UN SELFIE CON MI SUEGRA,.-fotos,.
El Colegio de Dentistas convoca un concurso de sonrisas,.
La foto que acompaña este artículo es un selfie que me he hecho con
mi suegra, una foto de nuestras bocas con la mejor de nuestras sonrisas.
Perdonen el protagonismo, pero con esta foto aspiramos a ganar un
concurso de selfies que convoca el ilustre Colegio de Dentistas de
Extremadura. Si vencemos, nos repartiremos 300 euros y si no, esperamos
que nuestra foto sea seleccionada para la exposición de
'selfies-sonrisas' que recorrerá Extremadura durante 2015.
No crean que nos presentamos por prurito artístico ni por presumir. Se trata de un puro ejercicio de economía doméstica: mi suegra y yo llevamos todo el año de dentistas, entre los dos nos hemos gastado más de 6.000 euros y esperamos que el Colegio premie nuestro esfuerzo y así descontar gastos.
Ir al dentista se ha convertido en una práctica democrática y generalizada. No hace mucho, ibas a que te quitaran una muela si te dolía mucho y se acabó. Ahora, las clínicas odontológicas proliferan como las llagas en la boca en tiempo de estrés, ocupan las mejores esquinas de las ciudades y ofrecen financiaciones, ofertas y cómodos plazos.
El dentista es ya un médico tan común y visitado como el de cabecera y todos andamos enfrascados en implantes, puentes, dentaduras y empastes. Está muy bien eso de que la odontología se popularice y deje de ser una cosa de ricos. Si además, premian nuestras sonrisas, mejor que mejor. Antes ibas al dentista como quien iba al potro de tortura. No sabías cuánto ibas a sufrir, pero estabas seguro de que sufrirías. Ahora es como visitar a un especialista común. A mi suegra y a mí nos relaja ir al dentista. Nos reciben en una sala muy moderna y llena de periódicos y revistas. Tienen hilo musical y tele vía satélite, te regalan muestras de dentífrico, hay un montón de enfermeras que te sonríen y te llaman por tu nombre de pila y el punto culminante no es un potro de tortura, sino una cama ergonómica con consumición incluida: ese vaso de colutorio para que eches tragos reconfortantes con sabor a menta.
Además, el día antes de la consulta, una chica muy simpática te llama a casa y te recuerda que tienes cita con ella y su jefe al día siguiente, pero te lo dice de tal forma y con tanta dulzura que el subconsciente te juega malas pasadas y acabas yendo al estomatólogo como quien acude a una cita con la mujer o el hombre de su vida.
Han cambiado las visitas al dentista de tal manera que tanto mi suegra como un servidor hemos llegado a dormirnos en la camilla ergonómica mientras el antiguo sacamuelas, hoy masajeador de molares, enredaba en nuestra boca con sutiles aparatejos que cosquilleaban nuestras encías. Y plof, nos dormimos. ¡Normal!
Hace unos años, con un cepillo y un dentífrico bastaba para la higiene bucal. Hoy, tengo toda una estantería dedicada a los dientes. Se ven allí escobillas de múltiples colores y grosores que dejan cada intersticio dental como una patena. Hay cepillos quirúrgicos, hilos, cepillos de cerdas suaves y cepillos de cerdas duras. Un aparato con trazas de Thermomix me espera para pulverizar mi dentadura con agua caliente a presión y diferentes colutorios y cremas desinfectantes se disponen a ejercer la asepsia inmediata.
Por si todo esto fuera poco, el Colegio de Dentistas de Extremadura convoca este moderno concurso de selfies titulado 'Tu mejor sonrisa' con 300, 200 y 100 euros en premios, que se entregarán en Mérida el 7 de febrero, día de Santa Apolonia, que, además de ser una estación ferroviaria lisboeta, es la patrona de los dentistas. El plazo acaba el 16 de enero. Mi suegra y yo ya nos hemos fotografiado. ¡Y vamos a ganar!
