GANAN UN 148% MÁS QUE LOS HOMBRES
Las mujeres arrollan en la pasarela
Giselle Bündchen, la mejor pagada, supera al primer hombre, O'Pry, en 30 millones-foto,.
No debe haber muchas profesiones en el mundo en las que la
balanza se incline hacia este lado. En cuestión de moda, no hay color:
las mujeres ganan más, mucho más, que los hombres. La diferencia es
notoria. Basta con echar un vistazo a los honorarios de los mejor
pagados en la pasarela. Gisele Bündchen lidera el ranking femenino con
42 millones de dólares (unos 31 millones de euros), a años luz del
millón y medio de dólares (1,1 millones de euros) que ingresó el
estadounidense Sean O'Pry entre septiembre de 2012 y el mismo mes de
2013, según la revista 'Forbes'.
La distancia entre ambos sexos, en realidad, es mayor aún.
Según PayScale.com las mujeres ganan un 148 por ciento más que los
hombres. Los 10 hombres mejor remunerados se embolsan cada año, en
total, ocho millones de dólares, mientras que si se juntan los salarios
de las diez primeras mujeres, la suma alcanza los 83 millones de
dólares. Un mundo.
La lista masculina aparece encabezada este año por Sean
O'Pry, un adonis estadounidense de origen irlandés que se ganó ante los
flashes millón y medio de dólares. A sus 24 años, las mejores marcas se
han rendido a su encanto y eso le ha permitido desbancar a un clásico de
las grandes campañas de publicidad, su compatriota David Gandy, un
veterano de 33 años que este último año se llevó 1,4 millones de
dólares. Un tercer modelo, el canadiense Simon Nessman (1,1), también
superó el millón de dólares.
El top-5 lo completan el ruso Arthur Kulkov (905.000
dólares) y el estadounidense Noah Mills (740.000). Entre los diez
modelos mejor pagados del mundo aparece un español. Jon Kortajarena
ocupa el noveno lugar después de ingresar 290.000 dólares (unos 214.000
euros).
O'Pry, que ya poco tiene que ver con aquel jovencito
descubierto en MySpace a los 17 años, que llegó a Nueva York con una
pequeña maleta y se convirtió en una estrella el primer día, sabe dónde
pisa y asume la supremacía femenina. Pero en clave de humor encuentra un
consuelo: «La mejor parte de ser modelo masculino es no tener que usar
tacones altos...».
TÍTULO; LA SONTAG DE ANDAR POR CASA,.
La Sontag de andar por casa
Un libro de su ex 'nuera' la dibuja
torturada por no tener más hijos, resentida con su madre, subyugada por
las personas bellas...
Lo novedoso de este libro sobre el icono cultural
estadounidense-foto,. Susan Sontag es que está escrito por alguien que era a la
vez admiradora, colega de trabajo, compañera de piso y pareja de su
hijo. La autora de 'Siempre Susan. Recuerdos sobre Susan Sontag' (Errata
Naturae), Sigrid Nunez, apareció un día de 1976 en el apartamento de la
controvertida y genial escritora para ayudarle -un encargo de la
revista para la que trabajaba- a clasificar la montaña de
correspondencia que había recibido durante el tratamiento por el cáncer
de mama que acababa de superar (luego vendrían el de útero y la leucemia
que finalmente la llevó a la tumba en 2004). Al poco, Nunez se enamoró
de su hijo, David Rieff, y se quedó a vivir con ellos a propuesta de la
propia Sontag: «Yo sabía que no era buena idea», dice la autora, pero su
'suegra' insistió: «No seas tan convencional. ¿Quién nos dice que
tenemos que vivir como los demás?». Nunez habla de los rumores que tuvo
que afrontar por este motivo, voces que decían que los tres se acostaban
juntos. Pero lo importante es que de aquellos dos años de convivencia
salió un libro que ayuda a dibujar a una Sontag más cercana y humana.
Le encantaba romper las reglas: «Mi propia fastidiosa
puntualidad llegaba a sacarla de quicio. Un día, comiendo fuera con
ella, me di cuenta de que se me hacía tarde para volver al trabajo,
salté de la mesa y se burló: '¡Siéntate! No tienes que estar allí en
punto. No seas tan servil'. Servil era una de sus palabras favoritas».
