DESAYUNO--CENA---JUEVES--ROBAR EN EUROSDISNEY,-fotos,.
A esa hora, ya sabía todo el pueblo que habían sido pillados robando en Eurodisney y eso era un baldón que soportarían toda la vida.
Estudiantes de toda Europa siguen la tradición de hurtar un Pluto,.
La prensa francesa está escandalizada y hasta nuestro HOY recogía la
noticia el sábado: la campeona olímpica de natación francesa, Laure
Manaudou, ha sido pillada robando recuerdos en Disneyland París. La
nadadora ladrona ha sido portada de diarios y revistas y su delito se ha
convertido en trending topic. A quienes hemos viajado a Eurodisney con
estudiantes extremeños, bávaros o lituanos, esta noticia nos trae
recuerdos imborrables. Cualquier profesor que haya visitado Disneyland
París con sus alumnos sabe en qué consiste la experiencia. Yo les voy a
contar la mía.
En el instituto extremeño donde trabajaba, todos los años hacíamos una excursión de fin de curso a París y Amsterdam. Era algo así como el certificado de mayoría de edad para los bachilleres y el viaje se convertía en una experiencia que era recordada durante años por sus protagonistas. Los profesores tampoco la olvidábamos, fundamentalmente por nuestra mañana en Eurodisney.
La excursión era de piñón fijo. Si era miércoles, subíamos a la torre Eiffel, si era jueves, estábamos en Eurodisney, si el calendario indicaba domingo, Brujas y Bruselas, y si tocaba martes, había que vigilar para que nuestros alumnos no se metieran a fumar porros en los coffee shop de Amsterdam.
Lo más delicado del viaje era Disneylandia. A pesar de que durante todo el año avisábamos de que no se les ocurriera robar nada durante la visita al parque temático, sabíamos que era imposible luchar contra el destino: iban a robar, sí o sí. Y lo harían porque 'tomar prestado' en las tiendas de Eurodisney es una costumbre internacional, una especie de tradición europea que, como el Carnaval o la Navidad, se extiende desde Moscú hasta Algeciras.
Al llegar a Eurodisney, a eso de las 10 de la mañana, los alumnos se desperdigaban entre las atracciones y los dos profesores y los dos conductores del autobús sabíamos que teníamos tres horas para tomar café tranquilamente y dar un paseo. Pero a partir de la una, había que estar alerta. Nos íbamos a un bar de música country a comer una hamburguesa con patatas fritas y a tomar cervezas mientras nos balanceábamos al compás del banjo y a la espera de la llamada fatídica.
«Ya estarán robando», nos decíamos. Y efectivamente, tras comer algo, miles de estudiantes de toda Europa estaban entreteniendo la sobremesa en las tiendas de recuerdos del parque temático, cumpliendo con la sacrosanta tradición europea de llevarse prestado un bolígrafo de Mickey, un lápiz de Minnie o un llavero de Pluto para regalar a sus amigos del pueblo como quien les lleva un tesoro mítico: «Toma, lo robé para ti». Porque lo que contaba no era que el amigo o la novia trajera un Disney-Souvenir. Lo que tenía mérito es que hubiera sido robado. Y que no hubieran pillado al ladrón. Pero siempre pillaban a alguno y nos daban la tarde.
Entre las dos y las tres, sonaba el móvil. «Profe, han pillado a fulanita robando», nos avisaban alarmados. Afortunadamente, teníamos establecido un protocolo muy efectivo tras tantos años de tradición delincuente. Íbamos corriendo al autobús, nos acercábamos a una comisaría cercana a informarnos e informar. Después volvíamos al Parque y nos dirigíamos a unas dependencias para ladronzuelos. Allí estaba nuestro delincuente de 16-17 años, rodeado de un centenar de pillastres belgas, italianos, eslovenos, rusos, ingleses, suecos. Ni los multaban, ni los detenían, ni les tomaban declaración. Solo los llamaban al orden y los asustaban un poco.
Nosotros no les reñíamos. Bastante tenían con lo que se les venía encima, que no era ninguna multa ni antecedentes penales sino algo mucho peor: mucha humillación. A esa hora, ya sabía todo el pueblo que habían sido pillados robando en Eurodisney y eso era un baldón que soportarían toda la vida. «Sí mujer, la que cogieron en Eurodisney», se diría de ella 30 años después. Que es lo que se dirá de Laure Manaudou: ya no será la campeona olímpica, sino la que robó un gorrito del Pato Donald.
