DESAYUNO--CENA--LUNES--EL PUNTO RICHELIEU,-fotos,.
El punto Richelieu,.
Las comidas familiares se salvan recurriendo a temas insólitos,.
El viernes vino a comer mi nuera. Para muchos de ustedes, esto es
algo normal, cotidiano, ya sean ustedes nueras o suegros. Para mí, fue
un día histórico: por primera vez veía comer a una nuera de cerca. He de
reconocer que estaba un poco nervioso. Me encargué de hacer la ensalada
y decidí elaborarla con fruta. Quise esmerarme tanto que me pasé con
los kakis y los kiwis y aquello parecía más bien una macedonia. Pero la
nuera dijo que estaba exquisita y yo me lo creí.
El viernes vino a comer mi nuera y hablamos del punto Richelieu. Para relajar el ambiente, invitamos también a mi suegra, la hicimos presidir la mesa y ella, mujer de recursos, manejó la ceremonia con mucha soltura. Me di cuenta de que aquello marchaba viento en popa cuando mi nuera y mi suegra se pusieron a hablar del punto Richelieu, que yo pensé que se trataba de alguna destreza novelesca inventada por Dumas, pero no, se trata de costura.
A mí me cuesta hablar de lugares comunes: el trabajo, el tiempo, la familia, las aficiones. Me aburro, me desentiendo y me pongo nervioso porque pienso que mi interlocutor se va a dar cuenta y me va a aborrecer. En este caso, para más inri, mi interlocutora era la sexta persona más importante en la línea sucesoria familiar directa. Así que me vinieron muy bien las disquisiciones sobre el punto Richelieu.
Mi suegra y mi nuera se llevan bien. Es más, se llevan desde antes de que yo supiera de la existencia de la muchacha. La primera opinión de mi suegra sobre mi nuera fue que tenía muy buena pierna. Parece ser que eso es importante porque, además de dar a entender que la chica es ágil, la frase tiene carga metafórica: solo se opina sobre la pierna si el resto del alma y el cuerpo son armónicos y bellos. Yo no puedo corroborar el dictamen sobre la extremidad porque, aunque tuve tentaciones, no me atreví a hacer calibraciones anatómicas: me pareció una falta de educación.
A uno lo preparan en esta vida para muchas cosas, pero no para ejercer de suegro. ¿Cómo se hace eso? Hablas con tu nuera y no sabes cómo manejar la conversación ni los tiempos. ¿Se pueden sacar temas espinosos del tipo qué opinas de Podemos, eres religiosa, quieres tener muchos niños? ¿No pareces excesivamente ridículo hablando de las propiedades de la verdura, de los encantos del vino extremeño, de tus deportes favoritos, de Alía?
Mi nuera es de Cáceres, pero desciende de Alía. ¡Vaya por Dios! De todos los pueblos con cierta gracia de Extremadura, Alía es el único del que nunca he escrito nada. Jamás he estado en Alía, queda muy lejos. Y tengo muchas ganas de ir. Pero esta carencia me mataba una línea de conversación fundamental. Si hubiera descendido de Helechosa de los Montes, de Oliva de la Frontera o de Villasbuenas de Gata, podría haber hablado con ella de mil cosas. De Alía, cero.
Otra línea de conversación era el deporte. Mi nuera lo practica. Es más, está federada. Pero su deporte es el roller derby, esa disciplina que practican mujeres con las caras pintadas, patines en línea, casco, hombreras, coderas, rodilleras y algo de mala leche. ¿De qué puedo hablar yo con una jugadora de roller derby? Soy socio de clubes de fútbol y baloncesto, no me pierdo los partidos de voleibol, he sido árbitro de casi todo. ¿Pero roller derby?
De esta primera experiencia como suegro he sacado algunas conclusiones que versan sobre lo importante: mi nuera parece una chica estupenda, educada y sensata. Creo incluso que es de esas personas sólidas y tradicionales que creen en verdades absolutas e inmutables como que a los suegros se les cuida cuando son viejos e inútiles. Eso es lo más importante de todo.
