domingo, 4 de mayo de 2014

¿ EL ASOCIACIONISMO ES UNA ALTERNATIVA REAL A LOS PARTIDOS ?./ 6 cosas que no volverán a ser iguales tras el vuelo MH370,./ PRIMER PLANO, El hombre que ha hecho temblar a los lobos

TÍTULO:  ¿ EL ASOCIACIONISMO ES UNA ALTERNATIVA REAL A LOS PARTIDOS ?.

 Excusas para no pensar” es el artículo que Eduard Punset publica cada semana en la revista XLSemanal y en el que responde a preguntas de los lectores. Destacado: La principal reivindicación en los próximos años será el adelgazamiento del Estado en favor de las redes privadas. Los historiadores siempre se han preguntado, con razón o sin ella, por qué los comunistas nunca supieron explicar a los demás el verdadero atractivo del socialismo científico.

Las incógnitas sobre lo que realmente pasó con el vuelo MH370 de Malaysia Airlines y la frustrante búsqueda de la aeronave han puesto en ...
 
A fondo

6 cosas que no volverán a ser iguales tras el vuelo MH370

Las incógnitas sobre lo que realmente pasó con el vuelo MH370 de Malaysia Airlines y la frustrante búsqueda de la aeronave han puesto en evidencia graves lagunas en la seguridad aérea mundial. Estas son las lecciones que debemos aprender de uno de los mayores misterios de la historia de la aviación.
Hay tantas incógnitas sobre el extraño vuelo 370 de Malaysia Airlines y, sobre todo, es tanta la angustia que están viviendo los familiares de los pasajeros que las cuestiones de seguridad aeronáutica que ha puesto en evidencia la desaparición del aparato han quedado en un segundo lugar para los medios de comunicación. Y, sin embargo, los expertos en aviación no dudan que habrá un antes y un después de este suceso. Si hay un incidente aéreo que ha afectado a nuestras vidas ha sido el ataque a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001. Ese atentado cambió para siempre la experiencia de coger un vuelo: las medidas de seguridad se volvieron intrusivas, los aviones se dotaron de puertas blindadas y los envases para líquido de más de 100 mililitros quedaron prohibidos. El MH370 también supondrá cambios, aunque quizá no tan visibles. Le contamos alguno de ellos.

