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Hace algún tiempo, durante uno de mis muchos viajes en tren, conocí al director de un instituto de genética reproductiva y mantuvimos una interesante conversación. "¿Se puede saber por qué hay tanta infertilidad de unos años a esta parte?”, le pregunté yo. En mi juventud, durante los desenfrenados años 70, bastaba con mirarse a los ojos para quedarse embarazada y, sin embargo, ahora parece que la concepción natural se esté convirtiendo en un privilegio reservado a unos pocos afortunados. La inseminación artificial, que se empezó a utilizar en el campo de la zoología, hoy por hoy se aplica a gran escala a las personas.
Su respuesta fue la siguiente: “Porque a algunos les conviene que sea así. La reproducción asistida mueve enormes cantidades de dinero, mientras que la investigación sobre las causas que hay detrás supondría adoptar una postura más edificante, pero menos lucrativa. Está claro que no hay una sola causa, sino muchas, y todas deberían ser abordadas con seriedad”. Una de las más importantes, según me aclaró, tiene que ver con la cantidad de productos químicos que hay en el agua, el aire y los alimentos que consumimos desde hace 50 años. Hemos vivido más de 10.000 años sin sustancias contaminantes y, de pronto, nuestro cuerpo se ha de enfrentar a cientos de ellas, y a la vez. Muchos de estos productos, sobre todo los pesticidas, ejercen una acción particularmente nociva sobre la fertilidad masculina.
Pero, aparte de la química, que actúa sobre nosotros de un modo más sutil, debemos considerar también que el ritmo de nuestras vidas, en la última treintena de años, se ha vuelto mucho más rápido y con bastantes menos asideros. Vivimos a la carrera, siempre acuciados por algo que hacer y, en medio de esta galopada, estamos perdiendo a pasos acelerados el sentido más profundo de lo que nos define como humanos. No en vano, el hombre de la sociedad de consumo se ha convertido en una especie de ser condenado a gastar el dinero que no tiene, a base de adquirir cosas que no necesita.
No hace falta ser un experto en etología ni en biología para saber que el cuerpo de los mamíferos –como nosotros mismos–, cuando está bajo tensión, lo primero que sufre es la suspensión del ciclo reproductivo. De hecho, la maternidad es un proceso sumamente frágil en el mundo animal y, ante una situación de peligro, se interrumpe. A fin de cuentas, subestimar la honda inteligencia de nuestro cuerpo, que siempre nos protege cuando nos vamos a hacer daño, es algo peligroso para la mera supervivencia. Si, para colmo, a los 15 o los 20 años consumimos píldoras anticonceptivas, ¿cómo podemos pensar que, solo con dejar de tomarlas, nos vamos a quedar embarazadas de inmediato? Durante muchos años, las que éramos fértiles le decíamos a nuestro cuerpo: “¡Ni se te ocurra concebir!”; y él, con el concurso de la química, obedeció. ¿De verdad que, de un día para otro, tiene que aceptar que hemos cambiado de idea?
Una amiga mía, que vivía en una gran ciudad, no lograba de ningún modo quedarse encinta. Su marido y ella estaban ya valorando la posibilidad de recurrir a la ayuda de la medicina cuando vino a pasar unos días de vacaciones conmigo en el campo. Acababan de nacer por entonces unos corderitos y ella, conmovida, cogió a uno de ellos y lo tomó entre sus brazos. Un mes después me llamó por teléfono: “Tendrías que abrir una clínica de fertilidad”, me soltó, antes de comunicarme que estaba embarazada. Así pues, ¿lo que necesitan nuestros cuerpos es más ciencia o quizá que regresemos a una comunión profunda con lo que nos hace verdaderamente humanos?
TÍTULO: NOCHE LARGA, PARA ABRAZARTE POR LA ESPALDA,.
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La vuelta al mundo para abrazarte por la espalda Quotes
“Y si, digo que me parecería de lo más bonito del mundo tomarnos
de la mano y besarnos frente a los demás. Y comer fresas con crema de tu
boca o de tus piernas en mi casa de campo mientras preparo chocolate
caliente y tu enciendes la calefacción. Y estar cada noche en la azotea
viendo constelaciones mientras te hago dibujos en la espalda de las
mismas. Y decirte que me encantaría pasar horas dando vueltas en la cama
mirandote y jugando contigo a que somos gatos que no quieren dormirse y
quieren jugar hasta que se vaya la luna. Y quisiera despertar todos los
días viendote despertar. Hacerte el desayuno, el amor. Compartirte mi
vida. Decir que no hay peor ciego que el que no te quiera ver, y que la
verdad el mundo sería bastante aburrido sin tu existencia. Y que me ha
gustado un montón haberte encontrado. Y que sólo me sentiría perdido si
te suelto de la cintura cuando bailemos. Que sólo en tus labios es que
puedo calmar mi sed de verdad, y en tus ojos es que puedo disfrutar de
un próspero amanecer. Que con nuestros cuerpos rozados uno al otro mi
corazón da latidos de fuego artificial. Que la vida sin ti es un
desperdicio, y que no me importa el tiempo que tenga que pasar
esperandote por que te vistas a la hora de salir. Que no me importaría
llegar tarde al trabajo si cada mañana despertamos, te hago el café
comemos y hacemos el amor antes de despedirnos. Que sonreír es mucho más
bonito cuando lo hago porque lo haces tú. Que me encantas con pijama,
sin pijama, con lo que sea. Que eres tan bella que no dejas que nadie
más para mí lo sea. Corretear por la cocina desnudos por estar jugando a
las escondidas, aparecerme en la ducha cuando tu lo estás, abrazarte y
besarte haciendote saber que eres la mejor persona del mundo y que ser
feliz es sinónimo de estar contigo.
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