De lo demás, pocas pistas: no sé qué piensa, qué lee, qué vota, qué escucha. Me quedo con que mi suegra sacó el tema del punto Richelieu y la muchacha supo llevar la conversación. Esa es la mejor garantía.
El viernes vino a comer mi nuera y hablamos del punto Richelieu. Para relajar el ambiente, invitamos también a mi suegra, la hicimos presidir la mesa y ella, mujer de recursos, manejó la ceremonia con mucha soltura. Me di cuenta de que aquello marchaba viento en popa cuando mi nuera y mi suegra se pusieron a hablar del punto Richelieu, que yo pensé que se trataba de alguna destreza novelesca inventada por Dumas, pero no, se trata de costura.
A mí me cuesta hablar de lugares comunes: el trabajo, el tiempo, la familia, las aficiones. Me aburro, me desentiendo y me pongo nervioso porque pienso que mi interlocutor se va a dar cuenta y me va a aborrecer. En este caso, para más inri, mi interlocutora era la sexta persona más importante en la línea sucesoria familiar directa. Así que me vinieron muy bien las disquisiciones sobre el punto Richelieu.
Mi suegra y mi nuera se llevan bien. Es más, se llevan desde antes de que yo supiera de la existencia de la muchacha. La primera opinión de mi suegra sobre mi nuera fue que tenía muy buena pierna. Parece ser que eso es importante porque, además de dar a entender que la chica es ágil, la frase tiene carga metafórica: solo se opina sobre la pierna si el resto del alma y el cuerpo son armónicos y bellos. Yo no puedo corroborar el dictamen sobre la extremidad porque, aunque tuve tentaciones, no me atreví a hacer calibraciones anatómicas: me pareció una falta de educación.
A uno lo preparan en esta vida para muchas cosas, pero no para ejercer de suegro. ¿Cómo se hace eso? Hablas con tu nuera y no sabes cómo manejar la conversación ni los tiempos. ¿Se pueden sacar temas espinosos del tipo qué opinas de Podemos, eres religiosa, quieres tener muchos niños? ¿No pareces excesivamente ridículo hablando de las propiedades de la verdura, de los encantos del vino extremeño, de tus deportes favoritos, de Alía?
Mi nuera es de Cáceres, pero desciende de Alía. ¡Vaya por Dios! De todos los pueblos con cierta gracia de Extremadura, Alía es el único del que nunca he escrito nada. Jamás he estado en Alía, queda muy lejos. Y tengo muchas ganas de ir. Pero esta carencia me mataba una línea de conversación fundamental. Si hubiera descendido de Helechosa de los Montes, de Oliva de la Frontera o de Villasbuenas de Gata, podría haber hablado con ella de mil cosas. De Alía, cero.
Otra línea de conversación era el deporte. Mi nuera lo practica. Es más, está federada. Pero su deporte es el roller derby, esa disciplina que practican mujeres con las caras pintadas, patines en línea, casco, hombreras, coderas, rodilleras y algo de mala leche. ¿De qué puedo hablar yo con una jugadora de roller derby? Soy socio de clubes de fútbol y baloncesto, no me pierdo los partidos de voleibol, he sido árbitro de casi todo. ¿Pero roller derby?
De esta primera experiencia como suegro he sacado algunas conclusiones que versan sobre lo importante: mi nuera parece una chica estupenda, educada y sensata. Creo incluso que es de esas personas sólidas y tradicionales que creen en verdades absolutas e inmutables como que a los suegros se les cuida cuando son viejos e inútiles. Eso es lo más importante de todo.
De lo demás, pocas pistas: no sé qué piensa, qué lee, qué vota, qué escucha. Me quedo con que mi suegra sacó el tema del punto Richelieu y la muchacha supo llevar la conversación. Esa es la mejor garantía.
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