Los
tres toros de mejor nota de la seria y muy astifina corrida de Cuvillo
fueron segundo, cuarto y quinto. Negro el uno, castaño el otro y
jabonero el siguiente. El segundo fue muy completo. El cuarto llegó a la
muleta con la boca abierta, y el quinto, echando los bofes por la
lengua, y, sin embargo, remontaron los dos.
El cuarto se
apagó pronto, pero resistió con embestidas dóciles y mortecinas, muy
noble el aire; el quinto, despabilado en banderillas, aguantó más y
mejor, solo que a última hora, y tras faena sin criterio de terrenos, se
vino a tablas.
FICHA DEL FESTEJO
- Toros
- Seis toros de Núñez del Cuvillo.
- Toreros
- Antonio Ferrera, saludos
tras aviso en los dos. Roca Rey, una oreja y dos orejas. Ginés Marín,
silencio tras aviso y silencio.
- Plaza
- Pamplona. 7ª de San
Fermín. Casi lleno. 18.800 almas. Veraniego. Dos horas y veinticinco
minutos de función.
Para los dos,
y sobre todo para el bello jabonero, hubo palmas en el arrastre. Las
pudo haber también para el segundo, pero el tiro de caballos de
arrastre, que es nuevo en Pamplona, se descompuso y a los mulilleros,
morosos, se les fue de las manos uno de los tres caballos. Tardaron casi
cinco minutos en separar al rebelde, que se ponía de manos, de los
otros dos y en recomponer el tiro con los domados.
Resabio del encierro
El
resabio del encierro se dejó sentir en las carreras sueltas de partida.
Solo Antonio Ferrera se empeñó y acertó a sujetar y fijar esas
galopadas primeras, con las cuales se retrata no solo el inevitable
resabio del encierro sino, sobre todo, el hábito de huida de los toros
corridos en el campo. De manos de Ferrera llegaron los momentos de más
rico contenido y sentido de una corrida larguísima. Roca Rey apostó sin
tapujos por dos faenas de sol y solanera. A Ginés Marín le fluyeron más
las ganas que las ideas. Le pesó la tarde.
El primer toro, playero
y zancudo, fue incómodo por su propia envergadura. No llegó a
descolgar, pero tomó engaño sin duelo y rebrincado cuando le falló el
motor.
Ferrera lo vio claro de primeras, eligió terreno -justo
fuera de rayas y entre los dos burladeros de sombra- y no sin primor
dibujó, con sus pausas, hasta cinco tandas, por una y otra mano, bien
tirados los muletazos con la izquierda, garbosos los remates cambiados a
pies juntos. Al cobrar un segundo pinchazo, Ferrera se golpeó y dolió
de un golpe en la mejilla con la bola del estoque. Sonó un aviso, pero
la gente de sombra lo sacó a saludar.
No se hicieron esperar los
alardes de Roca Rey. El primero, antes de empezar el baile. Siempre que
torea Roca, el paseíllo se demora tres minutos. No parece mera
coincidencia. En Sevilla, en Valencia, en Madrid y en Pamplona, donde
reaparecía tras la cornada de hace un año en el primero y al cabo único
de sus dos compromisos firmados de San Fermín. Cuando con tanto retraso
asomaron los tres de terna, las peñas pitaron con ganas.
Otro
alarde gratuito y metódico: antes de soltarse cualquiera de sus toros de
lote, se planta Roca junto al burladero recostado y apalancado contra
las tablas, el capote plegado por detrás y se lleva un buen rato
calándose la montera. Hasta que se cansa, y entones abren el toril. En
Pamplona, en Sevilla y en Madrid. Una coreografía postiza. Puro
postureo.
Dio juego el segundo de Cuvillo, que se empleó de bravo
en el caballo y se movió antes de banderillas mucho y bien. Roca lo paró
con lances garbosos a pies juntos abrochados con dos chicuelinas,
revolera y recorte. Ginés Marín quitó por gaoneras sin vuelo y Roca
replicó por temerarias saltilleras, cuatro, revolera y desplante.
De
rodillas abrió Roca en tablas la primera de sus dos faenas canónicas de
sol. Todo para las peñas. O casi todo. Dos cambiados por la espalda en
la tanda de apertura y, visto el toro, al tercio y casi los medios para,
perdiendo pasos, ir cosiendo una faena de juncal apostura y brazos
sueltos. Cuando sentía que bajaba el calor, Roca tiraba de los cambiados
por la espalda, de los del desdén mirando al tendido y los paseos
parsimonioso. La estocada, en corto y por derecho, hasta el puño, Y otra
igual para hacer rodar sin puntilla al quinto, sometido a parecido
tratamiento de perder pasos y tocar lo justo sin aliviarse en las
reuniones. Un molinete de rodillas antes de la igualada. Hizo amago de
rajarse el toro. La plaza era un volcán. Botín de tres orejas. Nada más.
Nada menos. En quites habían casi rivalizado de nuevo Roca Rey y Ginés.
Por tafalleras el uno, por chicuelinas el otro. Sin mayor eco.
La firma de Ferrera
El
quite de la tarde llevó la firma de Antonio Ferrera al sacar del
caballo el sexto en una versión bastante lograda y heterodoxa del famoso
quite de oro inventado por el gran maestro mexicano Pepe Ortiz, creador
hace noventa años de muchas suertes de capa. El quite de Ferrera dejó a
la gente sorprendida. Pero no pasó desapercibido. Tampoco su paciente
faena con el cuarto, que toreó en un solo terreno, el mismo donde la
primera faena, y con mucha seriedad, la planta hundida en esa arena de
Pamplona que algunos tienen por piso durísimo. No tanto. La faena,
brindada a Espartaco, pagó la desatención propia del cuarto toro de una
tarde de sanfermines. Fue de interés. Y reconocida.
No tuvo
fortuna Ginés Marín: el peor de la corrida, un tercero áspero y
descompuesto, protestón, y un sexto muy descarado que galopo en
distancia, pero echó la cara arriba al rematar viaje y desarmó al torero
de Olivenza dos veces seguidas antes de pararse. Marín es gente con la
espada. Al tercero le pegó una gran estocada. Con el sexto no pasó.
TITULO: FUTBOL - Trofeo Santiago Bernabéu - Real Madrid -3- Milan -1-,.
No hay comentarios:
Publicar un comentario