No crean que nos presentamos por prurito artístico ni por presumir. Se trata de un puro ejercicio de economía doméstica: mi suegra y yo llevamos todo el año de dentistas, entre los dos nos hemos gastado más de 6.000 euros y esperamos que el Colegio premie nuestro esfuerzo y así descontar gastos.
Ir al dentista se ha convertido en una práctica democrática y generalizada. No hace mucho, ibas a que te quitaran una muela si te dolía mucho y se acabó. Ahora, las clínicas odontológicas proliferan como las llagas en la boca en tiempo de estrés, ocupan las mejores esquinas de las ciudades y ofrecen financiaciones, ofertas y cómodos plazos.
El dentista es ya un médico tan común y visitado como el de cabecera y todos andamos enfrascados en implantes, puentes, dentaduras y empastes. Está muy bien eso de que la odontología se popularice y deje de ser una cosa de ricos. Si además, premian nuestras sonrisas, mejor que mejor. Antes ibas al dentista como quien iba al potro de tortura. No sabías cuánto ibas a sufrir, pero estabas seguro de que sufrirías. Ahora es como visitar a un especialista común. A mi suegra y a mí nos relaja ir al dentista. Nos reciben en una sala muy moderna y llena de periódicos y revistas. Tienen hilo musical y tele vía satélite, te regalan muestras de dentífrico, hay un montón de enfermeras que te sonríen y te llaman por tu nombre de pila y el punto culminante no es un potro de tortura, sino una cama ergonómica con consumición incluida: ese vaso de colutorio para que eches tragos reconfortantes con sabor a menta.
Además, el día antes de la consulta, una chica muy simpática te llama a casa y te recuerda que tienes cita con ella y su jefe al día siguiente, pero te lo dice de tal forma y con tanta dulzura que el subconsciente te juega malas pasadas y acabas yendo al estomatólogo como quien acude a una cita con la mujer o el hombre de su vida.
Han cambiado las visitas al dentista de tal manera que tanto mi suegra como un servidor hemos llegado a dormirnos en la camilla ergonómica mientras el antiguo sacamuelas, hoy masajeador de molares, enredaba en nuestra boca con sutiles aparatejos que cosquilleaban nuestras encías. Y plof, nos dormimos. ¡Normal!
Hace unos años, con un cepillo y un dentífrico bastaba para la higiene bucal. Hoy, tengo toda una estantería dedicada a los dientes. Se ven allí escobillas de múltiples colores y grosores que dejan cada intersticio dental como una patena. Hay cepillos quirúrgicos, hilos, cepillos de cerdas suaves y cepillos de cerdas duras. Un aparato con trazas de Thermomix me espera para pulverizar mi dentadura con agua caliente a presión y diferentes colutorios y cremas desinfectantes se disponen a ejercer la asepsia inmediata.
Por si todo esto fuera poco, el Colegio de Dentistas de Extremadura convoca este moderno concurso de selfies titulado 'Tu mejor sonrisa' con 300, 200 y 100 euros en premios, que se entregarán en Mérida el 7 de febrero, día de Santa Apolonia, que, además de ser una estación ferroviaria lisboeta, es la patrona de los dentistas. El plazo acaba el 16 de enero. Mi suegra y yo ya nos hemos fotografiado. ¡Y vamos a ganar!
TÍTULO: El «jinete azul» cuyo «arte degenerado» se tuvo que enfrentar a Hitler-
El «jinete azul» cuyo «arte degenerado» se tuvo que enfrentar a Hitler-foto,.
El pintor ruso fundó el movimiento «jinete azul» y fue pieza clave en la Bauhaus alemana hasta que los nazis la eliminaron,.
En 1937, dos años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y siete antes de la muerte del pintor ruso Wassily Kandinsky, el dictador Adolf Hitler organizó una muestra que, con la distancia del tiempo, parece ideada por un verdadero amante del arte. 567 obras de 112 artistas pasearon
por varias ciudades de Alemania y Austria. Los más grandes exponentes
de la vanguardia artística del momento estaban representados: Monet,
Manet, Renoir, Pissarro, Gauguin, Van Gogh, Cezanne, Picasso,
Modigliani, De Chirico, Chagall, Grosz, Kirchner, Matisse, Klee. Y, por supuesto, Kandinsky.
