Un sueño de Hitler hecho realidad
Una ciudad de vacaciones solo para
obreros. Este fue uno de los proyectos estrella de Hitler. Nunca llegó a
inaugurarse. Ahora, 76 años después, va a convertirse en un 'resort' de
lujo. La polémica noticia ha desempolvado la estrategia que urdió el
nazismo para capturar el favor de la clase trabajadora. por José Segovia
¿Le gustaría comprar un apartamento de lujo en un complejo turístico nazi?
Ahora es posible. La compañía alemana Metropole Marketing ha decidido
dar vida a una de las construcciones más gigantescas del Tercer Reich:
la ciudad balneario de Prora, enclavada en la isla de Rügen, a orillas
del mar Báltico.
En ese lugar del noroeste del país, Adolf Hitler ordenó construir una estación vacacional para veinte mil trabajadores que incluía teatro, cine, piscinas y un aparcamiento que podía albergar cinco mil vehículos. El estallido de la guerra impidió la apertura de las instalaciones, que durante un tiempo fueron ocupadas por la Luftwaffe.
Setenta y nueve años después, el faraónico balneario nazi, compuesto por ocho edificios que se extienden a lo largo de cuatro kilómetros, a 150 metros de la playa, abre sus puertas a los inversores europeos. Sus promotores hablan de un proyecto «colosal de fama mundial», unas palabras que han desatado la polémica, ya que son similares a las que utilizó el Führer cuando lo presentó en 1936. Para los más críticos, estos edificios representan la barbarie de una época oscura, razón más que suficiente para no banalizar la comercialización de los apartamentos.
La idea de construir el complejo turístico de Prora comenzó poco después del 2 de mayo de 1933, cuando tropas de la Sturmabteilung (SA) ocuparon y desmantelaron los sindicatos, integrando a sus miembros en el recién creado Frente Alemán del Trabajo. Este organismo puso en marcha un programa, llamado Kraft durch Freude ('Fuerza a través de la Alegría'), para que los obreros pudieran disfrutar de unos días de vacaciones al año. Más de la mitad de los 42.000 trabajadores de Siemens en Berlín nunca habían tenido días de asueto. A lo sumo, acudían los fines de semana a los lagos y bosques que rodean la ciudad.
Vacaciones con cuotas
Fuerza a través de la Alegría fue diseñado por el Gobierno para asegurar el apoyo de gran parte de la clase obrera al régimen nazi. Se financiaba con cuotas del 1,5 por ciento del sueldo de los trabajadores y ofrecía grandes descuentos para hacer excursiones por el país y asistir al teatro o a salas de conciertos. El gigantesco balneario de Prora fue uno de los proyectos estrella del nuevo programa, que también organizaba cruceros que navegaban a España, Italia y Noruega, aunque solo el diez por ciento del pasaje era ocupado por obreros. El restante 90 por ciento pasaba a manos de miembros del partido nazi, que siempre conseguían los mejores camarotes.
Informes internos de la Gestapo revelaron que junto con esos pasajeros viajaban algunas prostitutas. Sin embargo, a pesar de esos casos de corrupción, la organización Fuerza a través de la Alegría fue todo un éxito, que llegó a convertirse en el símbolo del bienestar que prometía el nacionalsocialismo a sus trabajadores. Millones de alemanes tuvieron la oportunidad de disfrutar de sus primeros días de vacaciones y de conocer Berlín y Múnich, dos de los destinos más demandados por los obreros.
Piscinas públicas
Los trabajadores que visitaban la capital alemana se reunían en la berlinesa Potsdamer Platz para sentarse en la terraza del café Josty y observar el torbellino de gentes y coches que circulaban por esa céntrica zona de la ciudad. A partir de 1936, miles de obreros que provenían de otras partes del país acudían cada día al estadio olímpico de Berlín y disfrutaban con las piscinas públicas, a las que ya no podían acceder los judíos.
Muchos se acercaban al hotel Adlon, situado en el elegante paseo Unter den Linden, donde se alojaban los famosos, como la actriz Olga Chejova o la directora de documentales Leni Riefenstahl. Aunque no podían acceder a pasar una noche en sus lujosas suites, los obreros también acudían al hotel Esplanade, con su sofisticada pista de baile en el Patio de las Palmeras, donde quizá, con un poco de suerte, podrían ver a algunos de los actores de moda del cine nazi.
Algunos de aquellos trabajadores hubieran dado el salario de un año por poder cruzar unas palabras con la bellísima actriz checa Lída Baarová, que en el verano de 1938 mantenía una aventura amorosa con Joseph Goebbels. Aquel idilio acabó bruscamente cuando Hitler ordenó a su ministro de Propaganda que abandonara a la joven eslava, dado que era de «raza inferior».