Con esta anécdota inicia Nunez un libro en el que ahonda en los miedos
de la escritora y la muestra con toda su fortaleza y su debilidad. Como
las ideas que le asaltaban sobre su enfermedad. «¿Será que no he tenido
suficiente sexo?», admitió haber pensado cuando le diagnosticaron el
tumor.
Algunos de los recovecos de su personalidad se gestaron en
su infancia, recordada por ella como una época de «aburrimiento total».
Aseguraba haber deseado con fuerza que acabase cuanto antes. Quizá tenga
algo que ver en todo esto la relación que tuvo con su madre y que se
plasma así en el libro: «Ese día -narra Nunez- me habló de su madre con
franqueza y sin amargura. Después, sin embargo, diría tantas cosas y con
tanta intensidad que su madre se convirtió en alguien casi mítico: una
mujer fría, egoísta y narcisista que nunca mostró ningún tipo de afecto
por Susan (...). Todo el que la conociera sabía esta historia y lo
profundo de su resentimiento. Se veía como una niña desatendida,
abandonada incluso (...). Una herida jamás curada». De hecho, se cuenta
en el libro que cuando Sontag comunicó a su madre que tenía cáncer, ella
le envió por correo una manta eléctrica.
Todo esto conectaba con otra de sus obsesiones, el hecho de
haber sido madre solo una vez: «No haber tenido más hijos era una de
las cosas que más lamentaba. Hablo del sentimiento 'criminal' que
experimentaba cada vez que veía a un bebé o a un niño pequeño: '¡Quiero
raptarlos!'. Incluso ver la cría de un animal le causaba dolor. Una vez
vio un elefante bebé muy de cerca, contó, y se quedó tan abrumada que
lloró y lloró». La autora aventura que, en el fondo, estaba el hecho de
que durante la infancia de su hijo, ella pasó mucho tiempo alejada:
«Cerca de su quinto cumpleaños Susan se fue al extranjero y no lo vio
durante un año largo».
El mechón blanco
Hay espacio para desvelar pequeños trucos de belleza.
Sontag tenía 43 años cuando Nunez llegó a su vida, siendo ella una
veinteañera: «Pero a mí me parecía muy mayor. También porque se estaba
recuperando de una mastectomía radical (...). Tenía la piel cetrina y el
pelo... Siempre me desconcertó que tanta gente pensara que se
decoloraba el mechón de pelo blanco de su melena, cuando debía resultar
obvio que el mechón era la única parte que conservaba el color
verdadero. Una peluquera sugirió que dejar una sección sin teñir
resultaba menos artificial».
La belleza era otra de sus fijaciones, de tal modo que
llegaba a excusar cualquier defecto si la persona en cuestión era
hermosa: «Si alguien era despampanante se lo perdonaba todo», incluso la
falta de inteligencia que tanto detestaba en el resto de sus
semejantes. El libro también repasa las relaciones amorosas que la
escritora mantuvo con hombres y mujeres -«Si me siento cercana a
alguien, incluso si se trata simplemente de una amistad, siempre siento
algo de atracción sexual hacia esa persona»-.
Detestaba estar sola y le atraía la gente marginada, con la
que pensaba que tenía muchas cosas en común. Entre lo peor de su
personalidad, Nunez destaca su forma de ser «entre sádica y masoquista».
Y pese a ser un icono cultural, sufría de inseguridad: «Mi primera
sensación respecto a todo lo que escribo es que es una mierda», decía
Sontag, que leía un libro al día.
SUSAN SONTAG
Personal. Nueva York, 1933-2004. Novelista y ensayista. Se
casó a los 17 años con Philip Rieff, con quien tuvo un hijo, David
Rieff, que luego fue su editor. Se divorciaron en 1958. Tuvo relaciones
con la escritora y modelo Harriet Sohmers Zwerling, con la dramaturga
María Irene Fornés y con la fotógrafa Annie Leibovitz.
Obra. Es famosa especialmente por sus ensayos: 'Contra la
interpretación', 'Estilos radicales', 'Sobre la fotografía', 'La
enfermedad y sus metáforas', 'Bajo el signo de Saturno', 'El sida y sus
metáforas'.
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