. «Nos habían hablado de que Robe y Fanta habían montado un grupo y los contratamos para un ciclo de conciertos de rock que habíamos montado durante el mes de febrero. El pub se llenó con 500 personas», recuerda Isidro Timón aquel momento histórico mientas muestra por primera vez el cartel que lo certifica y que Robe Iniesta ha pedido en alguna ocasión. «Se lo quise dar tras el concierto de Cáceres de 2012, pero no me dejaron entrar los de seguridad y me lo llevé», cuenta Timón.
25 años después de aquel bautismo rockero, Extremoduro volvió el sábado a Cáceres. Y los cambios eran sustanciales: el concierto no era en un sencillo pub de La Madrila, sino en un estadio. No escuchaban 500, sino 15.800, pero sí rondaba el medio millar el personal que rodeaba a la banda: 60 camareros en la barra de Tribuna, 40 en la de Preferencia y 20 entre el público, una decena de vendedores de merchandising, medio centenar de policías y otro medio centenar de vigilantes y porteros más el personal técnico y de montaje y diferentes coordinadores.
Lo primero que llamaba la atención era que, celebrándose el concierto en un estadio, el público no pudiera ocupar los 8.000 asientos de la grada. Para pasar al graderío de Tribuna, había que ser allegado al grupo o conmover a Bibi, la mujer de Robe. Así que cuatro horas antes de que empezara el concierto, dos chicas y un servidor alegamos, ante el manager y la esposa, ellas, padecer una enfermedad terminal y estar embarazada, servidor, tener una discapacidad. A ellas las creyeron inmediatamente, a pesar de no presentar pruebas, de mí dudaron a pesar de las evidencias, pero acabé conmoviendo y pude sentarme.
Desde lo alto de la grada asistías a la entrada triunfal en el estadio del ilustre Chinato, poeta y letrista de Extremoduro. Te sorprendías de que no hubieran protegido el césped, aunque aquello era más bien pasto seco. Y entendías por qué no dejaban ocupar las gradas. Se debía a la disposición de las barras, parte económica fundamental del evento, colocadas al pie de Tribuna y Preferencia.
A un concierto de rock no se va a mear ni a ver un partido de fútbol ni a sentarse. Debajo del marcador, había 50 letrinas de campaña, pero en ninguna había papel: las chicas lo pasaban mal y los mozos acabaron orinando al aire libre, en un meódromo improvisado junto a la valla del fondo norte. Lo de la Champions fue un poco accidentado. Las pantallas gigantes eran más bien medianas, no funcionaron hasta el minuto cinco y no se escuchó el sonido hasta el 44, pero cumplieron. Y lo de sentarse, ya digo: o eras pariente o conmovías o te quedabas siete horas de pie.
A un concierto de rock se va a escuchar música en compañía, y eso se pudo hacer bien, y a beber con los colegas, y bebida no faltaba. Desde la grada, asistías a cuatro espectáculos: el gentío, el fútbol, el rock y el movimiento en las barras. En Tribuna, los camareros despachaban sin parar mientras cuatro chicas y un muchacho de confianza controlaban las cajas (de cartón) donde se guardaba el dinero. Resultaba curioso comprobar cómo miraban al trasluz cada billete para detectar falsedades. A las 22.15 horas, en lo más álgido del partido, había 270 personas pidiendo en la barra de Tribuna. A las 00.15, en lo más álgido del concierto, 160.
Y a las 23.45, se apagó la luz, sonó música solemne, descendió majestuoso un contenedor, aterrizó con estrépito y dejó sobre el escenario a los músicos. Extremoduro regresaba, 25 años después, al lugar donde todo comenzó.
TÍTULO: LA CENA DEL LUNES, PEDRO NO TIENE VUELTAS SE LE VE VENIR A KILOMETROS,.