Una vez recuperado del escándalo, el todopoderoso Reichminister presionó a varias empresas para que fabricasen receptores de radio económicos para todos los alemanes. La gente ya no podría evitar escuchar a todas horas los discursos del dictador, ni siquiera en sus días de asueto. Goebbels había ordenado colocar miles de altavoces en los balnearios, calles y comercios de las ciudades alemanas. La propaganda a través del cine y la radio fue el vehículo ideal para vender un programa de vacaciones nunca visto en el país.
Cien mil obreros viajaban cada año a la ciudad bávara de Landsberg para conocer la prisión en la que su admirado líder había escrito Mein kampf('Mi lucha') en 1924. La popularidad del Führer alcanzó nuevas cotas cuando decretó el Anschluss ('anexión') de Austria en marzo de 1938, lo que animó a miles de trabajadores alemanes a visitar Viena, Salzburgo y otras localidades austriacas.
En 1933, Hitler presionó al empresario Ferdinand Porsche para que diseñara un automóvil que alcanzara los 100 kilómetros por hora; no consumiera más de 7 litros cada 100 kilómetros; tuviera cinco plazas y que no costara más de mil marcos para que cualquier trabajador alemán pudiera adquirirlo. Eran exigencias casi imposibles en esa época, pero Porsche se encerró en su estudio y trató de buscar la forma de agradar a Hitler.
Porsche popular
En febrero de 1938, el modelo definitivo fue presentado a los alemanes. Se denominó KdF, siglas de Kraft durch Freude ('Fuerza a través de la Alegría'). Pero en octubre de aquel año el nombre de la sociedad pasó a denominarse Volkswagen (coche del pueblo). Se hicieron presentaciones del automóvil en diversas ciudades, pero solo un puñado de trabajadores pudo disfrutarlo. El estallido de la guerra paralizó su producción, ya que el régimen decidió utilizar el talento de Porsche para la construcción de carros de combate, como el Tiger.Los escasos modelos de Volkswagen que circularon por las nuevas autopistas podrían haber sido usados por obreros para viajar a la nueva estación vacacional de Prora, pero el ataque alemán a Polonia lo impidió.
Teatro y conciertos
Gracias a la organización Fuerza a través de la Alegría, muchos alemanes también viajaron a Múnich para visitar algunos ejemplos de la nueva arquitectura del régimen, como la Casa del Arte Alemán (todavía en pie en la capital bávara). En 1937, 1,4 millones de trabajadores se beneficiaron de los paquetes vacacionales. Ese mismo año, la organización llevó a 13,5 millones de alemanes a obras de teatro y a 3,5 millones a conciertos de música.
El programa de vacaciones nazi hizo posible que millones de obreros acudieran en masa a la exposición Arte degenerado, que exhibió las obras de pintores «bolcheviques y judíos», como Marx Ernst, Ernst Ludwig Kirchner, Marc Chagall, Otto Dix, o Paul Klee. Mientras estos artistas fueron perseguidos por la Gestapo, los adeptos al régimen prosperaron en el estrecho mundo cultural del Tercer Reich, como el escultor Arno Breker o los directores de orquesta Herbert von Karajan y Wilhelm Furtwängler.
Proporcionar ocio y diversión a los alemanes se convirtió en uno de los principales símbolos del nacionalsocialismo. El programa Fuerza a través de la Alegría también fortaleció la idea de crear una comunidad racial del pueblo (Volksgemeinshaft). Además, el pleno empleo facilitó la recuperación industrial y el desarrollo de la maquinaria bélica, que abrió las puertas al gran objetivo del Tercer Reich: construir un imperio en Europa central y oriental que durara mil años.
Apartamentos de lujo para el siglo XXI
Los ocho edificios idénticos del proyecto Prora se vendieron en 2012 por 3,2 millones de euros a la empresa Metropole Marketing, que lo ha reconvertido en un hotel de lujo de 400 habitaciones y 400 apartamentos con spa y vistas al mar Báltico. Ya han vendido cerca de 60 apartamentos por entre 178.000 y 1,2 millones de euros. Los más grandes tienen solárium y una suite de 100 m2. «Los nazis no llegaron a utilizarlo y el lugar sigue siendo hermoso», asegura Manfred Hartwig, representante de Metropole Marketing.
Para saber más: Strength through joy: consumerism and mass tourism in the Third Reich. Shelley Baranowski. Cambridge University Press.
TÍTULO:¿Tenéis calor? Os refresco un poco,.
foto
En ese lugar del noroeste del país, Adolf Hitler ordenó construir una estación vacacional para veinte mil trabajadores que incluía teatro, cine, piscinas y un aparcamiento que podía albergar cinco mil vehículos. El estallido de la guerra impidió la apertura de las instalaciones, que durante un tiempo fueron ocupadas por la Luftwaffe.
