TITULO: España a ras de cielo - Kat Leyh, autora de cómic,. - PLANETA CALLEJA - DOMINGO -15, 22- Mayo,.
España a ras de cielo ,.
España a ras de cielo es un programa de televisión emitido por TVE y se estrenó el 17 de septiembre de 2013. Desde el primer programa, está presentado por Francis Lorenzo. Martes a las 22h30,.
El programa permite conocer lugar de España desconocidos y ya conocidos desde otro punto de vista., etc,.
PLANETA CALLEJA - DOMINGO -15, 22- Mayo,.
Planeta Calleja es un programa de televisión de España que se emite cada domingo a las 21:30, en Cuatro de Mediaset España,. Jesús Calleja enfrentará a rostros conocidos a vivir experiencias únicas e irrepetibles fuera de su contexto habitual y en los lugares más remotos y fascinantes ., etc.
foto / Kat Leyh, autora de cómic: “Mis sirenas no tienen un interés específico en los hombres”,.
La dibujante estadounidense, invitada en el reciente Salón del Cómic de Barcelona, reinterpreta arquetipos y aborda temas LGBT en sus historietas,.
Kat Leyh (Iowa 33 años) ha pasado por el Salón del Cómic de Barcelona con dos álbumes bajo el brazo que reinterpretan arquetipos míticos como son las sirenas y las brujas. En Sirenas borrachas (Norma, 2022), presenta a tres simpáticas y gamberras ondinas feministas que, tras descubrir la bebida en un pecio, cambian sus colas de pez por piernas para ir de copas, mientras que en la entrañable Snapdragon (Norma, colección Astronave, 2021), una niña se hace amiga de una anciana virago tuerta con fama de bruja para descubrir que había sido la novia de su abuela. Leyh, que aborda problemáticas LGBTI en sus historias, se incorporó también al equipo de mujeres creadoras de la popular serie juvenil Lumberjanes (Leñadoras, Sapristi) sobre un grupo de chicas de un campamento de verano que se enfrentan con monstruos y criaturas legendarias. La dibujante se presenta en la entrevista con un jet lag peor que la resaca de sus sirenas. A diferencia de ellas, tan empáticas, se muestra fría y distante, como, paradójicamente, una sirena clásica, de las que pintaban Woodehouse, Burne-Jones o Draper, aunque lleva el pelo muy corto, riñonera y botas militares rojas.
Pregunta. Pearl y Tooth, con sus tallas grandes y su campechanía, y Eez (en puridad una bruja marina), con su aspecto andrógino, no son lo que se dice sirenas típicas.
Respuesta. Me gustaba la idea de tomar algo que todo el mundo conoce y darle una vuelta de tuerca, construir otro discurso.
P. Es difícil imaginar a la lánguida sirenita de Andersen en compañía de sus coloridos, vitales, alborotados y empoderados personajes que juran “por las tetas de Neptuno”, buscan trabajo o descubren la pizza. ¿Es consciente de que ha dinamitado el arquetipo romántico?
R. Sí, pero le tengo mucho cariño a la sirenita.
P. ¿Se emborrachan las sirenas?
R. ¿Por qué no?, son en parte humanas, así es que al menos esa parte se emborrachará…
P. En el cómic, conocen a unas mujeres que hacen de sirenas de mentirijillas disfrazándose en esas academias acuáticas que se han puesto tan de moda. ¿Ha probado la experiencia?
R. No, qué va, tengo alguna amiga divertida que sí, pero yo no, no me imagino. Aunque me gusta mucho el mar y espero que se note en los dibujos.
P. Hay mucha amistad en sus sirenas, pero no sexo.
R. No tiene por qué haber siempre un componente sexual en las historias. Eso no significa que sean asexuadas. Mis sirenas no tienen un interés específico en los hombres.
P. ¿Qué opina de la situación de los derechos en su país, con la amenaza al aborto?
R. Hay un retroceso, es terrible, se hacen dos pasos para atrás cada vez que se da uno hacia delante en los derechos de las minorías.
P. ¿Ha tenido problemas por sus historias?
R. Nunca, soy consciente de que hay gente que me rechaza, pero por suerte no me la he encontrado, aún.
P. Su Snapdragon es una historia preciosa, con esa lista jovencita con nombre de flor (boca de dragón, dragonaria o conejitos, Antirrhinum majus) y una idea muy clara de la justicia que recuerda a la protagonista de Matar a un ruiseñor…
R. Scout, sí.
P. ¿Era usted una niña así?
R. Sí, muy similar. Me gustaba ir libre por el bosque.
P. También tiene algo su personaje, con esas coletas y su autonomía, de Pipi Calzaslargas, no sé si la conocen en EE UU.
R. Pippi Langstrump, por supuesto. Es muy popular y traducida. Aunque yo al principio pensaba que era rusa.
P. ¿Su momento favorito de Snapdragon?
R. Cuando las dos mujeres, Jacks y Jessamine, se conocen en la carrera de motocross en la que la primera compite como un hombre.
