Seis millones de españoles están en paro. Son una cuarta parte de la población activa. Y más de un millón son mayores de 50 años.
La generación sin esperanza: 50 años y en paro
Seis millones de españoles están en
paro. Son una cuarta parte de la población activa. Y más de un millón
son mayores de 50 años. Un colectivo que, además de no tener trabajo,
soporta el peso de contar con cargas familiares y poco margen de
maniobra para reciclarse o coger las maletas y emigrar. Estas son sus
caras. Y sus dramas.
María caballero. 51 años. Sumiller. "En las entrevistas te hacen sentir mal, como si fueras culpable de ser mayor"
«Antes
trabajaba en una bodega. Ahora llevo cinco años en el paro.
Sobrevivimos con el sueldo de mi marido. Y rezando para que no nos
falte». Con sacrificios, María se ha costeado un sinfín de cursos y cada
mañana envía currículos. Alguno se ha convertido en una entrevista.
«Pero luego, al verte, te hacen sentir mal, como si fueras culpable de
ser mayor. Me obligo, sin embargo, a tener esperanza. No quiero
resignarme, porque en una cabeza llena de desesperación no caben los
sueños. Y sin sueños, ¿para qué vivir?».
Carlos Lusa. Técnico en Artes gráficas. 54 años
"Esto es un genocidio laboral, parece un experimento de Mengele"
Parado
desde hace dos años, Carlos trabajó durante 37 para las editoriales más
prestigiosas, «hasta que la última quebró». Trabaja desde los 15.
«Nunca le he hecho ascos al trabajo, pero hoy no hay manera de encontrar
nada. Hasta para carretillero te exigen inglés; en cambio, los
políticos ni lo balbucean. «Esto es un genocidio laboral. Lo que están
haciendo parece un experimento de Mengele». Le cuesta lo indecible pagar
la universidad de su hijo. «Pero lo haré, aunque yo no tenga para
comer».
Emilia Lanzas. Periodista. 54 años.
"Tengo la disciplina de mandar 12 currículos al día"
«Hay
que devolverle al trabajador la dignidad que le han quitado. Esa es la
reforma más urgente que deberían acometer los gobernantes», sostiene
esta licenciada en Ciencias de la Información y máster en
Cinematografía. «No se valoran los méritos». Emilia, tras casi dos años
en paro, va perdiendo la esperanza, pese a que se impone la tarea de
enviar una docena de currículos al día. En todo ese tiempo, sin embargo,
solo la han llamado para una entrevista. «Noté que me rechazaban por la
edad. Despectivamente empezaron a llamarme 'señora'».
Javier Olivares. Director de Gestión y desarrollo. 58 años
"Mandar un currículo es como meter un mensaje en una botella"
Lleva
en el paro desde 2008. «Mandar un currículo es como meter un mensaje en
una botella vacía y tirarla al mar. Aunque la vean, nadie se para a
recogerla». Javier no consigue empleo, a pesar de tener una
licenciatura, cuatro idiomas y experiencia. «Al principio pensaba que lo
encontraría, pero sigo igual. Y con bastantes kilos menos. Pensé que la
crisis iba a obligarnos a replantearnos nuestra forma de vida. Pero
olvidé -sonríe- que nuestros políticos hacen política con minúsculas».
Juan Antonio Migallón. Jefe de almacén. 56 años
"Lo peor es la vergüenza: verme como un inútil ante mi familia"
«Estoy
mal. Cada día tengo más miedo. No duermo. Cuando se enfadan mi mujer o
mis hijas, creo que es por mi culpa y que todo sería distinto si yo no
estuviera en el paro. Lo peor es la vergüenza de verme como un inútil
ante ellas, yo que tengo cotizados 42 años a la Seguridad Social. A mi
último jefe le propuse mil alternativas para que la empresa no cerrara;
no me escuchó. En las crisis siempre se salvan los mismos». Ha entregado
cientos de currículos, pero solo lo han llamado para una entrevista.