Setenta y nueve años después, el faraónico balneario nazi, compuesto por ocho edificios que se extienden a lo largo de cuatro kilómetros, a 150 metros de la playa, abre sus puertas a los inversores europeos. Sus promotores hablan de un proyecto «colosal de fama mundial», unas palabras que han desatado la polémica, ya que son similares a las que utilizó el Führer cuando lo presentó en 1936. Para los más críticos, estos edificios representan la barbarie de una época oscura, razón más que suficiente para no banalizar la comercialización de los apartamentos.
La idea de construir el complejo turístico de Prora comenzó poco después del 2 de mayo de 1933, cuando tropas de la Sturmabteilung (SA) ocuparon y desmantelaron los sindicatos, integrando a sus miembros en el recién creado Frente Alemán del Trabajo. Este organismo puso en marcha un programa, llamado Kraft durch Freude ('Fuerza a través de la Alegría'), para que los obreros pudieran disfrutar de unos días de vacaciones al año. Más de la mitad de los 42.000 trabajadores de Siemens en Berlín nunca habían tenido días de asueto. A lo sumo, acudían los fines de semana a los lagos y bosques que rodean la ciudad.
Vacaciones con cuotas
Fuerza a través de la Alegría fue diseñado por el Gobierno para asegurar el apoyo de gran parte de la clase obrera al régimen nazi. Se financiaba con cuotas del 1,5 por ciento del sueldo de los trabajadores y ofrecía grandes descuentos para hacer excursiones por el país y asistir al teatro o a salas de conciertos. El gigantesco balneario de Prora fue uno de los proyectos estrella del nuevo programa, que también organizaba cruceros que navegaban a España, Italia y Noruega, aunque solo el diez por ciento del pasaje era ocupado por obreros. El restante 90 por ciento pasaba a manos de miembros del partido nazi, que siempre conseguían los mejores camarotes.
Informes internos de la Gestapo revelaron que junto con esos pasajeros viajaban algunas prostitutas. Sin embargo, a pesar de esos casos de corrupción, la organización Fuerza a través de la Alegría fue todo un éxito, que llegó a convertirse en el símbolo del bienestar que prometía el nacionalsocialismo a sus trabajadores. Millones de alemanes tuvieron la oportunidad de disfrutar de sus primeros días de vacaciones y de conocer Berlín y Múnich, dos de los destinos más demandados por los obreros.
Piscinas públicas
Los trabajadores que visitaban la capital alemana se reunían en la berlinesa Potsdamer Platz para sentarse en la terraza del café Josty y observar el torbellino de gentes y coches que circulaban por esa céntrica zona de la ciudad. A partir de 1936, miles de obreros que provenían de otras partes del país acudían cada día al estadio olímpico de Berlín y disfrutaban con las piscinas públicas, a las que ya no podían acceder los judíos.
Muchos se acercaban al hotel Adlon, situado en el elegante paseo Unter den Linden, donde se alojaban los famosos, como la actriz Olga Chejova o la directora de documentales Leni Riefenstahl. Aunque no podían acceder a pasar una noche en sus lujosas suites, los obreros también acudían al hotel Esplanade, con su sofisticada pista de baile en el Patio de las Palmeras, donde quizá, con un poco de suerte, podrían ver a algunos de los actores de moda del cine nazi.
Algunos de aquellos trabajadores hubieran dado el salario de un año por poder cruzar unas palabras con la bellísima actriz checa Lída Baarová, que en el verano de 1938 mantenía una aventura amorosa con Joseph Goebbels. Aquel idilio acabó bruscamente cuando Hitler ordenó a su ministro de Propaganda que abandonara a la joven eslava, dado que era de «raza inferior».
Una vez recuperado del escándalo, el todopoderoso Reichminister presionó a varias empresas para que fabricasen receptores de radio económicos para todos los alemanes. La gente ya no podría evitar escuchar a todas horas los discursos del dictador, ni siquiera en sus días de asueto. Goebbels había ordenado colocar miles de altavoces en los balnearios, calles y comercios de las ciudades alemanas. La propaganda a través del cine y la radio fue el vehículo ideal para vender un programa de vacaciones nunca visto en el país.
Cien mil obreros viajaban cada año a la ciudad bávara de Landsberg para conocer la prisión en la que su admirado líder había escrito Mein kampf('Mi lucha') en 1924. La popularidad del Führer alcanzó nuevas cotas cuando decretó el Anschluss ('anexión') de Austria en marzo de 1938, lo que animó a miles de trabajadores alemanes a visitar Viena, Salzburgo y otras localidades austriacas.