P. Sus cómics abordan temas como la diversidad, la inclusión y el género no binario, tiene incluso un superhéroe queer en el webcomic Supercakes.
R. La gente no binaria necesita sentirse representada con personajes no binarios. Por otro lado, los cómics siempre son políticos, aunque los lectores blancos heteros no quieran entender muchas cosas como que el Capitán América nació para luchar contra el totalitarismo nazi y Superman es un inmigrante ilegal.
P. Sus influencias, ¿Angela Carter?
R. Terry Pratchett, la forma en que escribe de magia.
P. Se ha avanzado mucho en los personajes femeninos, ¿estamos en el buen camino?
R. Así lo espero. Siempre ha habido chicas que leían historietas de chicos escritas por chicos, pretendemos que ahora pase al revés y que no sólo las chicas sino los chicos lean historias de chicas hechas por chicas.
P. ¿Qué diferencia hay entre escribir para adultos y jóvenes?
R. No hay que infantilizar. Todo es igual, excepto la desnudez, el lenguaje soez y el alcohol.
P. ¿Tras sirenas y brujas, qué?
R. Hombres lobo quizá, son mis seres favoritos.
TITULO: Centenarios - Raúl Castro,.
La última misión de Raúl Castro: que el socialismo cubano sobreviva a sus fundadores,.
El expresidente cubano cumple 91 años en junio. Sigue activo, pese a no tener ya cargos políticos. Es el último sobreviviente de la Guerra Fría,.
El 19 de abril del año pasado ( foto ) Raúl Castro abandonó por voluntad propia el último de sus cargos políticos y seguramente el más importante de todos, el de primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC). Diecinueve meses antes, el hermano menor de Fidel, que durante toda su vida escoltó en el poder al líder cubano y le sucedió al enfermar este en 2006, había cedido la presidencia del país a Miguel Díaz-Canel. Fue Raúl quien diseñó milimétricamente su relevo, estableció antes de marcharse un límite máximo de dos mandatos de cinco años para los altos cargos, y aupó a Díaz-Canel como encargado de encabezar el barco de la revolución sin un Castro al mando por primera vez en 60 años.
En los 12 meses largos que lleva apartado de la primera línea política, Raúl Castro, sin embargo, nunca ha dejado de estar, y de ningún modo puede considerársele un expresidente jubilado pese a que en junio cumplirá 91 años. Al día siguiente de las masivas protestas del 11 de julio de 2021, asistió a la reunión extraordinaria que realizó el Buró Político del PCC para analizar lo sucedido, y cinco días después participó, vestido con su uniforme de General de Ejército, en un “acto de reafirmación” en el malecón arropando a Díaz-Canel y los principales dirigentes del Gobierno.
En su última aparición pública, hace días, en el desfile por 1 de mayo, Raúl mostró que seguía al tanto de lo fundamental y en especial del “trabajo de las nuevas generaciones que están dirigiendo el Partido”, empezando por el presidente Miguel Díaz-Canel, su apuesta personal para garantizar la continuidad del sistema político cubano. “Está trabajando muy bien y bastante, a veces más de la cuenta”, afirmó.
Después de medio siglo manejando la sala de máquinas de la revolución y asegurando su logística, y de 10 años más como jefe del país y del PCC tras la enfermedad de Fidel, para Raúl Castro que el socialismo cubano sobreviva a sus líderes históricos es quizás su la última gran misión y uno de los mayores desafíos.
Su salud aparentemente es buena, la llamada Oficina del General de Ejército continúa activa y él sigue informado de las reuniones más relevantes del PCC y del Gobierno y opina. Y sus opiniones obviamente pesan, aseguran veteranos que han trabajado junto a él, que señalan que “a nadie se le ocurriría no consultarle las decisiones clave”.
Ciertamente, no puede comprenderse lo ocurrido en Cuba desde 1959 sin la figura de Raúl, quizás el último gran sobreviviente de la Guerra Fría y de la política internacional de la segunda mitad del siglo XX. Si Fidel fue el fundador, el carisma y el motor de la revolución, Raúl fue su principal garante y valedor desde su puesto al frente del Ejército y del día a día político del partido comunista. Según el exanalista de la CIA Brian Latell, autor de la conocida biografía Después de Fidel: la historia secreta del régimen de Castro y quien lo sucederá, Raúl Castro fue el único dirigente “verdaderamente indispensable del régimen”, sin el cual Fidel no hubiera podido gobernar durante décadas, pues él se ocupó de que el engranaje funcionara más allá de los sueños y voluntades de su hermano.
