Los mejores momentos de la visita de Mario Sandoval a Córdoba con de Paco Morales-foto,.
El chef visita los restaurantes más emblemáticos,.
India Martínez: "Me encanta la gastronomía cordobesa, siempre la defiendo"
Ha probado las tapas en un tablao flamenco
La cantante India Martínez y la modelo Nani Gaitán han podido
degustar las tapas creadas por Paco Morales y Victor Sandoval en un
ambiete muy cordobés, un tablao flamenco. "Me encanta la gastronomía
cordobesa, siempre la defiendo en todos sitios", ha explicado la
cantante India Martínez, que acaba de llegar de México tras una intensa
gira.
TÍTULO: ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! COMER ENTRE CUERNOS,
La decoración de los restaurantes depara sorpresas increíbles,.
Si quiero comer bien, me compro los ingredientes y me preparo yo la
comida o me voy a casa de mi madre o de mi suegra. A veces, decido ir a
comer a un restaurante, pero no es solo por comer bien cuanto por pasar
un rato agradable en un entorno especial. Y aquí es donde todo se
estropea muchas veces y lamentas no haberte quedado en casa.
El otro día comí en un restaurante serrano de Extremadura y la decoración de sus paredes y estanterías estaba compuesta por un dragón, una cobra, una máquina de escribir, un bodegón como de Zurbarán, un cuadro de punto de cruz y varias piezas de cobre, en concreto, un brasero, un caldero, dos cazos y un calentador de cama.
Mientras comía los chochos que me pusieron de aperitivo, yo miraba ora al dragón, ora al bodegón y me inquietaba. Mientras me zampaba las patatas fritas, riquísimas, y el cabrito, delicioso, la vista se me iba de la cobra a la máquina de escribir y me distraía del placer de comer.
La crítica española de restaurantes suele fijarse en la calidad de la materia prima, la variedad de la bodega, la destreza para cocinar los platos y, a veces, en los precios, pero no cuentan qué sucede mientras comes: ¿suena la tele, ponen música de la orquesta de Paul Mauriat, llegan olores desde la cocina, retumban las conversaciones, atruena la cafetera. o no sucede nada de eso?
Comer en un restaurante es una ceremonia completa que comienza con la recepción y la espera, continúa con la decoración, la luz, el servicio, las sillas, la mesa y la vajilla, la cubertería y la cristalería, la mantelería y las servilletas, los ruidos, los olores, los baños, la edición de la carta, las facilidades para dejar el abrigo, el aperitivo, la presentación de los platos, la comida, la bebida, la sobremesa y la despedida.
La idea general es que el precio de la comida estará directamente relacionado con estos factores y, sin embargo, no debería ser así. Un buen menú del día a buen precio no tiene por qué incluir la tele encendida, aunque no te interese, el aroma pegajoso de fritanga, la decoración ecléctica de batiburrillo, la atención descuidada y los baños sin papel. Pero en Extremadura aún nos falta un hervor para conseguir ese equilibrio entre la calidad, el mimo de los pequeños detalles y el precio ajustado.
Vamos avanzando poco a poco, pero aún quedan muchos comedores donde la vitrina de los postres se ha convertido en una estantería-almacén de recuerdos donde conviven el carrito hecho con pinzas de la ropa en clase de Trabajos Manuales (aún no existía la Pretecnología), las flores de plástico desteñido por mil soles, la botella de vidrio recubierta de cuerda amarillenta y polvo del siglo pasado, el botijino de barro, el osito de peluche y la cabina telefónica londinense en miniatura. Llegas, te sientas, haces la comanda, levantas la vista y no sabes si estás en un Todo a Cien o en casa de tu tía Petronila.
Y si preguntas a un colega por el ambiente de tal o cual restaurante, te responde que da lo mismo, que él va a ese sitio solo a comer, que no se fijó en la luz y que le dan lo mismo los colores de la comida porque en comiendo, lo importante es la cantidad, no los detalles, lo que cuenta es masticar y no ver.
Y qué decir de esos comedores de lujo donde almuerzas rodeado de grandes cornamentas de venados, mientras te observan los ojos vidriosos de un gamo disecado y te amenazan los colmillos afilados de un jabalí. ¡Con lo desagradable que resulta comer entre cadáveres!
Tenemos, en fin, magnífica materia prima, recetas auténticas y grandes profesionales. Ahora solo falta atender a los detalles.
TÍTULO: TRAZOS, EL ULTMO CANTE DE PEPE, EL MOLINERO,.
El otro día comí en un restaurante serrano de Extremadura y la decoración de sus paredes y estanterías estaba compuesta por un dragón, una cobra, una máquina de escribir, un bodegón como de Zurbarán, un cuadro de punto de cruz y varias piezas de cobre, en concreto, un brasero, un caldero, dos cazos y un calentador de cama.
Mientras comía los chochos que me pusieron de aperitivo, yo miraba ora al dragón, ora al bodegón y me inquietaba. Mientras me zampaba las patatas fritas, riquísimas, y el cabrito, delicioso, la vista se me iba de la cobra a la máquina de escribir y me distraía del placer de comer.
La crítica española de restaurantes suele fijarse en la calidad de la materia prima, la variedad de la bodega, la destreza para cocinar los platos y, a veces, en los precios, pero no cuentan qué sucede mientras comes: ¿suena la tele, ponen música de la orquesta de Paul Mauriat, llegan olores desde la cocina, retumban las conversaciones, atruena la cafetera. o no sucede nada de eso?