¿Por qué Los aviones no transmiten sus datos en tiempo real a tierra?
Hoy vivimos constantemente conectados. Los datos viajan incesantemente de un lado a otro. Sin embargo, la caja negra de un avión es un compartimento estanco cuyos secretos solo se pueden conocer una vez que se encuentra. ¿Tiene sentido en la era de la hiperconectividad? Esta dependencia podría evitarse si los aviones utilizaran los satélites para transmitir los datos en tiempo real a un archivo de seguridad en Tierra. Ya hay aviones que lo hacen, especialmente los que cubren las rutas polares, que escapan al alcance de los radares. La compañía canadiense Flyht Aerospace Solutions comercializa sistemas que emplean esta tecnología: el avión envía datos actualizados cada cinco o diez minutos y, en caso de detectar una anomalía desde un cambio de ruta hasta un fallo mecánico o un vuelo a una altitud fuera de lo normal, procede a enviar datos cada segundo.
Si la tecnología existe, ¿por qué no se utiliza? Entre otras cosas, por el ancho de banda de la transmisión vía satélite, que es limitado y no permite enviar toda la información del avión. Sin embargo, por escasos que sean estos datos, podrían ser fundamentales para saber dónde se encuentra la nave o incluso qué recorrido ha hecho, a qué altitud volaba, si se ha producido algún movimiento inesperado... Con todo, el mayor inconveniente de esta tecnología, el que ha frenado hasta ahora a las compañías, es su elevado precio: costaría en torno a 100.000 dólares (unos 72.000 euros) por avión. Teniendo en cuenta que hay unos 20.000 aviones comerciales en el mundo, las cifras son, en efecto, elevadas. Aunque también permitiría ahorrar costes en consumo de combustible o podría detectar posibles averías antes incluso de que se produjesen, ya que cualquier anomalía quedaría registrada.
¿Por qué los aviones no llevan un duplicado de la caja negra?
La caja negra es una pieza clave del puzle que los investigadores deben montar en caso de accidente aéreo. Les sirve para conocer con certeza qué ocurrió y cómo evitar que se repita. Sin embargo, si la aeronave se precipita en el océano puede ser extremadamente difícil recuperarla, como ha puesto en evidencia el caso del avión malasio. Y no es la primera vez que ocurre: el 1 de junio de 2009, el vuelo AF447 de AirFrance se precipitó en el Atlántico cuando realizaba la ruta Río de Janeiro-París. Y permaneció varado a 3900 metros de profundidad durante casi dos años antes de que la nave pudiera ser rescatada.Una opción que se baraja ahora es dotar a los aviones de un duplicado de las cajas negras. Este nuevo set recogería los mismos datos que las cajas negras originales, pero en caso de accidente saldría automáticamente despedido y contaría con flotadores para evitar que se hundiera en las profundidades del océano.
Por otro lado, las actuales cajas negras están provistas de baterías que les confieren una autonomía de un mes. Pasado este tiempo no se pierden los datos grabados en ellas, pero dejan de emitir la señal que facilita su búsqueda a los equipos de rescate. En las actuales circunstancias, la localización de los restos de un avión siniestrado se convierte en una carrera contrarreloj para hallarlos antes de que las cajas negras se suman en un silencio perenne, como ha ocurrido ahora con el Boeing 777 malasio. Ya se está hablando de multiplicar al menos por tres la capacidad de la batería, otorgándole una autonomía de tres meses.
¿Por qué no se instalan cámaras en las cabinas para saber qué pasa?
Implantar una especie de Gran hermano en la cabina de los aviones es una de las reivindicaciones de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB). Este órgano, que se encarga de la investigación de accidentes de aviación en los Estados Unidos, asegura que así se sabría qué ocurrió en el centro de mando en caso de accidente. Quién estaba, qué se dijeron, qué hacían... Todos estos datos son cruciales para esclarecer los hechos, dicen los defensores de este Gran hermano del aire. Y ponen como ejemplo el vuelo 990 de EgyptAir que se precipitó en el mar el 31 de octubre de 1999 mientras viajaba de Nueva York a El Cairo. Al principio, los investigadores egipcios concluyeron que habían fallado los elevadores del avión; sin embargo, tras recuperar las grabaciones de voz de la cabina, la misma NTSB que ahora aboga por la instalación de cámaras de vídeo concluyó que había sido un acto deliberado de uno de los pilotos, a quien le habían notificado que ese sería su último vuelo con la compañía.
