En Hollywood no pueden vivir sin... Rachel Zoe,.-foto
En la guerra que se libra en Los Ángeles entre las estrellas de Hollywood y los paparazzi, la estilista Rachel Zoe es una pieza esencial.
Aunque se esconda entre
bambalinas, ella es la
auténtica reina de la alfombra roja.
Y no solo por los estilismos
con los que ha vestido a sus famosas
clientas, sino por su talento para
convertir en glamour (y en
lucrativos contratos) todo lo que
toca.
En la guerra que se libra en
Los Ángeles entre las estrellas
de Hollywood y los paparazzi,
la estilista Rachel Zoe es una
pieza esencial. Gracias a ella,
la cita anodina de una actriz
emergente puede convertirse
en una exclusiva de portada
y unas fotos robadas en
un contrato de patrocinio de
más de 100.000 €.
Zoe es, en teoría, una estilista,
pero se ha convertido en una
de las mayores representantes
de la moda y el famoseo, con
una plantilla de 30 empleados,
un boletín digital que lee cada
día un millón de personas y
una línea de moda propia. Su
infl uencia ha alcanzado cotas
increíbles, pero no todo
es de color rosa. Además de
su anorexia, se ha hablado
de contrabando de vestidos,
de turbios acuerdos con diseñadores
y se han criticado
sus honorarios exorbitantes
(4.800 € diarios).Ella se explica: “Puede sonar ridículo, pero creo en el karma y estoy convencida de que se puede triunfar sin jugar sucio ni traicionar a nadie”. Para valorar en su justo término su talento, conviene recordar que lo que ella hace no existía hace 15 años. Antes, las celebrities vestían con descuido, solían alimentarse de fast food y eran presa fácil de los fotógrafos.
Y, lo más importante, las grandes ceremonias de premios solo tenían lugar dos o tres veces al año. Hoy el espectáculo previo a la entrega de los Oscar ha triplicado su duración y solo en Estados Unidos se retransmiten por televisión 19 galas de premios anuales, todas con su alfombra roja y su fiesta posterior. Y Zoe es, en gran parte, la artífice de todo esto. Sin embargo, hay actrices, como Diane Kruger, que se niegan a tener relación con intermediarias como ella.
Y algunos publicistas de los estudios de cine han puesto el grito en el cielo por las desorbitadas facturas de sus servicios. “Es un escándalo –declaraba uno de ellos al diario New York Times– que cobre semejantes cantidades”. “Tendríamos que intercambiar nuestros trabajos unas horas para que vieran cómo funciona esto. Una estilista tiene que cobrar por su trabajo, sin subterfugios y honestamente. Yo no recibo ningún porcentaje de los contratos de patrocinio que firman mis clientas”, se defiende.
Un trabajo a su medida
Zoe ha sido, en cierta manera, una visionaria. Criada en Nueva Jersey, en una familia adinerada (su padre hizo fortuna con una empresa de informática), siempre sintió inclinación por la moda. Pero estudió Psicología y Sociología en la Universidad George Washington, donde conoció al que sería su marido.
Al terminar sus estudios, se trasladó a Nueva York, donde aceptó un humilde puesto de asistente en la revista para adolescentes YM. Con 25 años decidió trabajar por su cuenta y colaborar en labores de promoción de artistas como Jessica Simpson o Enrique Iglesias. Pero cuando iTunes y Napster pusieron fin a la diversión, empezó a aburrirse en el trabajo y dio un golpe de timón a su vida: “Llevar la imagen de estrellas del pop se convirtió en algo rutinario. Y, aunque ganaba mucho dinero, no estaba disfrutando de lo que hacía”, explica. Su siguiente parada, en 2002, fue Los Ángeles. Allí comenzó a trabajar como estilista para las cadenas de televisión y fidelizó a su primera clienta, Jennifer Garner, por entonces la actriz poco conocida de una nueva serie de televisión, Alias. Con ella, llegaron sus aciertos en los Oscar y se convirtió en una imprescindible de Hollywood.
Hoy Rachel Zoe parece más humilde que hace 10 años. Por entonces, soltaba en los medios cosas como estas: “Anna Wintour es una de mis heroínas, pero dicen que yo soy más influyente que ella” o “Vogue es muy grande, pero no va a cambiar el negocio de la moda”. Quizá la maternidad –tiene dos hijos: Skyler, de tres años, y Kaius, de meses– le ha hecho poner los pies en la tierra. Para empezar, ha relajado sus reglas en el vestir, como explica en su último libro, Living in Style.
