TÍTULO: EL DESAYUNO DEL MIERCOLES, El único vegetariano .
EL DESAYUNO DEL MIERCOLES, El único vegetariano .-fotos
- No
patinar, no montar en bici y no jugar a la pelota. No lo canta Serrat,
lo avisa un cartel muy feo situado en una esquina de la plaza de ...
La capital extremeña es una ciudad donde pasan muchas cosas, pero se disimulan,.
No patinar, no montar en bici y no jugar a la pelota. No lo canta
Serrat, lo avisa un cartel muy feo situado en una esquina de la plaza de
España de Mérida. Como no uso pelota, bici ni patines, me atreví a
entrar, me senté un velador y me tomé un café con hielo. Enseguida, los
ojos se me fueron hacia un lateral de la plaza. Un grupo de chicas
burlaban las prohibiciones practicando una disciplina legal: gimnasia
rítmica. Dibujaban escorzos en el aire, lanzaban mazas, componían
figuras en grupo… Nunca había visto nada tan bello en ninguna plaza y el
descubrimiento confirmó lo que vengo sosteniendo desde hace tiempo:
Mérida tiene una vida oculta de la que no presume.
En Mérida pasan cosas, pero se disimulan. Me lo explicaba una noche Ceferino López, fotógrafo y galerista, en su sala-ruina-aventura Chapatondo: «En Mérida no queremos deslumbrar, no somos glamurosos, sobrevivimos sin darnos importancia. En Mérida, vamos de normales». Pero no es normal tomar café en una plaza mecido por la gracilidad de doce gimnastas.
La plaza de España de Mérida no es la más bonita de Extremadura, pero tiene una ventaja sobre las demás: todo el mundo pasa por allí. Ha sufrido el cambio natural que se ha dado en casi todas las plazas mayores extremeñas: antes era comercial y ahora es una gran terraza de bar. Desde la mía, sin levantarme, que no estaba la sobremesa para muchos esfuerzos, conté, a ojo, 14 cafés, pubs y pizzerías.
En el cartel avisador no prohibía comer bocadillos, pero una vez me tomé uno de chorizo en un banco de la plaza y por poco me echan de la ciudad. Fue hace once años, en Semana Santa. Cada atardecer, de domingo a domingo, me iba a ver una procesión y luego lo contaba en el periódico. O cenabas bocatas o te arruinabas. Mientras esperaba el cortejo de nazarenos, pasó un matrimonio y se escandalizó a voces: «¡Vaya turista de pacotilla, comiendo bocadillos. Así ya se puede viajar, pero no dejan en Mérida ni un duro!». Me miró la gente, casi todos chasquearon la lengua y muchos menearon la cabeza perdonándome la vida. Acabé la cena al estilo pavo: engullendo el pan y el chorizo sin masticar.
Desde ese bocata, siempre que como en Mérida voy de mantel. No quiero pasar más vergüenza. La tarde de la gimnasia rítmica acababa de comer en el que, según su dueño, es el único restaurante vegetariano de Extremadura. Se llama Shangri-La y está en Sagasta, una de esas calles de Mérida que van del teatro a la plaza y de la plaza al teatro.
Últimamente tiro mucho hacia lo vegetariano. No es por ideología, sino por placer: me divierten más los vegetales que las carnes. Las verduras tienen más matices, más sabores. La carne es más aburrida. El problema es que en Extremadura solo hay este restaurante vegetariano. Aquí parece que la verdura y la ecología solo son para hippies solidarios. Y ya sea comprando ecológico o comiendo vegetariano, la oferta es mínima y no suele cuidarse mucho el envoltorio. No puede ser así: el entorno, el servicio y el producto deben tener la misma calidad y cuidado ya sea un kilo de eco-rabanitos que un kilo de manzanas gigantes sulfatadas y enceradas, ya sea un seitán con verduras que un solomillo de retinto con salsa de trufas.
Esta vez, no hubo fallo. En el único vegetariano de Extremadura comí de maravilla. Tomé una lasaña de pisto para chuparse los dedos y unos burritos deliciosos. Ismael, el jefe, es un maitre honrado, de esos que te recomiendan pedir menos platos porque no vas a poder con tanto. Con la bebida, dos personas: 23 euros.
