¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE,.
¡Atención y obras! es un programa semanal que, en La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
La surrealista detención de Lory Money,.
La surrealista detención de Lory Money - foto.
El rapero senegalés, estrella de YouTube, pasa la noche en el calabozo
Cruzó el estrecho en 2006, vive en Valencia y tiene un contrato con la discográfica Universal
Ya está en libertad después de demostrar que su visado está en trámite
La mañana del miércoles Dara Dia, un senegalés que llegó a España en
patera en 2006, volvía su casa después de tomar el aperitivo en el bar
de un amigo suyo que además es policía. A mitad de camino dos secretas
le paran y le piden la documentación. "Cosas de negros", piensa. Dia no
lleva sus papeles encima, pero sí puede dar los datos de su domicilio en
Valencia. Los agentes llaman para comprobar la documentación. Hay un
problema: en su expediente aparece una detención por vender películas en
la calle. Hay que ir a comisaría. Lo que la policía no sabe es que el
hombre al que transportan es Lory Money, una estrella de YouTube
con más de 80.000 suscriptores. Sus vídeos superan los 23 millones de
reproducciones. Un exmantero que cruzó el Estrecho buscando algo de
esperanza y se encontró con Internet.
"Cuando llegué a comisaría me metieron en el calabozo", cuenta Lory (así es como prefiere que le llamen) al otro lado del teléfono. Su voz suena animada, no para de reír y hacer bromas con lo sucedido hace pocas horas. "He pasado por cosas peores", dice, "me han detenido más veces, he dormido en la calle, he tenido que correr por vender en la manta".
La policía que se encontró en la comisaría valenciana de Zapadores contribuyó a que la estancia fuera más agradable. "Mientras esperaba a mi abogado los agentes empezaron a hacerse fotos conmigo con el móvil y me decían que era un crack, que les encantaba mi tema del pequeño Nicolás".
"Cuando llegué a comisaría me metieron en el calabozo", cuenta Lory (así es como prefiere que le llamen) al otro lado del teléfono. Su voz suena animada, no para de reír y hacer bromas con lo sucedido hace pocas horas. "He pasado por cosas peores", dice, "me han detenido más veces, he dormido en la calle, he tenido que correr por vender en la manta".
La policía que se encontró en la comisaría valenciana de Zapadores contribuyó a que la estancia fuera más agradable. "Mientras esperaba a mi abogado los agentes empezaron a hacerse fotos conmigo con el móvil y me decían que era un crack, que les encantaba mi tema del pequeño Nicolás".
TITULO: LA CARTA DE LA SEMANA - VIAJANDO CON CHESTER - LAS SEGUNDAS OPORTUNIDADES,.
VIAJANDO CON CHESTER
Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género
periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
LAS SEGUNDAS OPORTUNIDADES,.
foto,.
Como ya ocurriera con la primera entrega de la trilogía Los juegos del hambre,
la segunda también se ha convertido en un fenómeno multitudinario,
acorde con el éxito de las novelas de Suzanne Collins en las que se
basa. A mí la película me ha parecido un pestiño derivativo, un
'marear la perdiz' o 'estirar el chicle' que nada añade a la entrega
originaria, que en cambio me pareció un producto digno de consideración y
estudio (más desde una perspectiva política y sociológica que
estrictamente estética). Es cierto que la trama de Los juegos del hambre
delata enseguida sus fuentes de inspiración: el mito de Teseo y el
Minotauro; las distopías siniestras que imaginan un futuro de esclavitud
o embrutecimiento para la humanidad; y las historias de cacerías
humanas, que hunden sus raíces en la noche de los tiempos (recordemos a
Ulises, recién regresado a Ítaca, asaeteando a los pretendientes de
Penélope) y que hallarían cristalización en obras como El juego más peligroso, un relato de Richard Connell, o la novela Battle Royale, de Koushun Takami, ambas adaptadas al cine (la primera en una obra maestra de los albores del sonoro, El malvado Zaroff) e inspiradoras de versiones del más diverso pelaje. Pero
el arte no tiene por qué ser 'original' en el sentido romántico -y
funesto- de la palabra, sino significativo. Y la trama de Los juegos del hambre
y, sobre todo, el telón de fondo sobre el que transcurre sí me lo
parece, más allá de que sus logros formales se me antojen raquíticos.
Aunque contaminada con elementos un tanto sonrojantes que anhelan la complicidad de un público adolescente (o adulto infantilizado), la distopía que nos propone la trilogía de Suzanne Collins incorpora algunos aspectos muy sugestivos que, sin necesidad de forzar en exceso la imaginación, nos permiten anticipar el mundo que nos aguarda a la vuelta de la esquina. Ocurre así, por ejemplo, en la visión de una sociedad dividida entre una minoría que disfruta opíparamente de la prosperidad, confinada en una ciudadela inexpugnable, y una mayoría desarrapada, relegada a arrabales de miseria y obligada a los trabajos más infrahumanos, vampirizada hasta la última gota de sangre para mantener a unas oligarquías insaciables (como ya está sucediendo en nuestra época, que pretende tapar la crisis financiera ordeñando a los trabajadores hasta dejarlos exangües). También nos parece muy verosímil que el entretenimiento mediático que se solaza en el embeleco, la truculencia y la indignidad del prójimo sea la droga idiotizante de las multitudes del mañana (como ya es de las de hoy), a las que se logrará apacentar tranquilamente manteniéndolas prendidas de una pantalla. Sin embargo, junto a estos aciertos, convive en Los juegos del hambre un gigantesco error de fondo en la visión del futuro que, en cierto modo, la descalifica (por complaciente) como obra de intención revulsiva; y que, a la postre, la caracteriza como uno de tantos productos políticamente correctos que no hacen sino amodorrar a los jóvenes e incapacitarlos para la auténtica rebelión.
