Fue su primera mujer. Estuvieron casados siete años y
tuvieron dos hijos. Becker siempre se ha arrepentido del engaño que dio
al traste con la relación.
Su fugaz sesión de sexo oral con ella en un restaurante
precipitó la ruptura del matrimonio del tenista. También propició el
nacimiento de otra hija.
La modelo holandesa es su esposa ahora. Tienen un hijo y
esperan otro para dentro de tres meses. La pareja ha visitado la
Oktoberfest de Múnich.
Cualquiera que recuerde al Boris Becker que zigzagueaba
hace un par de décadas por las pistas de tenis como un relámpago dorado
tendrá problemas para identificarle ahora. Papada y vientre prominentes,
barba gris y unos ojos sin brillo encajados en unos párpados
congestionados dibujan el atribulado retrato de un personaje que
aparenta unos cuantos años más que los 46 que está a punto de cumplir.
Pero si a la salud de Boris parece que no le ha hecho ningún bien dejar
el tenis, a su reputación le ha sentado bastante peor. La sobrexposición
mediática a la que se ha sometido desde que en 1999 dijo adiós al
deporte profesional ha minado su credibilidad y ha agotado el generoso
crédito que le concedieron sus compatriotas. Becker está hoy más cerca
que nunca de cruzar la puerta de acceso a esa sombría galería de espejos
en la que se refugian algunos de los más ilustres juguetes rotos del
mundo del deporte.
La hostilidad con la que ha sido acogido su último libro,
titulado 'La vida no es un juego', demuestra que la paciencia de los
alemanes con Becker se ha agotado. La obra, que salió a la venta hace
una semana, ha recibido feroces críticas no tanto por su contenido
-habla de sus relaciones con sus ex- sino porque su insustancialidad
viene a ser la prueba definitiva de que el mito que se edificó sobre la
figura del tenista tenía los pies de barro. «Hazmerreír», «vergonzosa» o
«decepcionante» son solo algunos de los adjetivos que el volumen ha
suscitado entre los comentaristas de la prensa 'seria' de Alemania.
«Podría haber sido un buen libro -escribe el diario 'Stern'- pero está
visto que la reflexión y la autocrítica no están entre sus cualidades.
Lo que cuenta para él es el sensacionalismo barato destinado a captar
lectores. Historias del cuarto de las escobas».
Lo del cuarto de las escobas ha pasado a ser un lugar común
para retratar en Alemania un desahogo carnal fugaz, el equivalente al
más castizo aquí te pillo aquí te mato. Becker ha contado tantas veces
el encuentro que tuvo con la modelo rusa Angela Ermakova en el rincón de
los útiles de la limpieza de un restaurante de Londres que el término
escoba -'besen' en alemán- ha terminado por adquirir doble sentido. El
episodio ocurrió en 1999 y marcó el fin de su primer matrimonio. Fue
también el inicio de su declive ante la opinión pública, que hasta
entonces había hecho de los Becker -pareja y dos hijos- el paradigma de
la familia alemana guapa, interracial (Bárbara, su esposa, es negra) y
bien avenida.
Líos de alcoba
El matrimonio se fue al traste cuando se supo que la modelo
rusa había concebido una hija en el efímero encuentro de sexo oral en
el cuarto de la limpieza. Ermakova guardó el semen del tenista en un
bote y se lo inseminó. El sórdido episodio fue retratado hasta la
saciedad por la prensa rosa y el libro editado ahora poco aporta al
respecto más allá de detallar que su mujer le abofeteó en un arranque de
furia cuando él trataba de reconciliarse con ella. Tampoco las
revelaciones sobre sus demás ex han alcanzado mucho eco. El 'Bild', el
tabloide que adelantó el libro en varias entregas, las editó a todo
trapo por razones comerciales pero con la conciencia de que había poco
material nuevo que ofrecer. Becker ha abusado tanto de su condición de
personaje público que los alemanes, hartos ya de verlo en televisión
contando la enésima versión de sus líos de alcoba, empiezan a darle la
espalda.
Su presencia en Múnich durante la celebración de la popular
Oktoberfest ha pasado más desapercibida de lo que le hubiese gustado.
Las fotos que le retrataban con el clásico atavío bávaro en compañía de
su actual esposa, Lilly Kerssenberg, que está embarazada de cinco meses,
apenas han tenido repercusión. Becker cada vez tiene menos tirón.
Seguro que el extenista habrá obtenido una suculenta
contrapartida por la publicación, que no tardará en colocarse en los
puestos de cabeza de los libros más vendidos, pero cabe preguntarse si
la recuperación de su maltrecha economía justifica semejante deterioro
de imagen. Porque las severas críticas que le dedica la prensa alemana
no apuntan al libro, sino a su persona. «Lo más amable que se puede
decir es que su carrera profesional después de sus éxitos deportivos es
el resultado de un malentendido», escribe en 'Der Spiegel' la columnista
Silke Burmester refiriéndose a sus fracasos en las aventuras
empresariales que ha emprendido. Más cruel aún es 'Stern', que remata
así la faena: «Boris va camino de convertirse en el hazmerreír de la
nación gracias a su autobiografía. Parece ser un intento desesperado de
dar un nuevo sentido a su vida catorce años después del fin de su
carrera. El resultado es bochornoso, vergonzoso». ¡Toma raquetazo!
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