DESAYUNO - CENA - DOMINGO - LUNES - PEDRO DELGADO CICLISMO , fotos.
Pedro Delgado,.
Pedro Delgado | |
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Información personal | |
Nombre completo | Pedro Delgado Robledo |
Fecha de nacimiento | 15 de abril de 1960 (56 años) |
Lugar de nacimiento | Segovia |
País | España |
Información de equipo | |
Equipo actual | Retirado |
Disciplina | Carretera |
Papel | Ciclista |
Tipo de ciclista | Escalador |
Equipos profesionales | |
1982-1984 1985 1986-1987 1988-1994 |
Reynolds Seat-Orbea PDM Reynolds/Banesto |
Grandes victorias | |
Tour de Francia: general (1988), Premio a la Combatividad (1987) y 4 etapas Vuelta a España: general (1985, 1989) y 5 etapas |
Inicios
Ya desde joven, incluye el ciclismo en su vida cotidiana. Comienza a participar en diversas competiciones a los quince años de edad y pasa a la categoría de juveniles en 1976. En 1978, tras cerca de una treintena de victorias, pasa a la categoría de aficionados. Desde sus inicios en la competición, se muestra como un gran escalador.A los 19 años, recibe varias ofertas para dar el salto al campo profesional, pero los estudios (enfermería) y el servicio militar obligatorio le hacen retrasar la decisión. A pesar de que le atraía el correr con profesionales, ni Delgado ni su familia se planteaban el ciclismo como medio de vida, sólo como afición.
Carrera profesional
En 1982, se convierte en ciclista profesional, manteniéndose en las filas del equipo Reynolds, al cual pertenecía ya en categoría amateur. Durante su primera temporada, Delgado consigue algunos triunfos menores y es 3.º en la Clásica de San Sebastián. Debuta en la Vuelta a España como gregario del abulense Ángel Arroyo. Abandona definitivamente sus estudios ante la imposibilidad de compaginarlos con los entrenamientos.En 1983, logra triunfos en carreras cortas por etapas, como la Vuelta a los Valles Mineros o la Vuelta a Aragón. Hace 2.º en la Subida al Naranco y 4.º en la Clásica de San Sebastián. También este año debuta en el Tour de Francia, llegando a marchar 2.º en la clasificación general, aunque finalmente termina 15.º. Su buena actuación en la ronda francesa comienza a hacerle conocido en el pelotón internacional.
En 1984, disfruta de sus primeros días vestido de amarillo en la Vuelta a España. Una caída en la última contrarreloj le privaría de luchar por el podio. También sufrirá una caída en el Tour de Francia, esta vez teniendo que abandonar la carrera.
En 1985, Delgado abandona el equipo Reynolds ante el gran número de líderes en el equipo, y recala en un equipo neoprofesional, el Seat-Orbea. Logra el primer gran triunfo de su carrera deportiva, al imponerse en la Vuelta ciclista a España. En el Tour, logra su primer triunfo de etapa y finaliza 6.º.
En 1986, traspasa al equipo PDM,1 donde pasará las dos próximas temporadas y mejorará su rendimiento en contrarreloj y adquirirá experiencia internacional. En la Vuelta de 1986, en la que ganaría Álvaro Pino, Perico finaliza 10.º por culpa de una gripe. En el Tour, cuando marchaba bien clasificado en la general y con la suficiente moral como para buscar el podio, su madre fallece por un derrame cerebral, provocando el abandono del segoviano.2 3 4
En 1987, termina 4.º en la Vuelta a España y alcanza el podio en el Tour de Francia por primera vez, al terminar 2.º por detrás de Stephen Roche.
En 1988 regresa al equipo Reynolds5 y cambia su planificación habitual, renunciando a la Vuelta y participando en el Giro de Italia. En el Tour de Francia, por fin logra el gran sueño y se convierte en el tercer español en vencer en la ronda gala, si bien un posible positivo durante la carrera francesa estuvo a punto de costarle el triunfo y su carrera profesional, aunque finalmente no se llegó a confirmar el positivo ya que la sustancia encontrada en su orina no fue determinada como ilegal en las listas de la UCI hasta el año siguiente.
En 1989 vuelve a participar en la Vuelta a España, si bien un joven Miguel Indurain partía como teórico jefe de filas del equipo. Sin embargo, el buen estado de forma de Delgado y una caída del propio Indurain, le convierten en el principal estandarte del equipo. No sin sufrimiento, Perico logra su segunda Vuelta ciclista a España. En el Tour, sólo puede ser tercero, y finaliza la temporada siendo 2.º en la Volta a Cataluña.
1990 supone la última gran oportunidad de Pedro Delgado de reeditar el triunfo de 1988 en el Tour. Sin embargo, finalmente ha de conformarse con un 4.º puesto. En la Vuelta, como sucediera el año anterior, recae sobre él de forma inesperada la responsabilidad del equipo, si bien esta vez no logra el triunfo final y sólo puede ser 2.º.,etc.
TITULO: SILENCIO POR FAVOR - EL MAILLOT VERDE,.
foto,.
Mis hijos no idolatran a futbolistas de los que más pasiones inspiran, como CR7 o Messi. El mayor eligió a Modric porque es tocayo suyo (por Luca, no por Modric) y, partiendo de esa casualidad, su
devoción alcanzó cotas tales que una vez le dije que había visto a
Modric cruzando una calle y, siete horas después, me hizo ir a ese mismo
semáforo por si acaso Modric seguía ahí: «Si fuera Isco, a lo mejor continuaría cruzando, pero Modric es rápido, decide y pasa, ya se habrá ido».
La idolatría del segundo tiene un origen más casual. Su futbolista es Kroos desde que lo llevé a la tienda del Bernabéu a comprarle una equipación y, al escoger nombre para estampárselo en la espalda, descubrimos que aún no tenía un favorito oficial y apenas disponía de unos segundos para tan trascendental decisión. La tomé yo después de averiguar que, al hacer el estampado, cobran por letras. Por lo cual no era cuestión de que empezara a idolatrar a un Jeremías de Guzmán y Biznagas, sino a un futbolista de nombre corto e incluso monosilábico. Kroos. A ti te mola Kroos. Y todavía le discutí al empleado si estaba seguro de que Kroos se escribía con dos oes, porque ello me costaría unos euros más. Mi tacañería ha sido la causante de una bella historia de admiración, de momento no recíproca, entre Kroos y mi hijo segundo, que me pregunta si está saliendo en la tele cada vez que la ve encendida, aunque estén dando el parte meteorológico.
Mi tacañería tiene un eximente: la ropa deportiva es cara, y ha alcanzado una importancia en cuanto a concepto de moda que nunca dejará de sorprender a alguien de mi generación. Los runners más o menos fashion salen a correr llevando encima más dinero que el que antaño invertíamos en una Nochevieja o una boda. Y encima tienen que ir conjuntaditos y con un dispositivo en el brazo para insertar el iPod. Lo hablábamos el otro día en el boxeo. La comba del precalentamiento es como un mentidero en el que hablamos de todo y nos cruzamos chanzas y desafíos. El otro día le afeamos a uno su vestimenta: chándal pijamero roído, unas zapatillas vetustas que igual eran de marca Paredes y una camiseta como de Congelados Menéndez. A su alrededor había gente muy maqueada de púgil: Lonsdale, Everlast, botas, sudaderas con las mangas recortadas, en fin, la versión boxística del runner que antes de salir a correr comprueba en el espejo si está mono. Bueno, pues el de la camiseta de Congelados Menéndez fue el que nos hizo notar que éramos todos, como absurdos fashion victims de gimnasio, los esclavos de un mercado que nos hace pagar por una necesidad que no sabíamos que teníamos. Porque, cuando éramos jóvenes, a hacer deporte se iba con la ropa más vieja y desastrosa que hubiera en casa, la que no importara romper o manchar, la que podía ir directamente a la basura, cosa que no puede hacerse con una de esas piezas con capucha de Nike, con una tela impermeable probada por la NASA o poco menos, por la que te cascan de doscientos euros para arriba. ¡Para correr por un parque!
A los veinte años, íbamos al gimnasio con la camiseta de los Congelados Menéndez. Pero ahora, para ir a entrenar a la última, hay que hacer una inversión que ni Gambardella en sastres. ¿Qué ha ocurrido? Yo creo que lo que ha pasado es que el advenimiento de los clubes sofisticados de deporte, de los gimnasios para urbanitas, que en Madrid tampoco es de hace tanto tiempo -aún recuerdo cuando aquí se denostaba el deporte y a quien lo practicaba-, ha convertido esos lugares en un ámbito de exposición social y de ligue. En un lugar que casi sustituye a los bares para conocer gente que convenga profesionalmente y para conseguir números de teléfonos con posibilidades sexuales. Eso descarta, claro, la camiseta de Congelados Menéndez y obliga a un fondo de armario como el de ir a la discoteca. Ahora pueden preguntarse por qué pasa también en un gimnasio de boxeo en el que sólo hay mastuerzos que saltan a la comba antes de liarse a piñas, porque yo me lo estoy preguntando.
La idolatría del segundo tiene un origen más casual. Su futbolista es Kroos desde que lo llevé a la tienda del Bernabéu a comprarle una equipación y, al escoger nombre para estampárselo en la espalda, descubrimos que aún no tenía un favorito oficial y apenas disponía de unos segundos para tan trascendental decisión. La tomé yo después de averiguar que, al hacer el estampado, cobran por letras. Por lo cual no era cuestión de que empezara a idolatrar a un Jeremías de Guzmán y Biznagas, sino a un futbolista de nombre corto e incluso monosilábico. Kroos. A ti te mola Kroos. Y todavía le discutí al empleado si estaba seguro de que Kroos se escribía con dos oes, porque ello me costaría unos euros más. Mi tacañería ha sido la causante de una bella historia de admiración, de momento no recíproca, entre Kroos y mi hijo segundo, que me pregunta si está saliendo en la tele cada vez que la ve encendida, aunque estén dando el parte meteorológico.
Mi tacañería tiene un eximente: la ropa deportiva es cara, y ha alcanzado una importancia en cuanto a concepto de moda que nunca dejará de sorprender a alguien de mi generación. Los runners más o menos fashion salen a correr llevando encima más dinero que el que antaño invertíamos en una Nochevieja o una boda. Y encima tienen que ir conjuntaditos y con un dispositivo en el brazo para insertar el iPod. Lo hablábamos el otro día en el boxeo. La comba del precalentamiento es como un mentidero en el que hablamos de todo y nos cruzamos chanzas y desafíos. El otro día le afeamos a uno su vestimenta: chándal pijamero roído, unas zapatillas vetustas que igual eran de marca Paredes y una camiseta como de Congelados Menéndez. A su alrededor había gente muy maqueada de púgil: Lonsdale, Everlast, botas, sudaderas con las mangas recortadas, en fin, la versión boxística del runner que antes de salir a correr comprueba en el espejo si está mono. Bueno, pues el de la camiseta de Congelados Menéndez fue el que nos hizo notar que éramos todos, como absurdos fashion victims de gimnasio, los esclavos de un mercado que nos hace pagar por una necesidad que no sabíamos que teníamos. Porque, cuando éramos jóvenes, a hacer deporte se iba con la ropa más vieja y desastrosa que hubiera en casa, la que no importara romper o manchar, la que podía ir directamente a la basura, cosa que no puede hacerse con una de esas piezas con capucha de Nike, con una tela impermeable probada por la NASA o poco menos, por la que te cascan de doscientos euros para arriba. ¡Para correr por un parque!
A los veinte años, íbamos al gimnasio con la camiseta de los Congelados Menéndez. Pero ahora, para ir a entrenar a la última, hay que hacer una inversión que ni Gambardella en sastres. ¿Qué ha ocurrido? Yo creo que lo que ha pasado es que el advenimiento de los clubes sofisticados de deporte, de los gimnasios para urbanitas, que en Madrid tampoco es de hace tanto tiempo -aún recuerdo cuando aquí se denostaba el deporte y a quien lo practicaba-, ha convertido esos lugares en un ámbito de exposición social y de ligue. En un lugar que casi sustituye a los bares para conocer gente que convenga profesionalmente y para conseguir números de teléfonos con posibilidades sexuales. Eso descarta, claro, la camiseta de Congelados Menéndez y obliga a un fondo de armario como el de ir a la discoteca. Ahora pueden preguntarse por qué pasa también en un gimnasio de boxeo en el que sólo hay mastuerzos que saltan a la comba antes de liarse a piñas, porque yo me lo estoy preguntando.
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