Este error consiste en hacer creer a los seguidores de la saga que el gobierno inicuo que regirá ese mundo futuro será un gobierno despótico que logrará sus objetivos mediante la más estridente impiedad. Nada más alejado de la realidad: los gobiernos despóticos son una antigualla del pasado que ya probó mil veces su inviabilidad; y, por ello mismo, han sido sustituidos por formas infinitamente más melifluas de tiranía, de modales irreprochablemente democráticos, legalísimos, incluso sensibleramente filantrópicos. La tiranía del futuro (la tiranía que ya está cuajando ante nuestros ojos, sin que nos demos cuenta) será de apariencia tolerante, optimista y eufórica; preconizará una alegría falsa y exterior y ofrecerá a sus sometidos un supermercado de derechos y libertades (sobre todo de cintura para abajo), para que puedan refocilarse a gusto en su pocilguita, mientras son sometidos a las exacciones más salvajes, mientras son privados de sus más elementales prerrogativas humanas, mientras sus hijos son sistemáticamente corrompidos y convertidos en jenízaros de la ideología oficial. Y los sometidos por esa tiranía, aun en medio de la miseria, aun viendo sus familias destruidas, sus patrimonios esquilmados y su vida reducida al gregarismo y la satisfacción animalesca y servil de sus apetitos más básicos, se creerán libres, rabiosamente libres, infinitamente más libres que en cualquier otra época; y odiarán minuciosamente a quienes osen recordarles que están sometidos a la más triste de las esclavitudes.
Pero esa tiranía, por supuesto, Los juegos del hambre ni la huelen.
Aunque contaminada con elementos un tanto sonrojantes que anhelan la complicidad de un público adolescente (o adulto infantilizado), la distopía que nos propone la trilogía de Suzanne Collins incorpora algunos aspectos muy sugestivos que, sin necesidad de forzar en exceso la imaginación, nos permiten anticipar el mundo que nos aguarda a la vuelta de la esquina. Ocurre así, por ejemplo, en la visión de una sociedad dividida entre una minoría que disfruta opíparamente de la prosperidad, confinada en una ciudadela inexpugnable, y una mayoría desarrapada, relegada a arrabales de miseria y obligada a los trabajos más infrahumanos, vampirizada hasta la última gota de sangre para mantener a unas oligarquías insaciables (como ya está sucediendo en nuestra época, que pretende tapar la crisis financiera ordeñando a los trabajadores hasta dejarlos exangües). También nos parece muy verosímil que el entretenimiento mediático que se solaza en el embeleco, la truculencia y la indignidad del prójimo sea la droga idiotizante de las multitudes del mañana (como ya es de las de hoy), a las que se logrará apacentar tranquilamente manteniéndolas prendidas de una pantalla. Sin embargo, junto a estos aciertos, convive en Los juegos del hambre un gigantesco error de fondo en la visión del futuro que, en cierto modo, la descalifica (por complaciente) como obra de intención revulsiva; y que, a la postre, la caracteriza como uno de tantos productos políticamente correctos que no hacen sino amodorrar a los jóvenes e incapacitarlos para la auténtica rebelión.
Este error consiste en hacer creer a los seguidores de la saga que el gobierno inicuo que regirá ese mundo futuro será un gobierno despótico que logrará sus objetivos mediante la más estridente impiedad. Nada más alejado de la realidad: los gobiernos despóticos son una antigualla del pasado que ya probó mil veces su inviabilidad; y, por ello mismo, han sido sustituidos por formas infinitamente más melifluas de tiranía, de modales irreprochablemente democráticos, legalísimos, incluso sensibleramente filantrópicos. La tiranía del futuro (la tiranía que ya está cuajando ante nuestros ojos, sin que nos demos cuenta) será de apariencia tolerante, optimista y eufórica; preconizará una alegría falsa y exterior y ofrecerá a sus sometidos un supermercado de derechos y libertades (sobre todo de cintura para abajo), para que puedan refocilarse a gusto en su pocilguita, mientras son sometidos a las exacciones más salvajes, mientras son privados de sus más elementales prerrogativas humanas, mientras sus hijos son sistemáticamente corrompidos y convertidos en jenízaros de la ideología oficial. Y los sometidos por esa tiranía, aun en medio de la miseria, aun viendo sus familias destruidas, sus patrimonios esquilmados y su vida reducida al gregarismo y la satisfacción animalesca y servil de sus apetitos más básicos, se creerán libres, rabiosamente libres, infinitamente más libres que en cualquier otra época; y odiarán minuciosamente a quienes osen recordarles que están sometidos a la más triste de las esclavitudes.
Pero esa tiranía, por supuesto, Los juegos del hambre ni la huelen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario