- Nadie culpaba en el bus a las élites sociales, ni a las políticas económicas que enriquecen a quienes más tienen y empobrecen a quienes de ...
En el bus urbano, la gente acusa a inmigrantes, vecinos y funcionarios,.
El otro día fui a dar una charla a un instituto y, al acabar, un estudiante me preguntó que por qué no escribía más de temas políticos y sociales. Me quedé dudando un rato y le respondí: «Escribo menos de temas políticos y sociales porque viajo menos en autobús urbano».
Y es verdad, siempre que se entienda esa respuesta en un sentido amplio: no viajar en autobús urbano quiere decir que te alejas de la realidad, que te puede la desmovilización general, los mensajes de desesperanza, el derrotismo, el no hay solución, el todos son iguales. Es decir, que soy una víctima más de esa corriente general de pensamiento que triunfa y nos lleva aceptar la desigualdad como algo innato y lógico y el individualismo como la esencia de la existencia.
Afortunadamente, aún me debe de quedar un poso diminuto de decencia, o de autocrítica, o de vergüenza. Resuelto a no dejarme llevar por el pensamiento único, he vuelto a montar en autobús urbano a primera hora, cuando viaja de los barrios al centro cargado de señoras que van a hacer oficios, de cajeras de supermercado, de mecánicos, reponedores y echadores de currículums.
Tras una semana de viajes, lo primero que he notado es mucho enfado en la gente y, también, una clara selección de culpables de la situación social. A saber y por este orden: los inmigrantes, los vecinos y los funcionarios. Los primeros porque vienen a quitarnos el trabajo y a llenar las urgencias de los hospitales; los segundos porque cobran el paro, hacen chapuzas y no quieren trabajar; los terceros, porque no trabajan nada, cobran mucho y solo disfrutan de ventajas.
Sobre los políticos se generaliza: son todos iguales. Y en esa globalidad se acaban salvando porque no hay culpables concretos y porque ni se precisa en qué son iguales ni se matiza si hay algunos más iguales que otros. La verdad es que, tras una semana de autobús, he vuelto a ir caminando a los sitios porque el ambiente en el urbano era asfixiante y demoledor.
Nadie culpaba en el bus a las élites sociales, ni a las políticas económicas que enriquecen a quienes más tienen y empobrecen a quienes de más carecen. No se criticaba en ningún caso las desigualdades y, antes que a la banca o a los mercados, se detestaba a los sindicatos.
Me llamaba mucho la atención que no se hablara de los problemas de la sanidad, la educación o la dependencia y sí de los funcionarios. Es decir, el discurso ha calado, no tanto el extremeño cuanto el general, el que recorre Europa y culpa a los últimos residuos de lo público y a las clases bajas (inmigrantes y parados) de parte los problemas económicos.
Para no dejarse llevar por el pensamiento triunfante, además de viajar en autobús, hay que analizar el propio entorno y leer textos críticos que te pongan en alerta. Repasando un par de revistas, recorriendo las redes sociales y tomando café en los bares del centro, me he dado cuenta de que, en público, nadie hace chistes racistas ni homófobos y tampoco se critica a los gitanos, a los judíos ni a los moros, salvo si eres alcalde de Sestao, sin embargo, nadie se corta cuando se trata de ironizar sobre esa tribu urbana que llaman poligoneros, chonis o canis.
Incluso en círculos progresistas, donde se es muy respetuoso con cualquier minoría, si se habla de la cultura de los hijos de la clase obrera, enseguida surgen las bromas despreciativas e insidiosas. No hace mucho, un trabajador mal pagado o un parado era una persona digna del mayor respeto y en su nombre se movilizaba la sociedad. Hoy, parecen los culpables de todo, algo habrán hecho, y si les va mal es responsabilidad suya por gastar más de la cuenta, esforzarse menos de lo necesario y preferir el parasitismo al esfuerzo.
Este es el ambiente en el bus, en el bar y en los foros. Tenía razón el estudiante: hay que escribir más de temas sociales, aunque solo sea para recordar que no siempre fuimos así.
TÍTULO: LA CENA DEL MIERCOLES, Soy la Carrie Bradshaw de los años 20.
LA CENA DEL MIERCOLES, Soy la Carrie Bradshaw de los años 20,.