Victoria López. Auxiliar de clínica. 60 años
"He mentido sobre mi edad para ver si así me salía trabajo"
Lleva
cinco años en el paro y ha mentido sobre su edad para conseguir
entrevistas. Ya no tiene esperanzas. «El sistema, con la complicidad de
empresarios, partidos políticos y sindicatos, nos ha matado en
silencio». Viuda desde los 46 años, y por aquellas fechas con niños a su
cargo, esta cordobesa se ha enfrentado siempre a la adversidad. «Y casi
siempre he ganado», dice. A pesar de la montonera de currículos
presentados, solo ha logrado dos entrevistas en un lustro. La última,
hace tres años. TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL,.EN PORTADA, " YO ERA UNA CHICA DURA HASTA QUE TUVE A MIS HIJOS,.
Era una tipa dura, una niña punk ensimismada hasta que los viajes y la ... Y mantengo esa perspectiva cuando les cuento historias a mis hijos.
Angelina Jolie: "Yo era una chica dura... hasta que tuve a mis hijos"
El bien y el mal, los hijos, el cáncer
de mama... Todo eso, y más, puede surgir conversando con Angelina Jolie.
Después de tres años sin estrenar nada, y tras someterse a una doble
mastectomía, esta madre de seis hijos se mete en la piel de la mayor
villana de la historia de Disney. Escuchemos.
Actriz, directora, productora, mujer más bella del mundo según amplio consenso, prometida desde hace dos años con Brad Pitt, su equivalente como sex symbol del lado masculino, madre de seis hijos, trabajadora de la ONU, activista contra la violencia sexual, celebridad implicada en todo tipo de causas; no todos los días es posible charlar con alguien como Angelina Jolie. La oportunidad se presenta en Londres, donde la mayor estrella del Hollywood actual promociona su primera película en tres años.
En Maléfica [estreno: el 30 de mayo], Jolie da vida a la villana del clásico Disney La Bella Durmiente en una producción de 200 millones de dólares. Mientras habla con XLSemanal en un hotel ubicado junto a la Embajada de Nigeria, desde la calle resuenan los gritos de 200 personas que claman contra los secuestros de niñas por la secta Boko Haram. Jolie se sumará a la indignación a lo largo de esta entrevista, donde la luz y la oscuridad se alternan en una conversación sobre el bien y el mal, la familia, la adolescencia, una doble mastectomía y desgarradoras visiones en la frontera siria.
XLSemanal. Este es, de largo, el personaje más malvado de su carrera...
Angelina Jolie. Maléfica no es tan mala...
XL. Hombre, condena a muerte a una niña por no haber sido invitada a su bautizo...
A.J.
Sí, bueno, la verdad es que difícilmente puede haber algo más malvado.
Infligir dolor a alguien a través de su hija ¡es algo imperdonable! Lo
que ocurre es que la película ofrece una visión más amplia del
personaje. Descubrimos la raíz de su odio. No se enfada solo por no
haber sido invitada al bautizo de la princesa Aurora; hay algo más.
XL. ¿Y qué le atrajo de Maléfica? ¿Tenía ganas quizá de saber qué se siente al ser alguien diabólico?
A.J. Algo
así. Me interesaba explorar ese lado oscuro de alguien con un gran
poder que sufre una tremenda tormenta interior. Además, fue muy
divertido. Tuve que trabajar mucho la voz, la forma de caminar y de
mirar, entrar en el disfraz, el maquillaje... Es un papel sin término
medio: o lo bordas o haces el ridículo. Tenía que ser atrevida.
XL. De niña, ¿le daba miedo Maléfica?
A.J. ¿Miedo? ¡Era mi personaje favorito! [Se ríe].
XL. Discúlpeme el tópico, pero ¿nunca quiso ser una princesa?
A.J. No.