Otro analista de inteligencia, Nikolai Leonov, de los servicios de inteligencia soviéticos (KGB) y recientemente fallecido, recuerda en otro libro que Raúl asumió el peso de las estratégicas relaciones con la ex Unión Soviética durante 30 años, y que estuvo en la primera línea de fuego en los momentos más delicados, como cuando en 1989 un juicio por narcotráfico contra el general Arnaldo Ochoa y otros altos mandos militares hizo temblar los pilares del Estado.
Durante la crisis del Periodo Especial, mientras el país se ahogaba y apretaba el hambre, el sempiterno ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (entre 1959 y 2008) fue quien asumió personalmente la tarea de convencer a la burocracia partidista de la necesidad de reabrir los mercados agropecuarios, regidos por la ley de la oferta y la demanda, una reforma que los más ortodoxos veían con recelo y como una concesión al capitalismo. “Los frijoles son tan importantes como los cañones”, dijo Raúl Castro en una de aquellas reuniones cerrando de ese modo el debate. Y la frase se hizo famosa.
Educado en los jesuitas como Fidel, bregado junto a él en las luchas revolucionarias en la Universidad de La Habana, Raúl estuvo en todos los hitos de la revolución: en el asalto al Cuartel Moncada (1953), en el desembarco del yate Granma (1956), en la lucha de la Sierra Maestra (1956-1958), y también en la invasión de Bahía de Cochinos (1961) y la Crisis de los Misiles (1962), en ambos casos como jefe militar de la región oriental del país. Tras la desaparición del campo socialista, en los noventa, Raúl apostó por desarrollar el sector privado como modo de ayudar al país a salir de la crisis. Antes había experimentado con éxito el llamado “sistema de autogestión empresarial” en las corporaciones e industrias militares, una fórmula que daba mayores incentivos a los trabajadores y más autonomía a la dirección de las empresas buscando más eficiencia económica.
“Si Fidel en todas las circunstancias ha sido el comandante en jefe, Raúl se mantuvo siempre como jefe de su Estado Mayor”, concluyó Leonov al hacer el perfil del menor de los Castro, su amigo desde 1953, del que resaltó como una de sus principales cualidades su “pragmatismo para gobernar”.
Cuando le tocó hacerlo, en 2008, tras la renuncia de su hermano, Raúl siguió con su política de cambios económicos y emprendió una singular ofensiva para acabar con lo que llamó “prohibiciones absurdas” y “gratuidades indebidas”. Gracias a ello, los cubanos por fin pudieron hospedarse en los mismos hoteles que los turistas extranjeros, comprar ordenadores, tener móviles, vender sus casas y coches, y poco a poco empezó a extenderse en la isla el uso de internet, además de eliminarse la humillante ‘tarjeta blanca’, o permiso de salida, obligatoria para cualquier cubano cuando viajaba. Paralelamente, el nuevo presidente comenzó a desmontar todo el andamiaje de subsidios, plantillas infladas y ayudas económicas a empresas no rentables que durante décadas apuntalaron el sueño de una sociedad igualitarista de Fidel.
A diferencia de su hermano mayor, que durante la crisis de los noventa autorizó el trabajo por cuenta propia pero siempre lo consideró un “mal necesario” y lo asfixió cuando pudo, Raúl lo impulsó con más audacia. En 2008, había en Cuba unos 150.000 cuentapropistas; hoy los trabajadores autónomos son más de 600.000, el 13% de la población activa, y existen en el país alrededor de 3.000 pequeñas y medianas empresas privadas. Según prestigiosos economistas cubanos, las transformaciones que él impulsó fueron importantes pero insuficientes y lentas, siguiendo el lema raulista de trabajar “sin prisas pero sin pausa”.
Consciente de que el carisma de su hermano y su forma de ejercer el poder eran inimitables, desde que llegó al Palacio de la Revolución, Raúl designó al Partido Comunista como “único digno heredero de Fidel” y promovió una forma de gobernar colegiada, acabando con el personalismo y reforzando la institucionalidad. Raúl Castro dedicó al principio un tiempo considerable a “forjar consensos” y a que los Consejos de Estado y de Ministros recuperaran el protagonismo perdido, ya que en época de Fidel muchas decisiones importantes se decidían en el despacho del líder con un reducido grupo de colaboradores.
En sus diez años al frente del Gobierno (2008-2018), nada cambió sustancialmente en lo político: Cuba siguió siendo un país de partido único, de sistema estatista y planificación central, sin espacios para la disidencia. Las reformas económicas sí avanzaron pero con vaivenes, y en más de una ocasión el propio Raúl Castro clamó contra la “vieja mentalidad” instalada en lo más oscuro del funcionariado, pidiendo que no se siguieran poniendo palos en la rueda de los cambios y que se “destrabasen las fuerzas productivas”.