El único restaurante vegetariano de la región lo abrió hace cuatro años una chica catalana, pero se ennovió con un gallego y se fue a abrir otro vegetariano en Ourense. Ismael se quedó con el negocio y le va bien. Otros restaurantes semejantes cerraron en otras ciudades extremeñas. En Mérida, no. Ya digo, en Mérida pasan cosas, pero se disimulan.
TÍTULO: LA CENA DEL MIERCOLES, LA PLAZA DEL VILLANOVENSE DA MUCHO JUEGO,.
LA CENA DEL MIERCOLES, LA PLAZA DEL VILLANOVENSE DA MUCHO JUEGO,.-fotos.
En Mérida pasan cosas, pero se disimulan. Me lo explicaba una noche Ceferino López, fotógrafo y galerista, en su sala-ruina-aventura Chapatondo: «En Mérida no queremos deslumbrar, no somos glamurosos, sobrevivimos sin darnos importancia. En Mérida, vamos de normales». Pero no es normal tomar café en una plaza mecido por la gracilidad de doce gimnastas.
La plaza de España de Mérida no es la más bonita de Extremadura, pero tiene una ventaja sobre las demás: todo el mundo pasa por allí. Ha sufrido el cambio natural que se ha dado en casi todas las plazas mayores extremeñas: antes era comercial y ahora es una gran terraza de bar. Desde la mía, sin levantarme, que no estaba la sobremesa para muchos esfuerzos, conté, a ojo, 14 cafés, pubs y pizzerías.
En el cartel avisador no prohibía comer bocadillos, pero una vez me tomé uno de chorizo en un banco de la plaza y por poco me echan de la ciudad. Fue hace once años, en Semana Santa. Cada atardecer, de domingo a domingo, me iba a ver una procesión y luego lo contaba en el periódico. O cenabas bocatas o te arruinabas. Mientras esperaba el cortejo de nazarenos, pasó un matrimonio y se escandalizó a voces: «¡Vaya turista de pacotilla, comiendo bocadillos. Así ya se puede viajar, pero no dejan en Mérida ni un duro!». Me miró la gente, casi todos chasquearon la lengua y muchos menearon la cabeza perdonándome la vida. Acabé la cena al estilo pavo: engullendo el pan y el chorizo sin masticar.
Desde ese bocata, siempre que como en Mérida voy de mantel. No quiero pasar más vergüenza. La tarde de la gimnasia rítmica acababa de comer en el que, según su dueño, es el único restaurante vegetariano de Extremadura. Se llama Shangri-La y está en Sagasta, una de esas calles de Mérida que van del teatro a la plaza y de la plaza al teatro.
Últimamente tiro mucho hacia lo vegetariano. No es por ideología, sino por placer: me divierten más los vegetales que las carnes. Las verduras tienen más matices, más sabores. La carne es más aburrida. El problema es que en Extremadura solo hay este restaurante vegetariano. Aquí parece que la verdura y la ecología solo son para hippies solidarios. Y ya sea comprando ecológico o comiendo vegetariano, la oferta es mínima y no suele cuidarse mucho el envoltorio. No puede ser así: el entorno, el servicio y el producto deben tener la misma calidad y cuidado ya sea un kilo de eco-rabanitos que un kilo de manzanas gigantes sulfatadas y enceradas, ya sea un seitán con verduras que un solomillo de retinto con salsa de trufas.
Esta vez, no hubo fallo. En el único vegetariano de Extremadura comí de maravilla. Tomé una lasaña de pisto para chuparse los dedos y unos burritos deliciosos. Ismael, el jefe, es un maitre honrado, de esos que te recomiendan pedir menos platos porque no vas a poder con tanto. Con la bebida, dos personas: 23 euros.
El único restaurante vegetariano de la región lo abrió hace cuatro años una chica catalana, pero se ennovió con un gallego y se fue a abrir otro vegetariano en Ourense. Ismael se quedó con el negocio y le va bien. Otros restaurantes semejantes cerraron en otras ciudades extremeñas. En Mérida, no. Ya digo, en Mérida pasan cosas, pero se disimulan.
TÍTULO: LA CENA DEL MIERCOLES, LA PLAZA DEL VILLANOVENSE DA MUCHO JUEGO,.