Nunca. Eso de ser princesa y ser salvada por el príncipe encantador, en
mi generación, como que no. Cuentos de hadas, finales felices,
personajes muy buenos y muy malos; eso nunca fue conmigo. Y mantengo esa
perspectiva cuando les cuento historias a mis hijos.
XL. No querer ser princesa es generacional, dice. ¿Está segura?
A.J.
Bueno, quizá yo fuera un poco más oscura que la media [se ríe]. Supongo
que ser hija de un matrimonio fallido te hace ver de otro modo todo eso
de que vivieron felices y comieron perdices. De joven, no pensaba en
cosas como encontrar al hombre de mis sueños o ser madre.
XL. ¿Hacer de Maléfica ha sido como volver a su adolescencia?
A.J. Sí,
sí, cuando era gótica [se ríe]. Me fascinaba. Había algo muy poderoso y
elegante en ella, con esa risa diabólica tan suya. Era oscura, cruel,
brutal y estaba enfadada todo el rato, pero no sé, era excitante. No es
solo el personaje más oscuro que he interpretado, también el más
divertido.
XL. ¿Es divertido ser mala?
A.J.
Bueno, una mala de Disney es distinto. Es un personaje un poco absurdo,
exagerado y, sí, muy divertido. Por la voz, su expresividad, su risa,
su poderío, que entra en una habitación y se la come entera. Y luego el
aspecto, con esos cuernos enormes, los tacones, las capas, los dientes
puntiagudos, las facciones afiladas...
XL. Si hubiera aparecido de esa guisa ante sus amigos góticos adolescentes, habría causado sensación, ¿no?
A.J. Seguro,
aunque siempre fui la más oscura, la más punk. Una chica dura. Luego
empecé a viajar y vi que hay gente con problemas más graves que los
míos. Eso y tener hijos. De pronto, el centro de tu mundo se traslada a
otra persona. Afrontas cada día de forma diferente. Te levantas y,
aunque te sientas desanimada, con ellos todo se ilumina de nuevo.
XL. Tengo entendido que, en aquellos años, entre sus aspiraciones figuraba la de dirigir una funeraria. ¿Puede ser?
A.J. Es verdad, sí.
XL. Pensé que tal vez fuese exageración de algún cronista...
A.J.
Esta vez, no [se ríe]. Sonará extraño, pero es que cuando murió mi
abuelo detesté su funeral con todas mis fuerzas. Fue todo lo contrario a
una celebración de su vida. Así que me dije que dirigir una funeraria
sería ideal para mí, porque nunca he temido la muerte y se me da bien
hablar con la gente que sufre. Y, no creas, me lo tomé muy en serio. Por
un tiempo... [se ríe].
XL. Decía
antes que con Maléfica le interesaba explorar el lado oscuro. ¿Ha
cambiado, de algún modo, la forma en que percibe el mal? Un acto
criminal, por ejemplo.
A.J. No ha cambiado mi
punto de vista sobre los grandes criminales. Yo he visto de primera mano
lo que son capaces de hacer. Pero sí que me interesa el mal, sus
raíces. Maléfica no nace malvada. Algo le ocurre y por eso se convierte
en un ser oscuro. Al final, la comprendes.
XL. Entender el origen del mal y empatizar con el criminal son cosas distintas...
A.J. Por
supuesto, y yo tengo una política de tolerancia cero contra la crueldad
y los criminales. Pero explorar por qué, de repente, se manifiesta una
crueldad extrema en una persona es algo básico para prevenir, para
intentar evitar que el mal se extienda.
XL. ¿Es cierto que dejará a un lado su carrera para reforzar su labor humanitaria?
A.J.
Quiero dirigir y escribir más que actuar, aunque habrá más papeles.
Seguro. Pero sí, quiero dedicar más tiempo a mi trabajo con la ONU y con
la Iniciativa para la Prevención de la Violencia Sexual [PSVI por sus
siglas en inglés]. En junio celebramos una conferencia sobre violencia
sexual en zonas de guerra para reforzar la lucha contra este tipo de
criminales.