Nueva vida
“He simplificado, pero no voy de uniforme. Tengo 10 pares de pantalones de esmoquin en diferentes tejidos, otros 10 de mis vaqueros favoritos en distintos lavados y un millón de tops. Además, todos los días me cambio de chaqueta y zapatos. Y me pongo la mitad de joyas que antes”, afirma. Hasta ha tenido que sustituir su adorado todoterreno por un práctico coche familiar. “Todo esto me está generando mucha ansiedad. Pero intento aceptarlo”.
Pero si Zoe está frenando su tren de vida, no parece que esté ahorrando en el armario de su hijo Skyler. De hecho, confiesa que se gastó más de 180 € en unos botines, que le quedarán pequeños en una semana, algo que suscitó la furia de sus detractores. Afortunadamente, cuenta con el apoyo de Rodger Berman, su esposo y socio, un antiguo financiero de Wall Street, con el que comparte su vida desde hace 23 años. “Siempre estamos el uno para el otro”, concluye.
Sus fieles
Jennifer Garner fue la primera en confiarle su estilismo cuando las dos estaban empezando. El vestido que llevó en los Oscar de 2004 le dio el pasaporte a la fama a las dos. Kate Hudson siguió los tips de Zoe y se cubrió de glamour. Y con ella Jennifer Lawrence puso de moda su corte de pelo, el pixie.
Cuestión de imagen
Celebrities con mucho estilo
Las reglas del juego las marcan las firmas... si pueden. “Algunas se niegan a que ciertas famosas lleven sus vestidos, pero si la prenda no es exclusiva y se puede adquirir en las tiendas, pierden el control”, dice Zoe. Para un gran evento, una estrella dispone de cuatro propuestas de la misma casa, que le presentan meses antes para hacer retoques.
“Lo peor de mi trabajo es tener que decirle al diseñador que mi clienta ha decidido cambiar de marca. Y eso no lo sé hasta que ella está montada en el coche”. Normalmente, los vestidos de gala se devuelven, aunque se hayan estropeado, pero si la actriz se alza con el premio se considera de mal gusto reclamárselo.
- Son las más cualifi cadas de Europa, pero se están viendo obligadas a emigrar huyendo de la falta de oportunidades. Se las rifan en Londres ...-fotoSon las más cualifi cadas de Europa, pero se están viendo obligadas a emigrar huyendo de la falta de oportunidades. Se las rifan en Londres y Berlín. ¿Volverán?
Desde que empezó la crisis, trabajar como enfermera más de siete días al mes se había convertido en una quimera para Amaia, a pesar de tener seis años de experiencia en hospitales públicos y privados, una especialidad en Quirófano y Anestesia, y un máster en Urgencias y Emergencias.
Como Amaia, miles de enfermeros españoles están emigrando a otros países en busca de un contrato laboral. Los recortes sanitarios les pasan factura con más fuerza que a ningún otro colectivo del sector sanitario: en los últimos dos años se han destruido en España 20.000 puestos de trabajo en enfermería y, enconsecuencia, la emigración ha aumentado durante la crisis un 112%, según datos del Consejo General de Enfermería. ¿Su destino? Reino Unido, Irlanda, Noruega, Bélgica, Emiratos Árabes, Canadá, Alemania, EE.UU., Finlandia y Holanda.
“En Europa se las rifan porque tienen la cualificación más elevada de todo el continente”, afirma rotundo Rafael Lletget, director del Gabinete de Estudios del Consejo General de Enfermería en España. “Por cada contrato de médico que se rescinde se anulan siete de enfermeros, y eso a pesar de que la media europea está en 759 enfermeros por cada 100.000 habitantes, pero en España solo alcanzamos los 528. Y en algunas Comunidades, como Murcia o Andalucía, donde esa cifra baja a menos de 380, la situación es especialmente alarmante”.
El reto del idioma
Estíbaliz y Lourdes, dos jóvenes enfermeras andaluzas que se han marchado a Wiesbaden (Alemania), conocen bien estas cifras y dicen que, a pesar de que el conocimiento del idioma es lo más complicado, en general son bien recibidas. “En cuanto los pacientes se enteran de que eres española, sonríen. Dicen que les alegramos el día, y acto seguido chapurrean cuatro palabras, siempre las mismas: España, sangría, sol, Mallorca”, comenta entre risas Lourdes. Ella, al igual que Amaia, Natalia y Estíbaliz, no tiene billete de vuelta. Hay quien tiene claro que no lo sacará nunca. Sin embargo, otras aún tienen la esperanza de volver.
Lourdes Ramet, 23 años. 14 meses en Munich (Alemania)
"El trabajo es muy distinto: es una gran experiencia"
Acabé la carrera en plena crisis, en 2011. Hasta septiembre del año siguiente estuve buscando trabajo, pero lo único que me ofrecían eran puestos de dependienta en una tienda o de camarera, pero había estudiado una carrera para ser enfermera y quería intentarlo. El problema es que no te dan trabajo porque no tienes puntos y no tienes puntos porque no trabajas. Por eso decidí marcharme. Contacté con una empresa alemana que trabaja en España y selecciona enfermeros a través de los jefes de enfermería de un hospital alemán, que vienen a España para entrevistar a los candidatos. Ellos te dan un curso intensivo de alemán durante 13 semanas y después entras a trabajar en el hospital para el que fuiste seleccionada.
Tuve mucha suerte con la agencia porque era seria y no pagué nada por el curso hasta que empecé a trabajar en Munich, pero conozco gente a la que otras empresas han estafado. Se aprovechan de que la situación es desesperada. Por eso hay que informarse antes y tener claro que el trabajo en Alemania es diferente y las técnicas son distintas, que hasta que no te saques el B2 –el nivel avanzado del idioma– no vas a tener el reconocimiento alemán... Pero si sabes a lo que vienes, te esfuerzas por aprender el idioma y tienes ilusión por trabajar, es una muy buena experiencia".
Estíbaliz Calahorro, 24 años. Dos años en Wiesbaden (Alemania)
"Nos aceptan porque estamos sobrecualificadas"
Al acabar la carrera, me presenté al EIR (Enfermero Interno Residente). No conseguí plaza y decidí irme a otro país para aprender un idioma. Como el inglés ya lo tenía, me marché como au pair a Alemania con la idea de estar allí cuatro meses y volver para el verano, que es cuando hay más oferta de trabajo en nuestro país. Pero gracias a un amigo de la familia para la que estaba trabajando, que era médico, conseguí unas prácticas y, al mes, ya me habían ofrecido un buen contrato. Creo que en Alemania nos aceptan muy bien porque estamos sobrecualificados, ya que la formación de Enfermería en España es muy superior. Por eso muchos acaban regresando, ya que, a no ser que tengas un buen nivel de alemán y puedas trabajar en quirófano, las funciones son menores de las que podrías desempeñar en hospital español. Yo he tenido suerte, porque trabajo en quirófano, que es lo que más me gusta, y estoy aprendiendo mucho.
¿Si estoy pensando en volver a España? Aunque me encantaría, no lo haría si lo que me ofrecen es un contrato de menos un año, y eso es casi imposible en este momento. Mi idea es continuar aquí para hacer currículum. Aunque nunca se sabe. He conocido españoles que ya llevan 20 o 30 años, se han casado y formado una familia en Alemania, y todos te advierten lo mismo: “¡Regresa antes de que pase demasiado tiempo o ya no volverás!”.
Natalia de Luque, 30 años. Un año y ocho meses en Londres (Gran Bretaña)
"No dudaría en volver a España si tuviera trabajo"
Hace dos años estaba trabajando en un hospital de Córdoba siete días al mes. En esas circunstancias no tuve que pensarlo demasiado: por mucho que eche de menos a mi familia, los amigos, el compañerismo que hay en España y que no encuentras aquí... estaba clara la opción y decidí venirme a Londres. En cuanto arreglé el papeleo, encontré trabajo y ahora me llegan ofertas constantemente. Estoy muy bien, pero no dudaría en volver a España si tuviera un contrato en condiciones. Entre otras cosas, porque echo de menos tener más responsabilidades: mientras en nuestro país estás cogiendo vías desde el primer día, aquí tienes que hacer un curso porque no lo hacen durante la carrera”.
Amaia Ibarrola, 32 años. Un año en Riad (Arabia Saudí); 18 meses en Londres (Gran Bretaña)
"Me niego a volver y no tener planes"
Me llamaron de una agencia finlandesa para trabajar en Oriente Medio y después de mucho papeleo, y varias entrevistas, me marché a Arabia Saudí. Aunque ya te adelantan lo que te vas a encontrar en el país, impacta. Pero para mí fue una gran experiencia: aparte del sueldo, que ronda los 4.200 € mensuales –el salario depende de dónde sea tu pasaporte–, estudié árabe, me interesé por su cultura, aprendí técnicas de trabajo... Al año decidí irme por cuestiones personales, pero España no era una opción porque la situación era la misma que cuando me marché y me niego a volver a tener una vida sin planes, siempre pendiente de un contrato de siete días. Así que me colegié en Londres y a la semana ya tenía trabajo”.
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