La investigación se cerró hace ya tiempo, pero sigue habiendo múltiples versiones acerca de lo ocurrido. Está claro que, si dispusiéramos de una grabación de vídeo de la cabina, tendríamos más certezas, pero los pilotos nunca se han mostrado muy entusiasmados con este sistema que, aseguran, es una clara interferencia en su privacidad.
¿Cómo se puede evitar que un extraño acceda a la cabina del avión?
La seguridad en la cabina de los aviones es un aspecto que se ha visto reforzado a partir del ataque a las Torres Gemelas: puertas reforzadas y constantemente cerradas, personal de seguridad a bordo... Pero hay quien pide más. De momento, la compañía malasia ha adoptado ya nuevas medidas: por ejemplo, no permitirá que un piloto permanezca en solitario en la cabina de mando. En cualquier caso, en vuelos largos es inevitable que la puerta de la cabina se abra en algún momento. Para evitar riesgos, hay compañías que han instalado ya una doble puerta de seguridad, como es el caso de la israelí El Al. De este modo, una de las dos permanece siempre cerrada.
¿Por qué ciertos vuelos no pueden ser detectados por los radares?
El control del tráfico aéreo depende en gran medida de los radares. Sin embargo, esta tecnología ha cambiado muy poco desde la Segunda Guerra Mundial. Sigue siendo de enorme utilidad, pero tiene notables carencias: por ejemplo, su limitado alcance. El radar tiene un radio de acción de unos 250 kilómetros solamente. Este campo de acción limitado impide que puedan seguir a un avión cuando este sobrevuela el océano muy lejos de la costa. Una vez que quedan fuera del alcance del radar, los pilotos se conectan periódicamente con el centro de control por radio o teléfono satelital. Es un sistema que se conoce como Acars. Sin embargo, este sistema fue intencionadamente inhabilitado en el Boeing 777 de Malaysia Airlines. Después se ha sabido que una actualización del sistema, cuyo precio era de tan solo 10 dólares, habría permitido que el avión continuara enviando datos sobre el consumo de la aeronave, su velocidad, altura, dirección de vuelo...
Para evitar casos de este tipo, las compañías estadounidenses están incorporando progresivamente una tecnología de nombre altisonante, NextGen, que comenzó a instalarse en 2012 y se estima que estará integrada en todos sus aviones en 2025. Resumiendo, se trata de sustituir los radares, basados en centros de control terrestres, por GPS, que emplean los satélites y tienen un radio de alcance mayor.
¿Cómo es posible que alguien suba a un avión con un pasaporte robado?
Ni el austriaco Christian Kozel ni el italiano Luigi Maraldi viajaban en el avión malasio desaparecido. Sin embargo, sus nombres figuraban entre la lista de pasajeros. ¿Cómo es posible? Alguien utilizó sus pasaportes, robados en 2012 y 2013, para subirse al avión. La sustracción de ambos documentos había sido denunciada y figuraban en la lista de pasaportes robados que la Interpol pone a disposición de las autoridades de todo el mundo. Sin embargo, nadie lo controló. La opción de un ataque terrorista ha sido en este caso descartada [los dos pasajeros que utilizaron los pasaportes robados eran iraníes en busca de asilo político], pero el episodio ha puesto en evidencia la laxitud en el control de pasaportes de los vuelos internacionales.Interpol tiene en su base de datos 40 millones de pasaportes sustraídos.
Sin embargo, la organización se queja de que muy pocos países lo comprueban sistemáticamente en los vuelos internacionales: más de mil millones de pasajeros viajaron el año pasado sin que sus datos fueran cotejados con la lista de Interpol. Ronald Noble, secretario general de Interpol, se preguntaba en un comunicado posterior a la desaparición del vuelo malasio, por qué tantos países «deben esperar a que ocurra una tragedia para poner en marcha medidas de seguridad prudentes en sus fronteras». Y no es la primera vez que hace un llamamiento similar. Quizá vaya siendo hora de prestarle atención.
Una búsqueda contra viento y marea