LA CENA DEL LUNES, PEDRO NO TIENE VUELTAS SE LE VE VENIR A KILOMETROS,.-fotos
«Pedro no tiene vueltas, se le ve venir a kilómetros». Adrián Lastra compagina la serie 'Velvet' con el musical 'Hoy no me puedo levantar'.
Alberto y Cristina están a punto de darse el 'sí, quiero' en el
último capítulo de 'Velvet'. Una boda interesada que redundará en el
bien de las galerías. porque de amor, poco. La serie de Antena 3 despide
su primera temporada esta noche, a partir de las 22.30 horas, y se
marcha siendo la opción preferida de los lunes con 4,2 millones de
espectadores de media (21,7% de share). La segunda temporada pronto
empezará a rodarse y en ella también estará presente Adrián Lastra
(Madrid, 1984), que interpreta a Pedro, el simpático recadero enamorado
de la costurera Rita (Cecilia Freire).
¿Qué sabor nos va a dejar el último capítulo?
¡Va a dejar con ganas de más! Sobre todo con ganas de saber qué pasa con muchos personajes.
¿Y a usted?
Como actor me deja todo lo que he aprendido de un reparto de lujo
con el que aprendes en cada secuencia. Siempre hablo de Pepe (Sacristán)
o de Aitana (Sánchez-Gijón), pero con mi 'partener' Cecilia Freire no
me hace falta decir ni una frase. Basta con la mirada para entendernos.
Menuda experiencia llegar el primer día al rodaje y ver ese reparto...
¡Imagínese! Ese día solo pensaba en intentar hacerlo muy bien, escuchar y ser generoso.
¿Impone colarse en la casa de más de cuatro millones de espectadores?
Noto bastante la diferencia de cuando no entraba en la casa de tanta
gente. Ahora cuando voy por la calle con el 'look' de Pedro me
reconocen mucho. Pero lo llevo bien porque la gente es muy educada.
¿Qué balance hace de la evolución de Pedro?
Ha sido una evolución muy personal porque los directores me han dado
mucha cancha para crear a Pedro. Creo que ha evolucionado a nivel de
trama, porque empezó como un recadero que salía y entraba, y al ser un
personaje tan de la calle, con tanta sensibilidad, ha calado mucho en el
público.
¿Qué es lo que más le gusta de su personaje?
Que se le ve venir a kilómetros, no sabe mentir porque se le descompone la mirada. Es tan blanco que no tiene filtros.
¿En eso se parece a usted?
Bastante (risas). Le quise dar ese punto porque Pedro tenía que ser
así, no tiene vueltas. De todas formas, yo sí tengo más vueltas que él,
si no los palos que te llevas en la vida son gordos.
Ha sufrido mucho con Rita...
Y voy a sufrir más, porque Pedro tiene esas contrariedades en su
corazón y no se da cuenta de a quién prefiere. Por fin él descubrió que
la mujer de su vida era Rita justo antes de irse a Alemania.
¿Cómo va a volver de Alemania? ¿Ascenderá en las galerías?
Creo que Pedro tendría que volver a nacer para eso; tendría que aprender mucho.
«Echaría de menos el móvil»
¿Le ha costado interpretar a un chico de los años 60?
Sobre todo las formas, porque el vocabulario, por mucho que la serie
esté ambientada en los años 60, no es un castellano antiguo. En esa
época no se tocaban, se besaba de distinta forma... Cuesta un poco, pero
mola.
Si le tocara vivir esa época, ¿qué es lo que más echaría de menos de esta?
El móvil. Estamos enganchados a la tecnología (risas).
Compagina la serie con el musical 'Hoy no me puedo
levantar' basado en las canciones de Mecano. ¿Es más difícil interpretar
un personaje en la televisión o en un musical?
Es el mismo juego con diferentes reglas. En el teatro tienes que
llegar a las personas del tercer anfiteatro para que te crean. Lo bueno
es que allí tienes un 'feedback' directo, conoces la reacción del
público al momento. La televisión tiene lo bueno de que con nada que
hagas, la cámara lo capta.
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