Sin embargo los dirigentes nazis no
pretendían el deleite de la masa que subyugaban, sino mostrar lo que el
«Führer» definió como «Arte degenerado». «Parece la obra chapucera de un niño sin talento de ocho o nueve años», adujo el sanguinario líder (proyecto de pintor en su juventud) ante la muestra de «Entartete Kunst» con la que pretendían mostrar la superioridad de los alemanes.
Pero antes de esa exposición, antes
de que las piezas de un ruso colgaran en las paredes de una Alemania que
se preparaba para la guerra en forma de escarnio, Wassily Kandinsky tuvo un largo camino hasta llegar a convertirse en uno de los «profetas» de la abstracción.
Con una formación nada habitual
(estudió derecho y económicas), comenzó de forma tardía su carrera
artística y no expuso en una gran sala hasta casi los 40 años. Era 1902 y
todavía quedaban unos años para que llegara el momento de fundar, junto
a otros compañeros, el «jinete azul» (1911), un colectivo con el que pretendieron llevar a nuevas cotas el incipiente expresionismo que surgía en Alemania.
Pero Kandinski tuvo que regresar pronto a Rusia. Allí estuvo durante la Primera Guerra Mundial y hasta 1921,
donde contribuyó a las reformas del Estado que más cambió en ese
tiempo. Sin embargo pronto volvió a Alemania, país en el que su arte era
reclamado y admirado en los círculos intelectuales. Todavía quedaban
muchos años para que Hitler ascendiera al poder. Alguno más para la
exposición de la discordia.
La nueva vida de Wassily Kandinsky en Alemania vino precedida por otra escuela artística que cambió el Arte: la Bauhaus. Una escuela en la que Kandinsky ejerció de maestro mientras exploraba los límites de su pintura.
Pero el año 1933 se acercaba inexorablemente. Los nazis, con la república de Weimar absolutamente debilitada,
iban extendiéndose por los poros del Estado como un cáncer
irreversible. En ese tiempo los ataques contra los intelectuales de la
«Construcción Estatal» que era la Bauhaus se tornaron furibundos y
despiadados. Por fin la Escuela tuvo que detener su proyecto y Wassily
Kandinsky escapar hacia el Oeste. Esta vez era París, la que ciudad que
medio siglo antes fuera el origen del impresionismo, la que acogió al pintor ruso.
Desde allí tuvo que ver cómo Hitler y sus acólitos calificaban de «putrefacto» o «inmundicia»
la abstracción de Kandinsky. Cómo años después organizaban la
«Entartete Kunst» para despreciar todo lo que no tuviera que ver con la
presunta racionalidad nazi. Kandinsky moría siete años después, en 1944,
sin ver cómo aquellos nazis eran derrotados.
TÍTULO: UN PAIS PARA COMERSELO, CANARIAS,.
'Un país para comérselo' aterriza en Gran Canaria, una isla por descubrir-foto,.
- Juan e Imanol se encontarán con un "continente en miniatura" lleno de sorpresas
- El Roque Nublo, la montaña mágica, nos servirá de guía en el viaje por la isla
- Además, descubriremos el café y el aceite de oliva canario,.
- La sombra del gran Roque Nublo, la montaña mágica para los antiguos
habitantes de esta Gran Canaria, guiará a Juan e Imanol por su viaje en
esta isla. Nuestros protagonistas se encontrarán un continente en
miniatura, repleto de sorpresas por descubrir.
Secretos escondidos
Gran Canaria es el único lugar de Europa en donde se produce café, concretamente en el valle de Agaete. Este producto se cultiva bajo la sombra de naranjos, mangos, guayabos, aguacates. Nuestros protagonistas llegarán en el mejor momento, cuando el grano se recolecta con mucho cuidado y, después de ser secado al sol, los agricultores de Agaete lo tuestan artesanalmente.
El Océano Atlántico cobrará protagonismo en varios escenarios de Gran Canaria. Puerto Rico, situado al sur de la isla será el punto de partida de una excursión en alta mar para pasar una jornada de pesca de altura. En otro puerto, el de Mogán, Imanol y Juan degustarán una caldereta de pescado con una familia de pescadores.
Por su parte, Tonino averiguará porqué Gran Canaria es líder en energías renovables y porqué ha sido declarada “Reserva de la Biosfera” por la UNESCO gracias a lugares como el Jardín canario, el Roque Nublo o el Parque Natural de Tamadaba entre otros.
Un 'pequeño continente'
Esa condición de pequeño continente en miniatura pondrá a Juan e Imanol en la pista de ricas frutas tropicales como el plátano, el mango o la papaya, además de otros menos habituales como la piña tropical, una fruta que se está a empezando a introducir en los campos de la localidad de Gáldar.
Gran Canaria aún conserva restos de su pasado como productora de azúcar. A finales del siglo XV en la isla funcionaban hasta 20 ingenios, que así se denominaba a la hacienda en la que se procesaba la caña de azúcar para obtener ron y alcohol, además del azúcar. Este cultivo se perdió frente a la llegada del vino y sobre todo a que el azúcar encontró mejor acomodo en tierras americanas. Sin embargo, aún perviven algunos románticos como Antonio, un agricultor de Arucas que conocerá Juan y que sigue cultivando la caña de azúcar para que este cultivo no se pierda.
Precisamente, el vino de Gran Canaria tendrá su presencia en este episodio de Un país para comérselo, cuando Imanol se acerque hasta una bodega situada en la imponente caldera de Bandama, para conocer a Jessica, una joven que está revolucionando el panorama vinícola de la isla.
Isla artesana
La fabricación del cuchillo canario esconde en Gran Canaria a un reducido número de artesanos que siguen tallando los mangos que decoran de estas peculiares herramientas de trabajo. En la localidad de Gáldar, Juan e Imanol conocerán a una familia que llevan dedicados a esta delicada tarea más de 200 años.
Algo más de edad, casi 300 años, tiene el horno donde Amaro amasa a mano todos los días su afamado "pan de puño" en su pequeño obrador de Ingenio. Se trata de un pan que Amaro no ha dejado que pierda su aspecto y sabor tradicional.
Gran Canaria es una isla en la que algunos productos han logrado alcanzar cotas de expresividad que no se puede encontrar en otros lugares. Por ejemplo, la almendra que puebla los municipios de San Bartolomé de Tirajana o Tejeda. Precisamente, en esta localidad Imanol conocerá de manos de Josefa la elaboración del tradicional bienmesabe.
Aceite de oliva canario
El árbol del olivo ha encontrado también en Gran Canaria su hueco para ofrecer su propia versión, tanto en su afamado aceite de oliva como en recetas tan curiosas como las aceitunas con mojo que se elaboran en Temisas, pueblo olivarero por excelencia.
La capital, las Palmas de Gran Canaria, será el punto final de este viaje. La famosa Playa de las Canteras acogerá una exhibición de lucha canaria y un bello patio canario será el escenario para que una de las agrupaciones musicales más famosas de la isla, Los Gofiones, amenicen la fiesta final del programa.
- Reparto
- Asa Butterfield, Chloë Grace Moretz, Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Jude Law, Emily Mortimer, Michael Stuhlbarg, Ray Winstone, Christopher Lee, Richard Griffiths, Helen McCrory, Frances de la Tour,.
- París, años 30. Hugo (Asa Butterfield) es un niño huérfano, relojero y ladrón que vive entre los muros de una ajetreada estación de trenes parisina. Nadie sabe de su existencia hasta que le descubre una excéntrica niña (Chloë Moretz) junto a la que vivirá una increíble aventura..
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