Zona cero. Para localizar el avión se ha intentado de todo, incluso rituales de chamanismo. Más efectivos debieran resultar los esfuerzos de los equipos de búsqueda, inicialmente solo aéreos (con diez aviones militares y cuatro civiles), a los que se añadieron navíos y el submarino autónomo estadounidense Bluefin-21, capaz de sumergirse por debajo de 3000 metros. A todo eso hay que sumar el esfuerzo de millones de internautas que han analizado las imágenes satélites. Es como buscar una aguja en un pajar, solo que la aguja es un Boeing 777 de 60 metros de envergadura; y el pajar, un área tan grande como Extremadura. Todo ello con un coste de 50 millones de euros.
Preguntas sin respuesta
-¿Estaba deprimido el piloto? Durante la investigación se ha sabido que la mujer y los tres hijos del capitán Zaharie Ahmad Shah abandonaron el hogar conyugal el 7 de marzo, el día antes del vuelo, y también que el capitán del vuelo MH370 era un ferviente seguidor del líder opositor Anwar Ibrahim, encarcelado por un delito de homosexualidad horas antes de que el avión desapareciera sin dejar rastro. ¿Casualidad? Quizá. Pero lo que es seguro es que un amigo asegura que Shah no estaba en las condiciones emocionales óptimas para volar.
-¿Por qué voló en dirección contraria? El extraño cambio de rumbo del avión es uno de los aspectos más intrigantes. Si no fue una acción suicida del piloto y el copiloto, pudo deberse a un incidente que los obligara a buscar un lugar donde aterrizar. Un equipo de investigación de la radio pública de Nueva York ha elaborado una amplia lista con 634 posibles pistas de aterrizaje en 26 países a los que pudo haber intentado llegar. Pero si es así, ¿por qué los radares no aportan datos?
-¿Por qué no llamó ningún pasajero? En situaciones similares se han registrado llamadas o intentos de llamadas de los pasajeros. ¿Por qué no se realizó ninguna desde el MH370? Hay quien apunta a que no hubiera cobertura a 30.000 pies sobre el océano. Otra opción es que se produjese una explosión o una despresurización de la cabina. Lo más inquietante es que los teléfonos de algunos pasajeros chinos seguían dando tono después de la catástrofe, como si tuvieran señal y sonasen. Pero ya han explicado que eso no implica que el teléfono estuviera conectado a una red y operativo.
Otros tres vuelos de los que nunca más se supo
El adiós de la pionera de la aviación (1937)
La extraña desaparición del avión de la americana Amelia Earhart, la primera mujer que había sobrevolado en solitario el Atlántico, aún fascina a los aficionados. Intentó dar la vuelta al mundo con el navegante Fred Noonan en 1937. La pareja y el Lockheed 10 Electra en el que volaban desaparecieron sobre el Pacífico. Ni sus cuerpos ni el avión fueron recuperados, a pesar de una costosa búsqueda. Los expertos creen que se quedó sin combustible y se estrelló en el mar, pero hay otras hipótesis: unos dicen que hicieron un aterrizaje forzoso en la isla Gardner y murieron allí; otros, que ella era una espía de los Estados Unidos y que fue capturada y asesinada por los japoneses; y hay quien asegura incluso que fueron abducidos por extraterrestres.
El enigma de la patrulla 19 (1945)
Cinco aviones bombaderos estadounidenses partieron de Florida en una misión de entrenamiento conocida como Patrulla 19. Era el 5 de diciembre de 1945 y los aviones y sus 19 tripulantes desaparecieron sin dejar rastro. Un avión de rescate enviado en su búsqueda, en el que iban 13 tripulantes, también se extravió. La Patrulla 19 fue una de las primeras tragedias con las que se empezó a hablar del Triángulo de las Bermudas. De acuerdo con los informes de la Marina, el instructor de la patrulla se vio perdido porque las brújulas dejaron de funcionar y, cuando el combustible cayó por debajo del nivel de seguridad, pidió a sus tripulantes que saltasen de sus aviones. Pero nunca se encontraron cuerpos o restos. Para la Marina, la Patrulla 19 se perdió por «causas desconocidas».
El extraño vuelo del tigre (1962)
El vuelo 739 de la línea Tigre, fletado por el Ejército de los Estados Unidos, transportaba a 96 soldados estadounidenses a Vietnam cuando desapareció después de repostar en Guam el 16 de marzo de 1962. Sus 107 ocupantes fueron dados por muertos. A pesar de una intensa búsqueda en el océano Pacífico, en la que estuvieron implicadas más de 1300 personas, el avión nunca fue encontrado. Las autoridades estadounidenses asumieron que el avión explotó en el aire. De hecho, encontraron testigos que hablaban de una explosión en el cielo en esa zona y a esa hora. Pero las especulaciones acerca de un sabotaje siempre han estado ahí, entre otras cosas porque los pilotos nunca emitieron una llamada de socorro.


TÍTULO:  PRIMER PLANO, El hombre que ha hecho temblar a los lobos

En primer plano

El hombre que ha hecho temblar a los lobos

Son los nuevos lobos de Wall Street, brókeres que usan la tecnología para embolsarse en fracciones de segundo miles de millones al día. Utilizan las llamadas 'operaciones de alta frecuencia'. Compraventa de acciones a velocidad vertiginosa al margen de los reguladores. Este hombre con aspecto de no haber roto un plato los ha puesto estos especuladores en el punto de mira del FBI.
¿Cómo es posible que el mercado bursátil sea tan hermético? Eso es lo que quería averiguar. cuánto dinero ganan, dónde están las acciones... Resulta grotesco tanto secretismo"! Quien habla así es el escritor Michael Lewis, acostumbrado a poner patas arriba sectores profesionales enteros con sus best sellers. Esta vez ha apuntado su recortada a los nuevos peces gordos de Wall Street, los agentes de Bolsa especializados en operaciones de alta frecuencia: brókeres que se valen de códigos informáticos y redes por cable de alta velocidad para infiltrarse en los mercados millones de veces al día, esquivando a los reguladores, y comprar y vender acciones en una fracción de segundo.
Nos encontramos en Washington con el escritor cuyo libro Flash boys: a Wall Street revolt, crónica de una práctica bursátil sumamente especializada y poco transparente, se ha convertido en la comidilla en los Estados Unidos. El propio Lewis fue en su día corredor de Bolsa en Salomon Brothers, un banco de inversión de Wall Street, hasta que lo dejó cuando alguien le ofreció un anticipo editorial. La novela resultante, El póker del mentiroso [Alienta Editorial], se convirtió en texto de referencia sobre los excesos de Wall Street en los ochenta. Más tarde publicó otros títulos como Moneyball, The new big thing: la historia de Silicon Valley o The big short, sobre la burbuja inmobiliaria, hasta que escribir lo convirtió en multimillonario.
Lewis afirma sentirse asombrado por el ruido y la furia despertados con su última obra. «Nunca había vivido algo así», dice. El fiscal general de los Estados Unidos acaba de anunciar que estudia las operaciones de alta frecuencia e «investiga dicha práctica para determinar si quebranta las leyes». Días antes, el FBI y la Securities and Exchange Commission regulador de la Bolsa y los mercados financieros también hicieron público que estaban mirando con lupa a los denominados 'chicos de oro' y sus operaciones de alta frecuencia.
Estamos hablando de unos tipos (en su mayoría son varones) que ganan fortunas en milisegundos. El asunto funciona así: un corredor de Bolsa llamémoslo Ted hace una petición de compra de acciones en un ordenador neoyorquino; dicho pedido necesita fracciones de segundo para llegar a las terminales de los distintos parqués bursátiles emplazados en el norte de Nueva Jersey. La petición puede tardar un par de milésimas hasta que llega al parqué más cercano el BATS Global Market y unos cuantos milisegundos más para llegar a los demás.
Los ordenadores de los brókeres de alta frecuencia funcionan con tal rapidez que pueden detectar el pedido de Ted en el momento en que llega al primer parqué, antes de que sea conocido por los restantes mercados de valores. Antes de que uno pueda decir 'amén', incluso antes de que haya tenido tiempo de pronunciar la 'a', los muchachos de la alta frecuencia se han hecho con las acciones que Ted pretendía comprar y las han vendido a un precio marginalmente más elevado. Al inmiscuirse en la operación y convertirse en el intermediario entre comprador y vendedor, el operador de alta frecuencia se lleva un par de centavos aquí y allá que, mutiplicados por millones de operaciones a lo largo de la jornada, terminan convirtiéndose en millones de dólares. Y solo por ser unos milisegundos más rápidos.
Lewis empezó a interesarse por este tipo de brókeres mientras investigaba la historia del programador informático ruso Sergey Aleynikov, detenido por el FBI poco después de dejar su empleo en Goldman Sachs. Lo acusaban de haber robado un código informático que estaba desarrollando y que podía ser utilizado «para manipular los mercados de forma injusta». A Lewis le extrañó que nadie se preguntara por qué Goldman Sachs tenía un código así. También le resultó raro que el ruso fuera descrito como «un programador de operaciones de alta frecuencia» y que nadie pareciera saber qué demonios era eso. A finales de 2012, Lewis conoció al canadiense Bradley Katsuyama. Según recuerda: «Katsuyama, me dijo: 'Voy a enseñarte cuál es el truco'. Después de una hora de conversación, me quedé con la boca abierta. '¿Cómo? ¿Ese es el truco?'. No podía creer lo que oía».
Katsuyama se había pasado cinco años investigando ese tipo de operaciones bursátiles. En el verano de 2007, le chocó que las acciones que pretendía comprar se volatilizaran de la pantalla de su ordenador en el momento justo en que pulsaba la tecla para ejecutar la operación. Katsuyama se puso a investigar el caso a instancias del banco para el que trabajaba, el Royal Bank of Canada. Y entró en contacto con Ronan Ryan, un irlandés que había instalado cableado de fibra óptica para las firmas especializadas en operaciones de alta frecuencia.
Los impulsos se desplazan por un cable de este tipo a unas dos terceras partes de la velocidad de la luz; las largas distancias provocan la pérdida de millonésimas de segundo, y otro tanto sucede cuando el cableado gira por esquinas y recovecos. En consecuencia, los operadores de alta frecuencia gastan dinerales en cableado y pagan las tarifas necesarias para que sus servidores se instalen en el interior de los propios edificios de Bolsa, lo más cerca posible del procesador que registra las operaciones de compra y venta. Tan solo la compañía de Ryan había facturado a varias firmas 80 millones de dólares entre 2005 y 2008 por el cableado destinado a ordenadores situados en los interiores de edificios de Bolsa.
Lewis habla de una empresa que estaba haciendo excavaciones en lugares «que pondrían los pelos de punta a Tony Soprano» y de otro extraordinario operativo, llevado a cabo de forma muy secreta, destinado a tender un cable en la línea más recta posible entre Nueva Jersey y el mercado de futuros de Chicago, por medio de túneles situados bajo las montañas de Pensilvania. Todo, con tal de evitar las enrevesadas rutas de las redes ya existentes y con el objetivo nada disimulado de ganar unas fracciones de segundo. Katsuyama formó un equipo con brillantes programadores procedentes de Wall Street. Poco a poco, él y los demás fueron comprendiendo a qué se enfrentaban: la mayoría de los grandes bancos, de una forma u otra, estaban involucrados en operaciones de alta frecuencia y dicha implicación llegaba hasta lo más alto.
Katsuyama dejó su empleo y se llevó consigo a la mayor parte de su equipo. Lo que hicieron fue establecer un nuevo mercado bursátil, IEX, diseñado para combatir a los operadores de alta frecuencia mediante la introducción de un retraso de 350 microsegundos en cada operación para nivelar las reglas del juego entre todos los usuarios del Mercado de Valores. Todo el que compre o venda a través de IEX lo hace por medio de un motor de intercambio de acciones que, mediante un clabe de fibra óptica de 61 kilómetros de largo metido en un cuadro del tamaño de una caja de zapatos, crea la distancia necesaria al servidor de Wall Street, ubicado en Mahwah, Nueva Jersey, para eliminar cualquier ventaja por muy rápido que uno sea.
Las operaciones bursátiles de alta frecuencia son legales y llevan desarrollándose desde hace años, pero huelen a chamusquina. La línea ultrarrápida a Chicago tan solo estaba disponible para los que podían pagar más y deseaban que su acceso privilegiado siguiese siendo exclusivo. Un nuevo cliente al que ofrecieron acceso a cambio de 25 millones de euros llegó a pedir que duplicaran dicha tarifa de entrada a los siguientes. En el libro de Lewis se habla de que estas firmas de alta frecuencia obtienen información privilegiada sobre operaciones financieras en ciernes. Por ejemplo, a través de las agencias de valores y de bancos que tratan con los particulares conocen las compras de inversores individuales usted y yo a través de Internet. Como esas operaciones llegan al mercado con hasta un segundo de retraso, los brókeres tienen tiempo suficiente para que sus firmas se adelanten y se beneficien de esa información.
