El estilo de -foto-Ana Boyer: los mejores looks de ¿la
Fernando Verdasco?.
Por sus venas corre la sangre de una de las mujeres más elegantes dentro, y fuera de nuestras fronteras. Por eso, no es raro que Ana Boyer, hija pequeña de Isabel Preysler y el ex-ministro de Economía Miguel Boyer, esté llamada a ser una de las 'it girls' de nuestro país más pronto que tarde. Estas son las claves del estilo de la que, dicen, podría ser la nueva conquista de Fernando Verdasco.La elegancia innata de las Preysler (Isabel, Chabeli, Tamara y Ana) es innegable. Sin embargo, la pequeña de ellas, Ana, destaca además por un estilo mucho más moderno y arriesgado que el de su madre y sus hermanas. La joven de 24 años, licenciada en Derecho y Administración de Empesas, prefiere lucir 'tipazo' bien sea con pantalones pitillo, 'shorts' o mini-vestidos ajustados.
Ha asegurado en diferentes entrevistas que, para esto de la moda, "no soy como mi hermana Tamara" y afirma que prefiere gastarse el dinero en cenas y viajes con sus amigos que en ropa o bolsos caros. Lo que está claro es que, de firma o no, Ana Boyer tiene un estilazo que muestra ya sea en los 'street style' de su día a día, como en los actos más 'formales' donde ya empieza a seguir la estela familiar como imagen de diferentes marcas.
Para sus look urbanos, la pequeña de las Preysler apuesta por una combinación básica en el armario de casi todas las jóvenes de su edad: pantalones pitillo (bien jeans, bien de colores), camiseta o jersey amplio, y zapato plano, ya sean botas, sandalias o bambas. Para disfrutar de los paseos por la playa con sus amigos, este verano la hemos podido ver luciendo dos de las tendencias que han causado furor: micro-shorts vaqueros y 'crop tops', que seguían dando muestra de su buena figura.
Si tiene que acudir a algún acto 'social' o fiesta en la que se requiere su imagen, se olvida de los looks más sobrios y recatados de su hermana Tamara y apuesta por estilismos con un toque sexy: los mini-vestidos ajustados en tonos vivos, ya sea azulón, fucsia, rojo... o el siempre socorrido negro. Los escotes varían, pero siempre los luce con taconazo, clutch de mano y melena al viento. Y el cuero, ya sea en vestidos con un toque 'femme fatalle', en cazadoras o en pantalones pitillo, le vuelven loca.
A la hora de elegir maquillaje, eso sí, sigue la 'marca de la casa' y como su madre, muestra un rostro perfecto con un maquillaje muy natural efecto 'cara lavada'.
Los rumores, y alguna que otra foto, apuntan a que Ana Boyer ha iniciado el 'romance del otoño' con el tenista Fernando Verdasco (no se le conoce pareja oficial desde que rompiera con Diego Osorio). Así que si se confirma, tendremos aún más oportunidades para seguir estudiando al detalle los looks de la que se postula como una de nuestras 'it girls'.
TÍTULO; Cuando Nancy mató a Nathan,.
Este belga de 44 años nació mujer y
cambió de sexo, «pero cuando me miré al espejo, me di asco». Reclamó
la eutanasia y el lunes le pusieron la inyección letal. «No quiero ser
un monstruo», escribió antes de morir,.
Este caso encierra decenas de ecuaciones éticas y morales
que no tendrían mayor trascendencia si no hubiera un cadáver encima de
la mesa. El lunes, los médicos belgas aplicaron una inyección letal que
paró el corazón de Nathan Verhelst, un hombre sano físicamente de 44
años, que pidió que lo mataran porque no estaba contento con los
resultados de su cambio de sexo. La historia de terror psicológico
narrada casi en directo por la prensa belga ha reabierto el debate sobre
el uso de la eutanasia, el derecho de los ciudadanos a ser asistidos
por doctores en su muerte, una práctica permitida en ese país desde
2002, y en claro auge.
El cuento del protagonista es triste, como el de tantos en
su misma situación. Nathan nació Nancy, pero nunca se sintió mujer. En
2009 comenzó a hormonar su cuerpo y en 2011 se operó para cambiar de
sexo. Antes de morir, describía así el día en que descubrió su cuerpo
después de la operación. Fue el comienzo del final: «Estaba listo para
celebrar mi renacimiento, pero cuando me miré al espejo me daba asco a
mí mismo. Mis pechos no eran lo que había esperado y mi pene presentaba
signos de rechazo. No quiero ser un monstruo».
Con estas palabras, inició un proceso para quitarse
legalmente la vida. Y lo consiguió el lunes por la mañana. Un mal final
para una historia que ya había comenzado cruzada. La madre de Nathan, de
la que no ha trascendido el nombre, contaba a los medios locales lo
siguiente: «Desde que vi a Nancy por primera vez, mi sueño se
descompuso. Era tan fea...». También ha declarado que no le importaba lo
que le ocurriera a su hijo, que no mantenía ningún tipo de relación con
él y que no guarda en su interior «pena, duda o remordimiento». El día
en que le aplicaron la inyección letal, ella ni siquiera había leído la
carta donde le explicaba las razones para no querer seguir viviendo.
Según los medios belgas, sus padres la podrían haber abandonado a muy
corta edad.
El siguiente paso lo dio Nathan frente a un doctor que
certificó que su eutanasia era legal. Después de los exámenes físicos y
psíquicos oportunos, el facultativo Win Distelmans determinó que Nathan
era objeto de «un sufrimiento psicológico insoportable», con lo que pasó
a ser un candidato a morir con ayuda médica. Distelmans es conocido en
el país por dar su visto bueno a la muerte de Marc y Eddy Verbessem, dos
gemelos que habían nacido sordos y que pidieron la muerte cuando se
enteraron de que podían quedarse ciegos. Según Distelmans, también
padecían «un sufrimiento psicológico inso- portable».
