New Orleans a primeros de abril en el '94
él está condenado a morir por amar demasiado
si quisieras ahora venir
y acabar de una vez con mi vida
yo te lo pido blanca mujer
que me lleves a tu eterna guarida
tengo tantas ganas de ti
pero no puedo llevarte ahora
te toca todavía vivir
porque aún no te ha llegado la hora
Soñó una foto virtual de su amor enlutado
él está condenado a morir por amar demasiado
si quisieras ahora venir
y acabar de una vez con mi vida
yo te lo pido blanca mujer
que me lleves a tu eterna guarida
Nadie quiere nada de mí
y tú quieres que te quite la vida
pero yo no soy dueño de mi
solo espero la campana de arriba
tengo tantas ganas de ti
pero no puedo llevarte ahora
y te toca todavía vivir
porque aún no te ha llegado la hora
en un día de primeros de abril, hay un hombre esperando a morir...
TÍTULO: TRISTES PRINCESAS,.
En 1719, la princesa Elisabeth-
Charlotte –más conocida como
Liselotte y única cuñada del rey Luis
XlV– escribió: “No tengo por muy
feliz la condición de reina: en mi
vida habría querido serlo. Se padece
la mayor de las coacciones y no se
disfruta de ningún poder. Una es
como un ídolo; debe aguantarlo todo
y encima mostrarse contenta”. La
dama en cuestión tenía entonces casi
70 años y había vivido en la corte de
Versalles desde los 19.
Esta princesa
palatina, famosa por su franqueza
y rebeldía, conoció de primera
mano las desdichas que padecían las
soberanas en la corte francesa. En
las cartas que se publicaron tras su
muerte describe Versalles como una
prisión “llena de intrigas “ y critica
el papel “meramente decorativo y
reproductor” de las mujeres de su
condición. En aquel tiempo, solo se
esperaba de las reinas y princesas
que ejercieran de perfectas consortes
y que alumbraran un hijo varón que
garantizase la continuidad dinástica.
Aunque los tiempos han cambiado, aún hoy
algunas princesas modernas comparten las mismas
desdichas que denunciaba la astuta y culta Liselotte.
Todas tienen en común la soledad, el desarraigo,
la nostalgia o el sufrimiento por no poder dar un
heredero al trono. En Mónaco, tres años después de
su boda de cuento de hadas, la princesa Charlene
vive en una corte hostil donde se siente una extraña.
Esta escultural princesa nacida en Sudáfrica y de
profesión nadadora, es duramente criticada por la
alta sociedad, que la considera
una intrusa. Su antecesora, la
glamurosa Grace Kelly, le dejó
tan alto el listón que hasta el
momento se ha mantenido en un
discreto segundo plano, agobiada
por las odiosas comparaciones.
Los que la conocen hablan de su
inteligencia, su determinación
y su capacidad para afrontar
adversidades. Por el momento, es
una figura decorativa, silenciosa y
triste que vive presionada por dar
a luz al futuro soberano.
A miles de kilómetros de Mónaco, otra princesa ha sucumbido a los rigores e intrigas de la corte. Masako, esposa del heredero de Japón, ve pasar sus tristes y ociosos días tras los muros de un palacio que en raras ocasiones abandona. Y sin embargo, cuando el mundo conoció su historia, muchos pensaron que era un romántico cuento de hadas. Ella, una joven exitosa y preparada, de buena familia, que había estudiado en Oxford y Harvard, fue la elegida por el príncipe Naruhito para convertirse en futura emperatriz. Aquella muchacha inteligente, culta y encantadora es hoy una sombra de sí misma.
Tras su fastuosa boda, su ánimo se vino abajo y sucumbió a la melancolía. Cautiva en palacio, anulada su personalidad y obligada a cumplir con su limitado papel en una corte anticuada donde se vigilan todos sus movimientos, Masako se derrumbó. Las terribles presiones para alumbrar un hijo varón fueron el golpe definitivo. Ni el amor de su esposo, ni el cariño de su única hija, Aiko, han levantado el ánimo a una mujer víctima de la rigidez de la casa imperial. Una princesa en contra de su voluntad, como tantas otras, atrapada en una jaula de oro que no ha podido cambiar su trágico destino.
A miles de kilómetros de Mónaco, otra princesa ha sucumbido a los rigores e intrigas de la corte. Masako, esposa del heredero de Japón, ve pasar sus tristes y ociosos días tras los muros de un palacio que en raras ocasiones abandona. Y sin embargo, cuando el mundo conoció su historia, muchos pensaron que era un romántico cuento de hadas. Ella, una joven exitosa y preparada, de buena familia, que había estudiado en Oxford y Harvard, fue la elegida por el príncipe Naruhito para convertirse en futura emperatriz. Aquella muchacha inteligente, culta y encantadora es hoy una sombra de sí misma.
Tras su fastuosa boda, su ánimo se vino abajo y sucumbió a la melancolía. Cautiva en palacio, anulada su personalidad y obligada a cumplir con su limitado papel en una corte anticuada donde se vigilan todos sus movimientos, Masako se derrumbó. Las terribles presiones para alumbrar un hijo varón fueron el golpe definitivo. Ni el amor de su esposo, ni el cariño de su única hija, Aiko, han levantado el ánimo a una mujer víctima de la rigidez de la casa imperial. Una princesa en contra de su voluntad, como tantas otras, atrapada en una jaula de oro que no ha podido cambiar su trágico destino.
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