XL. ¿Como los de la secta Boko Haram?
A.J.
Eso es, ¡gente que secuestra niñas en masa! Hay que sentar un gran
precedente para que no crean que quedarán impunes. Nunca se hace
suficiente en estos asuntos.
XL. En estos años ha viajado en varias ocasiones a la frontera de Siria. ¿Cómo la reciben los refugiados?
A.J.
Ya no te creen. La primera vez que fui, hace tres años ya, me dijeron:
«¡Por favor, diga a su presidente que nos ayude, dígale al mundo cómo
estamos sufriendo!». Regresas un año después, todo sigue igual, y ya
nadie cree que puedas hacer algo al respecto. La mujer que sujeta a su
hijo en brazos te dice: «¡Mi hijo no se merece esto, no es un
terrorista!». La tercera vez ya no quieren ni verte. Han comprendido
que, en el juego de la política, no significan nada. Y tienen razón.
XL. ¿Cómo analiza el papel de EE.UU. ante la guerra en Siria?
A.J.
Cuando dibujas una línea sobre armas químicas, no puedes echarte atrás.
Hay evidencias de su uso y no podemos permanecer impávidos ante eso.
Dijimos que se actuaría si Bashar al-Assad las usaba y hay que hacerlo.
XL. Se refiere a una respuesta militar...
A.J.
No lo sé, pero ¡hay que hacer algo! Más del 25 por ciento de la
población necesita ayuda para sobrevivir, hay más de 2,7 millones de
refugiados, 9 millones de desplazados... ¡los niños se mueren! Recuerdo
mi primera visita a la frontera. Subí a una loma para ver territorio
sirio y vi embarazadas, madres con los niños a cuestas, heridos; gente
aterrorizada que corría hacia Jordania mientras eran perseguidos a
tiros. Nunca olvidaré esa imagen.
XL. A Obama se lo acusa de debilidad ante la situación en Siria o Ucrania. ¿Suscribe esa opinión?
A.J.
No es solo Obama, es el sistema entero lo que no funciona: Naciones
Unidas, las relaciones internacionales... Analicemos a fondo estas
instituciones. ¿Por qué no funcionan? En Ucrania, por ejemplo, mucho me
temo que lo peor está todavía por venir.
XL.
Me han advertido de que no le pregunte por la doble mastectomía a la
que se sometió hace poco más de un año... ¿Puedo preguntarle, al menos,
cómo se encuentra?
A.J. Estoy muy bien,
estupendamente. Tomé la decisión correcta. De hecho, he trabajado mucho
este año en Unbroken, mi nueva película como directora.
XL.
Como celebridad llama usted la atención sobre refugiados, violencia
sexual, cáncer de mama... pero ¿le incomoda que su salud sea ahora
asunto de interés público?
A.J. Hace años que
vivo bajo esa condición de personaje público y sé cómo llevarlo. Sé muy
bien por qué hago las cosas que hago y eso es lo que importa. Pero sí,
hacer pública la operación fue decisión mía. Lo hice para ayudar a otras
mujeres y familias con problemas similares... y no me arrepiento.
Cuando era más joven y no había cosas positivas en mi vida sobre las que
los medios pudieran hablar, era más duro. Ahora soy inmune a la
industria del cotilleo y a las tonterías que nos rodean. Pero si todo lo
que se publica sobre mí contribuye a que se hable de los otros asuntos,
merece la pena aguantar. Puedo soportarlo, vamos [se ríe].
XL.
Volviendo a Maléfica, supongo que sus hijos han sido decisivos a la
hora de aceptar este personaje. ¿No habrían preferido, no sé, que
hiciera de Bella Durmiente?
A.J. Hombre, no me
pega mucho, ¿no? [se ríe]. Cuando les dije que iba a hacer de Maléfica,
se quedaron como: «¡Pero esa da mucho miedo!». Así que me senté con
ellos, les conté la historia tal y como es en la película y al día
siguiente ya estaban defendiéndola ante sus amigos.