TÍTULO: SER FINALISTA DEL PREMIO PLANETA ES UNA DENOMINACIN DE ORIGEN, ESCRITOR--BORIS IZAGUIRRE,.
-Foto--Boris Izaguirre Escritor. Recrea en 'Un jardín al norte' la historia de la espía británica Rosalinda Fox durante el periodo de entreguerras.
En el instituto extremeño donde trabajaba, todos los años hacíamos una excursión de fin de curso a París y Amsterdam. Era algo así como el certificado de mayoría de edad para los bachilleres y el viaje se convertía en una experiencia que era recordada durante años por sus protagonistas. Los profesores tampoco la olvidábamos, fundamentalmente por nuestra mañana en Eurodisney.
La excursión era de piñón fijo. Si era miércoles, subíamos a la torre Eiffel, si era jueves, estábamos en Eurodisney, si el calendario indicaba domingo, Brujas y Bruselas, y si tocaba martes, había que vigilar para que nuestros alumnos no se metieran a fumar porros en los coffee shop de Amsterdam.
Lo más delicado del viaje era Disneylandia. A pesar de que durante todo el año avisábamos de que no se les ocurriera robar nada durante la visita al parque temático, sabíamos que era imposible luchar contra el destino: iban a robar, sí o sí. Y lo harían porque 'tomar prestado' en las tiendas de Eurodisney es una costumbre internacional, una especie de tradición europea que, como el Carnaval o la Navidad, se extiende desde Moscú hasta Algeciras.
Al llegar a Eurodisney, a eso de las 10 de la mañana, los alumnos se desperdigaban entre las atracciones y los dos profesores y los dos conductores del autobús sabíamos que teníamos tres horas para tomar café tranquilamente y dar un paseo. Pero a partir de la una, había que estar alerta. Nos íbamos a un bar de música country a comer una hamburguesa con patatas fritas y a tomar cervezas mientras nos balanceábamos al compás del banjo y a la espera de la llamada fatídica.
«Ya estarán robando», nos decíamos. Y efectivamente, tras comer algo, miles de estudiantes de toda Europa estaban entreteniendo la sobremesa en las tiendas de recuerdos del parque temático, cumpliendo con la sacrosanta tradición europea de llevarse prestado un bolígrafo de Mickey, un lápiz de Minnie o un llavero de Pluto para regalar a sus amigos del pueblo como quien les lleva un tesoro mítico: «Toma, lo robé para ti». Porque lo que contaba no era que el amigo o la novia trajera un Disney-Souvenir. Lo que tenía mérito es que hubiera sido robado. Y que no hubieran pillado al ladrón. Pero siempre pillaban a alguno y nos daban la tarde.
Entre las dos y las tres, sonaba el móvil. «Profe, han pillado a fulanita robando», nos avisaban alarmados. Afortunadamente, teníamos establecido un protocolo muy efectivo tras tantos años de tradición delincuente. Íbamos corriendo al autobús, nos acercábamos a una comisaría cercana a informarnos e informar. Después volvíamos al Parque y nos dirigíamos a unas dependencias para ladronzuelos. Allí estaba nuestro delincuente de 16-17 años, rodeado de un centenar de pillastres belgas, italianos, eslovenos, rusos, ingleses, suecos. Ni los multaban, ni los detenían, ni les tomaban declaración. Solo los llamaban al orden y los asustaban un poco.
Nosotros no les reñíamos. Bastante tenían con lo que se les venía encima, que no era ninguna multa ni antecedentes penales sino algo mucho peor: mucha humillación. A esa hora, ya sabía todo el pueblo que habían sido pillados robando en Eurodisney y eso era un baldón que soportarían toda la vida. «Sí mujer, la que cogieron en Eurodisney», se diría de ella 30 años después. Que es lo que se dirá de Laure Manaudou: ya no será la campeona olímpica, sino la que robó un gorrito del Pato Donald.