Comer en un restaurante es una ceremonia completa que comienza con la recepción y la espera, continúa con la decoración, la luz, el servicio, las sillas, la mesa y la vajilla, la cubertería y la cristalería, la mantelería y las servilletas, los ruidos, los olores, los baños, la edición de la carta, las facilidades para dejar el abrigo, el aperitivo, la presentación de los platos, la comida, la bebida, la sobremesa y la despedida.
La idea general es que el precio de la comida estará directamente relacionado con estos factores y, sin embargo, no debería ser así. Un buen menú del día a buen precio no tiene por qué incluir la tele encendida, aunque no te interese, el aroma pegajoso de fritanga, la decoración ecléctica de batiburrillo, la atención descuidada y los baños sin papel. Pero en Extremadura aún nos falta un hervor para conseguir ese equilibrio entre la calidad, el mimo de los pequeños detalles y el precio ajustado.
Vamos avanzando poco a poco, pero aún quedan muchos comedores donde la vitrina de los postres se ha convertido en una estantería-almacén de recuerdos donde conviven el carrito hecho con pinzas de la ropa en clase de Trabajos Manuales (aún no existía la Pretecnología), las flores de plástico desteñido por mil soles, la botella de vidrio recubierta de cuerda amarillenta y polvo del siglo pasado, el botijino de barro, el osito de peluche y la cabina telefónica londinense en miniatura. Llegas, te sientas, haces la comanda, levantas la vista y no sabes si estás en un Todo a Cien o en casa de tu tía Petronila.
Y si preguntas a un colega por el ambiente de tal o cual restaurante, te responde que da lo mismo, que él va a ese sitio solo a comer, que no se fijó en la luz y que le dan lo mismo los colores de la comida porque en comiendo, lo importante es la cantidad, no los detalles, lo que cuenta es masticar y no ver.
Y qué decir de esos comedores de lujo donde almuerzas rodeado de grandes cornamentas de venados, mientras te observan los ojos vidriosos de un gamo disecado y te amenazan los colmillos afilados de un jabalí. ¡Con lo desagradable que resulta comer entre cadáveres!
Tenemos, en fin, magnífica materia prima, recetas auténticas y grandes profesionales. Ahora solo falta atender a los detalles.
TÍTULO: TRAZOS, EL ULTMO CANTE DE PEPE, EL MOLINERO,.
EDITADO POR LA DIPUTACION DE BADAJOZ,.
Zambrano dedica su último libro al cantaor extremeño Pepe El Molinero,.foto,.
Con este trabajo, según el autor, rinde homenaje al artista de Campanario. También realiza un recorrido histórico por el flamenco de este municipio pacense,.
El flamencólogo Francisco Zambrano presentó ayer en la Diputación de Badajoz el libro José María Gallardo Ponce. Pepe el Molinero (1895-1985) ,
con el que, según su propio autor, además de hacer "justicia a quien se
lo merece", se realiza también un recorrido histórico del flamenco por
el pueblo natal del cantaor, Campanario. De hecho, se dedica un capítulo
a la peña flamenca del municipio, considerada "como la más señera y con
solera de la región y una de las mejores del país".
Zambrano presentó el libro, que incluye un CD con cantes de Ponce, acompañado por el diputado de Cultura, Miguel Ruiz, quien recordó que el flamencólogo ha investigado y redescubierto grandes figuras del flamenco extremeño, entre ellas el protagonista de esta última publicación.
Del libro, Ruiz destacó un "curioso" capítulo dedicado a María Casado, habitual acompañante de Molinero y mujer guitarrista pionera en Extremadura. "Es el flamenco de la zona este de Badajoz, de La Siberia y La Serena", apuntó el diputado.
Por su parte, Elías López, alcalde de Campanario, señaló que su municipio "cree en el flamenco, de ahí el hecho de que una localidad con poco más de cinco mil habitantes haya tenido dos peñas flamencas". .
También el presidente de la Federación Provincial de Peñas Flamencas, Celestino Vegas, valoró la labor del autor en su interés por rescatar insignes figuras del cante extremeño. En este sentido, Zambrano aseguró que con este libro cumple "el compromiso iniciado hace 30 años cuando se fundó la Federación de Entidades Flamencas y conseguimos la homologación de cantes extremeños y que Porrina fuera valorado su ciudad".
Este es el cuarto libro de Francisco Zambrano que edita la Institución Provincial, tras los dedicados a Porrina de Badajoz, José Pérez de Guzmán y Manuel Infante, El Niño de Fregenal .
Zambrano presentó el libro, que incluye un CD con cantes de Ponce, acompañado por el diputado de Cultura, Miguel Ruiz, quien recordó que el flamencólogo ha investigado y redescubierto grandes figuras del flamenco extremeño, entre ellas el protagonista de esta última publicación.
Del libro, Ruiz destacó un "curioso" capítulo dedicado a María Casado, habitual acompañante de Molinero y mujer guitarrista pionera en Extremadura. "Es el flamenco de la zona este de Badajoz, de La Siberia y La Serena", apuntó el diputado.
Por su parte, Elías López, alcalde de Campanario, señaló que su municipio "cree en el flamenco, de ahí el hecho de que una localidad con poco más de cinco mil habitantes haya tenido dos peñas flamencas". .
También el presidente de la Federación Provincial de Peñas Flamencas, Celestino Vegas, valoró la labor del autor en su interés por rescatar insignes figuras del cante extremeño. En este sentido, Zambrano aseguró que con este libro cumple "el compromiso iniciado hace 30 años cuando se fundó la Federación de Entidades Flamencas y conseguimos la homologación de cantes extremeños y que Porrina fuera valorado su ciudad".
Este es el cuarto libro de Francisco Zambrano que edita la Institución Provincial, tras los dedicados a Porrina de Badajoz, José Pérez de Guzmán y Manuel Infante, El Niño de Fregenal .
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