O no pudo, o no quiso, o no lo logró. Pero lo cierto es que Raúl dejó abierta la senda de la apertura económica, aunque también definió sus límites antes de dejar el cargo de primer secretario del PCC, al pronunciar su último discurso en el VIII Congreso de dicha organización, en abril de 2021. Acababa de ampliarse significativamente el número de actividades laborales privadas que podían ejercer los cubanos y estaba a punto de aprobarse la ley de Pymes, y desde diferentes tribunas se demandaba el ejercicio privado de profesiones como la arquitectura o la abogacía, y el fin del monopolio estatal sobre el comercio exterior.
Raúl Castro fue tajante, dijo que por ese camino en poco tiempo se iniciaría “un proceso de privatización que barrería los cimientos y las esencias de la sociedad socialista construida a lo largo de más de seis décadas”, y dejó el siguiente mensaje a sus sucesores: “Son estas cuestiones que no pueden prestarse a la confusión y mucho menos a la ingenuidad por parte de los cuadros de dirección y los militantes del Partido. Hay límites que no podemos rebasar porque las consecuencias serían irreversibles y conducirían a errores estratégicos y a la destrucción misma del socialismo y por ende de la soberanía e independencia nacionales”. Toda una hoja de ruta que supuso un jarro de agua fría para los sectores de la sociedad más reformistas.
Momento clave de su presidencia fue la negociación de la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos con Barak Obama, algo que no había sido posible con Fidel. En 2016 Raúl Castro recibió en la isla la visita del expresidente norteamericano, un viaje de gran simbolismo, pero enseguida llegó Donald Trump a la Casa Blanca y el acercamiento voló por los aires. Sin duda, dejar arreglado el viejo diferendo entre ambos países hubiera sido un legado importante para sus sucesores. No pudo ser. Antes de marcharse, fue iniciativa suya establecer un límite máximo de dos mandatos de cinco años para los altos cargos, que en el caso de Díaz-Canel se cumplen en 2029 (en la presidencia) y en 2031 (como secretario del PCC). Para entonces, quizá se sepa qué pasó con la última misión de Raúl Castro.
TITULO: Un país para reírlo - Mariñas, maestro,.
martes -17, 24- Mayo , a las 22:55 horas en La 2, foto,.
El periodista bajaba del pedestal a los ídolos y les cortaba un traje a medida para delicia de los mortales,.
Otros dirán que se hicieron periodistas para contar guerras, cantar goles, derribar gobiernos, firmar en primera, ligar, conocer a ricos y famosos, o hacerse famosos y ricos ellos mismos, pobrecicos míos. Buenas razones todas, además de ser testigos de la Historia, controlar al poder, velar por el derecho a la información y demás maximalismos de escuela. Esta que lo es, sin embargo, además de por saciar a la cotilla que lleva dentro, se metió a reportera para emular lo que hacían los Mariñas en los ochenta. El Mariñas bueno, Luis, que en paz descanse, el Sandokán que contaba las noticias serias desde el púlpito del telediario. Y el Mariñas malo, Jesús, fallecido el martes, que bajaba del pedestal a los ídolos, los despojaba de oropeles y les cortaba un traje a medida para delicia de los mortales.
Jesús, dueño y señor de dos gloriosas plumas: una con la que diseccionaba al prójimo y otra con la que no cortaba el mar, sino volaba, fue un gran cronista de la cara B de una época irrepetible. Un tiempo en que la baronesa Thyssen era Tita Cervera, una miss chuleada por el vividor Espartaco Santoni; Lola Flores, la Faraona que se hacía un sayo de su bata de cola; y Julio Iglesias, el auténtico truhán y señor de sus canciones. Esa fauna y flora eran los alcoholes que Mariñas agitaba y convertía en vitriólico cóctel en sus crónicas, elevando a normal lo que era normal a nivel de calle, que dijo el presidente Adolfo Suárez. Empezando por él mismo, que nunca escondió a sus novios y vivió como le dio la gana. Pocos de quienes hoy le denuestan saben que Mariñas bordó un género, la crónica rosa ácida, que casi nadie dice catar y casi todos bebemos a morro. Y lo hizo sin caérsele los anillos ni hacerle ascos a nada, no como ahora, que a tantos les da vergüenza. Después vinieron los Tómbola y los Sálvame y Mariñas mutó en personaje, le acusan, como si el resto fuéramos ángeles. No seré yo quien clave otro clavo en su caja. Le debo, además de oficio, demasiados buenos ratos.