- La ficción británica de la BBC se ha convertido en un gran retrato social de la Inglaterra de los años 20 en la que se muestra la caída que va ...
Laura Carmichael compara a Lady Edith, su personaje en 'Downton Abbey', con la protagonista de 'Sexo en Nueva York'. La premiada serie británica se ha trasladado a Nova en su cuarta temporada,.
Downton Abbey' (Nova, esta noche, 22.30 horas) es más que una serie. La ficción británica de la BBC se ha convertido en un gran retrato social de la Inglaterra de los años 20 en la que se muestra la caída que va sufriendo la aristocracia británica. Todo ello aderezado con unas intrigas que ya llegan a su cuarta temporada y que le han valido nueve premios Emmy, dos BAFTA y un Globo de Oro, además de un Premio Ondas a la Mejor Ficción Extranjera, entre otros. Laura Carmichael (1986), actriz que en la ficción da vida a Lady Edith Crawley, acapara buena parte del protagonismo de los nuevos episodios. Y todo por un romance con su editor, un hombre casado.
¿Qué destacaría de la cuarta temporada de 'Downton Abbey'?Los años 20 se retratan en todo su esplendor. Edith viaja mucho a Londres por motivos de trabajo y para encontrarse con su editor, con lo que eso permite mostrar las calles de la ciudad. Por otra parte,, Rose (Lily James) brinda juventud a Downton. Las escapadas de estos dos personajes dan una textura distinta a la serie y por fin se siente que estamos en otra década.
En algunos momentos ya se difumina la distancia entre la aristocracia y la servidumbre...Sí, parece que la línea que los separa se vuelve más borrosa. Este año vamos a ver cómo grandes estados terminan en la ruina. Todos los personajes aceptan la edad moderna y se adaptan a los tiempos que están viviendo entre 1920 y 1925.
La temporada empieza unos meses después del accidente que acaba con la vida de Matthew y con la casa en duelo...Es un momento de transición para los protagonistas, que poco a poco van progresando dentro de la historia. Es la evolución natural después de la muerte, aunque a Lady Mary le cuesta despertar de su tristeza.
De hecho, esta muerte dejó a muchos pensando si 'Downton Abbey' podría sobrevivir...Todos nos quedamos pensando qué pasaría después de la marcha de Matthew (Dan Stevens) pero, tras ver lo que habían preparado los guionistas, seguro que vamos a sorprender a más de uno y mantendremos la confianza del publico. 'Downton Abbey' es un mundo complejo donde los personajes se mueven hacia delante, cada uno con su historia. Unos vienen y otros se van, pero este mundo sigue.
«Parte de la cultura pop»Los personajes de 'Downton Abbey' no son precisamente afortunados...Lady Edith no lo es; otros tienen más suerte que ella. Me gusta la relación entre Gregson y Edith porque es muy diferente al resto de las que se desarrollan en la serie. Él no se parece a ninguno de los otros hombres que se retratan en Downton. Gregson es un trabajador, un hombre hecho a sí mismo, que vive en Londres... El suyo es un universo distinto.Y que consigue enamorar a Lady Edith Crawley...Sí, pero su relación se complica. No quiero revelar mucho, pero Edith es para mí la Carrie Bradshaw, de 'Sexo en Nueva York', de los años 20.
Su personaje va adquiriendo más protagonismo según avanza la temporada, ¿no?Sí, porque su historia se va a desarrollar mucho más que en temporadas anteriores. Para mí es una gran oportunidad, ya que la relación se vuelve muy interesante, muy diferente a lo que hemos visto hasta ahora.
¿Piensan ya en la quinta temporada?No, eso es mirar demasiado al futuro. Aunque, por supuesto, la serie tiene un camino por el que seguir.
En Inglaterra cerraron la temporada con 9,1 millones de espectadores y 36,6% de share...Ninguno de nosotros podía predecir que 'Downton Abbey' se iba a convertir en parte de la cultura pop del momento. Estoy muy agradecida por el éxito de la serie y espero que la cuarta temporada no defraude a nadie.
miércoles, 28 de mayo de 2014
EL DESAYUNO DEL MIERCOLES, .Las chonis tienen la culpa,./ LA CENA DEL MIERCOLES, «Soy la Carrie Bradshaw de los años 20»
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