LA CENA DEL MIERCOLES, LA PLAZA DEL VILLANOVENSE DA MUCHO JUEGO,.-fotos.
- La plaza del Villanovense da mucho juego. Si el CD Badajoz se estrella y cae eliminado ante la 'Yeyi', subiría si lo hacen Valdivia y Sanvi.
El Valdivia está prácticamente en Tercera, sólo se quedaría sin ascenso si pierde y el Llerenense elimina al Sanvi con un empate,.
El CD Badajoz dejaría de ser de Preferente haga lo que haga siempre que suban los otros dos campeones,.
La plaza del Villanovense abre la veda a las especulaciones. El ascenso del equipo serón deja una cuarta vacante en Tercera que prácticamente posibilita el ascenso del Valdivia. Incluso si es eliminado por el Moralo lograría subir. El empate le vale en cualquier caso, aunque el premio gordo se lo lleve en el campo el conjunto de Navalmoral tras el 0-0 de la ida. «Vamos a ir a ganar porque queremos quedar bien con nuestra afición», avisa José Escobar, presidente del club valdiviano. Sólo existe una posibilidad que le dejaría un año más en Preferente y pasaría por una derrota propia y un empate del Sanvicenteño. En ese caso subirían Moralo y Llerenense y la cuarta plaza sería para el conjunto corchero, independientemente de si el tercer ascenso directo es para CD Badajoz o La Estrella.
Y es que los coeficientes para resolver ese cuarto ascenso extra están muy ajustados. El Valdivia es el mejor situado y se podría permitir el lujo de caer eliminado siempre que no sea perdiendo y que el Llerenense se lleve la eliminatoria ante el Sanvi con un empate. En ese supuesto, los campeones del grupo 1 y 3 igualarían en el coeficiente (2,352) y se determinaría por la diferencia de goles entre las dos fases, favorable al equipo corchero (+52 por +44). «No me he parado a mirar los coeficientes, pero pienso que lo tenemos alto y que nos falta muy poco. De una manera u otra podemos ascender», apunta José Escobar.
De esta forma, el Sanvi de no subir perdiendo su eliminatoria sería equipo de Tercera siempre que asciendan Valdivia y Badajoz o en el caso de empatar necesitaría que los valdivianos no hagan tablas, ya sea con ascenso (victoria) o sin él (derrota). El Badajoz, por su parte, de sufrir un descalabro ante La Estrella por tirar su ventaja de 2-3, ocuparía esa cuarta vacante siempre que se produzcan los ascensos directos de los otros dos campeones.
Al Moralo le sirve cualquier empate a goles para ser de Tercera, igual que al Llerenense en San Vicente de Alcántara. Pero los de Navalmoral pueden ser repescados aunque pierdan siempre que Badajoz y Sanvi sean los que acompañen al Valdivia en Tercera. Las únicas posibilidades para La Estrella y Llerenense pasan por superar sus eliminatorias. Un triunfo en el Nuevo Vivero que no signifique el ascenso (0-1 ó 1-2) también sería insuficiente para que la 'Yeyi' mejore su sexto mejor promedio (2,088).
Incluso, el Calamonte tendría opciones de estar en Tercera. Para que eso ocurra tendría que subir el Mérida a Segunda B y así su plaza pasaría a ocuparla un quinto equipo de Preferente. El conjunto de Juan Pedro Sánchez sería el gran beneficiado con esa pedrea, aunque para mantener su posición necesita que no suban La Estrella ni Llerenense. «No es justo porque al Calamonte le cuentan dos partidos menos. En ese sentido, a nosotros nos habría beneficiado quedarnos en la primera eliminatoria», sostiene resignado José Joaquín Hidalgo, técnico de la 'Yeyi'.
La final Valdivia-Moralo se presenta como la más trascendental y curiosamente puede dejar contentas a las dos aficiones. «Podemos afrontar el partido un poquito más tranquilos, pero sólo un poquito porque nos faltaría algo», reconoce el presidente del Valdivia. Y añade. «No es lo mismo subir empatando tras ser primeros y hacer una gran temporada. Queremos acabar dándole una alegría a la afición para que se quede con ganas y fuerzas para sumarse al nuevo proyecto».