TÍTULO: SER FINALISTA DEL PREMIO PLANETA ES UNA DENOMINACIN DE ORIGEN, ESCRITOR--BORIS IZAGUIRRE,.
-Foto--Boris Izaguirre Escritor. Recrea en 'Un jardín al norte' la historia de la espía británica Rosalinda Fox durante el periodo de entreguerras.
Boris Izaguirre Escritor. Recrea en 'Un jardín al norte' la historia de la espía británica Rosalinda Fox durante el periodo de entreguerras,.
Boris Izaguirre vuelve a las librerías con 'Un jardín al norte', una
novela en la que la historia de amor entre Rosalinda Fox y el
diplomático español Juan Luis Beigbeder sirve de guía por los
acontecimientos del mundo de entreguerras, a través de la India
colonial, el Tánger del Estatuto Internacional o el Madrid de posguerra
plagado de espías.
-¿Por qué Rosalinda Fox?
-Fue una mujer que atravesó momentos decisivos del siglo XX y lo hizo con un ímpetu y una audacia que nos podrían servir de ejemplo para sortear estos años de incertidumbre del siglo XXI. Con 'Un jardín al norte' se ha convertido en una compañera extraordinaria, una persona con un ritmo y un galope en su vida que me conquistaron.
-La novela está contextualizada en un tiempo fascinante, el periodo de entreguerras...
-Rosalinda Fox tuvo la suerte de atravesar y vivir momentos tan interesantes como el proceso independentista en India, donde vivió una parte de su infancia. Luego su vida entronca con la Guerra Civil porque se enamora de uno de los personajes protagónicos del conflicto, Juan Luis Beigbeder. Todo escritor vive persiguiendo una historia y Rosalinda Fox hizo historia.
-Háblenos de Beigbeder, un hombre al que quizá esta relación le costó su puesto como ministro de Exteriores en un tiempo en que España pretendía acercarse a Alemania...
-Nunca quedó del todo claro. Una de las poquísimas cosas buenas de la devastación que supuso la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista es que España quedó completamente fuera de la Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de que Rosalinda Fox tuviera que ver en eso es parte de 'Un jardín al norte', aunque lo que pretendo narrar es el conflicto que supuso para esta pareja de amantes. La historia tiene muchas puertas con muchas bisagras, tengo la sensación de que Beigbeder y Rosalinda lo fueron.
-¿La historia romántica de Rosalinda tiene matices de tragedia?
-Es cierto que la historia real no tiene un final feliz pero, aunque sea una historia agridulce, te deja la sensación de que su vida fue algo extraordinario, un ejemplo de superación.
-El libro transcurre por entornos tan atractivos como la India colonial que camina hacia la independencia o el Tánger del Estatuto Internacional...
-Y el Madrid de los espías. Me fascina esa ciudad de la posguerra que imaginamos apagada y gris. En realidad fue, durante una época, un lugar de espías de todo el mundo, ya que era neutral. Rosalinda Fox veía los grandes acontecimientos del siglo XX como escenarios de su vida: el fin del colonialismo británico en Calcuta como niña y adolescente, Lisboa, también Tánger, como un lugar cargado de peligros y de intriga, pero además, como el lugar donde surge el amor, el jardín al norte.
-¿El hecho de contarlo en primera persona vincula más al lector con el personaje?
-Cada vez estoy más convencido de que lo hice así porque Rosalinda vivió sus primeros treinta años a una velocidad increíble. En su caso coincidió además con acontecimientos vertiginosos y la única manera que tenía para garantizar esa misma velocidad era utilizar la primera persona. El libro es una conversación, un diálogo con el lector. Cuando te adentras en el cuerpo de una mujer tienes que adoptar su forma de pensar. Esta novela tiene una psiquis muy femenina.
-¿Prefiere narrar sus historias desde un punto de vista femenino?
-Tengo esa habilidad pero lo he aprendido de otros, del cine, de Warhol, de Almodóvar y de Hitchcock. Es una cuestión de mucha observación, entrar y salir de esa mentalidad femenina con muchísimo respeto y admiración.
-¿Su vida literaria ha cambiado desde 'Villa Diamante'?
-Ser finalista del Premio Planeta ha sido para mí como una denominación de origen, un paso adelante en mi dedicación a escribir y publicar. 'Villa Diamante' fue como un guante que te queda bien, una prenda que estiliza tu figura.
-Usted comenzó escribiendo, luego ha tenido su faceta mediática. ¿Con cuál se queda?
-Todas ellas son escritura, muchas de mis colaboraciones en televisión han estado rodeadas de la comunicación en sí misma, puede que sea algo oral, pero no deja de tener una estructura narrativa.
-¿Por qué Rosalinda Fox?
-Fue una mujer que atravesó momentos decisivos del siglo XX y lo hizo con un ímpetu y una audacia que nos podrían servir de ejemplo para sortear estos años de incertidumbre del siglo XXI. Con 'Un jardín al norte' se ha convertido en una compañera extraordinaria, una persona con un ritmo y un galope en su vida que me conquistaron.
-La novela está contextualizada en un tiempo fascinante, el periodo de entreguerras...
-Rosalinda Fox tuvo la suerte de atravesar y vivir momentos tan interesantes como el proceso independentista en India, donde vivió una parte de su infancia. Luego su vida entronca con la Guerra Civil porque se enamora de uno de los personajes protagónicos del conflicto, Juan Luis Beigbeder. Todo escritor vive persiguiendo una historia y Rosalinda Fox hizo historia.
-Háblenos de Beigbeder, un hombre al que quizá esta relación le costó su puesto como ministro de Exteriores en un tiempo en que España pretendía acercarse a Alemania...
-Nunca quedó del todo claro. Una de las poquísimas cosas buenas de la devastación que supuso la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista es que España quedó completamente fuera de la Segunda Guerra Mundial. La posibilidad de que Rosalinda Fox tuviera que ver en eso es parte de 'Un jardín al norte', aunque lo que pretendo narrar es el conflicto que supuso para esta pareja de amantes. La historia tiene muchas puertas con muchas bisagras, tengo la sensación de que Beigbeder y Rosalinda lo fueron.
-¿La historia romántica de Rosalinda tiene matices de tragedia?
-Es cierto que la historia real no tiene un final feliz pero, aunque sea una historia agridulce, te deja la sensación de que su vida fue algo extraordinario, un ejemplo de superación.
-El libro transcurre por entornos tan atractivos como la India colonial que camina hacia la independencia o el Tánger del Estatuto Internacional...
-Y el Madrid de los espías. Me fascina esa ciudad de la posguerra que imaginamos apagada y gris. En realidad fue, durante una época, un lugar de espías de todo el mundo, ya que era neutral. Rosalinda Fox veía los grandes acontecimientos del siglo XX como escenarios de su vida: el fin del colonialismo británico en Calcuta como niña y adolescente, Lisboa, también Tánger, como un lugar cargado de peligros y de intriga, pero además, como el lugar donde surge el amor, el jardín al norte.
-¿El hecho de contarlo en primera persona vincula más al lector con el personaje?
-Cada vez estoy más convencido de que lo hice así porque Rosalinda vivió sus primeros treinta años a una velocidad increíble. En su caso coincidió además con acontecimientos vertiginosos y la única manera que tenía para garantizar esa misma velocidad era utilizar la primera persona. El libro es una conversación, un diálogo con el lector. Cuando te adentras en el cuerpo de una mujer tienes que adoptar su forma de pensar. Esta novela tiene una psiquis muy femenina.
-¿Prefiere narrar sus historias desde un punto de vista femenino?
-Tengo esa habilidad pero lo he aprendido de otros, del cine, de Warhol, de Almodóvar y de Hitchcock. Es una cuestión de mucha observación, entrar y salir de esa mentalidad femenina con muchísimo respeto y admiración.
-¿Su vida literaria ha cambiado desde 'Villa Diamante'?
-Ser finalista del Premio Planeta ha sido para mí como una denominación de origen, un paso adelante en mi dedicación a escribir y publicar. 'Villa Diamante' fue como un guante que te queda bien, una prenda que estiliza tu figura.
-Usted comenzó escribiendo, luego ha tenido su faceta mediática. ¿Con cuál se queda?
-Todas ellas son escritura, muchas de mis colaboraciones en televisión han estado rodeadas de la comunicación en sí misma, puede que sea algo oral, pero no deja de tener una estructura narrativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario