-2-Holanda | México-1- Resultado Final,.
Holanda clama venganza. Algún día tendrá que ganar un Mundial, pero va por partes. Mucho cuidado con México, que no tiene miedo a nadie. Los aztecas piensan que ha llegado la hora de pasar la barrera de octavos. En directo a las 18.00 horas en GolT y MARCA.com,foto
Holanda está de enhorabuena. La Oranje recupera a su capitán, Robin van Persie para el partido de octavos de final contra México. El ariete del United se perdió el partido contra Chile por sanción.
TÍTULO: EL MUNDIAL,GANO PENALTIS-5- Costa Rica-1- | Grecia-1-,.PENALTIS-4
GANO, PENALTIS-5- Costa Rica-1- | Grecia-1-,.PENALTIS-4- Resultado Final,.
Costa Rica y Grecia, a por el sueño de los cuartos
El cruce de los tapados
TÍTULO: DESAYUNO DE DOMINGO CON ALASKA CANTANTE,.
- XLSemanal. ¿No es muy conservador eso de las tea parties?Alaska. Está bien jugar con los extremos que no se tocan. Y con Sarah Palin ...
Desayuno de domingo con... Alaska: "Vivo dentro de mi burbuja. Lo de fuera me causa urticaria"
Soy cantante, compositora, presentadora, empresaria, actriz... En resumen, 'entertainer' profesional. En este momento, os entretengo desde Internet con un programa de debate y diálogo que se llama 'El tea party de Alaska y Mario'.
XLSemanal. ¿No es muy conservador eso de las tea parties?
Alaska. Está bien jugar con los extremos que no se tocan. Y con Sarah Palin tendría mucho de qué hablar.
XL. Una tea party nocturna donde toman cervezas, refrescos, fresas...
A. Y pastitas que nos manda la gente; es un poco tipo Sálvame, que es un programa que me divierte mucho.
XL. Dice que le caen mal las chicas y que sus mejores amigas son 'mariconas'.
A. No tengo empatía con la mayoría de las mujeres. Pero, seamos sinceros, tampoco con la mayoría de los hombres.
XL. ¿Entonces?
A. Me atraen las personas que no son prototipo ni de su género ni de sus roles. Y tengo declarada heterofobia.
XL. ¿Y cómo lo soporta?
A. Con mi propia burbuja, porque fuera hay un mundo que me causa urticaria.
XL. Explíquese...
A. Es fácil de entender: no soporto al hetero que ejerce de hetero y que te restriega su superioridad numérica.
XL. ¿El siglo XXI es el de la decepción para la gente de la Movida?
A. Sí. Nos vendieron que vestiríamos como los Jetsons y viajaríamos en naves espaciales, pero aquí seguimos... En el ámbito social y estético, esto es un chof.
XL. En su tea party caben desde Carmen Lomana hasta la Veneno...
A. Se trata de plantear un tema y tener pluralidad de opiniones. Lo que yo pienso, y lo que piensan mis más cercanos, ya me lo sé de memoria.
XL. Pues Mario Vaquerizo y Nacho Canut no paran de hablar...
A. [Ríe]. Este es el trabajo en el que menos hablo... ¡Si no me dejan!
XL. Ya lleva 15 años con Mario. ¡Su relación parece una obra de Delibes!
A. Y cada año celebramos dos cosas: el primer beso y el día que nos casamos en Las Vegas, mi auténtica boda...
XL. Dice que adora las caras operadas.
A. ¡Mucho! Las que vosotros llamáis caras de velocidad me parecen fascinantes. Pero Enrique Monereo me echaría del quirófano si le propusiera lo que me gustaría que me hiciera [risas].
XL. ¿Un hijo le hubiera cambiado mucho su mundo?
A. ¡Todo! Por eso tome la decisión meditada y voluntaria de no tenerlo.
XL. ¿Qué le preocupa?
A. Mis tres hipotecas [risas]. Soy autónoma y artista, pago el 50 por ciento de impuestos, no tengo paro y mi jubilación será de 300 euros. Tengo diez minijobs, pero los diez me gustan. Esta es mi realidad.
Su desayuno: «Siempre estoy a dieta; si no, pesaría 200 kilos. En casa solo tomo un batido de proteínas, pero, cuando estoy en un hotel, me como todo lo que me pongan delante».
TÍTULO: EL BARCO DEL AMOR,.
- Mi barco no salió al mar. Permaneció atracado en el puerto de Barcelona mientras todo ocurrió. Ay. Yo entonces era reportero de una revista ...-foto,.
Peter Viertel decía que los mejores romances son los que ocurren a bordo de un transatlántico. Sobre todo si el flirt es adúltero, porque al llegar a puerto los amantes se dispersan y regresan a sus vidas con apenas un recuerdo secreto que visitar de vez en cuando. Un amorío en un barco, ay.
Mi barco no salió al mar. Permaneció atracado en el puerto de Barcelona mientras todo ocurrió. Ay. Yo entonces era reportero de una revista de viajes, y me habían invitado a la fiesta de presentación de un gigantesco crucero italiano: cena, barra libre y estancia de una noche en un camarote en el que resultaba fácil imaginarse en alta mar, abolidas las reglas de la vida habitual. Por el ojo de buey se veía la estatua de Colón y un neón de Telepizza. Pero, mentalmente, yo atravesaba galernas en el Atlántico norte, de esmoquin, con fichas de ruleta en la mano, observando cómo la copa del Dry Martini se deslizaba por la barra por culpa de los embates oceánicos. Mentalmente.
El azar depositó en la mesa en la que me correspondió cenar a una presentadora de televisión italiana embutida en un vestido plateado, como de mercurio. Llamémosla... ehhh... Nina. Carezco de sensibilidad poética para describir con metáforas como la de los dientes de perla la belleza de la mujer, así que me limitaré a decir que Nina estaba buena. Y yo de esmoquin en la galerna, con fichas de ruleta resonando en mi mano. Mentalmente. Tiré durante la cena con toda la munición que tenía. Mis mejores chistes. Mi juego de muñeca con el encendedor, inspirado en Philip Marlowe. Todas las frases que pude plagiar a Woody Allen. Fingí que me interesaba muchísimo su proyecto de decorar personalmente una casa recién comprada en la Toscana (aunque, mientras me contaba eso, yo visualizaba goles de Maradona). Hasta probé arteros trucos sentimentales, como contarle cuánto me gustaba rescatar cachorros en la calle y espulgarlos con mis propias manos.
En la mesa había también un torero. Así que yo no paraba de acordarme de la anécdota de Jardiel Poncela, de cuando se trabajó con ingenio, durante toda una velada, a una bella dama peruana que luego se marchó con un torero que no había abierto la boca, pero era un torero. Sin embargo, Nina era inmune a las tentaciones folclóricas y a los clichés de la virilidad, afortunadamente. Lo nuestro prosperó entre risas cada vez más cálidas a lo largo de una cena en la que los rasgos de los demás comensales se me desenfocaron por completo: no los necesitaba ya ni como figuración de mi romance en alta mar, esmoquin, galerna, fichas, copa que por fin estalla contra el suelo. Mentalmente.
A la hora del baile y la barra libre, yo largaba propinas a los camareros para que nunca nos faltara de beber. Le olía bien el pelo al bailar. Hacia las dos de la madrugada, Nina me miró, me dijo al oído el número de su camarote, me pidió cinco minutos de ventaja, y enfiló hacia el ascensor, toda ella culo en movimiento. Esperé cinco minutos, imitando el modo de apoyarse en una columna de Alain Delon, y, cuando me disponía a pulsar el botón del ascensor, me sobrevino la pregunta terrible: «¿Qué número de camarote dijo que era?». Imposible recordarlo. ¿Por qué las mujeres de ahora no te apuntan las cosas en el dorso de la mano con el rímel o lo que sea? ¿Por qué lo confían todo a la memoria de un tipo que lleva bebiendo toda la noche? Aporreé algunas puertas al azar, sin obtener más que puteadas expresadas en tres o cuatro idiomas diferentes. Grité «Nina», arrodillado en el corredor, como Marlon Brando gritó «Stella», y alguien respondió: «¡Vete a la cama, borracho, o llamo a seguridad!». Al final, un alemán obeso que abrió su puerta en calzoncillos se compadeció y, después de vestirse, se vino conmigo a tierra a buscar un bar. Ni esmoquin ni fichas: niño, ponte un cubata de Larios.
No vi a Nina a la mañana siguiente. Pero en el aeropuerto, mientras facturaba, me sobrevino otro pensamiento: «Cubierta 3, pasillo de babor, camarote 245». Nada como el amor en alta mar.
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