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Hoy es el cuartel general de la casa Ferragamo, pero
ha servido como biblioteca, hotel, galería de arte y centro público. Un
a gran exposición celebra el romance entre el 'palazzo' y la ciudad de
Florencia.
Ahora, para celebrar que hace 150 años Florencia fue capital de Italia durante seis años (y el palazzo, como su ayuntamiento), el Museo Ferragamo ha inaugurado una gran exposición retrospectiva, 'Un palazzo e la città' (que podrá verse hasta el 3 de abril de 2016), y explora las muchas encarnaciones del palacio a lo largo de la bulliciosa historia de Florencia: hogar de la noble casa Spini (responsable, en parte, del exilio de Dante, que tiene una destacada presencia en la muestra); hotel en la era dorada del 'grand tour', donde se alojaron, entre otros, Metternich y Liszt; crisol cultural; centro político del Risorgimento; biblioteca cuyos tomos consultaron Mark Twain, André Gide o Henry James; galería de arte; y, por supuesto, hogar y museo de la casa Ferragamo, que restauró el palacio en los años 30 del siglo pasado para devolverle su esplendor y lo considera, desde entonces, su hogar.
Las salas que muestran casi 1.000 pares de zapatos creados por la firma y el pañuelo conmemorativo, 'View', con el logo de la exposición, son buena muestra de un cariño forjado a lo largo de casi 80 años de historia conjunta.
TÍTULO: UN PAIS PARA COMERSELO, Un gigante delante y detrás de la cámara,.
UN PAIS PARA COMERSELO, Un gigante delante y detrás de la cámara,.fotos,.
Un gigante delante y detrás de la cámara,.
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Capitán Swing publica en España 'Ciudadano Wells', las conversaciones entre Peter Bogdanovich y Orson Welles,.
Rodar una obra maestra a los 25 años hace que todo lo que venga después sea un declive constante. Orson Welles, que jamás se había puesto detrás de una cámara, hizo esa gesta y filmó 'Ciudadano Kane' cuando era un joven inexperto en los secretos de séptimo arte. Aunque después de este película siguió haciendo historia, el cineasta cree que todo lo posterior a ella fue un rodar cuesta abajo. Con la historia de ese magnate inspirado en William Randolph Hearst, Welles ganó el Oscar al mejor guión original, pero también se atrajo la inquina de los grupos más conservadores de Hollywood. Nadie sabe qué hubiera pasado si ese mundillo mezquino no hubiera puesto trabas a todo su portentoso talento. Porque al lado de obras maestras, Welles dejó tras sí bastantes cintas incompletas o simplemente fallidas.
Orondo, excéntrico y lenguaraz, Orson Welles confiaba en poca gente. Su círculo de íntimos lo integraron Gregg Toland, Joseph Cotten y pocos más. En el libro 'Ciudadano Welles' (Capitán Swing), el genio del cine repasa su relación con la radio, el teatro, el cine y la televisión, al tiempo que desgrana comentarios sobre su siempre problemática relación con la industria cinematográfica. El libro está hecho a partir de las conversaciones que mantuvo con el también director Peter Bogdanovich.
Ese hombre descomunal que fue Orson Welles tuvo una vida azarosa desde bien temprano. De joven vagó por Marruecos, se afincó en Sevilla, donde vivió encima de un burdel, y debutó como torero en una tarde que fue todo un fiasco. Sus maneras ante el astado eran tan deplorables que su actuación le acarreó un botellazo que le dejó como señal indeleble una cicatriz sobre el labio.
Las charlas que mantiene el cineasta con su colega Peter Bogdanovich tienen un cariz técnico y académico. Nada que ver con las maledicencias que confió a Henry Jaglom, quien alentó a Welles para que se despachara a gusto. Y ciertamente lo hizo. El creador incomprendido destila todo su vitriolo contra el «cine terapéutico» de Woody Allen, arremete contra Elia Kazan por delator, carga contra la etapa americana de Hitchcock y se muestra mordaz al recordar la lujuria desatada de Katherine Hepburn. Grace Kelly no le iba a la zaga, pero era mucho más discreta que esa niña que era toda una fiera. Sin embargo, no todo es veneno en boca de Welles. Este actor de voz enronquecida por el humo de los puros se prodigaba en elogios a Von Stroheim, Joseph Cotten, John Ford, Sydney Greenstreet y Michael Caine.
Ese recién llegado al mundo del cine capturó las verdades esenciales del cine viendo una y otra vez 'La diligencia', de John Ford, quien le acabó recibiendo en su yate pese a las abismales discrepancias políticas.
Welles cambió la historia del cine con 'Ciudadano Kane', pero su filmografía no se ciñe sólo a esta joya. Firmó también 'La dama de Shanghai', 'Otelo', 'Macbeth' o 'Sed de mal'. En la primera película cometió el sacrilegio de presentar a una Rita Hayworth con el pelo corto teñida de rubio, lo que concitó la ira de sus admiradores. Por nada del mundo Hayworth podía interpretar el papel de mujer fatal. Una decisión nada rara en un Welles que decía haberse aburrido muchísimo en su matrimonio con una de las actrices más bellas del cine.
El hombre que aterrorizó a un país con la adaptación radiofónica de 'La guerra de los mundos', de H. G. Wells, cuenta de forma elocuente el pánico que sembró su narración. «Los hogares se quedaron desiertos y las iglesias se abarrotaron. Desde Nashville a Minneapolis la gente se lamentaba y se rasgaba las vestiduras en las calles. Antes de transcurridos los veinte minutos, nuestra sala de control estaba llena de policías vociferantes presos de agitación», cuenta Welles a su compañeros y amigos. Orson Welles no había medido la capacidad de la radio para arrastrar tras de sí a la audiencia. Algunos periódicos informaron de que se presentaron reclamaciones judiciales de compensación por daños por valor de más de 12 millones de dólares. Por supuesto se declaró inocente de todos los cargos.
Es paradójico que la bestia negra de Hollywood, el gigante que revolucionó la radio, que abrió caminos inexplorados en la televisión, que rodó películas que inspiraron a decenas de realizadores, acabara anunciando vinos en la tele. Para Bogdanovich, es un hecho que habla con elocuencia del «derrumbamiento cultural» de una sociedad que cualquier otro indicador.
Con 'Ciudadano Kane' pronto formó parte de la lista negra de Hollywood, el enemigo al que había que destruir por orden del todopoderoso Hearst. Sus películas fueron literalmente masacradas, lo que no arredró a Welles, quien se crecía delante y detrás de la cámara. Sus dotes actorales abrumaban, porque la figura de Welles se agigantaba aún más ante la lente.
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