XL. ¿Y cómo ha sido la convivencia con Maléfica?
A.J.
Todos lo hemos pasado en grande. Desde el primer momento fui probando
cosas a ver cómo reaccionaban. Buscando la voz de Maléfica, por ejemplo.
Tenía que ser cavernosa, profunda, británica y muy teatral, lo que,
para mí, que hago cine y no teatro, era todo un reto. Un día, a la hora
del baño, les estaba contando un cuento y al ver que no me hacían caso,
puse voz de Maléfica y, oye, ¡se morían de la risa! Y ahí fue: acababa
de encontrar la voz que buscaba.
XL. ¿Y cómo reaccionaban al verla con esos cuernos?
A.J. A
Pax, por ejemplo, que tenía ocho años entonces, no le gustó nada cuando
me vio. ¡Pero es que con los tacones y los cuernos medía dos treinta!
Para ella fue como: «Se parece a mamá, pero no es ella. ¿Qué le ha hecho
a mi mamá?». Me tuve que quitar todo para tranquilizarla. Para
Vivienne, sin embargo, que tenía cuatro años, en todo momento yo era
mamá; daba igual lo diabólica que pareciera.
XL. Vivienne, de hecho, tiene un papel...
A.J. Sí,
y fue por eso. Todos los niños que probábamos se morían de miedo. Ella
era la única que no se asustaba con mis cuernos, los ojos amarillos, las
garras... Venían chiquillos al rodaje y en cuanto les decía: «¡Hola,
chicos!», se quedaban helados, lloraban, gritaban o salían disparados.
Una vez tuve que esconderme en mi caravana [se ríe]. También salen Pax y
Zahara en la escena del bautizo. Fue idea mía. Es un momento especial
en la historia de Disney y pensé que sería genial tenerlos allí.
XL.
¿No estará pensando en hacer una película con toda la familia,
dirigiendo a sus hijos y a Brad Pitt? No sé, la secuela de Mr. & Ms.
Smith, por ejemplo...
A.J. Bueno, de esa ya
vivimos la continuación [se ríe]. Y va muy bien [sonríe]. Pero no. Es
divertido, ha sido genial para todos, pero no queremos animarlos a ir
por ese camino.
XL. ¿Es porque usted es actriz hija de actores?
A.J. Bueno,
hoy es distinto. De cara al exterior, más que actores, somos
celebridades, como si nuestro trabajo no fuera lo importante para los
demás. ¡Quieren nuestra vida entera! La gente se hace famosa de la noche
a la mañana, sin tiempo para asimilar lo que les sucede.
XL. Hoy en día, con Internet, sus hijos pueden tener acceso a todo lo que se dice sobre ustedes. ¿Cómo lidian con eso?
A.J.
Bueno, en casa tenemos controles parentales en el ordenador. Puedes
limitar las búsquedas, incluso que no aparezcan cosas con tu nombre.
XL. ¿Nunca les han preguntado, por ejemplo, qué es eso de 'Brangelina'?
A.J. [Se
ríe] No. Ni siquiera sé si conocen la expresión. Sí saben que son parte
de una familia muy pública, porque han crecido rodeados de paparazis,
pero también porque se lo hemos dicho que se dicen muchas mentiras y
que, si ven algo sobre nosotros, lo primero es preguntarnos.
XL. ¿Y sus películas? ¿Las han visto?
A.J.
Hace poco, los mayores vieron Mr. & Ms. Smith y no veas cómo se
reían. ¡Imagina ver a tus padres convertidos en un matrimonio de espías
que quieren acabar el uno con el otro! [Se ríe]. Bueno, y cuando Knox,
que tiene cinco años, vio Tomb Raider pensó que mamá podía hacer todas
esas cosas. Pero la que más ganas tienen de ver es Maléfica [se ríe].
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