El caso del transexual ha reabierto en Bélgica el debate
sobre los límites del uso de la eutanasia. Nadie pone en duda la
legalidad de acabar con la vida de Nathan, tal y como él lo había
pedido, pero muchos se plantean si era lo correcto, incluidos algunos
representantes de la comisión ética que estudia la muerte asistida en
este país. Casos como el suyo han crecido en los últimos tiempos. En
2012, 1.432 muertes por eutanasia, el 25% más que el año anterior.
Personas con demencia
La muerte de Nathan llega en un momento especialmente
delicado para la normativa que regula la eutanasia. Los legisladores
belgas debaten ahora sobre si permitir la muerte asistida en menores,
con o sin el consentimiento de sus padres.
El proyecto, al que solamente se oponen los demócrata
cristianos y que tiene visos de aprobarse, permitiría aplicar la
inyección a niños con enfermedades incurables y aquejados de dolores
terribles. En esta reforma también se incluirían a los que sufren
demencia, lo que plantea un grave problema a la hora de dar valor al
consentimiento de una decisión de tal envergadura. En el caso de los
niños, se ha llegado a pedir que la decisión sea válida solo cuando el
menor «comprenda lo que expresa».
Gran parte del país estima que un niño puede comprender lo
que significa quitarse la vida. Así lo corrobora un informe estatal, que
apunta a que el 38% de los ciudadanos se muestran «muy favorables» a
extender la muerte asistida a los menores. El 79% de la población apoya
que también personas con demencia puedan tomar esa decisión.
Este caso encierra decenas de ecuaciones éticas y morales
que no tendrían mayor trascendencia si no hubiera un cadáver encima de
la mesa. El lunes, los médicos belgas aplicaron una inyección letal que
paró el corazón de Nathan Verhelst, un hombre sano físicamente de 44
años, que pidió que lo mataran porque no estaba contento con los
resultados de su cambio de sexo. La historia de terror psicológico
narrada casi en directo por la prensa belga ha reabierto el debate sobre
el uso de la eutanasia, el derecho de los ciudadanos a ser asistidos
por doctores en su muerte, una práctica permitida en ese país desde
2002, y en claro auge.
El cuento del protagonista es triste, como el de tantos en
su misma situación. Nathan nació Nancy, pero nunca se sintió mujer. En
2009 comenzó a hormonar su cuerpo y en 2011 se operó para cambiar de
sexo. Antes de morir, describía así el día en que descubrió su cuerpo
después de la operación. Fue el comienzo del final: «Estaba listo para
celebrar mi renacimiento, pero cuando me miré al espejo me daba asco a
mí mismo. Mis pechos no eran lo que había esperado y mi pene presentaba
signos de rechazo. No quiero ser un monstruo».
Con estas palabras, inició un proceso para quitarse
legalmente la vida. Y lo consiguió el lunes por la mañana. Un mal final
para una historia que ya había comenzado cruzada. La madre de Nathan, de
la que no ha trascendido el nombre, contaba a los medios locales lo
siguiente: «Desde que vi a Nancy por primera vez, mi sueño se
descompuso. Era tan fea...». También ha declarado que no le importaba lo
que le ocurriera a su hijo, que no mantenía ningún tipo de relación con
él y que no guarda en su interior «pena, duda o remordimiento». El día
en que le aplicaron la inyección letal, ella ni siquiera había leído la
carta donde le explicaba las razones para no querer seguir viviendo.
Según los medios belgas, sus padres la podrían haber abandonado a muy
corta edad.
El siguiente paso lo dio Nathan frente a un doctor que
certificó que su eutanasia era legal. Después de los exámenes físicos y
psíquicos oportunos, el facultativo Win Distelmans determinó que Nathan
era objeto de «un sufrimiento psicológico insoportable», con lo que pasó
a ser un candidato a morir con ayuda médica. Distelmans es conocido en
el país por dar su visto bueno a la muerte de Marc y Eddy Verbessem, dos
gemelos que habían nacido sordos y que pidieron la muerte cuando se
enteraron de que podían quedarse ciegos. Según Distelmans, también
padecían «un sufrimiento psicológico inso- portable».
El caso del transexual ha reabierto en Bélgica el debate
sobre los límites del uso de la eutanasia. Nadie pone en duda la
legalidad de acabar con la vida de Nathan, tal y como él lo había
pedido, pero muchos se plantean si era lo correcto, incluidos algunos
representantes de la comisión ética que estudia la muerte asistida en
este país. Casos como el suyo han crecido en los últimos tiempos. En
2012, 1.432 muertes por eutanasia, el 25% más que el año anterior.
Personas con demencia
La muerte de Nathan llega en un momento especialmente
delicado para la normativa que regula la eutanasia. Los legisladores
belgas debaten ahora sobre si permitir la muerte asistida en menores,
con o sin el consentimiento de sus padres.
El proyecto, al que solamente se oponen los demócrata
cristianos y que tiene visos de aprobarse, permitiría aplicar la
inyección a niños con enfermedades incurables y aquejados de dolores
terribles. En esta reforma también se incluirían a los que sufren
demencia, lo que plantea un grave problema a la hora de dar valor al
consentimiento de una decisión de tal envergadura. En el caso de los
niños, se ha llegado a pedir que la decisión sea válida solo cuando el
menor «comprenda lo que expresa».
Gran parte del país estima que un niño puede comprender lo
que significa quitarse la vida. Así lo corrobora un informe estatal, que
apunta a que el 38% de los ciudadanos se muestran «muy favorables» a
extender la muerte asistida a los menores. El 79% de la población apoya
que también personas con demencia puedan tomar esa decisión.
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