También conocen, gracias a filtraciones de intermediarios, qué acuerdos privados se cierran entre agentes financieros, ajenos al parqué, denominados 'charcas oscuras'. E incluso obtienen información privilegiada de los propios mercados bursátiles sobre las ofertas públicas de adquisición (OPA).Bajo la superficie de este nuevo mundo ultrarrápido hay sombras al estilo de Hollywood: amos del mundo, disfunciones informáticas que trastocan los mercados... Los sistemas informáticos los crean programadores rusos que, en muchos casos, no saben en qué están trabajando o el valor que sus desarrollos puedan tener. Aleynikov fue condenado porque casi nadie ni la Fiscalía ni, desde luego, el jurado entendía bien qué había hecho. Su condena con el tiempo fue revocada, pero mientras estuvo encarcelado se mantuvo con buen ánimo, porque su celda no era muy diferente al sombrío cuchitril en el que había estado escribiendo programas.
El lector de Lewis descubre la existencia de algoritmos bursátiles con nombres como Ambush ('emboscada') o Nighthawk ('halcón nocturno'). Credit Suisse comercializa uno llamado Guerrilla, cuyo gráfico desplegable incluye una imagen del Che con expresión de disgusto, como si alguien le hubiera explicado para qué está siendo utilizada su efigie. La descripción que Lewis hace de Wall Street lleva a pensar en un reino de fantasía. Las 'charcas oscuras' suenan como lugares en los que Gollum retozaría a gusto, y los 'chicos de oro', los nuevos amos del universo de los milisegundos, como un grupo de alquimistas en el secreto de la conversión del metal común en oro puro. Todo parece salido de Juego de tronos. De hecho, sus críticos argumentan que Lewis estereotipa a sus protagonistas, estableciendo un enfrentamiento entre buenos y malos, para desarrollar una entretenida narrativa sobre algo que en realidad no es nada. «Me han acusado de todo eso responde. Pero no creo que lo que describo se aparte un milímetro de la vida real».
Con la publicación del libro, la vida de Katsuyama ha dado un vuelco. Nunca antes había aparecido en televisión y ese mismo día hizo su debut en el programa estelar de la cadena CBS. Después apareció en directo en el canal de economía CNBC. Este canal tiene un plató enclavado en el mismo centro de la Bolsa de Nueva York. Allí, Brad Katsuyama tuvo que vérselas con William O'Brien, presidente de BATS Global Markets, uno de los operadores bursátiles más grandes del mundo. Frodo contra el señor de Mordor.
William O'Brien acusó a Lewis de haberle escrito a Katsuyama un folleto publicitario de 300 páginas y se mostró más que enojado por el hecho de que se sugiriese que los mercados estadounidenses estaban trucados. Katsuyama se las arregló para mantener la calma y no perder la sonrisa. Para Lewis, ese cara a cara fue muy interesante. «Aunque quienes lo encontraron interesantísimo fueron los tipos de Wall Street agrega. En las salas de transacciones pararon de trabajar. Un millar de fulanos lo dejaron todo para ver el espectáculo. Un hombre que trabaja en una de las grandes firmas de Wall Street luego me contó algo divertido. Estaban viendo la discusión, y un colega de repente le preguntó: '¿Nuestra firma trabaja en el Mercado de Valores que dirige ese que está tan cabreado [O'Brien]?' Mi fuente le respondió: 'Pues sí'. '¿Y nuestra firma no opera en el mercado que lleva el más canijo [Katsuyama]?'. Mi fuente contestó: 'Pues no'. Y su colega entonces aseveró: 'Pues estamos jodidos'». Lewis se ríe al narrar la anécdota. «Todos aquellos fulanos de la Bolsa ovacionaron a Katsuyama. Un hombre corpulento lo levantó en brazos como si fuera un héroe». A esas alturas, el libro era la comidilla de la ciudad.
La principal crítica dirigida a Lewis es que, lejos de ser malas para los mercados, las operaciones de alta frecuencia contribuyen a hacerlos más eficientes y favorecen a los pequeños inversores. Algunos llegan a decir que Lewis se ha alineado junto con los hedge funds en contra del pequeño ahorrador. «No sé de dónde se sacan eso. Los grandes hedge funds se encuentran en el mismo lado del mercado, el lado perdedor, como sucede con los inversores individuales. Pero incluso si hacemos abstracción del tipo que está en su casa en calzoncillos jugando a la Bolsa por Internet, el grueso de los ahorros de la clase media se encuentra en las grandes instituciones». Michael Lewis agrega que los brókeres de alta frecuencia se benefician de la volatilidad de los mercados. «La volatilidad crea inestabilidad en el mercado y resulta vergonzosa. Estamos hablando de individuos ricos que directamente están robando dinero a las clases medias».

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