En 1933, Hitler presionó al empresario Ferdinand Porsche para que diseñara un automóvil que alcanzara los 100 kilómetros por hora; no consumiera más de 7 litros cada 100 kilómetros; tuviera cinco plazas y que no costara más de mil marcos para que cualquier trabajador alemán pudiera adquirirlo. Eran exigencias casi imposibles en esa época, pero Porsche se encerró en su estudio y trató de buscar la forma de agradar a Hitler.
Porsche popular
En febrero de 1938, el modelo definitivo fue presentado a los alemanes. Se denominó KdF, siglas de Kraft durch Freude ('Fuerza a través de la Alegría'). Pero en octubre de aquel año el nombre de la sociedad pasó a denominarse Volkswagen (coche del pueblo). Se hicieron presentaciones del automóvil en diversas ciudades, pero solo un puñado de trabajadores pudo disfrutarlo. El estallido de la guerra paralizó su producción, ya que el régimen decidió utilizar el talento de Porsche para la construcción de carros de combate, como el Tiger.Los escasos modelos de Volkswagen que circularon por las nuevas autopistas podrían haber sido usados por obreros para viajar a la nueva estación vacacional de Prora, pero el ataque alemán a Polonia lo impidió.
Teatro y conciertos
Gracias a la organización Fuerza a través de la Alegría, muchos alemanes también viajaron a Múnich para visitar algunos ejemplos de la nueva arquitectura del régimen, como la Casa del Arte Alemán (todavía en pie en la capital bávara). En 1937, 1,4 millones de trabajadores se beneficiaron de los paquetes vacacionales. Ese mismo año, la organización llevó a 13,5 millones de alemanes a obras de teatro y a 3,5 millones a conciertos de música.
El programa de vacaciones nazi hizo posible que millones de obreros acudieran en masa a la exposición Arte degenerado, que exhibió las obras de pintores «bolcheviques y judíos», como Marx Ernst, Ernst Ludwig Kirchner, Marc Chagall, Otto Dix, o Paul Klee. Mientras estos artistas fueron perseguidos por la Gestapo, los adeptos al régimen prosperaron en el estrecho mundo cultural del Tercer Reich, como el escultor Arno Breker o los directores de orquesta Herbert von Karajan y Wilhelm Furtwängler.
Proporcionar ocio y diversión a los alemanes se convirtió en uno de los principales símbolos del nacionalsocialismo. El programa Fuerza a través de la Alegría también fortaleció la idea de crear una comunidad racial del pueblo (Volksgemeinshaft). Además, el pleno empleo facilitó la recuperación industrial y el desarrollo de la maquinaria bélica, que abrió las puertas al gran objetivo del Tercer Reich: construir un imperio en Europa central y oriental que durara mil años.
Apartamentos de lujo para el siglo XXI
Los ocho edificios idénticos del proyecto Prora se vendieron en 2012 por 3,2 millones de euros a la empresa Metropole Marketing, que lo ha reconvertido en un hotel de lujo de 400 habitaciones y 400 apartamentos con spa y vistas al mar Báltico. Ya han vendido cerca de 60 apartamentos por entre 178.000 y 1,2 millones de euros. Los más grandes tienen solárium y una suite de 100 m2. «Los nazis no llegaron a utilizarlo y el lugar sigue siendo hermoso», asegura Manfred Hartwig, representante de Metropole Marketing.
Para saber más: Strength through joy: consumerism and mass tourism in the Third Reich. Shelley Baranowski. Cambridge University Press.
TÍTULO:¿Tenéis calor? Os refresco un poco,.
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Los visitantes del Hakkeijima Sea Paradise Aquarium de
Tokio, Japón, se llevaron una sorpresa cuando una ballena beluga decidió
escupir un buen chorro de agua sobre ellos. Las ballenas beluga son
habituales en los grandes acuarios: resultan simpáticas porque son muy
expresivas.
En realidad no son ballenas, son Delphinapterus leucas, cetáceos dentados emparentados con los delfines. Quedan solo unos 150.000 ejemplares repartidos por América del Norte, Rusia y Groenlandia. Son blancas como muchas especies del Ártico. A ellas les va el fresquito, esta ha pensado que a la gente le gustaría una ducha refrescante. G. H.
En realidad no son ballenas, son Delphinapterus leucas, cetáceos dentados emparentados con los delfines. Quedan solo unos 150.000 ejemplares repartidos por América del Norte, Rusia y Groenlandia. Son blancas como muchas especies del Ártico. A ellas les va el fresquito, esta ha pensado que a la gente le gustaría una ducha refrescante. G. H.
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